La espada y la cruz
Sinopsis de la película
El centurión Cayo Marcellus es enviado a controlar al gobernador Poncio Pilatos, enfrentado a los rebeldes sublevados en Judea. Viajes, batallas, un encuentro con María Magdalena y la crucifixión de Cristo.
Detalles de la película
- Titulo Original: La spada e la croce
- Año: 1958
- Duración: 105
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Opinión de la crítica
Película
4.8
56 valoraciones en total
A estas alturas, después de leer decenas de libros y de ver cientos de documentales, sé perfectamente qué tipo de armadura y armamento utilizaba un legionario romano, como luchaban y, lo que es más importante, como sería su aspecto según perteneciera a una época u otra. Pero así y todo, ayer me apetecía ver una de esas películas en las que estos guerreros de la antigüedad cabalgaban con estribos, no portaban ni un pilum y además entrechocaban sus espadas, con la típica guarda en forma de cruz, como lo harían un par de críos a los que sus padres les regalasen unas de plástico. Dicho en otras palabras, me apetecía ver una de romanos de toda la vida.
Quería experimentar la sensación de poder viajar a través del tiempo, pero no para ir a la Palestina de hace dos mil años, sino a un cine cualquiera de los años cincuenta. Disfrutar por una hora y media de la ilusión de sentir la incomodidad de una rígida butaca de madera y del olor a ambientador de pino, así como el de las pipas y las aguas de colonia con las que, con toda seguridad, se perfumarían nuestros padres en sus años mozos. Y, en cierto modo, lo conseguí, pero solo por unos segundos: los que duraron los títulos de crédito al comienzo.
Después, la única sensación que tuve fue la de haber perdido ciento cinco minutos con un refrito de escenas de la Pasión donde Yvonne de Carlo y Jorge Mistral representaban sus papeles con el mismo entusiasmo con que una interina del Registro Municipal realizaría el cotejo de un libro de familia. Y todo ello con el contrapunto de un Mesías medio invisible de voz metálica y retumbante.
En fin, que quise dejarme llevar por mi ingenuidad en un viaje a través del tiempo y lo único que conseguí fue una odisea hacia el bostezo.
Film rodado en ‘Tierra Santa’ que trata, como otras obras de sobra conocidas, sobre la historia que rodeó la vida de Jesucristo.
El realizador Carlo Ludovico Bragaglia dirige con oficio este film que goza de un adecuado ritmo narrativo, un guión de medianía de Sandro Continenza, adaptación de una errática historia de Ottavio Poggi. Tiene una música simplemente aceptable de Roberto Nicolosi y una buena fotografía de Raffaele Masciocchi con el denominado sistema de Ferraniacolor, meritorio sistema en la fotografía de color desarrollado en Italia por Ferrania Teconologías. Todo lo cual hace a una obra que apenas pasa el corte, pero que puede mantener la atención de algunos espectadores, a pesar de los sesenta años que nos separan desde su estreno. No cualquiera puede decir o hacer lo mismo.
La puesta en escena no está mal, las imágenes exteriores son vistosas y lucen por su intensidad cromática, con decorados humildes, pero dignos. Hay que tener en cuenta que es una película filmada con un presupuesto muy bajo, eso que se denomina un péplum, en este caso de corte aventurero y religioso. En absoluto es una superproducción, lo cual que se queda en una obra limitada pero honrosa, mas mediocre al fin, pues no consigue elevarse por encima de otros filmes equivalentes de los años cincuenta o sesenta realizados en España, Italia o en coproducción.
Bragaglia vuelve con el tema de la historia más grande jamás contada, sólo que esta vez lo hace tras los pasos María Magdalena, una hetera mitad cortesana, mitad prostituta fina.
La película de Bragaglia cuenta con un equipo artístico importante formado por Yvonne De Carlo, actriz principal que a sus 36 años, no sólo posee la belleza y la tersura de una mujer hermosa y también icónica, sino que hace un notable trabajo con respetable vis dramática y gran variedad de matices interpretativos en el papel de María Magdalena. Jorge Mistral ejecuta su actuación con estimable profesionalidad en su rol del centurión Marcellus. La celebérrima Rossana Podesta, muy bien como el personaje bíblico de Marta. Y Massimo Serato convincente como el pragmático Anan.
A mí me gustó visionarla, lo que no quita para que en la cinta se observen errores de bulto (la lapidación de la Magdalena u otras escenas como cuando la Magdalena lira en mano canta sin abrir la boca), o sea, tiene aspectos que yo benévolamente califico de naif: la indumentaria, el armamento, las maneras de lucha de los soldados romanos, sin olvidar el ataque de Barrabás para robar las arcas de oro de las legiones, pueden producir en el espectador exigente cierto rubor. Pero se disfrutar hora y media imaginando la ilusión de sentir una incomoda y antigua butaca de madera y el olor a ambientador de pino, así como el de las pipas y la colonia con la que se perfumaban nuestros padres en sus años mozos. De lo cual resulta una película que puede agradar, y que ni molesta ni chirría, pero que finalmente tiene escasa sustancia.
Género de romanos , subgénero bíblico, apartado Jesús el Crucificado. Esto nos depara La espada y la cruz, un péplum del especialista Bragaglia que nos repite por enésima vez la historia más grande jamás contada, esta vez siguiendo los pasos de María Magdalena, una hetaira de mucho cuidado amancebada con el judío Anan, un hipócrita de manual. Cortejada por el centurión Caio Marcello (Jorge Mistral en plan chulesco), nuestra mítica ramera ve la luz por fin y sigue los pasos del Mesías, abandonando sus vicios y malos hábitos. Lástima. Yvonne De Carlo contaba ya 36 años, y sus días de gloria estaban quedando atrás, pero quien tuvo retuvo, y todavía fascinan sus ojos luminosos, así como sus turgencias anteriores y posteriores. Ya se había bregado en estos materiales interpretando a Séfora en Los diez mandamientos, la esposa de Moisés Heston. Bragaglia filma con elegancia, mueve las masas con menos torpeza que otros contemporáneos, y aporta decorados humildes, pero que dan el pego (olvidemos las típicas coreografías de señoritas algo destapadas que amenizan las fiestas de Anan, en plan las Alegres Chicas de Colsada). Entre los secundarios descubrimos a Rossana Podestà, antes Helena de Troya, y al inefable Mario Girotti, más conocido como Terence Hill. Es Lázaro, el resucitado, y nadie habría dado un chavo por él en aquella época. En conjunto, distrae y no aburre demasiado, pero nos sabemos de memoria el final y la hemos visto cien veces. Para recalcitrantes del cine bíblico.
Mediocre péplum de corte aventurero y religioso, que no consigue elevarse por encima de otros films de parecido pelo que se rodaron en la década, sobre todo, de los sesenta, en España, Italia o en coproducción entre estos dos países.
El argumento no es original, la realización bastante plana y las interpretaciones normalitas, aunque Yvonne de Carlo se esfuerza en algunas más o menos intensas escenas (aparte de que baila un par de veces, por cierto en escenas algo larguitas, que cansan un poquito).
Los diálogos están llenas de tópicos y hay situaciones anticlimásticas, muy mal rodadas, como cuando van a lapidar a María de Magdala.
También hay momentos algo chistosos de lo mal rodados que están, como cuando María Magdala toca la lira y se oye que está cantando… mientras ella ni abre la boca.
Lo único reseñable es la fotografía, a cargo de Raffaele Masciocchi, en el para mí desconocido sistema de Ferraniacolor . En las escenas exteriores la verdad es que luce mucho por su intensidad cromática.
Una película que no molesta pero sabe a muy poco y causa algo de tedio.
Poquita cosa.
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