La calle 42
Sinopsis de la película
Julian Marsh (Warner Baxter), un exitoso productor de Broadway, a pesar de su delicada salud, produce un nuevo espectáculo, financiado por un hombre rico que está enamorado de la actriz principal, Dorothy Brock (Bebe Daniels), aunque ella no le corresponde. Cuando la víspera del estreno Dorothy se lesiona, es sustituida por una chica del coro.
Detalles de la película
- Titulo Original: 42nd Street
- Año: 1933
- Duración: 89
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Opinión de la crítica
Película
7
76 valoraciones en total
Obra culminante del coreógrafo Busby Berkeley. Con un presupuesto de 439 mil dólares, se rodó en los estudios Warner y Burbank (California). Adaptación al cine de la novela 42nd Street , de Bradford Ropers, obtuvo 2 nominaciones a los Oscar (película y sonido). El productor fue Darryl Zanuck, no acreditado. Se estrenó el 2-II-1933. En 1998 el National Film Preservation Board le otorgó el National Registry Award.
La acción principal, ambientada en 1932, tiene lugar en unos locales de ensayos de la calle 42, en otras localizaciones de NYC y en Filadelfia. Narra la historia de un prestigioso director de musicales de Broadway, Julian Marsh (Warner Baxters), que acepta el encargo de montar un nuevo espectálulo, Pretty Lady , con premuras de tiempo.
La película integra dos narraciones entrelazadas: la del montaje y realización del musical y la de algunos personajes relacionados con el mismo. Reúne las figuras tópicas del género: joven inexperta e ingenua que sueña con el estrellato, rico inversionista caprichoso, director preocupado. Incluye una descripción emocionante, y desmitificadora, del mundo de los actores y actrices al otro lado de las candilejas: trabajo escaso, remuneraciones insuficientes, desesperación de los no seleccionados, en el marco de las angustias de la Depresión. Elogia el esfuerzo personal como base del éxito en la vida, el valor de la amistad desinteresada y el dolor de la amistad por interés. Son escenas destacadas los números de baile, la vista aérea de Manhattan que abre una progresiva aproximación a la calle 42 y la escena final de Julian Marsh.
La música, de Harry Warren, es excelente. Incluye tres canciones antológicas: 42nd Street , Shuffle Off to Buffalo y Youre Getting to Be a Habit with Me . La fotografía, de Sol Polito, se basa en una extraordinaria agilidad de la cámara, con encuadres picados y oblícuos, travellings, zooms y barridos, que resaltan la espectacularidad y el dinamismo de los números de baile y la dureza de los ensayos. Se beneficia de una iluminación magistral y de una coreografía magnífica, de diseño innovador, abstractizante y surrealista, de gran efectividad. Hace uso de bonitos juegos ópticos. El guión combina con coherenca las historias de varios personajes. La naturalidad de los mismos y su condición de personas sencillas hacen que el espectador se identifique con sus problemas y triunfos. En la interpretación descuella Warner Baxters, en un papel de director al borde de la extenuación y en situación límite. Son encomiables las intervenciones de Bebe Daniels, Ruby Keeler (en su debú en cine) y Ginger Rogers. Se dan algunas sobreactuaciones, impuestas por el guión. La dirección construye un musical delicioso, rítmico, que desborda optimismo y alegría.
La película revitalizó y renovó el género musical, tras su abuso a raíz de la introducción del sonoro. Cosechó un gran éxito de público, que salvó a la Warner de la quiebra. El tiempo la ha convertido en un icono del cine musical.
Uno de los musicales míticos de la historia del cine, convertido en un clásico con toda justicia. La historia del complicado proceso de montaje de una obra de teatro musical en Nueva York está contanda con gran agilidad, basada en la mezcla de los elementos puramente teatrales y las pericipecias amorosas de los protagonistas, resultando muy divertidos algunos diálogos.
Lo mejor es el final, cuando podemos disfrutar de 3 espléndidos números musicales que demuestran todo el ingenio creador de Busby Berkeley.
Al año siguiente utilizando buena parte del reparto de esta película, llegaría una especie de continuación de esta película Vampiresas 1933 , dirigida por Mervin LeRoy, con más comedia y con unos números musicales tan buenos como ésta.
Emblemático film del genero musical americano con el que la Warner lo revitalizó, despues del cansancio del publico ante la sobreabundancia de musicales que trajo la llegada del sonoro. Encuadrada dentro de las películas realistas que definían a la Warner en los tiempos de la depresión y antes de la censura de la Oficina Hays, presenta la dureza y desmitificación del mundo del espectáculo y las miserias de sus entresijos laborales y sociales. Todos luchan sin escrúpulos por sobrevivir o conservar su estatus. Todo ello envuelto en tono de comedía descarada donde se nota la ausencia de Melvin Leroy, quien tuvo que dejar la dirección por enfermedad en manos de Bacon, a mi juicio menos dotado, como se pone de manifiesto en Vampiresas de 1933 rodada seis meses despues con parte del mismo elenco y director coreográfico, donde Leroy se desquita y si bien la fama para la historia se la llevo la calle 42, creo que Vampiresas es superior como musical y como comedia y ha resistido mejor el paso del tiempo, aunque redujese su critica social debido a la censura.
Gran parte del éxito, sino todo, de La calle 42 se debe a las coreografías novedosas y caleidoscopicas con las que Busby Bekerley cierra los últimos 20 minutos de la cinta y que le consagraron como el genio que fue. Supuso también el debut de Ruby Keeler, en aquellos momentos mujer del famoso Al Jonson y destacada bailarina de claqué y abrió la puerta a la carrera como actriz a Ginger Rogers a quien recomendó el propio Melvin Leroy con quien tenía un affaire.
¿Para cuando un libro que recopile como consiguieron tener su oportunidad muchísimas estrellas, hombres y mujeres que tuvieron que pasar, consentido o no, por el aro de los que manejaban el cotarro?
Al final Warner Baxter como el genial y despótico director del show, acaba extenuado preguntándose si merece todo el esfuerzo y sacrificio un trabajo cuyo fiel de la la balanza del éxito o el fracaso es el pulgar hacia arriba o hacia abajo de unos espectadores de etiqueta que lo olvidaran en menos de lo que dura un aplauso.
Emblemática película, que daría el espaldarazo definitivo al musical, el genuino género norteamericano por excelencia, junto con el western, con las preciosas coreografías del gran Busby Berkeley y que sería el pistoletazo de salida para un género que ha aportado auténticas obras maestras de la imaginación y la creatividad.
En esta película nos mostrarán los entresijos de la creación y preparación de una producción teatral de Broadway, en el contexto de la Depresión, presentándonos a todo el plantel de trabajadores intentando sacar adelante un nuevo éxito musical.
El director, arruinado por el crack del 29, intentando reponerse, estresado y al borde de la depresión nerviosa, hará un último esfuerzo para salir del bache de su vida.
El productor, el típico millonario viejo verde, que pone la pasta a cambio de que su joven amante sea la protagonista.
La protagonista. Una diva que tiene que dejarse manosear por el productor, a cambio de su éxito.
La novata. La chica joven recién incorporada a la plantilla, inocencia y sueños de gloria.
Las chicas del conjunto. Aquí se nos asoma una Ginger Rogers para quién esta película supondría su salto a la fama, a pesar de que su papel es breve.
Y otros cuantos personajes, completan el conjunto de esta radiografía entre bambalinas.
La trama no nos dice mucho. Este argumento se ha repetido tantas veces y con mayor acierto que ya no tiene atractivos para el espectador actual. Tampoco ayuda que los números musicales estén situados en su esplendor en el último tramo de la película. Pero yo creo que merece la pena esperar. La última media hora del film, compensa con creces a los amantes del género, sólo por ver esos maravillosos caleidoscopios, esas panóramicas y esas filas de piernas componiendo figuras geométricas que son un primor.
Las canciones tampoco es que haya muchas. Pero las que están son antológicas y siempre es un placer volver a escucharlas.
Por preferir, yo prefiero el musical de este mismo año que dirigió Mervyn LeRoy, Vampiresas 1933 , donde la trama tiene más sustancia y también posee números musicales antológicos, pero ésta se hizo un pelín antes y por eso mereció el calificativo de pionera.
De todos modos, soy de la opinión que hay que verla. Busby Berkeley garantiza algo verdaderamente hermoso.
CALLE 42 fue un filme con mucha suerte. Primero porque al haber sido realizado en el crucial año de 1933, pudo contar con la aparición de cámaras más flexibles con las que, el director Lloyd Bacon y el coreógrafo Busby Berkeley, se dieron el gusto de dar a su historia movilidad y a los números musicales un dinamismo innovador. Las formas caleidoscópicas, los constantes desplazamientos sobre el variado escenario, y la manera imposible de introducirse entre columnas de carne, eran impensables años atrás debido a las pesadas cámaras que por entonces existían.
También fue afortunado, que todavía faltase un año para que se implantara el riguroso y conservador código de censura, y así se pudo recrear con plena franqueza –y debidas sutilezas- muchas de las cosas que suceden tras bambalinas en las revistas musicales: el comercio sexual, el clientelismo, el exhibicionismo, el abuso laboral… pero también, la dignidad a toda prueba, la solidaridad, el sentido de la justicia… y hasta el lado noble de quien pareciera ser la más desadaptada (como es el caso de Ann la chica que una vez dijo no, porque no había entendido la pregunta), papel asignado a la todavía desconocida Ginger Rogers, quien ya estaba ad portas de comenzar a hacer historia al lado del eterno Fred Astaire.
Y son precisamente estos dos valores, los que han hecho de CALLE 42 un clásico del cine que siempre se recordará como un momento de oxigenación del estatismo cinematográfico. Hubo quienes acusaran a Berkeley de haber contribuido a la despersonalización de las bailarinas, al convertirlas en piezas invisibles de figuras geométricas, pero de cara a la creativa y relevante estética que nos ofrecía, vale aplaudir tal innovación de los musicales, pues hubo del otro lado bastantes coreógrafos que centraron todo su esfuerzo en la pareja, en el pequeño grupo o en la acción individual. Y queda decirlo: nunca hubo otro alguien que resaltara con el estilo que hizo inmortal a Busby Berkeley.
La historia es bastante sencilla: Julian Marsh (Warner Baxter) es un imponente coreógrafo cuyo cuerpo comienza ya a dar muestras de agotamiento. Así es que ha decidido que hará una última revista musical, a riesgo de que la gente asista a verla… o tenga que ir a su funeral. El título: Pretty lady, y para hacerla cuenta con unas cuantas chicas que se ganan un lugar con su talento, otras que lo ganan con sus lindas piernas, y también debe contar con la recomendada por el amigo, con la que despierta los deseos de su asistente… y hasta con la que tiene a su vejete mecenas, quien invierte una gruesa suma, pagadera con algunos favorxitos.
Para mi gusto personal, creo que a Berkeley y a Lloyd se les fue la luz, al haber permitido que Ruby Keeler (¿Quién se acuerda de ella?) fuera la que retomara el protagonismo, cuando tenían adentro a Ginger Rogers, un talento como pocos en el musical hollywoodense. Pero bueno, entre gustos no hay disgustos… mucha gente quedó a gusto y el filme ya tiene un lugar en la historia cinematográfica.
Título para Latinoamérica: LA CALLE 42