I Am Not a Witch
Sinopsis de la película
Después de un pequeño incidente en su pueblo de Zambia, Shula, de 9 años de edad, es acusada de brujería y enviada a un campo de brujas , donde le dicen que si intenta escapar se convertirá en una cabra blanca. Tendrá que decidir si acepta su destino o si se arriesga en busca de la libertad.
Detalles de la película
- Titulo Original: I Am Not a Witch aka
- Año: 2017
- Duración: 90
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Opinión de la crítica
Película
6.3
78 valoraciones en total
Aunque cronológicamente anterior, las circunstancias de la vida han posibilitado que viera la keniata Supa Modo (2018), de Likarion Wainaina, antes que I Am Not a Witch (2017), de Rungano Nyoni, que ha sido posible gracias a una co-producción del Reino Unido, Francia, Alemania, si bien la jovencísima directora, la acción y el ambiente en general de esta película corresponde a Zambia.
Pues bien, si Supa Modo se adentra en regiones inusuales dentro de la filmografía subsahariana, como son el intimismo y la fantasía, cuando la crítica ha señalado de manera reiterada que el cine de esa parte del mundo se caracteriza por el alto contenido social y político de sus propuestas, I Am Not a Witch se vale de otro recurso altamente novedoso: lo grotesco trágico, lo que según la sinopsis oficial se trataría de un caso de realismo mágico, que no comparto, dado que lo mágico no es tal, según pasaremos a comentar a continuación: realismo sí, pero no mágico y a partir de ahí se construye la tragedia.
Consiste la historia, por lo tanto, en una situación que escapa a toda lógica: en una determinada región de Zambia las mujeres a las que se considera brujas se las encierra en una especie de reserva y constituyen un atractivo turístico: incluso los occidentales blanquitos se hacen selfies con ellas, todo ello, ni que decir tiene, con toda elegancia y suavidad en las formas. Es lo que hay.
Pero cuando no están expuestas a los turistas a estas mujeres, supuestas brujas, se les obliga a realizar los trabajos más duros en el campo, para librarse de lo cual es necesario alcanzar respectabilidad, es decir, casarse, una situación que ya de por sí podemos considerar como una metáfora de la mujer en numerosas regiones del planeta tierra, incluido el hemisferio occidental, una constante de la historia de la humanidad que se resiste, y vaya que se resiste, a ser cambiada.
Pero también podemos enfocar la cuestión desde el punto de vista del odio a la diferencia, que tan magníficamente recreó Guillermo del Toro en La forma del agua (2017). Es lo que no comprendemos, aquello que nos saca de nuestros cómodos esquemas de valores convencionales lo que activa unos mecanismos sociales de defensa totalmente irracionales. Por ello, en esta película de Nyoni hay algo de La forma del agua, según acabamos de apuntar, pero también de Blade Runner (1982), de Ridley Scott, así como de la inquietante Distrito 9 (2009), de Neil Blomkamp. Porque además una mujer pierde su condición de mujer y pasa a ser bruja nada más que lo decida el consejo del poblado donde vive.
En ese contexto, Shula, interpretada por Maggie Mulubwa, un papel por el que ha merecido el Premio a la Mejor actriz en la 15 edición del Festival de Cine Africano de Tarifa Tánger (FCAT), es una niña extraña, inadaptada y rechazada por la comunidad a la que ha llegado casi como una zombi, todo lo cual le vale la condena a bruja y el internamiento correspondiente, algo que ella, por otro lado, ha de aceptar como mal menor, pues según le informan la otra opción es convertirse en cabra.
Y se inicia entonces la parte grotesca del filme, pues un alto funcionario, no está claro si se trata de un político del Ministerio del Interior o un comisario de policía, decide utilizar los poderes, los inexistentes poderes, de Shula para su beneficio personal. El personajillo se nos muestra así esencialmente esperpéntico, pero la información privilegiada que quiere obtener de Shula tampoco habla demasiado bien en su favor.
Hemos de hablar entonces de los esperpentos de Valle-Inclán, un género que el escritor gallego consideraba haber inventado al mover a sus personajes en las tablas como un bululú hace con los títeres. No voy a extenderme demasiado ahora en esas consideraciones, pero si quiero destacar que si bien nos enfrentamos a una serie de situaciones ridículas protagonizadas por dicho alto funcionario y su esposa, una exbruja o quizá bruja en excedencia, que sin embargo se encariña con la chica, lo grotesco no es un fin por sí mismo en la película de Nyoni, como sí sucede en los esperpentos de Valle, sino un medio o un camino para llegar a la tragedia final, que no voy a explicitar, de tal modo que nos encontramos con algo que parece un caramelo por su envoltorio, pero cuando lo chupamos descubrimos un alto grado de amargura y dolor: por mucho que la directora de I Am Not a Witch quisiera confundir por algunos momentos al espectador, la situación de los poblados de África es la que es.
Otro aspecto también a destacar en esta cinta es su técnica narrativa. Es lugar común que el cine consiste en contar con imágenes, obviando los diálogos en muchas ocasiones, al menos cuando el cine es cine. Pues bien, lo que Nyoni muestra es una manera de contar sin imágenes, o mejor dicho sin personas cuyas actitudes seguir, aunque sea sin palabras. A veces se oyen diálogos de personas cuando la pantalla está vacía de seres humanos, pero otras muchas veces ni siquiera hay conversaciones, sino tan sólo un paisaje de árboles desnudos, muy distante de la lozanía tropical que la utopía exótica ha dibujado en nuestras mentes, pero esas escenas tremendamente resecas son también enormemente expresivas pues tramsmiten un correlato del vacío de las almas en esta película.
Podemos considerar, en definitiva, que el cine subsahariano está experimentando otros lenguajes, diferentes posibilidades, de lo que poquito a poco llega a las pantallas occidentales. Es una pena que en España eso sólo sea posible durante los nueve días que dura el FCAT.
Tras una proyección matutina de Parque Jurásico por motivo de su 25 aniversario, las proyecciones vespertinas del domingo comenzaron con la atípica I am not a witch, drama francés ambientada en Zambia y dirigida por Rungano Nyoni. Película que no pude ver en los Cines Palacio de la prensa, pero sí esa misma noche en mi hogar. En un pequeño pueblo de Zambia, la niña de ocho años Shula (Maggie Mulubwa, excelente) es acusada de ser bruja por levantar malos augurios y provocar que a una pueblerina se le cayera el cubo de agua al pasar delante suyo. Como castigo se la destierra a un campamento de brujas en el desierto, dónde se le atará un lazo blanco y se la forzará a hacer trabajo social. Si intenta escapar, se convertirá en una cabra blanca. Silenciosa y deprimida, deberá aceptar su destino. Una película costumbrista de drama social que parte de la anécdota de la brujería y critica desde un ácido humor negro. Pese a tratar un tema muy duro, la película no carga las tintas y enseña su diégesis sin banalizar pero sin perder la gravedad, con quietud y leves coqueteos con el absurdo. El filme posee una hermosa estética y un acertado uso de la música, además de una protagonista poderosa y un relato interesante de escenarios ricos. Con todo, la película se queda en terreno de nadie, y no fuerza la máquina ni va más allá. Aún breve, pierde su razón de ser y muy temprano fluye sin pulsión, por inercia, falta de fuerza. Y muchas escenas se sienten innecesarias. Es una película asceta que, lamentablemente, se queda en poca cosa. Su absoluta lejanía del fantástico y su aburrido ritmo fueron la puntilla de los mandanguers, pero agradezco que se programen propuestas tan rompedoras. De drama aún actual, y de siempre necesario recuerdo.
Hay películas que vas a verlas al cine porque están de moda, en otras porque sale tu actor o actriz favorita, otras porque va del genero que te gusta, pero ¿que pasa con las películas que no van a ninguna parte, que no llegan a los cines, que no llegan a televisión?. ¿Son realmente malas? ¿Cómo es que terminamos viendo estas películas sin tener conciencias de ellas?. Sin esperarlas.
Estas pequeñas películas de bajos presupuestos, llena de pasión, de simbolismo y de historia sin contar tienen un encanto especial, están hechas con manos artesanales, con elementos del medios, con poca edición de grandes estudios, son apuestas rebeldes e inspiradoras, que se encasillan en utilizar pocos diálogos, paisajes endebles o bucólicos, un personaje principal y actores de rellenos, pero con esta película sentí una especial conexión, porque algo en ella era pura. Las actrices parecían estar en todo momento en su papel, eran natural, emanaban como las aguas de un manantial a un río, lo que ofrecían era puro y eso se agradece. Es una historia diferente sobre la opresión y la libertad, lideradas por mujeres diferentes llamadas brujas para salir de ellas, para castigarla por inmiscuirse en lo que no era su asunto, prisioneras de un sistema corrupto que no perdona, que no tiene ciencia, que no escandaliza, que es ciego.
Pero hay un debate en esta película que se desarrolla 2 minutos antes de finalizar el metraje. Que me pareció interesante. ¿Qué es ser libre y qué precio tiene tu libertad? Estamos condicionados a ser lo que los demás nos digan, somos el producto de una sociedad tutora, cruel, calumniadora, masoquista y rebelde. Nos adaptamos al cambio de vida pero nadie puede cambiar nuestros sentimientos. Duele que lo único que queda como opción a la libertad sea la muerte.
En mi humilde opinión, la película tiene alma. Puede ser muy plana, el ritmo dramático no varia, las escenas se prolonga y los paisajes se pierden sin sentido, pero en el fondo hay un mensaje, te guste verlo o no.
La película cuenta con elementos reales y ficticios, que sirve para representar la sumisión y resistencia a las humillaciones por ignorancia de parte de todas estas personas. Este se demuestra en diversas escenas. Pero sin duda la mejor lograda es una secuencia de imágenes de un árbol por las diversas estaciones. Toda la película está muy cargada de simbolismos y metáforas. El director, originario de Zambia (donde se desarrolla la historia), captura imágenes poderosas que se complementan con un montaje con un estilo contemplativo. La película tiene permitido usar un humor absurdo que complementa la ya absurda idea de que ciertas mujeres son llamadas brujas.
Película inglesa con un humor sarcástico y a veces un poco surrealista donde las supersticiones y rituales de un poblado africano se hacen evidentes en la trama del film.
Curiosa a ratos, divertida en ocasiones pero aburrida en muchas partes del metraje. Opera prima de la directora Rugano Nyoni, nacida en Zambia, criada en Gales y que es la encargada de de plasmar esta curiosa fabula realista.
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