Juana de Arco
Sinopsis de la película
Juana de Arco, la Doncella de Orleáns (1412-1431), una joven profundamente religiosa, vivió durante la Guerra de los Cien Años, en la que se enfrentaban Francia e Inglaterra. Completamente convencida de que Dios le había encomendado la misión de expulsar a los ingleses y de salvar a Francia, va a ver al Delfín, el futuro Carlos VII, y consigue que le proporcione tropas para levantar el sitio de Orleáns.
Detalles de la película
- Titulo Original: Joan of Arc
- Año: 1948
- Duración: 145
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Opinión de la crítica
Película
6.1
52 valoraciones en total
Casi sin tiempo para acomodarse, la Bergman aparece arrodillada. La cámara se cuela por lo alto de una ermita sin techo y con movimientos dubitativos, se coloca detrás de la actriz. Mientras, la voz en off que durante toda la película narra lo que vemos en pantalla, nos pone en prescindibles antecedentes.
Suplica Juana, entre sollozos, averiguar cual es el camino para liberar a Francia.
Dos minutos de película quizá no basten para evaluar todo el trabajo, pero nos da una idea más que aproximada de qué tipo de Juana vamos a encontrar. Queda patente un exceso de beatificación que llega hasta el paroxismo en los albores de la guerra. Bergman no puede controlar al personaje y ejerce el ridículo extremo empuñando el estandarte blanco en la guerra de Orleans. Estos momentos no son óbice para reconocer que la actriz poseía el físico adecuado para remarcar la visión ascética que impera en la obra. Queda en la memoria los momentos de turbación, que tan bien recoge Bergman, cuando Juana es presentada por primera vez al falso Delfín. El ímpetu del director por no mostrar otra faceta del personaje de Juana de Arco queda patente en el comportamiento maternal (y/o sexista) que tienen los demás personajes con ella.
Fleming retoma los decorados gigantescos que tan buen resultado le dieron, y la silueta Juana de Arco bajo un cielo crepuscular anaranjado proyecta en el subconsciente la imagen más famosa de la película más laureada del director: Lo que el viento se llevó. A nivel técnico la película no reparó en gastos, y prueba de ello fueron los dos Oscars que obtuvo (vestuario y la fotografía de un falso y maravilloso Technicolor).
Recupera un poco de tono cuando Juana de Arco está siendo juzgada. Durante el proceso, la cámara se apoya más en planos estáticos y en primeros planos, y aunque la sombra de Dreyer es muy alargada, el interrogatorio de Fleming es de lo más interesante de esta versión.
Con una acertada recreación de época, en muy sobrios escenarios, magnífico vestuario y una cuidada fotografía, el director Víctor Fleming ha conseguido una atractiva versión de la historia de la célebre doncella de Orléans, quien, en el siglo XV, hizo historia al tomar la delantera en las batallas que los franceses sostuvieron por su libertad contra aquellos colonizadores ingleses que llevaban ya casi tres cuartos de siglo jarretándoles la vida.
¿Realidad o mito? ¿Santa o bruja? ¿Receptora de mensajes divinos o fanática alucinadora? Son preguntas que nos seguiremos haciendo y que sólo tienen por respuesta la inclinación que, según sus creencias y tendencias, cada uno elija.
La película parte muy libremente de la obra Joan de Lorraine (1946) que escribiera el dramaturgo Maxwell Anderson, llevada a guion por él mismo en compañía de Andrew Solt, y se le abona a este trabajo un toque espiritual bastante convincente, con situaciones y diálogos de gran fuerza dramática y, sobre todo, capaz de emocionarnos gracias a la efectiva labor de la actriz Ingrid Bergman, cuyo mote de santa Ingrid lo tuvo, desde entonces, más que merecido. De aquí, el fuerte impacto que, en la ‘devota’ sociedad estadounidense, causaría después su relación extramarital con el italiano Roberto Rossellini.
Ingrid también había protagonizado la representación teatral, la cual era una obra dentro de una obra, haciendo ella el doble papel de Joan d’Arc y de Mary Grey, interpretación que le merecería un premio Tony. En el filme, su bella presencia y la profunda interiorización que logra con el personaje, hace que muchos momentos adquieran una marcada fuerza dramática de la que no es posible sustraerse. Su encuentro con el delfín, su conflicto interior presionada para que adjure de sus creencias…o el momento cumbre cuando reclama un crucifijo, son cine excelso que pone muy en alto la labor del director Victor Fleming.
No menos importante, es la fuerte denuncia que se hace de las infames componendas que, entre aristocracia e iglesia, se han llevado a cabo en tantísimos momentos de la historia europea. Charles VII de Francia, ni apuesto, ni inteligente, ni honrado, luce aquí con su marcada incompetencia y fragilidad moral, y el arzobispo de Rheims, es símbolo de la acomodación de la iglesia a intereses que Dios repudia con todo su corazón.
En este abominable nido de escorpiones, Juana de Arco luce, principalmente, como uno de aquellos seres puros e inocentes que se convierten en instrumento del universo para dejar a la luz las atrocidades que a diario cuecen los mal llamados ‘detentores del poder’.
Afortunado debut del sobresaliente José Ferrer, quien, como el delfín, merecería su primera nominación al Oscar. Y último filme del director, Victor Fleming, quien fallecería varias semanas después de realizado el estreno.
Nueve años más tarde, vendría la Santa Juana de Otto Preminger, y la historia de la memorable mártir quedaría ya suficientemente contada.
Último film de Victor Fleming. El guión, de Andrew Solt y Maxwell Anderson, adapta la obra teatral Joan of Lorraine (1946), de Maxwell Anderson. Se rueda en exteriores de CA (Newport Beach, Encino Rancho…) y en los Hal Roach Studios (Culver City, CA), con un presupuesto de 4,5 M dólares. Nominado a 7 Oscar, gana 2 (fotografía color y vestuario color). Producido por Walter Wanger, se estrena en première el 11-XI-1948 (NYC).
La acción tiene lugar en Domrémy, Chinon, Orleans, Reims, Compiègne y otras localidades francesas, entre 1428 y 1431 (s. XV). Movida por un impulso interior, la campesina Juana, de 17 años, deja su casa y va al encuentro de Carlos (Ferrer), Delfín de Francia, con el propósito de fortalecer y animar la lucha contra la ocupación inglesa.
El film suma drama, religión, historia, biografía y guerra. La Resistencia francesa contra la ocupación alemana durante la IIGM toma como una de sus referencias la figura de Juana de Arco. Finalizada la guerra, se formulan diversos proyectos para rodar una película sobre la heroína. Asume el reto el productor Walter Wanger, que contrata para el papel principal a Ingrid Bergman, que en 1954 protagoniza la versión realizada por Rossellini. El elevado coste de la producción no se ve compensado en la medida esperada por el favor del público. Para mejorar los ingresos, en septiembre de 1950 se estrena una versión abreviada, de 100 minutos, que sustituye a la original de 145. La nueva versión se realiza sin intervención de Victor Fleming, fallecido el 6-I-1949. El DVD editado (marzo 2008) en España recoge la versión de 100 minutos.
El guión, escrito con deseos de objetividad, recoge hechos históricos documentados. Llama Jeannette a la heroína en su pueblo natal, para luego llamarla Juana la doncella o la pucelle (la doncella). Durante la batalla focaliza la atención en la heroína como portadora del estandarte real (blanco), protegida con la armadura que ella había elegido. Cita el privilegio concedido por Carlos VII a los habitantes de Domrémy de exención del impuesto real anual. Muestra las órdenes arbitrarias que el conde-obispo Couchon (Sullivan) dirige, durante el juicio, a los escribas para que omitan o corrijan palabras y referencias a hechos. Juana participa en la toma de Orleans el 29-IV-1429 y en la coronación de Carlos VII en Reims el 17-VII-1429, es apresada a traición en Compiègne el 24-III-1430 y muere en Rouen el 30-V-1431.
La música, de Hugo Friedhofer, dramática y descriptiva, incorpora melodías de gran emotividad y es nominada al Oscar. La fotografía, de Joseph Valentine ( La soga , Hitchcock, 1948), ofrece un cromatismo vibrante de colores intensos, contraluces y claroscuros dramáticos y primeros planos psicológicos. La secuencia de la batalla está rodada con habilidad y montada con gran ritmo. Las interpretaciones se muestran influidas por el expresionismo vigente en Hollywood. Debú de José Ferrer.
En la época de Juana, la Francia que ella amaba casi había dejado de existir como nación. Se había convertido en una serie de estados feudales. Borgoña, el más poderoso de todos, se había aliado con los ingleses, cuyos ejércitos dominaban la mayor parte de Francia hasta las puertas de Orleáns,… ya que los reyes ingleses reclamaban el trono de Francia por derecho hereditario.
Así comienza esta Juana de Arco made in Hollywood, muy condicionada al ser una adaptación teatral de Joan of Loraine de Maxwell Anderson. Fue la única película de la década de los 40 de Victor Fleming que no supuso un gran éxito.
A pesar de ser un absoluto fan de Ingrid Bergman (a veces no muy objetivo, Alma en la sombra), creo que esta película no es de las mejores de su filmografía, y no precisamente por ella que, como a lo largo de toda su carrera, lo da todo. Sin embargo la producción es fallida dado el enorme potencial que tenía la cinta a priori, que es, en cierto modo desaprovechado. La propia protagonista de Juana de Arco, que abordó el film con una gran ilusión, al ver las primeras copias de lo rodado dijo: Son muy hermosas. Ahora rodemos de nuevo el resto de la película. Pero nadie estaba dispuesto a poner otros 4,6 millones de dólares.
Fleming se centra, sobre todo, en la preocupación estética, fascinado por la belleza de Ingrid (estrella entre las estrellas), lo que la hace un tanto artificial, y en realizar una adaptación fiel a los hechos conocidos. A pesar de su abultado presupuesto, muy cercano a Lo que el viento se llevó, y el enorme material empleado (71 cañones, 500 ballestas, 110 caballos y 150 armaduras) hay momentos en que no engancha al espectador. El montaje, quizá por el recorte de minutos que se hizo, resulta irregular y los decorados parecen muy irreales. A ratos monótona, se salva por el buen hacer de sus actores, José Ferrer y, sobre todo, Ingrid Bergman, ambos nominados al Oscar.
Lo mejor es su vocación histórica-biográfica y la interpretación de Ingrid, que transmitió una profunda humanidad a la mítica y legendaria Juana de Arco. Destacan varios primeros planos hacia el final (Ingrid forever) y el último tramo en general.
La historia de la santificada Juana de Arco, doncella visionaria, iluminada por Dios, que guió a los franceses en la liberación de Orleáns y se convirtió en un mito ha sido versionada en muchas ocasiones a lo largo de la historia del cine. Desde Dreyer hasta Bresson, desde Luc Besson hasta Rossellini, desde Preminguer hasta esta de Victor Fleming que paso a comentar.
Es evidente que esta película está hecha al servicio de Ingrid Bergman, para el lucimiento de la actriz sueca. Era conocido el gusto de la actriz por dar vida a personajes enfrentados con el medio, que esgrimen sus convicciones frente a los convencionalismos que se oponen a la imposición de las normas establecidas. Juana de Arco es, de alguna manera, el film que esbozó esta imagen de Ingrid Bergman, luego potenciada y pulida, de forma más hermosa, por Rossellini en los films que dirigió a la actriz, y a la sazón pareja, como Stromboli, Te querré siempre o Europa 51, donde la mujer rica que encarna se convierte al franciscanismo tras la muerte de su hijo. Al parecer, Rossellini montó la obra Jeanne dArc au bûcher, a partir de un poema Paul Claudel y compuesto por Arthur Honneger para el lucimiento de Ingrid Bergman y posteriormente filmó las representaciones que habían tenido lugar en la Ópera de París del 21 al 27 de junio de 1953, dando lugar a la película Giovanna dArco al Rogo.
Filmada con el estilo y medios de una gran superproducción Fleming no transmite la verosimilitud de la santa, quedándose en la superficie de la historia, tiene una lograda fotografía, pero es está más cerca de una película épica de aventuras, que de la biografía de una santa. Tampoco ayuda la excesiva edad de la Bergman a pesar del maquillaje. La espectacularidad combinada con el arrojo patriótico, y la fe al servicio de las causas nobles, son ingredientes ideológicos muy gratos al cine de Hollywood, que constituyen el mensaje principal de la película.