La conjura contra América (Miniserie de TV)
Sinopsis de la película
Miniserie de TV (2020). 6 episodios. Historia alternativa de América desde la Segunda Guerra Mundial. En 1940, Charles Lindbergh es elegido Presidente de los EE.UU. Poco después negocia un acuerdo cordial con Adolf Hitler, embarcando al nuevo gobierno en una escalada progresiva de antisemitismo. Para un niño que crece en Newark, en el seno de una familia judía, la elección de Lindbergh es la primera de una serie de rupturas que amenazan con destruir su pequeña y segura esquina de América, y con ella a toda su familia.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Plot Against America
- Año: 2020
- Duración: 60
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Opinión de la crítica
Película
7.1
71 valoraciones en total
Pais
Directores
Actores
- Andre Da Silva
- Andrew Polk
- Annie McCain Engman
- Anthony Boyle
- Anthony DeSando
- Ava Loren Tropeano
- Azhy Robertson
- Ben Cole
- Bob Leszczak
- Brooke Carrell
- Caleb Malis
- Caroline Rose Kaplan
- Clark Carmichael
- Daniel Case
- Daniel Danielson
- Daren Donofrio
- David Krumholtz
- Douglas Schneider
- Ed Moran
- Elizabeth Thorp
- Gavin Haag
- Graydon Yosowitz
- Ian Campbell Dunn
- Jacob Laval
- Jason Liebman
- Jayden Abrams
- Jeffrey Emerson Gaiser
- Jeremy Cohen
- Jessica Cherniak
- Jim Cleary
- Johanna R. Griesé
- John Brosnan
- John Turturro
- Josh Cahn
- Keilly McQuail
- Kimberly Faye Greenberg
- Kristen Sieh
- Lauren Yaffe
- Leslie Fray
- Martino Caputo
- Michael C. Bryan
- Michael Kostroff
- Monica Haynes
- Morgan Spector
- Ned Eisenberg
- Ned Van Zandt
- Olli Haaskivi
- Peter Presta
- Philip Hoffman
- Rebecca Gibel
- Robert J Morgalo
- Samantha Rivers Cole
- Steve Axelrod
- Steve Goffner
- Steven Maier
- Tim Eliot
- Tom Galantich
- Tom Scorzone
- Victoria Giardina
- Walker Hare
- Winona Ryder
- Yuval Boim
- Yuval David
- Zoe Kazan
¿Qué hubiera pasado si Roosevelt hubiera perdido las elecciones? ¿Y si las hubiera ganado un filonazi como fue Lindberg? Esta es la premisa de la que parte La Conjura Contra América, una ucronía contada desde la perspectiva de una familia trabajadora judía de Newark, New Jersey.
Las ucronías están de moda (veánse El hombre en el castillo, Hollywood) y a mí me encantan, sobre todo si están tan bien hechas como ésta. Buena ambientación, buenas actuaciones, entre las que destacar a John Turturro, un grandísimo actor, que aquí encarna al Rabino Lionel Bengelsdorf, un personaje que se nos hace odioso ya que colabora abiertamente con la política antisemita del gobierno federal (judíos que han peleado en el ejército de faraón los ha habido siempre. Este es el ejemplo de ello).
Me ha gustado mucho ver cómo los personajes adultos evolucionan a causa de la presión que sufren, mientras los niños intentar preservar su inocencia. En ese contexto destacar también a Caleb Malis en el papel de Sandy Levin, el adolescente que se deja seducir por las tácticas de las juventudes hitlerianas y que acaba enfrentándose a sus padres (¡qué listos son los regímenes autoritarios, como aprovechan en enfrentamiento intergeneracional para sus intereses!).
Por mucho que lo nieguen, y a pesar de ser un país construido a base de emigración exterior, Estados Unidos está lleno de racismo. Por eso se me hizo tan creíble esta ucronía. El aislacionismo (tan bueno para los negocios. Mientras el dinero fluya…), el antisemitismo que llevó a muchas empresas americanas a apoyar al régimen nazi (que se lo digan a Henry Ford), etc, son hechos reales que no ha hecho falta inventar para dar sentido a esta serie. Y las consecuencias que la presidencia de Lindberg traen (la caza de brujas, las represalias contra determinadas personas no afines al gobierno, etc) tampoco están alejadas de la realidad ya que se dieron en el país en el contexto de la Guerra Fría.
La conjura contra América es una serie muy necesaria en los tiempos que corren. En el periodo de entre guerras del pasado siglo fueron los regímenes autoritarios (fascismo, nazismo, comunismo…), y ahora tenemos los populismos de uno u otro signo. Eso hace muy necesarias series como esta, que ayuden a tomar conciencia de lo que este tipo de sistemas políticos supone. Una serie de obligado visionado.
Durante las últimas seis semanas, HBO ha emitido o, más bien, teniendo en cuenta que vivimos en la era del streaming, ha puesto a disposición de sus clientes (esa frase tan prefabricada y tan preñada de neoliberalismo) la última ficción de uno de los mayores enemigos de este último, David Simon, que junto a Ed Burns, su socio en The Wire y Generation Kill, ha adaptado en formato audiovisual la soberbia novela de Philip Roth, The Plot Against America. Tanto la novela como la serie, una adaptación absolutamente fiel de la primera, están ambientadas en unos Estados Unidos que aún seguían abogando por el aislacionismo y que se resistían a entrar en la II Guerra Mundial y… que no entraron en la misma. En este contexto ucrónico, una familia judía de New Jersey irá experimentando en sus propias carnes cómo el nacionalismo y el odio al diferente pueden corromper a todo un país.
La miniserie, compuesta por seis episodios de una hora de duración, va analizando cómo el fascismo se infiltra en la sociedad y lo emponzoña todo. Las relaciones familiares, laborales, comunitarias y, por supuesto, políticas. Absolutamente todo nuestro mundo de la vida pasa a estar condicionado por la amenaza fascista, por sus modos de proceder, al principio sibilinos, luego directamente violentos. Así, cada episodio se vuelve más opresivo y aterrador que el anterior. Analizar la gangrena poniendo el foco de atención en una familia de clase media-baja, en su día a día, en la cotidianidad en tiempos en absolutos cotidianos es, precisamente, lo que permite que la obra se sienta tan cercana, tan plausible. Podría ser nuestra familia. Podríamos ser nosotros.
Roth publicó la novela en el 2004, tres años después del 11-S, en unos Estados Unidos embarcados en una war on terror global, que devastó países, estigmatizó a los musulmanes y sirvió de coartada para la deriva autoritaria del neoliberalismo durante la Administración Bush, con la Patriot Act recortando derechos y libertades en nombre de la seguridad nacional. Su adaptación audiovisual llega, también, en el último año del primer mandato de un presidente republicano, Donald Trump, cuyas políticas, apoyadas desde el nacionalismo de derechas, han puesto en el punto de mira a los inmigrantes y a las potencias exteriores, como culpables de que Estados Unidos dejara de ser grande. No pocas personas han criticado a David Simon y Ed Burns por construir, en The Plot Against America, una metáfora demasiado obvia y demasiado partidista sobre el trumpismo. Sin embargo, no hay nada en la miniserie que no estuviera en la novela de Philip Roth. El discurso contra la alt-right nacionalista no está en la serie, sino en la propia opinión pública de las democracias occidentales. La serie no nos habla del presente, sino que nos invita a reflexionar sobre el mismo, sobre la deriva de nuestras sociedades. Precisamente la idea de deriva moral, ética, social, política, es uno de los motores discursivos de la obra y lo que hace que se vaya volviendo cada vez más oscura, sin embargo, The Plot Against America es, sorprendentemente, la obra más optimista de Simon.
En su díptico sobre Baltimore (The Corner, The Wire) nos mostraba cómo era imperativo combatir algunos de los postulados hegemónicos de nuestro sistema social, político y económico, pero que lo único a lo que podíamos aspirar era a lograr pequeñas victorias, que funcionaban como cuidados paliativos para un sistema de muerte. En Treme, más luminosa pero también más trágica, sucedía otro tanto de lo mismo. Las comunidades, golpeadas una y otra vez por los efectos del neoliberalismo combatían diariamente por sobrevivir. En Show me a hero, un modesto plan de des-ghettificación urbana se llevaba por delante a la clase política local y evidenciaba algunas de las heridas más sangrantes del país: el racismo, el clasismo… No había en ninguna de ellas demasiada esperanza en la capacidad de transformar el sistema de forma significativa. El juego siempre estaba amañado. Sin embargo, The Plot Against America muestra más confianza en el sistema y en su capacidad de proteger a la ciudadanía frente a la barbarie. Quizás porque en las anteriores ficciones de Simon el enemigo era el neoliberalismo depredador, mientras que en esta serie el enemigo es el fascismo. En las primeras había que combatir contra el sistema, en la última hay que protegerlo. La democracia liberal, cada vez más porosa al poder y con menos capacidad de redistribuir la riqueza está podrida pero siempre será mejor que un estado fascista. En The Wire o Treme nos encontrábamos en un estadio socioeconómico malo pero The Plot Against America nos recuerda que podemos estar en uno aún peor. Casi como si Simon y Burns hicieran suyo el chiste del pesimista y el optimista. El pesimista dice no podemos estar peor y el optimista le replica sí, claro que podemos . Por eso, en su última ficción parece que los autores, Roth mediante, nos vienen a decir que sí, el neoliberalismo sigue siendo tan nocivo como lo era hace 20 años pero no debemos olvidarnos de que el fascismo es aún peor. El primero deteriora nuestro mundo de la vida pero el segundo es, en sí mismo, una negación de la vida, un elogio de la muerte.
Segunda Guerra Mundial, 1940. Charles Lindberg, un hombre con unos marcados principios afines a los de Adolf Hitler, es elegido presidente de los Estados Unidos de América. El auge del fascismo es imparable en una comunidad en la que el miedo comienza a hacer acto de presencia, así como el odio hacia cualquiera que se salga del canon que se impone. Conocemos estos sucesos desde la perspectiva de una familia judía que se verá obligada a luchar por su propia supervivencia, por el derecho de existir y ser considerados personas en una época en la que los judíos son segregados y alienados en su propio país. ‘The plot against America’ es una miniserie fascinante, acuñada por el incombustible David Simon, que si en algo destaca muy positivamente es a la hora de crear personajes que van más allá de la pantalla haciendo que la empatía sea un ejercicio sencillo. Con un guion magnífico y una producción brutal, la historia reflexiona sobre el asentamiento del antisemitismo en América, los conflictos producidos por este inesperado auge del fascismo y sobre la falta de escrúpulos de los ciudadanos, especialmente de los líderes políticos. Parece paradójico que un suceso ambientado en una realidad paralela o alternativa se sienta tan cercano y verosímil, dejando claro que el odio jamás pasará de moda y que el fascismo nunca estará exento del mundo.
Son seis intensos capítulos de innegable calidad en los que recapacitar sobre nuestra propia condición humana es casi una obligación. Una JOYITA que dará muchísimo que hablar este año. David Simon siempre es el equivalente al mejor sello de calidad posible.
Para responder a esta pregunta solo tenéis que leer la primera crítica aquí recogida, de alguien que vería el primer capítulo (con suerte). Aunque para cuando leáis esta, espero, esté la última y se haya hinchado a negativos.
Blanquear el odio, el fascismo, siempre es peligroso. No debemos olvidar, ni en 1944 ni en 2020, que todavía hay personas que odian y piensan así.
La serie, como todo lo que hacen sus creadores, estupenda. Viendo las reacciones que genera, más aún.
No nos debe temblar el pulso a la hora de considerar a David Simon como el gran cronista de la historia criminal de los Estados Unidos en el medio televisivo, al igual que lo es Scorsese en el cine y Bob Dylan en la música. Sus relatos seriados han diseccionado al detalle las vicisitudes, falsos mitos y graves contradicciones de nación construida a base de sangre y fuego desde distintos ángulos: el crimen organizado (The wire), la guerra (Generation Kill), la gentrificación urbana (Show me a hero), la industria del sexo (The Deuce)…
Nadie mejor que él para, junto a su habitual colaborador Ed Burns, narrar en imágenes la ucronía con la que Philip Roth (allá por 2004) hurgó en la llaga del fascismo y el supremacismo blanco en la tierra de los libres y que tan alegórico y premonitorio resultó ser con respecto a la situación que el país vive desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. Esta temática parece haberse convertido en una cierta tendencia en los últimos años, sobre todo en la televisión, a través de fórmulas de historia-ficción (El hombre en el castillo, Watchmen, Hunters), pero también en el cine, con relatos de hechos reales como el que nos presentó Spike Lee de manera tan brillante en Infiltrado en el KKKlan.
La alteración de la Historia real comienza en el mejor momento posible: la antesala de la entrada de EE.UU. en la II Guerra Mundial. El filonazi Lindbergh (sí, el aviador) llega a la presidencia del país derrotando a Roosevelt, pone como uno de sus hombres fuertes al antisemita Henry Ford (sí, el de los coches) y acerca las relaciones diplomáticas con el III Reich, ¿qué podría salir mal? Pero lo más preocupante es el clima social con el que acaba en la Casa Blanca, todo el apoyo popular con el su cuenta su discurso incendiario y populista, donde realmente se sitúa el núcleo de la trama.
El acierto de La Conjura contra América, aparte de no explicar el verdadero sentido de su título hasta el final, es sacar el relato político de los grandes salones y espacios de toma de decisiones (en los que sólo entra de manera testimonial y circunstancial) para llevarlo al terreno del drama familiar, en múltiples frentes y con un enfoque intimista. Los peligros latentes y reales de un escenario de máximo riesgo para la libertad y la justicia son narrados desde los interiores de un hogar judío de clase media en un suburbio de Nueva Jersey. Sus conflictos, externos e internos, surgen de esa situación política y a su vez se insertan en ella para dotar de significado y fondo al conjunto.
Los dos grandes pilares de esta miniserie son, por un lado, su sólido guión, que tras una primera entrega eminentemente introductoria escoge los momentos más acertados para mostrar las sucesivas aristas y matices del conflicto principal, construido como una suma de pequeños conflictos de mayor inmediatez. Y por el otro, un reparto en estado de gracia, en el que encontramos caras conocidas como Winona Ryder y John Turturro o revelaciones como Morgan Spector y Anthony Boyle, amén de descubrimientos infantiles como Azhy Robertson o Jacob Laval. Pero la palma se la lleva una espectacular Zoe Kazan, que desde la retaguardia de una ama de casa tradicional se acaba erigiendo en el centro moral de la historia.
En definitiva, títulos como este son necesarios para hacernos ver que los fantasmas del fascismo nunca se han ido del todo y que pueden resurgir con muchísima fuerza en cualquier momento, como así está ocurriendo en prácticamente la totalidad de Occidente. Si os quedasteis con ganas de más, escuchad el podcast en el que David Simon y el locutor Peter Sagal comentaban semanalmente cada episodio.