La escuadrilla de la aurora
Sinopsis de la película
Remake del filme bélico homónimo dirigido por Howard Hawks en 1930. Un oficial británico al mando de un escuadrón de pilotos novatos se verá obligado a ordenar a sus inexpertos hombres que se enfrenten a los veteranos aviadores alemanes.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Dawn Patrol aka
- Año: 1938
- Duración: 103
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Opinión de la crítica
Película
6.4
76 valoraciones en total
Año 1915. Las ambiciones colonialistas del imperio alemán han desatado la Primera Guerra Mundial y los países aliados aúnan fuerzas para combatirlos como se merecen. En momentos en que Inglaterra tiene ya varias escuadras aéreas posicionadas en Francia, dispuestas a acabar con las bases militares alemanas, con los medios de transporte y con cuanto soldado se ponga a tiro, el mayor Brand, a cargo del escuadrón 59, comienza a lamentarse de la pésima calidad de los aviones de que dispone y de la manera absurda como los generales le envían muchachos inexpertos, sin tácticas de combate y con escasos recursos para defenderse de los expertos pilotos que comanda el capitán von Richter (remembranza de Manfred von Richthofen, el llamado Barón Rojo que, durante el tiempo que duró la guerra y hasta que él mismo fue blanco de la bala de un australiano que lo derribó desde tierra, se dio el lujo de dar de baja ochenta aviones de los aliados, sin contar los 151 aeroplanos británicos de los que se ocupó su unidad.
Entre los pilotos de Brand, se encuentra el capitán Courtney a cargo de la unidad A, y éste con su compañero de equipo y gran amigo Scott, se han convertido en una fuerza aguerrida que, infortunadamente, no cuenta con un calificado equipo de apoyo… y entonces, casi a diario, les toca presenciar el regreso de sus unidades reducidas al mínimo por las bajas que, sin mayor dificultad, les causan von Richter y los suyos.
Filme antibelicista por donde se mire y un ferviente homenaje a la amistad representada aquí en cuatro hombres (Courtney, Scott, Brand y Phipps), LA ESCUADRILLA DE LA AURORA resplandece como un filme de gran valía porque recrea parte de unos hechos históricos que poco honor, pero sí una gran vergüenza y muchísimo sufrimiento, causaron a la humanidad.
El filme es un remake de la película que con el mismo título (The dawn patrol) hiciera Howard Hawks, filme tan bien logrado en sus aspectos técnicos que, algunas escenas de vuelo, se retomaron para la versión de Edmund Goulding. Pero el talento de este director inglés para el manejo actoral fue siempre muy estimable, y lo que logra aquí con Errol Flynn, David Niven, Basil Rathbone y Donald Crisp, posee una confraternidad admirable, profundos sentimientos y una calidez que da pleno sentido a la existencia. Cosas como estas, no recuerdo haberlas visto en el filme de Hawks, aunque confieso que hace ya bastante desde que vi esa versión.
Con una edición muy precisa, y acciones de gran intensidad dramática, Goulding logra dos magníficas escenas de acción (la devolución de las botas y el ataque de Courtney al ferrocarril de Soulet), pero sin duda, lo mejor de este filme es el sentido manejo que se le da a las relaciones interpersonales, sirviéndose de situaciones muy cuidadas que dan cuenta de lo grandes que pueden ser los seres humanos cuando su accionar está guiado por el alma.
Primera guerra mundial, 1915. Un coronel se siente sobrepasado por la responsabilidad de enviar a sus pilotos a misiones aéreas prácticamente suicidas en medio de la incomprensión de sus hombres que sólo ven caer a sus compañeros. Remake de la película del mismo título realizada por Howard Hawks en 1932 su propuesta es un sostenido canto a la amistad, al deber y a la difícil tarea de la responsabilidad del mando, argumento contado en numerosas ocasiones por otros directores con mayor fortuna, como Sam Wood en Command decisión (1949) con un destacado Clark Gable o Henry King en su obra maestra Twelve O’Clock High (1949).
En esta versión lo más interesante es el constante cambio de registro, del drama al humor y del humor al drama, en una entretenida película que cuenta con la correcta dirección, un poco impersonal, del habitualmente elegante Edmund Goulding. Un trío de escenas de combate sin demasiado brío pero dignas y el buen trabajo de los actores, en los que destaca un simpático David Niven, un esforzado Errol Flynn -un actor con pocos recursos pero que en los registros de aventurero o romántico no tenía igual- o un inexpresivo Basil Rathbone – hasta el inolvidable Barry Fitzgerald cuenta con un papelito ¡helas! demasiado pequeño para su inconmensurable genio –completan los dones de esta modesta película. Ustedes deciden.
Debo reconocer que el género bélico lo abordo con reservas, pero con qué grandes películas se encuentra uno de vez en cuando. Esta es buen ejemplo. Y a mi modo de ver, una prueba de ello es llegar a empatizar como espectador con cada personaje, así como comprender el punto de vista de cada cual en los conflictos que surgen entre ellos.
Fantástica creación de personajes. Destacaría al cercano, alegre y un poquito borrachuzo Scott (David Niven), así como al entrañable Phipps (Donald Crisp). Parece mentira que este último actor fuera esa bestia de padre en La culpa ajena , de Griffith.
La interpretación también la considero soberbia. Aparte de los personajes ya mencionados, me encanta el de Major Brand: ¡genial, Basil Rathbone! Y por cierto, qué lástima lo poquito que sale el siempre simpático Barry Fitzgerald (inolvidable su papel en El hombre tranquilo )
En cuanto al guión, me parece excelente, por ir poniendo progresivamente sobre la mesa diversos conflictos entre los personajes. Después, según avanza la historia, se irán entendiendo los unos a los otros, afianzándose así la amistad o el respeto que se procesan. ¡Ay! Qué difícil es ser un mando intermedio: soportar a los de arriba y defender a los de abajo, a pesar de que estos últimos te critiquen. Pues esto mismo lo acabarán comprendiendo primero Basil, luego Errol, después David…
Por último, no tiene desperdicio el ambiente que se respira cuando llevan a la base a un piloto alemán capturado. Rezuma cierto antibelicismo. Recuerda también a las peleas de Ford, donde la lucha no impide el respeto del uno hacia el otro.