Kids on the Slope (Serie de TV)
Sinopsis de la película
Serie de TV (2012). 12 episodios. Nishimi Kaoru está acostumbrado a cambiar de escuela desde pequeño debido al trabajo de su padre. Empezar de nuevo en un nuevo instituto ya es mera rutina para él, y es que con tan poco tiempo para integrarse, sus compañeros de clase siempre le han visto como un intelectual y un extraño. Pero esta vez las cosas serán diferente para él cuando poco a poco se hace amigo de la delegada de la clase, Mukae Ritsuko, y después de Kawabuchi Sentaro. Sentaro es famoso por ser el típico buscalíos que se mete en peleas y se salta las clases. Los tres encontrarán un punto en común en la música, más concretamente en el jazz, y Kaoru descubre que por primera vez, se encuentra a gusto en su nuevo instituto.
Detalles de la película
- Titulo Original: Sakamichi no Apollon (Kids on the Slope) (TV Series)
- Año: 2012
- Duración: 24
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Opinión de la crítica
7.4
27 valoraciones en total
Posiblemente la escena más bella de los doce capítulos, y tenía que ser de Sentaro. Tenía que ser suya, de este Corto Maltés (por el look, claro) de tierra firme, este marinero de jazz y batería, este joven con el corazón siempre roto y la sonrisa siempre en los labios, este Sen con doble crucifijo a cuestas: el del rosario alrededor del cuello y el de la cicatriz en la mejilla.
Admito que llevo bastante tiempo alejada del anime, así que no sé muy bien qué se cuece por esas costas orientales. Este «Kids on the slope» llegó como por casualidad a mis manos y, para mi sorpresa, volví a encontrarme con Sinichiro Watanabe y la genial Yoko Kanno, compositora a la que debería conocer de una vez por todas el mundo occidental. Su talento es asombroso, y aquí vuelve a demostrarlo. Su «Transparent» me pone la piel de gallina.
Sobre la historia en particular, me ha dejado un sabor muy amargo, terriblemente amargo, con un argumento que no se sabe muy bien cómo va a evolucionar y un desenlace imprevisible y poco explicado. Esta sensación se debe sobre todo a Sentaro Kawabuchi, el mejor personaje de la serie y el más carismático, que me ha enamorado desde el primer minuto, pero al que no comprendo, desconcertante siempre, especialmente a partir del capítulo once, donde se ve una faceta de él realmente desesperada. Y ese final es tristísimo, no sabría decir por qué, quizá por lo que no sale, por lo que se ha perdido, por lo que han dejado atrás, por lo que podría haber sido y no fue, por las equivocaciones que arrastran. Puede que se me escape algo de la trama: el significado del rosario o la propia idea del «ángel» son ideas muy bonitas que no se desarrollan como deberían, teniendo en cuenta la importancia en la historia. Los líos amorosos me repatean el estómago, por frustrantes y poco creíbles.
Me resulta curioso, además, el cambio de roles actual. En cualquier otra circunstancias el protagonista hubiera sido Sentaro, el típico chico atractivo, fuerte y lleno de vitalidad, amor secreto de todas (especialmente de la prota) pero que es un desastre con las chicas. Ahora, sin embargo, se ve que gustan más los muchachitos afeminados, tristones, deprimentes y deprimidos. Que barbaridad.
Pasable por la correcta animación, la banda sonora, por Sentaro y algunos momentos que, todo combinado, realmente tocan la fibra sensible. Si esperas una historia romántica que de más alegrías que tristezas, esta no es tu serie. Si te gusta el jazz, obligatoria.
No sé cuándo ocurrió exactamente, pero hubo un momento en que en Japón se dejaron de hacer buenos anime. La época de los Cowboy Bebop, GITS SAC, Samurai Champloo, Wolf’s Rain o Mushi-shi quedó atrás, ahora los anime (de los manga no hablo porque no estoy tan metido como antes) parecen todos cortados por el mismo patrón, como si se les hubieran acabado las ideas y tiraran de rentas pasadas. El dibujo se ha uniformado, la animación ya no deja secuencias memorables, los personajes son estereotipos andantes y las historias que nos cuentan son mucho más convencionales, menos arriesgadas y con menos hondura que antes. Antes predominaban los animes cocinados a fuego lento, con mimo, atendiendo siempre a los detalles más ínfimos. Ahora ya no. No es que no haya anime de calidad (esto es un decir, porque soy incapaz de citaros ahora mismo uno), pero hay un viraje a la mediocridad, a la estandarización, que resulta preocupante.
Con el ánimo de encontrar alguna perla entre tanta decepción me puse a indagar cuál había sido el siguiente proyecto de mi queridísimo Shinichirô Watanabe, el creador de dos de mis series de animación favoritas, Cowboy Bebop y Samurai Champloo, y descubrí que había tardado 8 años en volver a ponerse al frente de una producción y que esta era Kids on the Slope (Sakamichi no apollon en japonés), un drama de instituto que combina el romance con la música jazz. Un argumento muy alejado del estilo de sus otras dos obras maestras: mala señal, pensé. Y me equivoqué, pero no por mucho.
Kids on the Slope es un triángulo amoroso de los de tomo y lomo, a ratos excesivamente convencional, empalagoso y previsible, pero a ratos sorprendente, porque aquí lo que se acaba dirimiendo no es quién se queda con quién ni tampoco se centra en recrearse en las peleas triangulares, sino que acaba girando alrededor de si la amistad es mucho más poderosa, valiosa y trascendental que lo que uno pueda tener con alguien a nivel mucho más íntimo. Porque al fin y al cabo, lo que acaba sosteniendo a estos tres personajes es la amistad que se cimienta entre Sentarou (el tipo fuerte y guapo, reacio a los sentimentalismos al principio, que viene de un hogar desestructurado y no se le da muy bien relacionarse con chicas) y Kaoru (el tipo enclenque, retraído y solitario incapaz de relacionarse satisfactoriamente con los demás), y no el papel que ejerce Ritsuko en todo esto (la chica que orbitará entre los dos, tierna y compasiva), tal y como aparentemente pudiéramos pensar en los primeros compases. Es aquí donde Kids on the Slope alza el vuelo y raya el notable, pero es el único palo que acaba tocando con atino, o de una manera que es capaz de remover algo en el espectador, porque todo lo demás acaba diluyéndose en nada.
Porque el jazz es una simple excusa para adornar las situaciones románticas, se echa en falta que los protagonistas lleven más allá su simple pasión por tocar en el sótano de la tienda de discos y se lancen a tocar frente al público más a menudo. Los capítulos pasan y apenas se habla de música y de los grandes del jazz. La BSO es notable, pero Yoko Kanno, al igual que Watanabe, es capaz de ofrecer mucho más (como las BSOs de Cowboy Bebop o Wolf’s Rain, que son dos obras maestras por las que debería pasar a la historia como compositora) y en Kids on the Slope no acaba de firmar un trabajo memorable. Además, fuera del ámbito musical, solo el triángulo y, más concretamente, solo la relación de amistad entre los dos personajes masculinos (y todo gracias a Sentarou, que es la pieza imprescindible para que todo funcione) acaba funcionando, porque la trama secundaria entre Junichi y Yurika es aburrida y previsible, y Ritsuko tiene un carácter excesivamente cándido y sumiso (supongo que el ideal masculino de los japoneses, caso extraño, porque las mujeres de Cowboy Bebop y Samurai Champloo eran mucho más complejas que ésta) que la edulcora en exceso.
En conclusión, estamos ante una serie entretenida, con algunos aciertos parciales, pero que acaba decepcionando, por un lado por lo previsible y acomodaticia que es la propuesta, y por otro lado porque sabemos de quién viene, y de Watanabe solo soy capaz de esperar la excelencia.
@Cinergicos
Sakamichi no Apollon es la última serie anime dirigida por Shinichirô Watanabe responsable, entre otros trabajos, de las excelentes Cowyboy Bebop (1998) y de Samurai Champloo (2004). Son estos dos trabajos anteriores motivo suficiente para seguir la trayectoria del autor.
En muchos aspectos Sakamichi no Apollon no defrauda lo más mínimo, pero, si empezamos por lo peor de la serie, diré que la historia que se desarrolla es excesivamente simple. Es el primer trabajo de Watanabe basado en un manga original que, por su historia, se podría enmarcar en el género romance-recuentos de la vida-vida escolar . La típica historia de drama, romance y amistad entre cinco chicos y chicas que estudian la preparatoria (15-18 años) en el Japón de los años 60. Como drama resulta simplemente pasable, sobre todo en algunos capítulos donde el empalago de los enredos amorosos y emociones de los chicos ocupan demasiado tiempo en detrimento de lo verdaderamente importante de esta historia, el increíble nexo común de sus protagonistas: el jazz.
Ciertamente sorprendente, los protagonistas de la historia son apasionados del jazz, y lo practican. Este aspecto, la música, es la que hace que la serie sea excelente. Sobre todo porque la principal responsable de la música es la compositora Yoko Kanno, por la que siendo especial reverencia, sobre todo cuando forma tandem con Watanabe. Aquí, Yoko Kanno ha compuesto la mayor parte de la música original y también ha realizado los arreglos de algunos de los temas más importantes de la historia del jazz y que se pueden disfrutar en la serie. También es precisamente cuando los protagonistas tocan jazz cuando la animación es realmente buena, parecen realmente personas tocando el piano o la batería.
(El resto de la animación me parece convencional y particularmente no me gusta el trazado tan simplista que se hace de los rasgos de los personajes).