Hunted
Sinopsis de la película
Robbie (Jon Whiteley), un niño huérfano de 6 años, vive falto de cariño y cuidado con sus padres adoptivos en Londres. Tras prender un pequeño fuego en la casa, y temiendo un severo castigo, el chico huye y comienza a vagar por las calles londinenses. Finalmente se refugia en un edificio donde se encuentra a Chris Lloyd (Dirk Bogarde), y al hombre qué ésta acaba justo de matar…
Detalles de la película
- Titulo Original: Hunted
- Año: 1952
- Duración: 84
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Opinión de la crítica
Película
7.1
31 valoraciones en total
Lo primero que me viene a la cabeza es la película de Clint Eastwood Un mundo perfecto. Ignoro si Eastwood vio Hunted, pero se parecen. Ambas tienen a un fugitivo de las garras de la justicia y ambas tienen a un niño de parvulario casi cogido de la mano del huido. En Hunted la cosa se centra más en ambos dos que en los policías y en la persecución en sí, como sucedía en Un mundo perfecto. En Hunted hay una relación amor-odio respecto al crío por parte de Dick Bogarde, el fugitivo. Grande Bogarde. El crío le sobra y se le pega como una lapa por un asunto familiar de poca importancia, pero que al chaval la broma le acarrearía un spoiler de tomo y lomo, que es otro de los sub-temas de la película, cosa que no conoce Bogarde y que aumenta tensión narrativa a la historia.
Y entre los dos se crea una relación al margen de que lo sepa o no: el niño necesitado de padre, de un verdadero padre. Y ve que Bogarde huye como él, identificación al canto y la película se beneficia de ello.
Así, Bogarde tiene esos ojos de alguien al que le va a pasar siempre algo, cosa que no tiene nada que ver con que en la película sea un perseguido. Tiene la misma mirada en Portero de noche cuando ve a Charlotte Rampling o en Muerte en Venecia cuando su mirada se cruza con la de Tazsio. Y lo que demuesta que Bogarde es uno de los grandes no valorados es que esa misma mirada inquietante sirve también para servir en El sirviente. Así pues, actor de doble filo, el secreto de sus ojos.
Rápidamente le coges simpatía al chaval. Y lo mismo pero al revés, porque les coges inquina, a los que quieren atrapar a Bogarde, más a los padres del niño y olé por la ambientación en esta especias de Vuelta a Inglaterra por parte de Charles Chrichton, sí, el mismo director de la Ealing y de Un pez llamado Wanda.
Entretenidísima, drama sin sentimentalismos, cruda, costumbrista, pequeña, si se quiere, pero buena película de verdad. En cierta manera, sin ser una road movie total, road movie con niño.
La tensión se adhiere al celuloide como una pátina pegajosa.
Y, habiendo niño de por medio, eso representa mérito adicional que explica a las claras la excelente interpretación del pequeño J. Whiteley que a la sazón, durante el rodaje, apenas contaba seis años de edad.
Los guionistas -M. McCarthy y J. Whittingham- supieron calibrar con excelente criterio el valor de cada escena y por eso la acción discurre con un minutaje escrupuloso en cuyo desarrollo la incertidumbre aparece como una propuesta opresiva, minuciosa y gradual que se mantiene durante toda la proyección.
También la fotografía, la banda sonora y la ambientación en general proporcionan un magnífico entorno.
La caracterización y actuación de D. Bogarde es estupenda y hay que descubrirse una vez más ante la nueva muestra de talento de C. Crichton como director.
Charles Crichton fue una de esos directores que renovaron el cine británico en los años cincuenta, derramando en todas y cada una de sus obras una ironía atestada de denuncia social, sin que ello fuera óbice para adornar sus films con esa cadencia trepidante y terriblemente entretenida con la que solía poner la guinda a sus preciados pasteles. No obstante, Crichton sigue siendo uno de los directores ocultos del cine british si comparamos su semblanza con otras luminarias como David Lean, Carol Reed, Tony Richardson o Alexander Mackendrick. Y es que si bien la filmografía del autor de Los apuros de un pequeño tren ostenta dos títulos muy populares como son Oro en barras y Un pez llamado Wanda, la deriva televisiva que adoptó su carrera a partir de los años sesenta indujo a un cierto olvido de su faceta puramente cinematográfica, dejando ocultas pues joyas como El tercer secreto o esta fascinante Hunted, película que se alzó con el Leopardo de Oro en el primitivo Festival de Lorcano celebrado en 1952. Hunted es una especie de cuento moral, que no moralista, tiznado de ciertos elementos noir de vanguardia que evocan y mucho al cine del maestro Carol Reed, así, no solo la presencia de un niño como protagonista recuerda a ese Ídolo caído realizado por el autor de El tercer hombre a finales de los cuarenta, sino fundamentalmente por esa trama que descansa sobre la asfixiante persecución de un presunto criminal por parte de las autoridades británicas embellecida con una fotografía de tono expresionista que sin duda rememora esa obra maestra del cine que es Larga es la noche.
HUNTED se inicia con el inesperado encuentro que se produce entre el pequeño Robbie (Jon Whiteley), quien huye y se encuentra a punto de ser atropellado por un carruaje, temeroso de recibir la reprimenda de sus padres adoptivos al haber provocado un pequeño incendio en su casa. En su recorrido se internará en unas ruinas, donde se cruzará con el joven Chris Lloyd (un estupendo Dirk Bogarde), que acaba de asesinar a un hombre. Chris se llevará consigo al muchacho, iniciándose una relación entre ambos que, de manera paulatina dará paso a un sentimiento mutuo de afecto e incluso de auténtico cariño, hasta el punto de que Robbie cada vez verá más en él al padre que no ha tenido, y que su equivalente adoptivo en modo alguno ha cumplido.
La manera con la que Crichton logra articular este relato que parte de una idea de Michael McCarthy y fue transformado en guión para la pantalla por Jack Whittingham, resulta claro que se debe a una especial implicación por parte de un realizador que supo en todo momento aplicar una planificación, un tempo, un sentido de la progresión dramática y una cadencia a su relato, dando como fruto una de las propuestas más insólitas del cine inglés de su tiempo. Lo verdaderamente valioso de HUNTED reside por una parte en la capacidad para lograr una especial expresividad en las imágenes de la película –ayudado para ello por la espléndida y contrastada fotografía en blanco y negro de Eric Cross, que inciden de manera muy especial en los contrastes de los miserables exteriores urbanos que describe de Londres, en la dureza de la huída por las noches campestres, o la humedad que desprenden las secuencias costeras desarrolladas en Escocia- y también en el aporte que le brinda el fondo sonoro de Hubert Clifford, unido a un preciso montaje de Geoffrey Muller. Con la anuencia de estos elementos, y la impecable dirección que se efectúa del pequeño Whiteley, Crichton da vida a la que quizá sea una de sus películas más arriesgadas y, sin duda, logradas. Una cinta fresca y novedosa de un cineasta sin duda a reivindicar, una magnífica y conmovedora película.