Alguien a quien amar
Sinopsis de la película
Thomas Jacob, un cantautor de fama mundial, vive en Los Ángeles. Después de varios años de ausencia, regresa a Dinamarca para grabar un nuevo álbum y reunirse con la hija de la que se distanció. Ella le presenta a Noa, su hijo de 11 años. Aunque no conoce al niño, a Thomas no le queda más remedio que cuidar de él. Poco a poco, acabarán conectando gracias a la música, y Thomas entonces tomará una decisión que cambiará su vida para siempre.
Detalles de la película
- Titulo Original: En du elsker (Someone You Love)
- Año: 2014
- Duración: 100
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Opinión de la crítica
Película
6
34 valoraciones en total
Excelentes interpretaciones, siempre Persbrandt es una garantía. Aunque hemos visto esta historia cientos de veces, hay algo en ella que la aleja del drama convencional, está sostenido en silencios más que elocuentes, diálogos sencillos que dicen mucho más que lo que parecen. Desde luego, no se pierde el tiempo viendo esta película, con ese aroma europeo que imprimen las producciones del centro y norte de Europa. Sobriedad que llena de sentimientos la pantalla. Desde luego, muy notable muestra de cómo hacer buen cine con economía de medios y mucho talento.
Trata de las dificultades de alguien producto de una infancia dura y sus repercusiones a lo largo de su vida, la dificultad de querer a alguien cuando uno no fue nunca querido.
Espectacular la fotografía y muy buena dirección artística.
Maravillosas canciones, maravillosa letra, maravillosa voz.
Bien interpretada por sus protagonistas, el niño hace un papel maravilloso y resulta muy creíble.
Bien contada, aunque a veces resulta algo lenta.
Si hay una temática que recorre transversalmente la corta pero fructífera filmografía de Pernille Fischer Christensen es la incomunicación entre personas: de ahí que todas sus películas, en mayor o menor grado, puedan considerarse una exploración de el otro en la Dinamarca bienestante de nuestros días (aunque descrita en términos de frialdad y de hieratismo emocional) y apelen a una empatía tanto interna como externa (los personajes se conocen entre ellos al mismo tiempo que los espectadores van familiarizándose con las vidas magulladas que retrata Fischer Christensen, una fórmula realmente efectiva que explica, entre otras cosas, por qué el cine de la cineasta danesa es uno de los pocos que siempre tiene presencia asegurada en las carteleras y en los certámenes de todo el mundo).
En Alguien a quien amar, Fischer Christensen recurre a una figura cargada de mística cinematográfica: el cantante que tras una vida de excesos y de éxitos regresa a su país de origen para saldar cuentas pendientes. Persbrandt dota de fuerza a un personaje inepto en todos los aspectos: su carrera discográfica depende casi por entero del trabajo de su mánager y de algunas amistades del pasado, y en su vida personal es un individuo incapaz de gestionar el dolor que recibió en su día por parte de su padre y el dolor que él mismo infringe a sus más allegados. Afortunadamente, el trágico bagaje del personaje nunca se explicita ni da pie a escenas de factura tremendista: el director prefiere contar por omisión, y en este sentido es muy interesante comprobar cómo los pequeños contactos físicos entre los personajes, los casi imperceptibles amagos de complicidad entre el protagonista y su reducido círculo íntimo (la mano que posa sobre el brazo de su hija drogadicta, las leves caricias que hace a ese nieto que no conoce, las miradas que lanza a su compañera de grabación, etc.), cuentan mucho más del protagonista y sus interioridades que otras escenas donde Fischer Christensen se comporta como una narradora más tradicional (por ejemplo, el momento en que el protagonista se sincera con el pequeño con respecto a su padre alcohólico).
Alguien a quien amar, por lo tanto, se debate entre dos frentes (la elegancia frente al drama descarnado, la sutileza frente a la tragedia explícita), y aunque el cómputo final reúne bastantes trampas (sobre todo en el segundo tramo de metraje), el film termina convenciendo por la capacidad de la directora por tocar la fibra sensible de la platea sin que ésta se sienta violentada o asaltada según las fórmulas habituales de cierto cine norteamericano (incluso en sus tramos más discutibles, la película nunca apela a la lágrima fácil). Un mérito ya presente en las anteriores obras de la directora y que en este nuevo título se multiplica gracias al gran trabajo de Persbrandt y Dyrholm: a su comprobada solvencia como intérpretes, cabe sumar el hecho de que en el film cantan sin playback, como si las fronteras entre el actor y el personaje fuesen muy finas, casi irreconocibles. Un film, en resumen, lleno de contrastes que se suma a la notable listas de grandes obras que nos llegan últimamente desde el norte de Europa.
@Xavicinoscar, Cinoscar & Rarities
La mirada elegante y cruda de esta directora en su cuarto trabajo, siempre dentro de las fronteras de Dinamarca, se agradece ante un tema tan sobado y recurrente. La figura de una solitaria y desarraigada estrella de la canción, con pasado traumático, siempre de hotel en hotel, con una hija y un nieto con el que no se relaciona y sustentado por su música y las dos mujeres que se encargan de lo divino y humano de su vida, está apuntalada por la enorme presencia actoral de Mikael Persbrandt que canta, sin playback los acertados temas que jalonan la cinta. El buen hacer del resto del elenco consiguen que la historia posea credibilidad ante lo previsible de su desenlace.
No obstante Pernille logra ir sorteando tópicos del género y no se lo pone fácil a sus protagonistas, porque no existen las soluciones mágicas en este tipo de conflictos donde aflora la emotividad en momentos puntuales, pero la vida sigue y no se puede vivir solo de ellos. Thomas Jacob y su nieto descubren que no queda otra que caminar juntos si quieren encontrar su lugar en el mundo.
Gusto por sus paisajes y tacto con los sentimientos sobrevuelan el metraje a pesar de que en los últimos segundos de la cinta sucumba al estandard más trillado.
Muy bien rodada. Una gozada visualmente. Dirigida con clase y elegancia. El maduro atractivo lo borda. No se fuerzan las cosas. Se explica correctamente, sin excesos ni histerismos. Contención y austeridad. Todo está bien en verdad. Pero claro, también hay malo, que es mucho. Y eso es la fórmula. Casi antes de empezar ya se sabe cómo va a acabar. Lo has visto millones de veces y te sorprende que todavía se siga contando la misma historia, paso por paso, de la A a la Z, sin saltarse nada, como si fuésemos espectadores vírgenes y no cínicos con el colmillo retorcido de tanto tragar material reciclado. Pues sí, es eso: artista cansado de tanto drogarse vive una madurez jodida, ahíto de adicciones y separaciones, ha decidido sobrevivir en un semiretiro casi monacal, prácticamente aislado. Solo le acompañan y soportan dos ángeles de la guarda, dos mujeres capaces, bondadosas e inteligentes que se pasan la vida poniendo las manos para amortiguar el golpe cada vez que cae, muy a menudo. Una se ocupa de lo creativo, la otra de todo lo demás, casi todo resuelto, menos lo afectivo, ahí no tiene a nadie, está más solo que la una, su egoísmo le ha condenado a mirarse su ajado ombligo como único entretenimiento. Pero hete aquí que entre los muchos cadáveres que ha ido dejando durante su tormentosa vida, aparece uno, no, dos, hija y nieto. Creo que no hará falta decir más: se queda con el niño por un tiempo y su corazón de pedernal se ablanda y duda si…