Journey to the Shore
Sinopsis de la película
Mizuki perdió a su marido Yusuke en el mar. Años después, el fantasma de su compañero aparece ante sus ojos. No se trata de una visión terrorífica, sino de un retorno lleno de cotidianeidad. Tras el reencuentro, ambos iniciarán un viaje hacia la costa.
Detalles de la película
- Titulo Original: Kishibe no tabi aka
- Año: 2015
- Duración: 128
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Opinión de la crítica
Película
6
62 valoraciones en total
Kusuke se aparece a su mujer, Mizuki, después de llevar tres años muerto. Ella sólo conocía su desaparición. Él le dirá que se suicidó al saber que tenía una enfermedad mortal. Ha vuelto para que le acompañe para conocer a quienes se ha ido encontrando, y le han ayudado, en su largo y tortuoso camino de regreso a su casa, además de explicarle la causa de su ausencia.
Si uno lee la sinopsis puede hacerse cualquier idea de lo que es esta película, y, quizá, una idea no buena, precisamente. Más allá del cuento de fantasmas (aunque con cuerpo y espíritu en este caso), algo que está arraigado en la cultura japonesa, ese volver temporalmente al mundo mortal para cerrar adecuadamente la vida terrenal del difunto, o para ayudar a aceptar su ausencia a los seres queridos que dejaron, incluso para guiar a otros difuntos que se encuentran vagando sin rumbo en su regreso, de lo que habla, principalmente, Viaje hacia la orilla es de aprovechar la última oportunidad de redención que se presenta tras sentir el debido remordimiento.
Kiyoshi Kurosawa, ningún parentesco con el gran Akira, presenta este melodrama con gran sensibilidad, amabilidad y ternura, a pesar del dolor que cada historia que nos va contando conlleva. Es cierto que hay cosas que chocan, por ejemplo, Mizuki se encuentra de repente con la figura de su marido, después de no haber sabido nada de él durante tres años, y su primera reacción es decirle que se quite los zapatos, pero a pesar de eso, y alguna que otra escena parecida, transmite bien la idea que quiere hacer llegar al espectador, que el amor traspasa el umbral de la muerte, y mucho mejor si antes de vivir la eternidad se puede uno arrepentir de aquello que hizo mal o que debió hacer y no hizo, e incluso dar la oportunidad de perdonar y ser perdonado, pudiendo ayudar, además, a conseguir para otros esa tranquilidad de alma, o de espíritu, necesaria para acceder de manera adecuada, definitivamente, al más allá.
La belleza plástica que consigue Kiyoshi Kurosawa es notable, la composición escénica está muy cuidada, donde no brilla tanto la labor del director es en la dirección de actores, que resulta un tanto fría, distante, pese a ello quiero destacar la actuación de Eri Fukatsu en el papel de Mizuki.
La música de Yoshihide Otomo (prolífico y renombrado compositor y músico) y Naoko Eto es magnífica.
Película que, a pesar de sus defectos, resulta balsámica para el espectador que se deje acariciar por ella.
Journey to the Shore es una película complicada, difícil de desentrañar o entender ya que su profundidad es enorme y de lo que nos habla Kurosawa, adaptando la novela de Kazumi Yumotono, no es un tema banal: el amor más allá de la vida y la muerte.
Como indica el título del film a lo que nos está invitando el mismo es a hacer un viaje. Un viaje de descubrimiento vital, reflexión y aceptación, donde tienen cabida el rescate del amor perdido y la búsqueda de una verdad más allá de toda lógica terrenal. Es el viaje que emprende Mizuki, o al menos el que parece emprender, cuando de repente visiona el espíritu de su marido fallecido ya tres años antes.
Pero…¿qué ocurre realmente? ¿Está ella viviendo un sueño continuo?, ¿los espíritus pueden comunicarse y estar conectados con los vivos? (pregunta a la que ya nos sometía Kurosawa en Kairo ), ¿acaso ella está muerta?, ¿esos momentos que ella vive con su marido Yusuke son pedazos de su propia vida que se manifiestan en su interior para ella poder reconstruir su identidad?, ¿o es que posee la capacidad de ver a los muertos?, ¿o tal vez está simplemente loca?
Se pueden hacer miles de preguntas y la respuesta sólo la podemos encontrar nosotros, usando la intuición y proponiendo teorías acordes a nuestras sensaciones y sentimientos. Sin duda el sr. Kiyoshi elabora una preciosa historia donde lo que menos cuenta es apresurarse. Con su particular estilo, pausado y casi gélido, nos va sumergiendo en la película, dejando que las emociones fluyan muy poco a poco, tal como le dice Mizuki a su alumna al principio, cuando están con la clase de piano.
Para los que no estén acostumbrados al cine dramático japonés ni al del propio Kurosawa pues se les hará aburrido, claro, pero es que esta obra sólo se visiona si se va buscando algo así. A mí, desde luego, me ha impresionado, por su delicadeza, su emotividad y halo de misterio y fantasía, su hincapié en la tradición y cultura japonesa y su modo de vida, por su pasividad al desarrollar una trama de destino incierto.
Supongo que ese es su propósito: impedir que averigüemos adónde nos conduce dejándonos llevar por su esoterismo, siguiendo en ella todo el rato a la pareja Tadanobu Asano (el Kakihara de Ichi, the Killer ) y Eri Fukatsu, dos actores realmente sublimes y que, con más gestos que palabras, realizan unas actuaciones memorables, acompañados de la maravillosa fotografía de Akiko Ashizawa, esa banda sonora tan suave y melancólica de Naoko Eto y Otomo Yoshihide y ese manejo tan especial que se realiza de luces y sombras.
Precioso melodrama de toques fantásticos que recuerda al estilo de los más clásicos directores japoneses e incluso al del sueco Ingmar Bergmanm, y, por mucho que en la historia se trate el tema de los fantasmas, muy recurrente en el cine de este señor, no hay que llevarse una falsa impresión. Journey to the Shore está más cerca, por poner un ejemplo, del Dolls de Takeshi Kitano que del Kairo del propio Kurosawa.
Para siempre se me quedará grabada aquella escena, de las muchas inolvidables que hay, en la que aparece el fantasma de la niña Mako y, ante la presencia de su hermana mayor y de Mizuki, comienza a tocar en el piano la pieza Las Armonías de los Ángeles .
Lacrimógena y bellísima.
Muertos que caminan, pero no son zombis, presencias fantasmagóricas, pero no son aterradores, cine sobrenatural, sin necesidad de artilugios, todo dispuesto para ofrecer reflexiones en torno a la vida, la vida luego de la muerte, la muerte, la pérdida de algún ser querido, y por supuesto, el amor.
Basada en la novela homónima (2009) de la escritora Kazumi Yumoto, y llevada al cine por Kiyoshi Kurosawa, realizador del afamado drama social Tokyo Sonata (2008), además de varias obras de J-Horror. Esto da cuentas de las muchas facetas de su cine, sin duda Kishibe no tabi no es una excepción.
Una noche Mizuki (Eri Fukatsu) recibe la visita de Yusuke (Tadanobu Asano), su pareja que llevaba tres años desaparecido, sin más y con completa naturalidad le explica que ha muerto, a la mañana siguiente la invita a realizar un viaje con él, para toparse con varias personas a las que quiere ver de nuevo.
Este es el detonante de una película narrada con un pulso perfecto, poco más de dos horas que fluyen con total naturalidad, el espectador sigue el viaje de esta pareja por distintos paisajes y con distintos personajes, la mayoría de ellos entrañables. Son distintos segmentos que tienen algún conflicto a lo interno de estos individuos que deben ir dilucidándose, donde los temas sobre lo referente a la vida y a la muerte están siempre presentes.
Estas apariciones son vistas con total naturalidad dentro del contexto del largometraje, esto ayuda a que su lógica interna sea fácil de aceptar, incluso desde la primera aparición en la introducción ya mencionada. Precisamente es presentado con tal simpleza y naturalidad que en todo momento se cree, no hay artificialidad, por eso no se siente falsa o pretenciosa.
Sin duda se está ante un filme interesante que propone la reflexión, que tira ideas al espectador, los errores en vida que no se pueden corregir, las cargas de culpas que no pueden ser expiadas, tanto de quienes fallecen como de quienes quedan en vida. Por sobre todo, una obra hermosa con momentos tan bellos como dramáticos y emocionales.
Es maravillosa la naturalidad con la que se presenta siempre la fantasía en las películas de Kurosawa, la manera que tienen todos los personajes de aceptar lo extraordinario como parte de lo ordinario, como si estas incursiones de lo paranormal en la rutina de su existencia se tratasen de una respuesta o una vía para la solución de las inquietudes y las preocupaciones que les atormentan.
Aquí Kurosawa traduce la fórmula, los esquemas y los componentes de sus películas de terror a un relato más íntimo, tierno y agradable que en un tono relativamente ligero –aunque siempre incisivo, preciso y misterioso– utiliza la relación de una pareja cotidiana muy cercana a nosotros para explorar la cuestión del fin de la existencia de una manera muy hermosa, con un extraño y matizado vitalismo.
Tiene otra increíble y muy importante escena de piano (mejor incluso para mí que la de Tokyo Sonata) y el instante final que cierra la película es en el fondo una de las más brillantes y hermosas afirmaciones de que la existencia es algo realmente increíble y que es bonito estar con vida.