King Kong
Sinopsis de la película
Un equipo de cine van a rodar una película a la misteriosa isla de Teschio, al este de Sumatra. Allí los recién llegados descubren la existencia de una civilización prehistórica y de una tribu ancestral que secuestra a la atractiva Ann, la actriz protagonista, para ofrecerla en sacrificio ritual a King, un gigantesco gorila.
Detalles de la película
- Titulo Original: King Kong
- Año: 1933
- Duración: 100
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Opinión de la crítica
Película
7.3
63 valoraciones en total
Cuando la protagonista Ann llegó de la selva se encontró con una amiga y le contó su experiencia:
¡Dios mío he sido raptada por un gorila gigante! Me ha llevado a su madriguera y me ha tenido días y días abusando de mí, cometiendo conmigo autenticas perversiones sexuales, haciéndome el amor varías veces al día, besándome con su interminable lengua, estoy destrozada, totalmente hundida.
La amiga apiadándose de la pobre la dijo: Pobrecita, te entiendo, en verdad una situación desagradable, comprendo que lo estés pasando mal, debe de ser algo terrible.
¡Ya te digo!-Contestó Ann- El allí…..yo aquí….ni me llama…ni me escribe…Estoy completamente desolada ¡Sniff!
Perdónarme la broma, pero es que venía a huevo. Poco que decir de este gran clásico, que hoy en día aún sorprende, y que sus remakes con cantidad de medios y tecnología no han conseguido ni siquiera igualar, la historia se puede copiar, pero el glamour y la atmósfera que desprende el King Kong de 1933 es inigualable.
Peliculón.
En mi galería de monstruos fantásticos, King Kong es un verdadero trofeo. Si bien este gorila es un ídolo de barro que con el tiempo parece que empieza a desmoronarse ya que el paso del tiempo no perdona.
Como si fuera yo un gran cazador de animales extraordinarios, poseo una replica de King Kong que obtuve hace años. La replica es tal cual el mono que vi en esa película del ´33 y me fascino. Con su expresión de fiereza en un rugido interminable. La figura delmono se ha desgatado, esta sobre la del Alien y sobre la de T-Rex de Parque Jurasico.
Todas esta figuras disecadas están polvosas y de vez en cuando veo alguna de las películas en las que aparecieron.
Pero la de King Kong tiene una melancolía por que es en blanco y negro y entonces mi corazón late al ritmo de los tambores como invitando a la gran aventura que se filmo allá en la RKO en los albores de los efectos especiales.
El gigantesco gorila en el Empire State contra los aviones se quedo para la posteridad en el álbum de mis recuerdos cinematográficos.
Dirigida y producida por Merian C. Cooper y Ernst B. Schoedsak, cineastas aventureros especializados en documentales. Se rodó en los Estudios Culver (California) y en New Jersey, NYC, San Pedro (LA) y en el Shrine Auditorium (LA). Costó 650.000 dólares. Se estrenó el 7-IV-1933, con gran éxito de público.
La acción tiene lugar en NYC, en el vapor S.S. Venture y en la imaginaria isla Calavera (Skull Island), del SO del Pacífico, en 1931/32. Narra la historia de Ann Darrow (Fay Wray), bella actriz en paro, que hurta para poder comer. El cineasta Carl Denham (Robert Armstrong), a la búsqueda desesperada de una actriz para la película que quiere rodar sobre un gran gorila, la contrata.
Es una película de monstruos, destinada a provocar suspense y terror, con dosis elevadas de violencia y de erotismo, gracias a una aplicación del Código Hayes más laxa que en épocas posteriores. Con todo, se eliminaron escenas de NYC, incorporadas al film posteriormente, y la escena del ataque de arañas gigantes a los expedicionarios en isla Calavera. Es, además, una versión singular del antiquísimo mito de la bella y la bestia, sin final feliz. No sólo se enamora Kong de Ann, sino que además pone en peligro su vida para librarla de peligros y amenazas. Kong encarna la triple figura de monstruo, bestia enamorada y esforzado caballero andante que vela por la dama. La película denuncia la inmoralidad y el grave error de Denham de apresar a Kong para utilizarlo como animal de feria, sin prever las consecuencias. Se añaden elementos de crítica social, como el afán desmedido de lucro de Denham y la juxtaposición en NYC de miseria (colas de personas sin techo) y opulencia (colas de personas que han pagado 10 dólares para ver a Kong). Es una película de cine en el cine, de gran interés. Plantea y aborda el viejo conflicto entre la ciudad y la naturaleza.
La música, de Max Steniner, se apoya en una masa orquestal muy numerosa, que da densidad y solemnidad a la composición. Diferencia los momentos románticos, de intriga y de terror. La fotografía contiene elementos propios de un film de serie B, con escenas tomadas de films anteriores, niebla que reduce el escenario, etc. La parte que incluye efectos especiales constituye un alarde de imaginación, trucos visuales (Kong era un muñero articulado de 45 cm.) y recursos técnicos novedosos (stop-motion, rear projection). La estética de los decorados está tomada del cuadro La isla del diablo , del pintor Arnold Bocklin. El guión cuenta una historia interesante y hace uso de una narración austera, intensa y de aire documental. La interpretación de Fay Wray, pelirroja de ojos miel, realiza un trabajo excelente. Los directores hacen de Denham su propio alter ego y realizan un vistoso cameo como piloto y artillero de uno de los aviones de la secuencia final.
Película gratamente compleja, que marcó un hito en el uso de los efectos especiales, creados por Willis OBrien. Obra clásica e imprescindible.
King Kong no solo fue una continuación lógica de The lost world (1925) sino que desde su estreno se convirtió en un clásico e icono mayúsculo del cine fantástico.
Desde su referencia clara al mito de la bella y la bestia, King Kong habla de como explotamos las maravillas ocultas de nuestro mundo y las exhibimos impunemente hasta destruirlas.
Sus efectos especiales a base de la técnica de stop-motion y su proyección junto a personajes reales crearon escuela.
Aunque ha quedado lógicamente bastante desfasada con el paso del tiempo – no hay que perderse la cara de Kong realizada a tamaño real para colocar a los actores entre sus fauces, que provoca más la risa que el susto – sigue siendo una de las producciones del séptimo arte más simbólicas y entrañables. Una lección de buen cine fantástico y de aventuras.
Destaca un buen montaje para la época y la utilización de la imaginación como recurso cinematográfico.
La secuencia final de King Kong en el Empire Street Building forma parte de la historia del cine.
Los remakes posteriores solo hacen que gane enteros el material original.
Tal vez me equivoque, pero creo honestamente que un adecuado criterio de selección fílmica constituye un factor esencial en ese mágico proceso de forja y consolidación de corazoncitos cinéfilos.
Afortunadamente yo soy uno de esos privilegiados que, desde muy temprana edad, nutrió su pasión cinéfila a base de pelis como La diligencia, La reina de África o Con la muerte en los talones y que, por lo tanto, jamás hubo de tragar con Harry Potter ni con cualquiera de esas bazofias que la industria cinematográfica actual cocina para niños y adolescentes. Pero bueno, vayamos al grano. Hoy no toca hablar de diligencias, barcazas ni aeroplanos. Ni mucho menos de aprendices de brujo. Hoy toca hablar de todo un mito del celuloide: King Kong.
Tuve la oportunidad de ver la peli de Cooper & Schoedsack como mandan los cánones, en pantalla grande, sumido en la penumbra de una vieja iglesia carmelitana que mi colegio había reconvertido en sala de actos. Cada trimestre la ‘pedagogía del espectáculo’ escolar programaba una peli y, lógicamente, esa eventualidad solía ser bien acogida por la mayoría de alumnos. Recuerdo con nostalgia como los austeros bancos parroquiales castigaban nuestras tiernas rabadillas, pero cuando el potente haz de luz del proyector cercenaba las tinieblas y dejaba al trasluz las miles de motitas de polvo que flotaban en el ambiente, la algarabía inicial enmudecía súbitamente y el silencio se adueñaba de la sala. El día que pasaron King Kong ese silencio se prolongó más allá de lo habitual y casi podría decirse que el centenar de mocosos que abarrotábamos el auditorio caímos abducidos de inmediato por el embrujo de unos fotogramas en blanco y negro absolutamente fascinantes.
Cierto es que al margen de las siniestras imágenes de la isla de la Calavera, de la etérea sensualidad de Fay Wray y de la mítica secuencia final en el Empire State, poco más recuerdo de la peli, pero debo confesaros algo: me niego rotundamente a verla otra vez…
No me apetece para nada comprobar lo mal que ha envejecido. No me interesa en absoluto corroborar como algunas de las interpretaciones son lamentables. Me resisto a admitir que Kong no midiera realmente quince metros…
Lo siento, amigos. Me niego rotundamente a romper ese hechizo.