La buena vida
Sinopsis de la película
Narra cuatro historias urbanas del Santiago de Chile de nuestros días. Año 2008. Teresa, Edmundo, Mario y Patricia son cuatro habitantes de Santiago cuyas vidas se entrecruzan en medio de bocinazos, frenadas y alarmas de autos, pero que difícilmente llegan a tocarse. Sumidos en la vorágine urbana, cada uno de ellos persigue su sueño: Teresa (Aline Kupenheim) una psicóloga que busca salvar vidas, Edmundo (Roberto Farías) un peluquero que anhela tener un auto, Mario (Eduardo Paxeco) quiere entrar a la Filarmónica, y Patricia (Paula Sotelo) sobrevive. Cada uno anhela algo que pareciera ser asequible. Ninguno lo logra. Lo que obtendrán será inesperado.
Detalles de la película
- Titulo Original: La buena vida
- Año: 2008
- Duración: 108
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Opinión de la crítica
6.1
67 valoraciones en total
Una historia de vidas comunes en Chile sobre diferentes clases sociales con sus sueños y preocupaciones, una película que se moja poco o nada con la situación del país, pero que se basa simplemente en situaciones cotidianas, pertenece a un subgénero demasiado explotado en la actualidad, cierto que todas suelen tener buena acogida, pero suena a ya visto.
Muestra las paradojas de la vida, pero es una cinta convencional, va en línea recta todo el camino, sin sobresaltos, hay que decir que en otras del estilo se consigue enganchar sin necesidad de ocurran sucesos espectaculares o que las casualidades tengan consecuencias hermosas o nefastas, pero en La buena vida se cae en la monotonía salvo algunos detalles y para cuando se entrelazan las historias ya no convence.
Hay que destacar que tiene un final lleno de mensajes simbólicos y que no recurre tanto al amor o al romanticismo como otras, aquí se le da mayor importancia a la desesperación o a la redención.
Hace unos años pudimos disfrutar de una preciosa película llamada Historias mínimas, dirigida por el argentino Carlos Sorín, y ambientada en la Patagonia. Ahora nos ha llegado otra película, chilena en este caso, que también nos cuenta tres historias mínimas, ambientadas en este caso en el entorno urbano de Santiago de chile. La dirige el honesto director Andrés Wood, y al igual que la película argentina nos habla de los problemas cotidianos e ilusiones de tres personajes. Problemas e ilusiones tan convencionales como importantes en las vidas de estas tres personas.
Una psicóloga que asesora a prostitutas pero que es incapaz de ganarse la confianza de su hija adolescente. Un joven músico que quiere entrar en la Filarmónica pero que acaba tocando en la banda de música del ejército. Un peluquero que tiene que resolver un dilema del pasado antes de hacer frente a sus ilusiones del presente. Estas son tres personajes de La buena vida y sus pequeñas historias. Junto a ellos, un cuarto personaje cuya dramática existencia sirve de leve nexo de unión entres las tres historias.
El director Andrés Wood se acerca a estas tres historias de forma tremendamente natural, nada forzada. Todo transcurre con una naturalidad tan real como cercana. Pero lejos de llegar al corazón, la película pasa de forma tan sutil como efímera por delante de los ojos del espectador. Los personajes resultan cercanos y entrañables, pese a que en algún caso su actitud ante las circunstancias de su vida pueda resultar más o menos criticable, pero aun así estas historias mínimas no perduran. Tal vez sea porque la cámara del director no consigue envolver con la suficiente emotividad a las imágenes con que se nos cuentan las historias. Puede que incluso alguna de las tres historias se quede un tanto escasa en su contenido dramático. Pero la cosa es que aunque se disfruta moderadamente suena todo a algo ya visto, y no logra aportar ninguna novedad.
De las tres historias que cuenta la película me quedo con la del peluquero, que me parece que es la más completa ya que ofrece una acertada combinación de diferentes matices que encajan muy bien, redondeando una historia simpática y divertida que deja un agradable poso de tristeza.
Santiago de Chile, en cuya vorágine urbana se mueven sus vidas que se entrecruzan a diario entre bocinazos, frenadas de coches y las prisas por sobrevivir sin llegar nunca a encontrarse. Andrés Wood toma el pulso de la ciudad adentrándose en las relaciones y afectos de cuatro seres anónimos, todos distintos, que circulan por sus calles, teatros, instalaciones culturales o avenidas. El amor, la soledad, el trabajo, la muerte y los sueños son los temas pilares de un film que logra brindar una mirada humana y no exenta de profundidad del Chile actual y sus gentes.
Una mirada desde mi punto de vista imparcial, realista y bastante sincera sobre cuatro personajes que nos dibujan distintos niveles sociales en el Santiago actual, cuyos anhelos se sobrellevan de manera diferente en cada una de sus familias y el contexto que les ha tocado vivir. Los puntos fuertes de la película son el guión, las interpretaciones (me quedo con Edmundo y la niña Paula), la excelente fotografía y retrato de la ciudad de Santiago, y un meritorio montaje que entrecruza el día a día de los cuatro protagonistas con gran naturalidad y sin altibajos. Sobre si este retrato corresponde o no a la realidad de Chile, deberán opinar ellos mismos, pero a mí me dejó un buen sabor de boca y la sensación de que no dista demasiado de lo que ocurre en cualquier otro lugar, a pesar de los tópicos mediáticos o las distancias kilométricas. Recomendable. (Puerta de Babel)
Los seres humanos sólo podemos apreciar en lo que vale lo bueno de la vida (y de casi cualquier cosa) si conocemos también lo malo. Los protagonistas de esta estimable película de Andrés Wood, no escapan a esa dualidad, aunque a todos ellos nos los encontremos en una de las etapas bajas de sus vidas. Y tan duales son los personajes en esta película, que parecería que en lo afectivo o emocional, a cada uno de ellos le falta lo que le sobra a la pareja o antagonista con el que interactúa, y viceversa. El ejemplo más palpable es el de Mario, quien renunció a una probable carrera musical de altura en Berlín y ahora la anhela a cualquier precio. Especialmente interesante me parece el personaje pleno de matices de Teresa, la psicóloga sexual, que renunció a un marido y que cuando lo descubre en una situación distinta a la que ella le había adjudicado en su imaginario, reacciona en la forma que lo hace. Edmundo también semeja un tanto perdido por no haber podido matar (metafóricamente) al padre y lo culpa de haberse muerto (interesantes escenas que muestran ese matrimonio creado entre madre e hijo. Y el de esa empleada del Banco tan, aparentemente, conveniente y que sin embargo…)
El realismo de las imágenes y lo razonable de las aspiraciones de sus personajes dentro de sus posibilidades, puede hacer pensar que las tramas son muy simples o que los personajes no son complejos, pero no se dejen engañar, una visión atenta de la película revelará complejos matices en cada uno de ellos. La interpretación de los actores refleja a la perfección lo enrevesado de la psique humana y todos brillan a gran altura, tanto los que interpretan papeles protagonistas, como los que lidian con personajes más secundarios. Mi enhorabuena al director, es la primera película suya que veo y la experiencia me parece óptima.
Tomando como punto de partida tres vidas adultas —dos hombres y una mujer—, con nada en común entre ellos, salvo que como seres humanos están llenos de temores y rencores, el cineasta nos muestra la metáfora de los valores de una sociedad como la chilena —e igual diría yo, en otras partes del mundo— y una crítica a quienes la habitamos entre la vida y la muerte, como únicos márgenes para repetir los mismos errores.
De pronto resulta una película coral, pues son muchas las voces que se hacen escuchar: prostitutas que no se cuidan, adolescentes embarazadas, músicos con ilusiones, consejeros, dictadores de la belleza física, esposos fracasados, etc. A fin de cuentas todos claman por encontrar su derrotero. A veces acomodado a sus intereses, pero con la idea clara de encontrar a través de ello la felicidad.
En este sentido, el filme se reafirma desde un principio con una alta dosis de verismo, aunque en créditos finales se lee que la película está basada en hechos reales. Con toda seguridad, más de un de espectador —y lo digo porque hay quienes siguen engañándose a sí mismos— se sentirá involucrado en una historia con unos personajes que terminamos aceptando con sus defectos y virtudes. ¡Hasta con su paranoia! Diría yo.
Pero, ¿qué es la buena vida para usted? ¿Vivir bien, pasarlo bien, hacer el amor bien? Las tres vidas propuestas en esta historia y desde esta perspectiva, el cineasta lo reafirma a través de un joven músico, una psicóloga sexual y un esteticista, para decirnos que lejos o que tan cerca estamos de la buena vida. Que con toda seguridad es una de las nuestras. Porque el cine siempre nos muestra como un grande espejo lo que nos ocurre.
La gran reflexión que suscita la lectura de este filme, es que la buena vida, son aquellas cosas amargas que nos hace dilucidar el camino a seguir mientras transitemos con vida en este planeta a la que llamamos tierra. Es evidente que la buena vida es tener paz con uno mismo. Al final, parece que todos la encuentran. Y digo parece, pues nunca estamos contentos con lo que tenemos y con lo que logramos. Ya lo dice algún apotegma: Si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama.