La Colt es mi pasaporte
Sinopsis de la película
Un asesino a sueldo y su leal compañero son perseguidos por los miembros del grupo yakuza cuyo jefe mataron. Tras un intento frustrado de huir en avión, intentarán escapar en barco, pero para ello deberán esperar varias horas y resistir el acecho de sus enemigos ávidos de venganza.
Detalles de la película
- Titulo Original: Koruto wa ore no pasupoto (A Colt Is My Passport)
- Año: 1967
- Duración: 84
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Opinión de la crítica
Película
7.2
58 valoraciones en total
Pais
Directores
Actores
- Akio Miyabe
- Asao Uchida
- Chigusa Takayama
- Chitose Kobayashi
- Gô Kuroda
- Hideaki Esumi
- Hiroshi Chô
- Hitoshi Takagi
- Hyôe Enoki
- Ichiro Kijima
- Jerry Fujio
- Jô Shishido
- Jun Hongô
- Kanjuro Arashi
- Keisuke Noro
- Keisuke Yukioka
- Kojiro Kusanagi
- Ryotaro Sugi
- Shirô Yanase
- Shôki Fukae
- Takamaru Sasaki
- Takeshi Ida
- Toshizô Kudô
- Toyoko Takechi
- Yoshihiko Tabata
- Yuzo Harumi
- Zeko Nakamura
- Zenji Yamada
Dos asesinos en una situación embarazosa, solos perseguidos, acorralados, sentenciados a muerte, a un lado los hombres cuyo jefe han matado, al otro los que les contrataron.
La huida se convierte en un imposible.
Aunque el cine negro esté más muerto que vivo en territorio estadounidense, en otros países se mantiene vigente y pletórico de fuerza, los japoneses, y principalmente desde Nikkatsu, facturan todo tipo de propuestas que juegan y lo desfiguran para deleite del público, y si hay un actor que esté destacando como héroe del género es sin duda Jo Shishido, quien en ese mismo año aparecerá en otros trabajos igual de memorables ( Marcado para Matar y Massacre Gun entre ellos) que el que nos ocupa, la obra maestra, por ende la más conocida, de Takashi Nomura.
Éste, un actor que pasó a ser asistente y más tarde a realizador (de esos casos extraños dentro de las productoras), sobre todo especializándose en el cine de acción y criminal como muchos de sus colegas, se pone al frente de la muy libre versión de una novela del gran y versatil autor Shinji Fujiwara, tan adaptado al cine, escrita en una semana por Hideichi Nagahara y Nobuo Yamada, cuyo rodaje, rápido y barato (en la línea de lo que hacía Nikkatsu), está colmado de problemas. Pese a todo esto, contar con un director tan entregado como él y la inestimable ayuda de Shishido, que aporta ideas sin parar, magnifica lo que podría haber sido otro thriller corriente de la compañía.
Si el exploitation es un escaparate donde exponer libremente las influencias del autor, esta obra sirve de perfecto ejemplo, la del spaghetti western está llegando también al cine nipón y el director no lo esconde. Así empieza su epopeya, con una melodía que podría haber compuesto Morricone (silbido incluida), pero ese mérito se lo lleva Harumi Ibe, melodía de tonos épicos y duros que conscientemente anuncia muerte, violencia y tristeza. Pero lo que sucede al iniciarse la historia de A Colt is my Passport es que somos transportados a los abismos del género negro, tan densos, rabiosos y cínicos como siempre.
Una organización, no yakuza sino de gángsters modélicos, porque se prefieren conservar las tradiciones novelescas americanas, contrata a Kamimura y Shiozaki para acabar con Shimazu, jefe de una banda rival cuyos tratos y traiciones no quedan del todo muy bien explicados, importa menos esto que la precisión con que Nomura observa el proceder de un asesino profesional, su metodología y serenidad, y Shishido se amolda de maravilla al carácter del lacónico Kamimura, en quien se irá profundizando y revelando las capas de un personaje mucho más complejo y torturado de lo que aparenta a simple vista.
Tras esta primera parte se desata la verdadera intriga al centrarse los resortes de la trama en la huida de la pareja, algo estereotipada (el parco veterano y el joven impulsivo), pero no destacarán precisamente las secuencias de acción en el film (cuya unidad estará dirigida por Yasuharu Hasebe), en su lugar elabora atmósferas agobiantes, de puro suspense e incómoda violencia, que no sólo se perfilan gracias a la fotografía en blanco y negro grasiento y sudoroso de Shigeyoshi Mine, sino a la obstinación del guión por cortar toda vía de escape, terrestre y marítima, a los protagonistas, atrapados en una cacería sin cuartel (se referirán a ellos como ratas inmundas).
La clave para mantener la tensión está en la continua fuga frustrada de Kamimura y Shiozaki. Un motel, oscuro refugio de perdedores y hombres errantes, se transforma en un escenario primordial donde la camarera Mina, alrededor de la cual se construye una trágica subtrama que la une a la banda de perseguidores, será imprescindible para el desarrollo de los hechos, además de reflejar todo lo que es el primero: el fracaso de no hallar un lugar en el Mundo, el rechazo de uno mismo, la herida de un pasado cruel y la permanente huida hacia ninguna parte. Y frente a la lealtad inquebrantable y el honor de los protagonistas, la traición y la violencia de sus cazadores y el patetismo de los jefes.
A través de sus sobrias y elegantes técnicas a menudo interrumpidas por rápidos zooms sacados de los westerns mediterráneos, Nomura impregna a este relato negro y desolador inscrito en la tradición del hard-boiled las bellezas formales de la nouvelle vague y el polar , que parecen heredadas de Decoin, Cavalier, Becker y Melville en especial (sus climas desasosegantes y personajes marcados por el sufrimiento tan característicos…), y la imaginería propia del género, aquí inclinada hacia su lado más pulp , sucio y visceral, al que han descendido autores como McBain, Westlake, Thompson o el nipón Haruhiko Oyabu.
Y como en un acto de rebelión explícita, Kamimura se deshará de toda la opresión que han estado ejerciendo sobre él librando un duelo a muerte en campo abierto contra sus perseguidores, demostrando el cineasta a lo largo de este excitante clímax su dominio del ritmo, la escenografía de la acción y la intensidad de la puesta en escena y su tremenda devoción por el cine del Oeste. Rifle en mano, solo ante el peligro, como un Cooper o un Bogart cualquiera, Shishido se impone implacable respondiendo a la violencia con violencia, menos sorprendente se revela el actor y estrella de la canción Shigeki Fugio, aunque los dignos Eimei Esumi, Ryotaro Sugi y la preciosa Chitose Kobayashi lo compensan con creces.
Por desgracia la suerte no acompañó a Nomura y su película no fue el éxito que Nikkatsu esperaba (sobre todo comparable al de sus colegas Nakahira, Masuda o Furukawa). Pero, como ya ha ocurrido con otras tantas obras, el tiempo y la cinefilia la han situado en un lugar de importancia para el género (aunque sus similitudes con A Quemarropa , Blast of Silence y Le Samourai pesen más de la cuenta).
Considerada hoy entre los clásicos japoneses del thriller y el neo-noir , es también el trabajo favorito de Shishido de los más de 100 en los que actuó para la compañía.
Es famosa ya la historia de que la película que inauguró el spaguetti-western, por un puñado de dólares , era un remake de una película japonesa, yojimbo , del gran Kurosawa, que Sergio Leone trasladó al desierto y filmó con su peculiar estilo chicloso. Bueno, pues una de las primeras imitaciones (3 años después) de ese estilo es japonesa… Una parte de la historia (el asesino a sueldo, las dos bandas rivales, la historia ñoña de la chica…) se repite, y otra parte no, pero lo que es realmente descarado es la copia de estilo, con los consabidos primeros planos, el duelo final en espacios vacíos, incluso la música es una copia descarada de la de Morricone. Si no hubiera visto la de Sergio Leone no me importaría, porque la película está bien hecha, pero así lo que veo es a un Clint Eastwood sin gracia y con mofletes (y qué mofletes, sobre todo para un prota…) en una historia que ya conozco, y que está rodada, sí, con oficio, pero sin el descaro del italiano.
A pesar de ello, si se logra aparcar este prurito, la película se disfruta.