Indefenso (Naked)
Sinopsis de la película
Después de un encuentro sexual con una mujer casada en un callejón en Mánchester que se convierte en una violación, Johnny Fletcher (David Thewlis) roba un coche y huye de su ciudad natal a Londres para buscar refugio en la casa de su ex novia, Louise (Lesley Sharp). Johnny es un hombre inteligente, educado y elocuente, pero con una profunda amargura y un pesimismo vital que siempre le mantiene al límite de una conducta sádica. En Londres seduce a la compañera de piso de Louise, Sophie (Katrin Cartlidge), antes de embarcarse en una odisea en la que compartirá sus días entre indigentes y personajes desesperados de los bajos fondos de la capital del Reino Unido.
Detalles de la película
- Titulo Original: Naked aka
- Año: 1993
- Duración: 126
Opciones de descarga disponibles
Si deseas puedes descargarte una copia la película en formato HD y 4K. A continuación te citamos un listado de opciones de descarga directa disponibles:
Opinión de la crítica
7.1
98 valoraciones en total
Muestra de cine visceral, furioso e hiriente, que no da tregua al espectador por su crudeza, que te sumerge en una espiral de devastación. El protagonista es un tipo autodestructivo, impetuoso, un desgraciado cuya desesperanza aterra y a pesar de ello tiene grandes ramalazos de vida y está lleno de matices filosóficos y cómicos.
La historia en si resulta bastante artificiosa y algunas situaciones demasiado tensadas, quizá caricaturescas a próposito. A pesar de ello es digna de elogio la riqueza de perfiles, todos ellos angustiantes, y que logran hacer creíble esa especie de itinerario suburbial febril, violento y doloroso.
Muy interesante, muy ambiciosa y muy irregular, esta película del proteico Leigh es grande en cuanto a miserias y pretensión.
Difícil hincarle el diente o tratar de desmenuzarla en sus muchos desvíos y desvaríos. Quizás…
Es la historia (empieza, la cámara se acerca, y acaba, la cámara se aleja, con él) de un vagabundo, mezcla de (Groucho Marx, Rimbaud y Torrente) poeta maldito, filósofo callejero y parásito, pelele e intelectual, gorrón y humanista. Ángel caído en el infierno londinense, tocado, herido de muerte, sin fe ni esperanza, un superviviente de la nada, un nihilista y un fracasado, lúcido e ingenioso en su desolación y derrota, que se odia y se autodestruye, huida hacia delante, hacia ningún sitio.
Y tenemos su némesis, el nihilista triunfador, el yuppie psicópata, una especie de Patrick Bateman inglés, su hermano aguado y ridículo. El representante de un éxito económico ciego, obtuso y sin horizonte. Violento, necio y egoísta.
Y por el medio varios personajes muy curiosos. Los que se encuentra Thewlis (muy bien) por la calle. El del tiro al plato , el guarda de seguridad (gran personaje: inocente, reprimido y voluntarioso en su mediocridad), la borracha bailarina y la cocinera llorosa y amante de las judías.
Y saturada de diálogos (muy) brillantes y abundantes reflexiones sobre todo (desde el sentido de la vida, el tiempo, la evolución de la especie, Dios, el mal, los muros, la conciencia universal, la ameba, la rana, el mono… ).
Y una casa encantada, como la de Psicosis, en la que viven dos damas abandonadas, también juego de opuestos, la marginal porrera parada y la responsable, trabajadora y equilibrada. La tercera, la enfermera, sería una vuelta de tuerca neurótica y mozambiqueña.
Obra pedante y deslumbrante en su sordidez y en el retrato de unos tiempos (fin de siglo) y una ciudad terrible. Seres tristes y solitarios incapaces de comunicarse y ayudarse.
Escalpelo feroz, cierto humor y mucha habilidad para crear grandes personajes. Tal vez falle en su exagerada, e innecesaria por momentos, exhibición de ocurrencias morrocotudas y frases inteligentes (se nota demasiado al escritor susurrando al oído de los actores, Leigh mediante).
También está descompensada y algo caótica, y hay ciertas reacciones bastante confusas o inexplicables. Lo mismo que resulta ridículo el nefando casero.
Aun con sus baches y desmesuras evidentes, es una película que se la juega de verdad, arriesgada a muerte, de las pocas que trata de nombrar lo inefable, de dar forma a sensaciones abstractas o sentimientos oscuros a través de una narración poderosa, fúnebre y de un realismo agónico, ribeteada por un romanticismo terminal y desesperado.
Coyuntural y atemporal. Rica, compleja y desmadrada.
Hablar de Mike Leigh es, sin duda, mencionar a uno de los directores contemporáneos más reconocidos de Gran Bretaña y uno de los pocos fuertemente autorales que ha dado dicho país, creando para sí un estilo propio y distintivo cuyas marcas definitorias son claramente evidentes durante su larga trayectoria cinematográfica.
Es conocido por sus representaciones de los dramas inherentes en la vida cotidiana de la gente común, motivo por el que es comparado a menudo con su compatriota Ken Loach, a los que les une lo que la crítica británica denomina popularmente rebanada de vida y que en España podríamos entender como propuestas de corte realista. En cualquier caso, el propio Leigh considera a esta una comparación inexacta ya que sus películas, a diferencia de Loach, no presentan un programa político total, parcial o subliminal.
Fuertemente influenciado por su trayectoria y pericia teatrales, las películas de Leigh destacan por ser protagonizadas por personajes impopulares y, en cierto modo, anodinos sobre los que vuela un aura de desvanecimiento, infortunio y tristeza, configurando con estos valores sus particulares claves que definen sus propuestas siempre melodramáticas. La importancia de las películas del realizador británico hay que buscarla en unos valores que van más allá de lo estrictamente cinematográfico, más allá del carácter lúdico del cine, de sus aspectos narrativos e incluso más allá de la denuncia que, evidentemente, incorpora.
En primer lugar, su relevancia humanística. En tiempos en los que grandes cineastas europeos son conscientes de su mismo atributo y, por consiguiente, convierten a sus películas en ejercicios de experimentación y reflexión sobre el lenguaje y el metalenguaje, Leigh plantea una mirada profundamente moral, humanista y comprometida que exalta la dignidad por encima de todo.
Hace tratar a su cine como la representación artística de un camino que trata de captar la vida y reproducirla desde la ficción. Y lo más destacado es que, prescindiendo de abundancia de medios y grandes presupuestos, configura un cine espontáneo y cercano a las situaciones que se nos generan en la triste y fascinante vida cotidiana, lo cual le hace obtener elementos documentales pese a ser películas narrativas, la mayor parte de ellas de gran precisión y poca o ninguna artificiosidad. Juega con puestas en escena donde rechaza el perfeccionismo miniaturista y así consigue una vivaz naturalidad, haciendo que el espectador se golpeé de bruces con dolorosos pedazos de realidad. Si bien el atributo más distintivo de Mike Leigh es que no suele abusar del tremendismo y la sordidez caprichosos, observando la desesperanza de sus personajes y la degradación de sus entornos con un tono condescendiente y en ocasiones candoroso, pero decididamente alejado del vulgar retrato sentencioso.
Haciendo hincapié en el interés general que ofrece su filmografía, fue esta película, estrenada en 1993, la que le dio su primer éxito internacional. Aquí se ofrece un relato inquietante e implacablemente sombrío sobre las andanzas de un vagabundo misántropo que escupe lecciones de filosofía en cada frase que sale por su boca. La película obtuvo tantos elogios como críticas y diatribas, en especial de varios grupos feministas que encontraron en el film una apología misógina debido a la gran cantidad de violencia física y verbal ejercida sobre los personajes femeninos, acusación que el propio Leigh debería refutar más adelante.
El británico se confirma aquí como un autor dotado para la dirección de actores, los repartos corales y exhibidor de una implicación a la conmoción a la hora de radiografiar las heridas, los sueños rotos y las sensaciones más íntimas y profundas de todo un colectivo humano. Melodrama, por tanto, de textura contemporánea pero también de alma clásica que nos ofrecen un sólido retrato de expiaciones.
Sin embargo, pese a su tendencia a la sinceridad constante, no podríamos hablar de Mike Leigh como un cineasta simple, ya que no solo aborda temas comprometidos sino también una mirada hacia esa intimidad de unos personajes y sus contradictorias relaciones que tanto nos identifican y nos hacen recordar que el cine, aparte de una madriguera calentita de ficción y espectáculo, también se puede convertir en un espejo que nos devuelve proyecciones de nosotros mismos, obligándonos a la necesaria y consecuente introspección.
Crítica para http://www.cinemaldito.com
@WeisGuerrero @CineMaldito
Me da que mucha otra gente la podrá disfrutar más que yo.
Si se trata de una película para tomarse en serio, no se puede, demasiados son los episodios inverosímiles que la inundan. Todo parece apuntar a que se trata de una metáfora (diría que de la dificultad de comunicación y de empatía que puede llegar a existir entre los humanos, cinco buenos ejemplos son: el primero, cuando va con el que busca a su novia por la calle, cada uno habla de lo suyo y no son capaces de entenderse, de hallar un lenguaje en común, brillante cuando por fin la pareja se reencuentra se van y le dejan a Thelwis de lado, como si nada, sin un hasta luego siquiera, el segundo, cuando la que trabaja en una cafetería es incapaz de decirle a Thelwis porque lo echa de repente violentamente de su casa, el tercero cuando hastía al de los carteles, no pueden encontrar un lenguaje tampoco, por no manifestar el trabajador de que Thelwis supone una molestia y por no tratar este de mantener un contacto humano menos demente, y cuarto, cuando se muestra cruelmente indiferente hacia los sentimientos de la porrera parada tras haberle echado unos cuántos buenos polvos al principio de la película. La quinta observación la enuncio en la zona spoiler.) pero me hubiera gustado que todo ese viaje fuera encaminado hacia una solución que sirva de final, que todo ha servido para algo. Quizás soy yo el que no entiende bien la película, pues seguramente su propósito sea el de representar un escenario sin esperanza, sin un fin y sin futuro, como que nada vale la pena, todo está muerto y no hay nada por lo que pelear, desear, soñar, vivir, pero en ese caso soy yo el que no puede comprar ese discurso o aplaudirlo de alguna forma independientemente de si está bien empacado, que también a medias, indudablemente la incesante verborrea tiene momentos de lucidez y acierto pero en general acaba abrumando por exceso de disparate (muy cargante) e incoherencia general de todo lo argumentado, no se hace pie a la hora de relacionar dos vertientes de la conducta o de la filosofía de este tío. La que mejor lo cala es la muchacha que vuelve de viaje al final, solo dices tonterías todo el rato . Y eso que en un principio prometía porque el tipo en cuestión tiene virtudes que lo hacen alguien interesante, locuaz, comunicativo, ingenioso, pero te terminas quedando con lo malo.
Me tocaba esta semana. Fijo. En la misma en la que leo a Sartre, La Náusea. Casi más digerible y templada que la que en algún momento del film siente Johny.
La existencia precede a la esencia. Hay cosas que no se aprenden en los libros, pero de alguna manera se aprende a creerlas o a ignorarlas por el propio senso que decidimos darle a la vida. Johny es un sociópata, un nihilista, un desencantado, un trápala… un mierda, como casi todos los seres que rodean su existencia sin esencia. A excepción de Louise, que es la única esencia.
Lo más duro de Leigh, lo menos amable. Aunque sigue restregándonos con cada film los retratos de perdedores, de neuróticos, ya decidió ser menos cruel, tal vez para ser más visto y entendido. Menos juzgado, lo que en realidad ha sido en parte una pérdida. Ya no se atreve a obviar la esencia, ya no es pura autodestrucción.
Johny es tan listo que es incapaz de soportarse a sí mismo, tal vez por eso Leigh ha cambiado, para ser más soportable dentro de la desesperación, que lo es y también me gusta.
Naked te deja así, indefenso, en sus planos cortos, en su visceral montaje… en sus secuencias necesariamente fijas y estáticas (qué bien hace eso Leigh como ya lo hiciera Bresson). A pesar de sus idas de olla, de la poco comprensible presencia de Jeremy por mucho sentido alegórico y metafísico que queramos otorgarle.
Indefenso, con náuseas… A seguir sufriendo, esta vez con Sartre.