La delicadeza
Sinopsis de la película
Nathalie (Audrey Tautou) pierde en un accidente al hombre del que está perdidamente enamorada. Después de una etapa de duelo, no puede creerse que el amor llame de nuevo a su puerta de la mano de Markus, un compañero de trabajo que nunca ha tenido éxito con las mujeres, pero que rebosa bondad y ternura. Un hombre que para ella supone la vuelta a la vida.
Detalles de la película
- Titulo Original: La délicatesse
- Año: 2011
- Duración: 108
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Opinión de la crítica
Película
6.2
48 valoraciones en total
La Delicadeza como título de esta película es una tautología o redundancia porque se trata de una película delicada.
Si la delicadeza es la exquisitez en el comportamiento esta película la tiene:
1 ) Porque trata sencillamente una historia sencilla, y la sencillez es un requisito —condición necesaria aunque no suficiente— para la elegancia.
2 ) Porque nos habla de algo que no nos es indiferente: la vida. De cómo puede ser generosa y mezquina, cuando en realidad no es ninguna de las dos cosas. Uno vive mientras le pasan cosas o le pasan cosas mientras vive, y esas cosas pueden ser apasionantes o anodinas, enriquecedoras o destructivas, positivas, negativas o neutras…
3 ) Porque nos dice que lo importante no es lo que nos pasa sino nuestra actitud ante lo que nos pasa. A nadie se le puede entusiasmar o amargar sin su consentimiento. Intentar querer lo que se tiene es siempre más fácil —y, a menudo, más rentable— que intentar tener lo que se quiere.
4 ) Porque es un testimonio acertado sobre la felicidad y la infelicidad, esa chispa que a veces salta y aviva el fuego que nos hace sentir la plenitud o ese viento que lo apaga del todo y nos deja completamente a oscuras. Ni una ni otra son permanentes por lo que hay que evitar dos actitudes hacia el futuro que suelen ser contraproducentes: confiar o desconfiar en exceso. La primera nos hace vulnerables, la segunda, insensibles.
5 ) Porque nos alerta acerca de que la soledad, aunque sea buscada, en lo que tiene de renuncia suele ser un mal negocio. No somos autosuficientes y reconocerlo es una muestra de lucidez.
6 ) Porque nos confirma que hay segundas oportunidades, que son siempre el triunfo de la esperanza sobre la experiencia. Y que la forma segura de desaprovecharlas es no prestar atención, ya sea por obcecación, compasión propia o despiste.
Lo demás son dos grandes interpretaciones —la de Audrey Tautou en un personaje admirable por íntegro y entrañable, y la de François Damiens en el suyo, desaliñado, desgarbado, torpe… pero como dirá la abuela en un diagnóstico rápido con buen fondo — y una estupenda banda sonora de la que es responsable, con su solvencia habitual, Émilie Simon.
François desayuna plácidamente en una cafetería cualquiera de París. De pronto, una joven mujer toma asiento en una mesa cercana. Él fantasea sobre qué pedirá, convenciéndose a sí mismo de que si lo que toma la mademoiselle es un jus dabricot , no tendrá otro remedio que terciar palabra con ella. Nace así, tan tontamente, una bonita historia de amor en la que los corazones de ambos jóvenes quedarán felizmente entrelazados.
Un espigado sueco, de nombre Markus, no dudó, hace mucho tiempo, en hacer la maleta y poner rumbo a París, huyendo de la sempiterna melancolía que impregna el día a día nórdico. El destino le había brindado, sin él saberlo, la oportunidad de conocer a Nathalie, una mujer cuyos ojos denotaban tanta amargura como tristeza. Ahogándose entre llantos y penas, la discreta y elegante francesa buscaba evadir su malherido corazón en la calidez, armonía y bondad que parecía atesorar el encorvado rubiales.
Película pequeña, en el buen sentido de la palabra, que decide volcar su atención en los momentos concretos de nuestras existencias. La delicadeza nos muestra así cuán caprichosos pueden llegar a ser tanto los arrebatos del destino como los dictados del corazón. Una comedia dramática muy bien trabajada por parte de los hermanos Foenkinos, quienes consiguen transmitir, de un modo sutil, todas esas extremas y delicadas sensaciones que van aparejadas a la inestabilidad del sentimentalismo, ligada ésta, sin duda, a la fugacidad de la vida.
En fin, un film que, además de brindarnos la oportunidad de volver a disfrutar de la fantástica Audrey Tautou, consigue hacernos partícipes del entusiasmo y la vitalidad que parecen impregnar a este romántico relato.
La delicadeza parece (y en el fondo es) un título más de esa lista de enamoramientos ala française que desde que se estrenase Amélie llevan el rostro (angelical, de palo, mono, soso…) de Audrey Tatou. No es que la fábula de La bella y la bestia sea el último grito, pero bien pensado en un tiempo en el que nadie, ni delante ni detrás de las cámaras, cree en los cuentos de hadas volver al espíritu naif del género romántico puede resultar hasta rompedor. Aquí en España pocos captarán el doble sentido de la banda sonora compuesta por la cantante Émilie Simon, que en la vida real escribió y grabó las canciones al perder a su pareja, justo el mismo trance que sufre la protagonista de La delicadeza. Por lo demás estamos ante una película que se deja ver, bastante irregular, interesante si no se ve con ojos exigentes y totalmente disfrutable si amas ver a Tatou haciendo de Tatou. A ratos esquiva el cliché, luego se recrea en los lugares más comunes y finalmente acaba en terreno neutral. Es inevitable que entre alguna media sonrisa se cuelen un par de bostezos, un ligero recuerdo de Amélie, un ¡anda, esto ya lo he visto! o un ¡no, otra vez la Torre Eiffel iluminada de noche no!. Delicada en esencia pero totalmente brusca, cambiante y descompensada en su estructura. El cine francés cae simpático y da rabia. La delicadeza es la nueva comedia francesa veraniega. Y francamente: ya cansa un poco, solo un poco.
@Xavicinoscar, Cinoscar & Rarities
http://cachecine.blogspot.com
Se podría abordar una película como La delicadeza desde su concepción de drama romántico que se quiebra nada más emprender sus primeros latidos. Traza inicialmente un drama romántico eliminando parte de la información mediante elipsis marcadas a nivel de la separación en el tiempo que originan, pero que fueron disueltas como leves transiciones visuales. Eso provoca que el espectador pueda quedar algo desorientado ante esa representación de la delicadeza visual y formal que proponen David Foenkinos y Stéphane Foenkinos. Lo que realmente interesa en ese paraje repleto de elipsis y avances sobre el que transita La delicadeza es la ley de encabezar y trazar una vía de escape respecto al género, que suele ceñirse a esos resortes del cortejo y del embelesamiento formal para generar emociones en el espectador.
La protagonista pierde algo que ama y ese quiebro resurge en la propuesta mediante un cambio de tono: se transforma en una comedia romántica, dejando cada vez más soterrado el drama que planteaba inicialmente. Se trata de una especie de maldición en la que la protagonista descubre, mediante el amor ciego, una respuesta a su vida: un desconocido, que no encaja con lo que se espera de ella. Y a partir de ese punto se expone una comedia romántica en la que los personajes, aparentemente distintos físicamente, averiguan que son almas gemelas, pero que el mundo alrededor de ellos no ve con buenos ojos. La fórmula no es novedosa y se repiten demasiados los mismos recursos de sorpresa. En un mundo rosa, aquel que nos ha hecho creer el drama y comedia romántico universal (y sobre todo comercial), no hay lugar para que Audrey Tautou pueda enamorarse o simplemente salir con un tipo corriente. ¡Está condenada eternamente a la perfección!
El fondo desaparece para hacer superficial a la forma. Podría ahondar en el drama social que designa el destino de las personas y sus conexiones: el feo está condenado a la soledad, así como la viuda que debe deambular como un alma en pena durante toda la existencia. Pero se opta por lo frívolo: una secuencia (entendemos que onírica) donde ese nuevo galán seduce con su vista (y con su mochila a la espalda con nuevo look divino) a modelos lozanas y sensuales en una cuesta o la mera repetición de patrones sobre la perspectiva de terceros. Finalmente la propuesta decide divagar entre conflictos sobre elecciones personales y laborales que subrayar cualquier tipo de línea crítica con la sociedad y las imposiciones. No entiendo que el mundo se paralice cuando la Tautou en La Delicadeza (muy delgada, por cierto) empieza a verse con este señor. Los suecos feos con look ‘nerd’ son ya compatibles con las más bellas efigies del planeta. Siempre y cuando sean ricos o futbolistas, claro.
El mismo día que se estrenó esta película salía Spiderman y la sala estaba vacía, es una pena. Hoy día nos bombardean con cine comercial, vacío y, normalmente con dos elementos clave: Violencia y escenas de cama. La delicadeza es todo lo contrario, una historia de los pies a la cabeza, verosímil como la vida misma y muy hermosa. Una de esas películas que te arrancan una sonrisa al salir del cine.
Está basada en un best-seller que yo he tenido el gusto de leer y para aquel que se haya leído la novela he de decir que es una excelente adaptación. Eso sí, puede ser que si no leíste el libro la encuentres algo desaprovechada, pero no quiero asustar a nadie.
Los actores están perfectamente seleccionados, tanto Audrey Tatou como François Damiens sostienen perfectamente el peso dramático y humorístico de la película. No creo que Tatou esté encasillada en el papel de Amèlie porque de entrada, esta película no es de Jeunet y el personaje me parece totalmente diferente, aunque afronte problemas parecidos. Respecto a Damiens hay que decir que sin duda se ha ganado a pulso la etiqueta de actor revelación.
Una de las muchas críticas que leí en diarios sobre el film lo definía como un elogio de lo cursi . Discrepo, en los tiempos que corren se necesitan oasis de belleza como este. Una película que conmueve y hace reír, una historia que definitivamente engancha.