La ciudad frente a mí
Sinopsis de la película
Historia de un joven y ambicioso abogado de Philadelphia cuyo único objetivo es ascender en la escala social. Un día acepta hacerse cargo de la defensa de un antiguo compañero del ejército, erróneamente acusado de asesinato, y a partir de entonces sus convicciones entrarán en conflicto con sus ambiciones.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Young Philadelphians
- Año: 1959
- Duración: 136
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Opinión de la crítica
Película
6.9
83 valoraciones en total
Filadelfia, ese rico quesito celestial que tanto publicitan pero que no deja de estar rico, o esa canción tan naif de Bruce Sprinsteen, para jalear las vicisitudes de un joven homosexual que lucha contra la injusticias que sufre por su enfermedad, una de las ciudades más antiguas de los EE.UU, y donde se firmó la declaración de independencia.
En definitiva una sociedad clasista y puritana donde las haya.
Será el escenario perfecto para un folletín de joven ambicioso que se deberá enfrentar a la misma sociedad paternalidta y antigualla que le encumbró. Llevada al cine por uno de esos directores que conocerían en su casa a la hora de comer, es una película de las más desconocidas del guapísimo Paul Newman.
Venía del exitazo de La gata sobre el tejado de zinc donde rezumaba sexualidad hasta por cada fibra del albornoz que lleva o del mismo vaso perenne de whisky que sujeta. Aquí encarna a un chico simpático y despreocupado, guapo a más no poder, pero encantador, más como galán que como tío bueno. Aunque el blanco y negro le sienta la mar de bien.
Yo ví esta peli en el ciclo aquél de la tele y la recordaba con cariño y nostálgia. Ahora me ha parecido pelín larga y anodina. El argumento ya digo q es folletinesco y me ha parecido ver a un Paul Newman actuando tan despreocupado conmo su personaje. Éso es algo q me da coraje de algunos actores: que se abandonen en su quehacer interpretativo cuando el papel no merezca la pena. Y aquí Paul no hace más q exhibir su bonita sonrisa.
Sorprende verlo interpretar a un abogado defensor pero su actuación final carece del brío necesario.
Para verla como entretenimiento y para seguir la filmografía de Paul Newman como en los ciclos de antaño.
Esta película es un claro folletín. No lo digo en absoluto en sentido peyorativo, sino porque es un término que describe perfectamente la historia. Ha habido grandes folletines de esta época como Obsesión o Escrito sobre el viento, por citar sólo dos. Historias que abarcan un período de tiempo más o menos largo, durante el cual una pareja experimenta acercamientos y lejanías, sufriendo todo tipo de impedimentos a su amor, en un vaivén hasta el final de la película. Ésta también va de eso, pero con menos fuerza que las dos que he citado, a pesar de que Paul Newman siempre estuvo considerado mejor actor que Rock Hudson, que las protagonizó.
Paul Newman, tan espectacularmente guapo como siempre, tira demasiado de los gestos propios del Actor’s Studio también en esta película. Es algo que también le pasaba a Marlon Brando o a James Dean, por ejemplo. Ese gesto despectivo con los labios y la inclinación de cejas cuando mostraban su ironía si algo no funcionaba bien, ese agarrarse la cabeza o abrazarse a sí mismo en los momentos de desesperación… Pasados los años, estos gestos que podemos ver en muchas películas consideradas obras maestras, resultan ahora un poco afectados. Que conste que a mí me gusta verlos en las películas clásicas, pero si los descontextualizo, me parecen poco naturales. Y en esta película Paul Newman, cuando ironiza sobre la desgracia de perder a la novia, o cuando presume de chico malo, los utiliza. Lo perdonamos porque a Paul Newman se le puede perdonar todo y, además, porque a medida que cumplió años ganó en naturalidad interpretativa, pero que conste que aquí resulta un tanto teatral en algunas escenas.
No es ésta una de las películas más conocidas del actor y el director tampoco es alguien que le suene a la mayoría de los espectadores. Lógico todo porque no estamos ante una gran película, aunque sí una película entretenida, que discurre según todos los tópicos establecidos, sin sorpresas pero sin aburrimiento.
Es la historia de la ambición de un chico sin fortuna, que sólo tiene su apellido y su inteligencia. Además de su palmito, claro. Valiéndose de algunas acciones que rozan la falta de escrúpulos, logra su propósito de encumbrarse hasta la alta sociedad de Filadelfia, tan tradicional en la época. Y al final… dilema moral.
Muy digno y respetable melodrama folletinesco sin más pretensiones que las inherentes al género, que está filmado con elegancia y goza de una ambientación y dirección artística estimable. Desde unas originales e ingeniosas siluetas de la ciudad de Filadelfia que ilustran los títulos de crédito del film, asistimos a una historia que no por tantas veces reconocible deja de ser interesante, pues refleja los condicionamientos sociales, el arribismo, los sacrificios y abnegaciones para conseguirlo, así como los prejuicios y los privilegios de determinadas clases sociales. La exclusión de determinados candidatos para ese prestigioso club elitista y los caprichos de una alta sociedad decadente y trasnochada incapaz de adaptarse a los nuevos tiempos.
Secretos acusatorios, comportamientos inconfesables, escándalos impactantes, clanes familiares, todo ello se da cita en la vida de esta prestigiosa ciudad que hasta principios del siglo XX era cuna del señorío y de la alta sociedad en el país de las barras y estrellas. Recreada bajo la dirección del artesano y correcto Vincent Sherman que adapta la novela de Richard Powell The Philadelphian para la Warner, Estudio siempre protagonista por su cine social. Cuenta con una excepcional fotografía en blanco y negro del maestro Harry Stradling que crea con sus tonos claroscuros un ambiente de tensión melodramática. De amores esquivos, ambiciones desmedidas, pasiones encontradas y venganza por despecho, de matrimonio de conveniencias e intereses creados.
El arrogante y orgulloso Tony Lawrence se ajusta perfectamente al físico de un Paul Newman que todavía no había alcanzado el estatus de estrella. La morena y relamida Barbara Rush como Joan que también cumple perfectamente como joven caprichosa e inmadura, para apreciar el esfuerzo y la lealtad. Más preocupada de mantener su hedonista vida que de sacrificarse por amor. Tony ha sido siempre protegido por su madre que le proporcionó estudios, siempre ignorante de su verdadera estirpe social. Lo cual no le impidió servirse de artimañas y amantes maduras como Carol (Alexis Smith) para conseguir sus planes, únicamente redimido por su sana amistad con un amigo, Chet (Robert Vaughn) al que debe defender de un complot familiar para defenestrarlo.
Tony es un hombre que se debate entre sus principios morales y su triunfo social, tentado por la política, los lujosos bufetes de abogados ilustres y el precio que debe pagar por conseguirlo. Todo ello sin decepcionar a su abnegada madre, quien sufre en silencio los avatares de un impulsivo hijo. Un melodrama social lacerante que denuncia la hipocresía, el cinismo y la mezquindad, defendiendo la superación personal y la honestidad por encima del materialismo y la ostentación arrogante y displicente. Un gran plantel también de secundarios ofrecen un film atractivo y recomendable que radiografía una clase social poderosa e influyente.
Con un guión rico en matices, con varias situaciones todas ellas interesantes y difíciles de descubrir, y un elenco de buenos actores donde Paul Newman, el mejor entre los mejores, llena la pantalla con esa intensidad y ese fuego en la interpretación, la película nos enseña la vida de un joven abogado y su crecimiento personal y profesional .
El amor, que va y viene como un ave nómada, el apoyo al amigo descarriado a costa de lo que sea, los respetos y misterios entre los bufetes de abogados más importantes de Filadelfia, la esencia de esa ciudad en su clase alta y varias situaciones más, se mezclan de manera formidable en una película sumamente interesante y apreciable. Las más de dos horas de duración se escupan a una velocidad de vértigo. Magnífica película. Un 9.
La madre de Tony Lawrence quiere que éste, por medio de su apellido, se introduzca en los círculos más elitistas de Philadelphia para llegar lo más alto posible. Tony es un buen muchacho, pero el camino hacia la cima comienza a alterar sus valores y sus objetivos.
Un Newman ya lanzado en su carrera participa en un peliculón tras otro y al espectador se le cae la baba porque resulta que el imponente -como lo llama mi madre- nos regala interpretaciones soberbias. En La ciudad frente a mí lo vuelve a bordar, lo mismo que Robert Vaughn y que el director Vincent Sherman que sabe imprimir el ritmo necesario a esta película claramente dividida en tres episodios (Tony inocente, Tony sin escrúpulos y redención de Tony) vamos, la historia de cualquier trepa de hoy pero sin el último episodio. No podía ser de otra manera porque es, en ese último episodio, donde el trepa de Tony Lawrence nos da la lección más importante de esta historia. Recibe la dura noticia de quién es su verdadero padre y, sin traumas, sin reproches, sin histerismos… lo único que hace es reflexionar. Y, horas más tarde, dar la cara, defender a su amigo y demostrarle a su novia que él es todo un hombre.