Jeffrey
Sinopsis de la película
Jeffrey juró no tener sexo hasta encontrar al hombre de su vida. Él es gay y está aterrado por el virus del sida. Por ningún motivo quiere contraerlo, y está muy orgulloso de sus votos de castidad: hace algún tiempo que decidió que era mejor no tener sexo con nadie. Vive muy feliz así, hasta que en su camino se atraviesa un bello joven que, casualmente, tiene el virus HIV.
Detalles de la película
- Titulo Original: Jeffrey
- Año: 1995
- Duración: 94
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Opinión de la crítica
Película
5.9
87 valoraciones en total
Lo cierto es que llegué a esta película gracias a Sigourney Weaver, mi actriz favorita, aunque la verdad es que luego sale muy poco. Pero no me importó. Me lo pasé en grande viendo las aventuras de Jeffrey, con sus dudas, sus amigos, sus relaciones en tiempos de SIDA… Una película de temática gay mucho más natural y con menos pretensiones que otras del tipo Brokeback Mountain pero el doble de entretenida. Patrick Stewart está que se sale en su papel de locaza. Un 8.
¿Por qué tienen que lanzar esos grititos mientras sujetan a su preciosa gata entre los brazos?
Nunca entendí esa falta de respeto por uno mismo. El respeto no es algo que se regale, debes ganártelo.
Me aburrió profundamente, son todas una panda de maricas malas, envidiosas y falsas, que hasta cuando dicen verdad mienten.
El gay que conozco y que me gusta no son esa pandilla estereotipada, ni esta película abarrotada de escenas para hacer reír que en su mayoría hacen bostezar.
El tema del SIDA sobrevuela en casi todas las películas de temática gay que se realizaron a finales de los 80 y en los 90, pero casi siempre con una moralina que recordaba el póntelo, pónselo y no me parece mal, dada la escasa concienciación que en esos tiempos había por el sexo seguro en los países desarrollados. Con todo el drama que representa ser seropositivo, y en esos tiempos con una muerte casi segura por falta de una medicación adecuada, la película toma el aspecto amable y nada compasivo con los portadores del virus VHI y con los que temen contraerlo, y afronta la realidad de la dificultad de encontrar amor que no se confunda con compasión. Desde que empieza la película al espectador se le pone una tierna sonrisa en los labios que no desaparecerá en todo el tiempo aunque en algunos momentos el drama domina la pantalla. Es un magnífico guión que trata con mucho cariño el mundo homosexual amenazado por el SIDA y es una pena que no hubiera topado con un mejor director porque podría haberle sacado mucho más partido. Los actores están muy en su papel por el orgullo gay pero su interpretación tiene algo de teatro o al menos no están en el lugar adecuado del plano para que sea cinematográficamente mejor esta película. También es posible que el director no haya sabido dirigir a estos actores que requieren una mayor concentración. La presencia de Sigourney Weaver es un logro y demuestra de lo que es capaz alguien que sabe lo que tiene que hacer ante una cámara.
La mayoría de las películas sobre homosexualidad hablan sobre el momento en el cual un joven muchacho se da cuenta ante un otro que es gay, o sobre alguien ya asumido que tiene HIV.
Ésta, en cambio, entretiene con un personaje que ya asumió hace tiempo su orientación sexual y que muestra sus inseguridades en el amor y en el sexo más allá de si es gay o no.
Jeffrey representa, no sólo los miedos que existen en la comunidad homosexual, sino los temores que habitan en el corazón inseguro de cualquier joven con una vida sexual activa en un mundo donde podemos terminar saliendo lastimados (ya sea en una posible aventura de una sola noche, o ante una posibilidad de concretar una relación estable). Jeffrey decide cerrarse al amor y al sexo mientras sus amigos y un posible candidato tratan de sacarlo del celibato.
Irreverente, díscola, locuaz, crítica y soberanamente entretenida, así es Jeffrey, una comedia romántica de temática gay, adaptación de una pieza teatral homónima, que reniega de la compasión y de los lacitos rojos. Y lo hace sin tabús, gritando alegremente a favor de la superación del drama del VIH, abogando por la integración plena de los enfermos de SIDA y por la normalización más absoluta de la enfermedad. Esta vitalista posición acaba imponiéndose, de un modo algo ciego si se quiere, a una realidad tan dura como sociológicamente interesante: el miedo atroz que el SIDA desató en el colectivo homosexual de las grandes urbes durante la década de los 80 y buena parte de los 90. Y es que un poco de simpática locura nunca viene mal para aligerar las penas.