Inland Empire
Sinopsis de la película
La percepción de la realidad de una actriz (Laura Dern) se va distorsionando cada vez más. Al mismo tiempo descubre que, quizá, se está enamorando de su partenaire (Justin Theroux) en un remake polaco inconcluso y supuestamente maldito.
Detalles de la película
- Titulo Original: Inland Empireaka
- Año: 2006
- Duración: 176
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Opinión de la crítica
Película
6.4
94 valoraciones en total
Pais
Directores
Actores
- Amanda Foreman
- Cameron Daddo
- Diane Ladd
- Emily Stofle
- Grace Zabriskie
- Harry Dean Stanton
- Jan Hencz
- Jason Weinberg
- Jeremy Irons
- Jordan Ladd
- Julia Ormond
- Justin Theroux
- Karolina Gruszka
- Kat Turner
- Kristen Kerr
- Krzysztof Majchrzak
- Laura Dern
- Laura Elena Harring
- Mary Steenburgen
- Michelle Renea
- Nae
- Naomi Watts
- Nastassja Kinski
- Peter J. Lucas
- Scott Coffey
- Stanley Kamel
- Terry Crews
- Terryn Westbrook
- Weronika Rosati
- William H. Macy
Lea atentamente el texto que se expone a continuación.
Elipsis. Nadie. Recuerdo. Elección. Albedrío. Laura. Imagen. Descenso. Alucinación. Divagar. Ensueño. Luz. Unidad. Nunca. Ifigenia. Campo. Olvido. Sueño. Idilio. Ganas. Nieve. Ilíaco. Fuera. Infiltrar. Cuento. Amante. Dolor. Olvido. Quién. Ubicuo. Estela. Travelling. Inspiración. Extraño. No. Elegía. Éxodo. Soledad. Travesía. Aberración. Pánico. Emancipación. Locura. Imitosis. Conejos. Ubicuo. Lejos. Álgido. Enano. Solipsismo. Éxodo. Laconismo. Dern. Emoción. Química. Utilidad. Ectoplasma. Hécate. Albúmina. Yo. Queratolítico. Útero. Estío. Silencio. Esfinge. Rareza. Música. Único. Yema. Gehena. Irons. Lúbrico. Idiocia. Perséfone. Oda. Lucidez. Lamento. Ascenso. Somnífero. Plétora. Alimento. Retórica. Avistar. Baile. Umbral. Suerte. Cámara. Anillo. Recuerdo. Liofilización. Estilo. Universal. Nuestro. Silogismo. Ímprobo. Grande. Nítido. Infierno. Fatalismo. Imaginación. Clave. Áulide. Duelo. Órdago.
Por favor, elija entre estas dos opciones:
a) Esto es una tomadura de pelo. Le daré al No para que escarmiente esta tipa, por pretenciosa.
b) ¡Qué gran crítica! Le daré al Sí, porque la verdad, todas esas palabras juntas suenan estupendamente, aunque no peguen ni con cola y no entienda ni la mitad.
Si ha escogido la b, sin duda está usted preparado para ver Inland Empire .
Lynch, no te mueras nunca. Cuando tú te vayas, no quedará nadie.
Sus cortos en digital me habían parecido indudablemente flojos. El trailer me echó para atrás, con esas imágenes feas, descuidadas. Las críticas eran casi unánimemente negativas, incluídas las de sus seguidores. Todo parecía indicar el declive de un cineasta que había hecho, en la era moderna, varias obras maestras. Me esperaba ver el Topaz particular de David Lynch, su caída manierista, al sentarme en la butaca.
Tres horas más tarde, salí del cine con lágrimas en los ojos, incrédulo ante lo que acababa de ver. En una era de mediocridad generalizada, de películas basura, de globos inflados por la crítica y genios de todo a cien, de decepción tras decepción y que pase la siguiente, voy y me encuentro, en cine de estreno, con esto. Una obra monumental, profunda y sentida, en la que el autor se deja el alma y el corazón. Que traspasa la barrera de producto elaborado para adquirir la forma de un trozo de alma, de exorcismo personal llevado al límite, sin miedo a arrugarse el traje. Entiende el camino del largometraje no como un avance lineal, sino en profundidad. Si la película dura tres horas, significa que debe tener esa dimensión, en el sentido más amplio del término, y no solamente esa duración. ¿Os acordáis del Detalle, esa cosa en vías de extinción? ¿Os acordáis de él, de Velázquez, de Bach, de Frank Lloyd Wright, de Vértigo, de Twin Peaks? ¿De cómo la Obra Maestra se construía ladrillo a ladrillo, del baile de relaciones, preciso, enigmático, entre el conjunto y el detalle, su elevación paulatina, la magia escondida bajo la alfombra? Debéis acordaros. Debéis recordar los tiempos en que el espectador MIRABA y era activo, cuando éste iba a por la obra y no al revés. Cuando inquiría curioso, estudiaba la esquina, se empapaba de Emoción. Pura. Y dura. No es un experimento, es el fin del camino. Las pruebas quedaron atrás y desembocaron en este mar. ¿Puedes ver el baile de formas, la asociación de imágenes, el diálogo preciso, nítido, con la música? ¿Puedes ver su magia pura, su capacidad conmovedora infinita? Nadie sabe hoy parar el tempo. Hacer que el tiempo se detenga, flotante, y prolongar esa mueca de idiota, esa mirada escrutadora a la pantalla, durante minutos. La película no dura ni tres horas ni tres días, la película NO dura. ¿Se me entiende? Lynch oyó mis gritos y mató al guión. Muerte al guión, descanso eterno para el argumento. El guión es una herramienta más, un elemento de rodaje más, papel mojado encima de una mesa. Lo saben los Lumière, lo saben los primigenios y lo sabe el cine, de definición: Imágenes y Música. Seis años después, algo volvió a suceder en una sala oscura. Que esto no acabe, por Hitch. Que esto no se apague nunca.
Antes que nada me gustaría decir que esto solo es mi punto de vista, tan válido como cualquier otro.
David Lynch es un director que últimamente se caracteriza por dejar sus películas muy abiertas a las interpretaciones de los espectadores. Personalmente esto es algo que me agrada, porque de vez en cuando apetece hacer un ejercicio de reflexión frente a la pantalla. Este tipo de cine es todo lo contrario a las típicas películas que te lo sirven todo en bandeja. Tendremos que hacer un esfuerzo y relacionar todo lo que nos propone el director.
En cuanto a mi valoración de la película le doy un siete porque, aunque me parece muy buena y para nada me ha decepcionado, creo que el uso de la cámara digital resta belleza a este ejercicio lleno de símbolos, y además me parece que está un peldaño por debajo de Mullholland Drive .
A continuación expongo mi interpretación de la pelicula:
La sala nº 5 de los cines Renoir de Plaza España podría formar parte del universo de David Lynch. Reducida como si de un alargado pasillo se tratase. Filas con la numeración cubierta con cinta adhesiva negra, compuestas por butacas tapizadas de tela violeta y una numeración ilógica: 3-1-2-4. Pese a que el espectador puede estar perdido por unos instantes todo es coherente: tan sólo hay que preguntar y contar las filas. Una vez sentado se debe esperar a que en la diminuta pantalla se proyecte la película.
El espectador también se encuentra perdido cuando visiona Inland Empire, cuando Laura Dern abre puertas adentrándose en universos paralelos y oníricos.
Tomine nos remonta a los inicios, cuando el cine era IMAGEN, cuando la FASCINACIÓN trasportaba al espectador a otro mundo, a otro universo dónde la MÚSICA se fusionaba con la proyección. El cine era así pero el espectador corría el riesgo de perderse. ¿Cómo entendería ese espectador un flash-black? ¿Cómo podría introducirse en una narración compleja como la de La carreta fantasma (1921)? Existía a veces una figura en los cines. Un narrador que explicaba al espectador lo que se proyectaba. Lo que era un sueño, un recuerdo, lo que formaba parte del relato y el porqué se encontraba en la narración.
Ahora el espectador no está perdido. No necesita de ayuda. El cine actual le ofrece una fórmula de fácil solución. Le muestra una suma simple: dos más dos son… y el espectador ha averiguado desde los primeros diez minutos la solución lógica al problema.
Pero Lynch es insobornable desde que se adentró a la deformación del subconsciente fílmico con Cabeza borradora. Podría ser el nuevo Tod Browning (El hombre elefante) o el moderno John Ford (Una historia verdadera) pero eligió otro camino, otra senda cinematográfica, otros riesgos, otro cine. Un cine inimitable que sigue los pasos, ahora en formato digital, de Carretera perdida y Mulholland Drive.
¿Tomadura de pelo? ¿Fascinación? ¿Qué hubiese pasado si Lynch no figurase en los títulos de crédito? ¿Si esa troupe de pedantes más falsos que una moneda de dos caras que siguen y aplauden su obra odiasen esta misma propuesta si la hubiese dirigido otro director? ¿Se es acaso ya un pedante por admirar el cine de Lynch?
Pero aparecen otras preguntas:
¿Dónde acaba la relación de un actor con su personaje? ¿Del director con su obra? ¿Cuánto debe durar una película? ¿Dónde debe encontrarse su final? ¿Dónde está el génesis del personaje? ¿Y si el actor no supiese qué papel está interpretando? ¿Si tuviese que encontrar a los fantasmas y el espectro que lo componen? ¿Con qué sueñan los actores? ¿No soñamos el resto de mortales con nuestro trabajo? ¿Dónde se encuentra ese límite entre realidad y ficción? ¿Existe el meta-meta-meta-cine? ¿No es acaso Inland Empire una cinematográfica revisión de Lynch de Opening Night? ¿De un reencuentro del actor con el origen de su papel? ¿Del descubrimiento del cine con el cine?
Pues sí, lo habéis adivinado. Pertenezco al gremio de usuarios de Filmaffinity que en un día lúcido hasta nos sabemos atar los cordones de las botas e incluso dibujar nuestro retrato si nos dan un seis y un cuatro. Así somos los memos a los que nos gusta el cine cuando nos topamos con un engendro intelectual como el que nos ocupa: se nos queda cara de radiador. Da igual si poseés una educación superior o en tu barrio te llaman el raro que se queda mirando las bombillas . No importa lo loco que estés o que en el trabajo te señalen con el dedo como aquel tipo al que no le gustó Torrente. Siempre te quedará Lynch.
Gracias a él podrás descender varios peldaños de la pirámide cultural y asumir de lleno el vestigio de animalidad innato que habita en cada uno de nosotros y que pensaste que se diluiría con el tiempo. A las cosas hay que llamarlas por su nombre y a la mierda hay que llamarla mierda. En las antípodas duerme aquel director que rodara mi serie de tv favorita de todos los tiempos. La mente humana juega en demasiadas ocasiones con nuestro ego y al parecer el que uno imprima un estilo único no le basta, sino que tira de la madeja persiguiendo la ida de olla más brutal en vez de perfeccionar una corriente fílmica inédita entre sus contemporáneos. No hombre no!!, hay que ser el más pirado de la cofradía y certificar para la posteridad tu lugar alejado del vulgo, dónde las loas de tus admiradores no tropiecen en el camino con propuestas similares y sea este un viaje hacia lo distinto, lo oculto o lo rompedor. Sí, y lo penoso también.
Lo cierto es que envidio a mi amigo Tomine, que le casca un diez a la peli y realiza una de las mejores críticas que he leído en esta web, animándome a alquilar este despropósito de tres horas que me he tragado sin rechistar. Uno de los críticos remunerados que cita FA sostiene que Inland Empire es la primera obra maestra del poscine . Ya sabéis… cuando a uno le pagan por rellenar espacios sin tener ni puta idea de cine, justifica su sueldo con pedanterías del tipo poscine , es decir, cine futurista con probabilidades de convertirse en corriente ideológica y liderada por este sujeto, e introduciendo el término surrealismo para que cualquier cagamandurria que se escriba no carezca de empaque y conseguir así la coartada perfecta de sus pppprrrrffffffff… mentales.
Cine dentro del cine, vidas dentro de otras vidas y sucesos que se solapan en líneas temporales diferentes, apoyado por cientos de primerísimos primeros planos que buscan bien a las claras acentuar la perplejidad de los espectadores nearthentalienses como yo. El guión no forma parte de la producción y si lo hay, es una servilleta del Mc Donnals más cercano. Se rechaza por arcaico en pos de una nueva era de fabricar imágenes sin el lastre del papel pintado, pariendo engendros ¿surrealistas? como esta obra, injusta y desproporcionada penitencia que quiénes no comulgamos con ruedas de molino hemos debido por desgracia digerir.