La cruz de hierro
Sinopsis de la película
Segunda Guerra Mundial (1939-1945). En el frente oriental, un escuadrón de soldados alemanes, capitaneados por un duro oficial, se enfrenta a las temibles hordas del ejército ruso. El pelotón germano está liderado por el respetado sargento Steiner (James Coburn), pero también tendrá que hacer frente a las decisiones ambiciosas y suicidas del capitán Stransky (Maximilian Schell), un aristócrata prusiano recién llegado al frente que busca la gloria a cualquier precio.
Detalles de la película
- Titulo Original: Cross of Iron
- Año: 1977
- Duración: 119
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Opinión de la crítica
Película
7.4
30 valoraciones en total
Única película bélica de Sam Peckinpah, rodada en la antigua Yugoeslavia con un presupuesto muy ajustado. Se basa en la novela de Willi Heinrich.
La acción tiene lugar en la primavera de 1943 y se localiza en la península de Taman (Crimea), durante la retirada alemana. El relato se centra en dos personajes antagónicos: el sargento Steiner (James Coburn) y el capitán Stransky (Maximillian Schell). Steiner es un hombre mítico entre sus compañeros, por su hamanidad y generosidad. Stransky es un aristócrata prusiano, que ha pedido el traslado al frente oriental porque desea ganar la Cruz de Hierro, máxima condecoración militar alemana en tiempos de guerra. Es egoista y marrullero. Los dos personajes tienen historias diferentes, idiosincracias opuestas y actitudes contrarias en relación a la guerra. El enfrentamiento entre ambos, inevitable, estalla de inmediato y será duradero.
Peckinpah narra una historia compleja, rica en detalles y contenidos, que se desarrolla en primera línea del frente. La exposición constituye un retrato sombrío y trágico de los horrores de la guerra y de los daños físicos, psíquicos, morales y emocionales que provoca. Muestra el comportamiento caótico del mando, los conflictos internos de la dirección del Regimiento, la lucha por la supervivencia, la pérdida de los ideales, engaños, traiciones, abusos y chantajes de algunos jefes, la desesperación ante una guerra terrible de desgaste interminable, que no conoce pausas, etc. Por otro lado, el gusto de Peckinpah por la dualidad que marca contrastes ofrece escenas de amor del sargento con Eva (Senta Berger), la celebración festiva del cumpleaños de Meyer, la acogida colectiva de un chico ruso, de cara angelical, símbolo de la inocencia todavía posible y de la esperanza que no ha muerto del todo.
La fotografía de John Coquillon ( Perros de paja ) y unos efectos especiales acertados permiten al director acentuar el realismo de la acción hasta alcanzar en algunos momentos el hiperrealismo. La música de Sam Gold ( Éxodo , Vencedores o vencidos ) se compone de 15 piezas, adaptadas a la acción. Destaca la descripción estridente y gozosa del estallido de la primavera que acompaña las primeras secuencias. Otras piezas destacables son La masacre y La confrontación superada . La interpretación de James Coburn es tal vez la mejor de su carrera.
La película exalta los valores del sargento, que no lucha por convicción, ni para sobrevivir, sino porque cree que es su deber ayudar a los compañeros. Es el héroe de la obra: un anti-héroe que lucha, ama y perdona. El pelotón militar de mujeres rusas se presenta de un modo que sugiere su incompatibilidad con la guerra y su inferioridad. Este apunte de misogínia aporta un trazo innecesario de sombra en la narración. Orson Welles consideró que era la mejor película pacifista desde Sin novedad en el frente (1930), de Lewis Milestone.
La cruz de hierro fue producida y realizada con escasos recursos económicos y aunque esta carga no empañe el resultado conseguido, sí que condiciona gran parte del efectismo visual de la que debiera hacer gala una película de tal formato. Y Peckinpah resuelve estas limitaciones pirotécnicas mostrando su cine directo de siempre: acuchillamientos cuerpo a cuerpo cámara en mano o con secuencias magistrales como la que nos muestra en la base de operaciones de las milicianas soviéticas. Y el montaje realza la importancia de unos conseguidos flash-backs. Y nos presenta a los alemanes como obedientes trozos de carne, pero rellenos de humanidad, aunque peque de una inexplicable ausencia de ideología nacionalsocialista entre la soldadesca.
James Coburn encarna al arrojado sargento implicado en la supervivencia de sus hombres como empresa personal, aunque parezca en algunos pasajes algo descuidado y ello conlleve en ocasiones un desenlace dramático.
Maximilian Schell (si es que hasta su nombre tintinea a aristocracia) presenta la otra cara de la moneda, el clasista egocéntrico que piensa que la plebe está ahí para recibir órdenes, y que además es un cobarde digno de un pelotón de fusilamiento, aunque no termina de convencerme como Peckinpah nos muestra la relación entre los dos antagonistas.
El sargento Steiner no da una solución directa al problema prusiano porque parece estar por encima de todo: abandona a su soldado en aquella excitante cabaña, su venganza no es desproporcionada ni con el amigo ni con el enemigo porque interioriza a su manera la palabra justicia, se toma la guerra como un trabajo de seis a ocho. Un héroe atípico y complicado.
El otro lunar que observo es que las secuencias con armamento pesado carecen de garra, debido principalmente, a la falta de medios disponibles.
Interesante obra en la que aunque escaseen los nazis, los germanos son nuestros héroes.
La cruz de hierro, es un film impactante en muchos aspectos, la entrega del sargento Steiner hacia sus hombres, es magistral, conseguir mantenerlos unidos es toda una lección, de compañerismo, y sobre todo de humanidad, y de tantos otros valores difíciles de ver en otras películas. La cinta de Sam Peckinpah, no renuncia a lo desagradable, pues las guerras son todo eso. Nos describe la ambición, la traición, el sufrimiento, la agonía, las bajas pasiones, el heroísmo.
Steiner (soberbio y magistral James Coburn) es un soldado, porqué así lo quiso el destino, pero no le importa ni la política, ni los ideales de sus superiores, asimismo odia conseguir esa Cruz de hierro, que tanto ansía el capitán Stransky (excelente Maximilian Schell) para continuar con el honor de su familia, noble prusiana, eso sí sin salir de su escondite y sin importarle un ápice todo lo que les pueda suceder a los hombres de su compañía, incluso llega a traicionarlos. Son dos retratos perfectos de los muchos Steiners y Stranskys que existen en la multitud de guerras que han existido, que existen y que existirán. Muy buen trabajo de James Mason y David Warner en esos papeles de secundarios y que para ellos lo primordial es la guerra.
Peckinpah sabe muy bien filmar la violencia, y más si es una película bélica, la fotografía de John Coquillon consigue crear esa atmósfera fantasmagórica contribuyendo de forma magistral a crear ese ambiente del campo de batalla. Pero lo más importante a mi entender, es la pincelada perfecta de sus dos principales protagonistas tan diferenciados en ideales, honor y principios.
Amistad, humor, rebeldía, violencia gratuita , sexo oral, batallas, homosexualidad… ¿Qué os parece la combinación? Todo está muy bien integrado, y de forma muy entretenida. Técnicamente también se merece un sobresaliente: fotografía, montaje, efectos especiales…
El personaje del sargento Steiner está tan bien pulido que podría haber sido interpretado por Lee Marvin perfectamente (recordémosle en Doce del patíbulo ). Esto no quiere decir que Coburn lo haga mal, más bien al contrario. Me habría gustado ver un casting con ambos como participantes.
Lo mismo ocurre con el capitán Brandt, que se interpreta sólo, aunque no hay que quitarle ningún mérito a Schell. Se trata de un personaje despiadado (como debe ser al menos un oficial en toda película bélica) pero a la vez patético ( ¡¡¡Ya estamos contraatacando, Señor!!! ).
Para los que no estén familiarizados con el cine de Peckinpah quizá pueda resultar molesta tanta sangre, tanta cámara lenta y tanto frenesí en el montaje. Pero para los que nos hemos enamorado de su cine es como la firma del pintor.
¡Mojigatos, tened cuidado, la violencia gratuita de Peckinpah crea adicción!
Me despido con una profunda frase cortesía del suboficial Krüger: Las grasas naturales del cuerpo, combinadas con la mugre, te hacen impermeable . Reflexionad sobre ello.
A Orson Welles le pareció la mejor película (anti)bélica de la historia del cine, y desde luego no seré yo quién le quite la razón.
Estamos ante una de las mejores películas de Sam Peckinpah, si no la mejor, desde luego superior a Grupo salvaje , su obra más famosa.
La excelente novela de Willi Heinrich, The Willing Flesh (ahora ya se titula Cross of Iron por influencia de la película) es suficiente para que la historia funcione sin contar con un guión depurado y ni siquiera bueno. Pero como digo con el material de la novela, la dirección de Peckinpah, las soberbias actuaciones y la fantasmagórica fotografía de John Coquillon (habitual de Peckinpah), además de un partitura emocionante y triste que hace que el film sea extraordinario.
A Sam Peckinpah le terminaron de hundir con el fracaso económico de esta cinta (tan sólo en Alemania tuvo una acogida destacada), y aunque es verdad que ya no era un director de moda -por eso tuvo que irse a Yugoslavia a rodarlo y a Alemania producirlo- es posible que si hubiera tenido el reconocimiento de lo gran película que es, alguna obra más de calidad nos habría dejado (aunque Convoy personalmente me resulta muy interesante y entretenida).
Una película adelantada a su tiempo que hace que Apocalypse now , El cazador , Platoon o La chaqueta metálica le deban mucho al título de Peckinpah.
Un recuerdo para los actores como James Mason y David Warner, fantásticos como oficiales pragmáticos y desengañados con diálogos tan sensacionales como este:
General Brandt: -¿Qué haremos cuando termine la guerra?
Capitán Kiessel: -Prepararnos para la siguiente.
Y sobre todo a James Coburn y Maximilian Schell, que interpretan personajes antágonicos y que en una de las últimas secuencias mantienen uno de los diálogos más interesantes de todo el cine bélico.
Capitán Stranszky: -Le enseñaré como lucha un oficial prusiano
Sargento Steiner: -Y yo donde crecen las cruces de hierro.
Por críticar algo decir que falta algo de presupuesto a la película y eso se nota a veces, un guión en ocasiones un tanto descuidado con algunos detalles de enlace y un montaje al que se le ha cortado varios minutos que es una pena que no se edite la versión integra.
En definitiva magnífica película que hasta hace bastante poco era muy desconocida por el gran público y que personalmente me alegro que se vaya conociendo y estimando una de las diez mejores películas de los años setenta.