La caja de pandora
Sinopsis de la película
Una noche, tres hermanos de unos 40 años de Estambul, reciben una llamada informándoles de que su madre ha desaparecido de su casa de la costa Oeste del Mar Negro en Turquía. Dejando a un lado sus diferencias, los tres se unen para buscarla, pero los conflictos no tardarán en resurgir. Como los secretos de la caja de Pandora. Se dan cuenta de lo poco que se conocen realmente y aprovechan para meditar sobre sus propios defectos.
Detalles de la película
- Titulo Original: Pandoranin kutusu (Pandoras Box)
- Año: 2008
- Duración: 109
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Opinión de la crítica
Película
6.5
30 valoraciones en total
De Turquía, una de las grandes cinematografías desconocidas en nuestro país, nos llega, gracias al Festival de Cine de San Sebastián, este pequeño film (aparentemente) que, siguiendo la tendencia en dicho festival, se llevó la Concha de Oro a la mejor película en la pasada edición de 2008 (en 2004 y 2006 el premio recayó en dos films kurdos, ambos de Bahman Ghobadi).
Yesim Ustaoglu es conocida por el ensayo ficcional que hizo con su película Journey to the Sun (1999), en la cual a un turco de piel morena que buscaba trabajo en Estambul lo hacían pasar por kurdo, encarcelándolo, torturándolo y desterrándolo. El trabajo le valió un importante reconocimiento internacional, incluyendo el Premio Especial del Jurado en el Festival de Cine de Valladolid.
En este caso, la directora ha decidido dejar de lado la crítica política para adentrarse en el complejo mundo de las relaciones humanas. Tres hermanos que viven en Estambul se enteran de que su madre, que vive desde siempre en su casita de campo, ha desaparecido. Cuando los hermanos la encuentren, deberán enfrentarse al Alzheimer avanzado que le acaba de ser diagnosticado, y se la llevarán a la gran ciudad para intentar actuar como se espera de ellos. Y es en este momento cuando se produce el punto de inflexión que da sentido al drama humano de Ustaoglu. Los hijos empezarán a ser conscientes de que aquellos que realmente ‘sufren’ Alzheimer son ellos mismos, quienes tras una infructuosa búsqueda de sus sentimientos y anhelos descubren que no son capaces ni siquiera de conocerse a sí mismos. El personaje de la madre, interpretado magistralmente por Tsilla Chelton, a pesar de lo mermada que se encuentra por la enfermedad, pondrá en evidencia a sus hijos en más de una ocasión, invirtiendo de esta manera los papeles.
Y es así como la directora turca nos regala un relato con un realismo intimista desbordante, mostrando una Estambul saturada, llena de contradicciones y sobretodo de contrastes. Una ciudad que casi casi ahoga a sus protagonistas, brillante es la escena en la cual la hermana pequeña, furiosa, baja del coche de su pareja y se pasea sin rumbo alguno, en mitad de la oscuridad de la noche y rodeada de un tráfico de coches que consigue asfixiar hasta al propio espectador. La trama no sobrevuela en ningún momento el melodrama lacrimógeno y los personajes se aguantan gracias a la profundidad psicológica con la que Ustaoglu los diseñó. La directora ya señaló que la idea del film surgió como reflejo de un caso que ella vivió de cerca, y el rigor a la hora de tratar la enfermedad y sus consecuencias humanas se hacen patentes a lo largo del metraje.
La Caja de Pandora que contiene todos los trapos sucios de la familia (agravados por la inexistencia de la figura de un padre), irá abriéndose poco a poco hasta llegar a un anticlímax final que bien podría encontrarse entre algunos de los desenlaces más maravillosamente poéticos e hipnóticos que ha dado el cine de este nuevo siglo.
****4/5****
La enfermedad de la abuela, el alzheimer, es una mera excusa para diseccionar las siempre complicadas relaciones familiares.
Buena reflexión sobre la insolidaridad y el individualismo de nuestra cultura.
Esta directora ha realizado el film con un maravilloso ritmo pausado.
Es una película sencilla (sin ningún artificio) con grandes interpretaciones.
No cae nunca en el sentimentalismo. Al contrario es un guión lleno de humanidad y ternura.
Preciosa la relación entre la abuela y el nieto. Muy emotiva.
Historia llena de una gran sensibilidad.
Preciosa y precisa.
En 2001 todo el mundo se aproximó al problema del mal de Alzheimer a través de la ventana de Juan José Campanella y la extraordinaria interpretación de Norma Aleandro. No obstante, y aunque El hijo de la novia fue un éxito tremendo, muchos criticaron la visión edulcorada y condescendiente que ofrecía de la enfermedad. Y digo yo: señores, esto es arte y hay que permitirse licencias, pues el cine es también una fuente de esperanza para los afectados por éste u otro mal. Probablemente la aproximación más acertada es la que logró Ferzan Ozpetek con La ventana de enfrente, más cruda en cuanto a la enfermedad y la esperanza que se desprende. En España tampoco somos nuevos en esto: desde la comedia poco afortunada ¿Y tú quién eres? de Antonio Mercero a la muy emotiva La luz prodigiosa (aunque la enfermedad sea secundaria).
En un año en el que el cine turco parece abrirse al resto del mundo, nos llega La caja de Pandora. Tres hermanos ya adultos, rondando los cuarenta años, se ven en la obligación de volver de Estambul a su pueblo natal a buscar a su madre, que ha desaparecido. El primer acto, suerte de road movie, sirve como presentación de todos los personajes principales. Él es un dejado, el más joven que no ha llegado a nada en la vida, la mediana vive una vida amargada que intenta suplir con sexo esporádico, y la mayor es una madraza que actúa como tal: el conflicto es inminente, lo que entre niños serían pullas inofensivas, entre los hermanos cuarentones se transforman en Finalmente encuentran a Madre Nusret, una octogenaria que deambula por el bosque perdida no entre los árboles, sino entre la niebla de la memoria.
La aparente demencia obliga a los hijos a tomar una decisión precipitada, alejar a Nusret de su casa y su poblado, de su montaña, donde vive sola y llevarla a vivir con ellos. A partir de aquí tenemos un acto central en el que se nos muestra que Nusret sufre demencia, una enfermedad degenerativa e irreversible, por lo que necesita la ayuda constante de alguien.
El realismo que impregna esta parte, con los hermanos tratando de quitarse a la vieja de encima, es con ganas la parte más dura, aunque se disfraza con tintes de comedia. La revolución que supone Nusret para sus hijos y la enfermedad en sí desencadenan el conflicto, la tensión, las peleas, los reproches guardados durante años. Es excelente comprobar cómo aún se puede prescindir del manido flashback para narrar toda la vida de esa mujer de mirada inocente y perdida. Nos volcamos con ella, tratamos de reírnos de sus miserias para hacer la tragedia más llevadera. Tsilla Chelton, la actriz que le da vida, es sin duda alguna el motivo por el que ir a ver la película y el motivo de que obtuviera la Concha de oro a mejor película en el Festival de San Sebastián.
(concluye en spoiler)
La caja de Pandora es una de esas películas que no harán fulgir la pantalla gracias a su intensidad o ritmo. El hasta ahora desconocido Ustaoglu, construye su film acogiéndose a esa máxima del sin prisa pero sin pausa , y haciendo que todo emane una sencilla tranquilidad, un calmado poso que nos transportará directamente a las entrañas de sus protagonistas, a las emociones que empaparan la pantalla una vez concluido el viaje de sus diversos personajes.
En una primera toma de contacto observamos como, mediada la presentación de personajes, dos de ellos, Nusret y Murat, se alejan de sus respectivos hogares sin saber porque. Acto seguido, un viaje da comienzo, y en ese mismo instante empiezan a surgir la duda y el resquemor, un conflicto familiar estalla entonces, pero el punto de destino no se demora.
A partir de ese momento, y tras el retorno, Ustaoglu juega inteligentemente con las situaciones que desembocan en un agravamiento de la herida abierta minutos antes y logra, sin forzar la situación, sin romper la atmósfera creada, poner más temas sobre la mesa (el descuido, la irresponsabilidad, etc…) y conseguir que esos temas generen una respuesta en el espectador mientras éste sigue atento al desarrollo del conflicto entre hermanos.
El talento de la realizadora, pues, se podría decir que ayuda a desarrollar a la perfección las distintas facetas que ofrece un trabajo como La caja de Pandora y, empujado de unas buenas interpretaciones, en especial de Tsilla Chelton y el desconocido jovencísimo actor Onur Unsal, que otorgan las cualidades necesarias para hacer de esta pequeña delicia un agridulce trabajo con el que demostrar que, más allá de Bilge Ceylan y Akin, hay vida en una Turquía cuyo cine cada vez va más allá, y ofrece mejores resultados.
Mención aparte para el maravilloso y tristísimo final, en el que el simple reflejo de una mirada dice muchísimo más de lo que podría decir cualquier diálogo, expresión o gesto. Sencillamente inolvidable.
Lo cierto es que no sé de qué me sorprendo. Cuando una película gana el premio más gordo en un festival de cine independiente , lo más normal es que se ciña a todos los tics del género , sin arriesgar demasiado y presentando una fórmula extremadamente conocida y, por desgracia, algo agotada. La caja de Pandora cumple ese mismo error, intentando dar un enfoque poético a una situación carente de lirismo o encanto de alguna clase. Mezclando el estilo pausado del cine asiático con una dirección similar a la Lucrecia Martel (especialmente la de La Ciénaga ), la directora turca Yesun Ustanoglo no se come mucho la cabeza y nos presenta la historia de una familia descompuesta, pero unida ante la supuesta desaparición de un personaje.
La cinta avanza a un ritmo lento, pausado, bastante parsimonioso y sin dar demasiados respiros, ni regalando momentos algo más ágiles para que los párpados vuelven a reincorporarse no acaben cediendo al efecto reflejo que supone cerrarlos cuando lo que sale en pantalla no alcanza a ser interesante. Y esto es lo que le pasa al film de Yesim, que pese a tener buenos momentos y, sobretodo, un maravilloso final, todo lo que cuenta o, más bien, cómo lo cuenta, no acaba de ser ni mucho menos lo que podría esperarse desde un primer momento. Una lástima, pues después de recibir el premio en San Sebastián había creído que merecería la pena como obra cinematográfica, más allá, eso sí, de ser perfecta para curar el insomnio.