Holy Motors
Sinopsis de la película
Un día en la vida de un hombre con múltiples personalidades: asesino, mendigo, ejecutivo, monstruo y padre de familia. El protagonista encarna personajes diversos como si se tratase de una película dentro de una película.
Detalles de la película
- Titulo Original: Holy Motors
- Año: 2012
- Duración: 111
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Opinión de la crítica
Película
6.3
22 valoraciones en total
Lo que más me jode es tener que dedicarle más tiempo a esta ¿película?, pero creo que es algo necesario para que nadie más caiga en el engaño.
También lamento profundamente que una de las pocas ocasiones en las que he ido al cine este año haya sido para ver esta ¿película? Nunca me arrepentiré lo suficiente.
Os cuento:
Ayer fui a ver Holy Motors.
Lo hice (iba a decir gracias a, pero no es lo correcto) por culpa de Fotogramas, de Dias de Cine, y algún que otro podcast y blog dedicado al séptimo arte (Arte es una palabra que queda lejanísima en el caso del que voy a hablar)
Pues bien, allá que iba yo toda contenta, como suele ocurrir cada vez que voy al cine, que ya se ha convertido en algo especial por lo esporádico del acto, por desgracia.
Sinopsis de la ¿película?
Extraña cinta francesa que bebe directamente de ideas surrealistas y de indeterminada coherencia como las que nos han enseñado otros directores cinematográficos como el reconocido David Lynch, pero sin llegar al nivel narrativo del aclamado director Americano. Con una historia basada en la surrealista vida del día a día de un hombre que toma diferentes personajes, trabajos y actos en su vida cotidiana pasando por un sinfín de situaciones extrovertidas, con un claro pensamiento filosófico sobre la vida y la muerte o los fantasmas del pasado.
La película no es buena en ningún momento, la única escena que me gustaría resaltar es en la parte final cuando encuentra a una amistad o amor de hace 20 años y las consecuencias nefastas que corren acto seguido. El montaje y la dirección son correctos dentro de lo normal y las actuaciones nada destacables, al igual que su arriesgado guión y puesta en escena. Se hace insufrible y soporífera en casi todo su desarrollo y nunca llega a demostrar lo grande que podría ser dentro del género surrealista.
*Lo mejor:
– Alguna escena en la parte final y los pensamientos filosóficos sobre la muerte.
*Lo peor:
– El desarrollo abrupto y sin sentido en muchas ocasiones de la película.
– Nada destacable, ni música, montaje, actuaciones, dirección…
– El guión nos muestra escenas que rozan lo ridículo en muchos aspectos.
Conclusión: La línea que separa el cine surrealista de la más absoluta ridiculez es muy fina, y en esta cinta prima la lentitud narrativa con escenas inverosímiles e insípidas por encima de todo.
Georges Méliès, D.W. Griffith, Orson Welles, Alfred Hitchcok, Jean-Luc Godard, Roberto Rossellini o Stanley Kubrick son algunos ejemplos de cineastas que en determinados momentos de la historia del celuloide decidieron salirse de la recta trazada hasta el momento y descubrir nuevos horizontes que jamás se hubiera pensado que existían. La Nouvelle Vague francesa de finales de los sesenta, supuso uno de los movimientos culturales y, sobre todo, cinematográficos más importantes que hemos tenido hasta ahora. Jean-Luc Godard, François Truffaut, Alain Resnais entre otros, se propusieron cuestionar el cine en sí mismo, poniendo en tela de juicio las convenciones cinematográficas establecidas por el modelo de Hollywood que, como si fábricas de trabajadores se tratase, con sus grandes estudios y sus métodos de producción destinados a buscar la máxima rentabilidad, habían convertido el cine en toda una industria del entretenimiento. Dichos cineastas (que anteriormente fueron críticos cinematográficos en la revista francesa Cahiers du Cinéma y amaban al cine por encima de cualquier cosa) decidieron romper ese sistema, reivindicando no sólo una nueva manera de hacer cine, sino, también, de entenderlo. Lo abordaron desde la ruptura consciente de sus códigos y desde el sentido más estricto del concepto de director como autor de la obra.
Léos Carax (anagrama de su nombre Alex y su apellido Oscar) era un adolescente francés apasionado del cine cuando la Nouvelle Vague ya había irrumpido con fuerza en la cinematografía francesa y mundial, con lo cual creció empapándose de esa corriente artística. Bien claro lo demostró con Chico conoce chica (1984), su primer filme, y, sobre todo, con Mala sangre (1986), un brillante homenaje a todo ese cine que tanto le ha influido. La crítica lo incluyó en un grupo de cineastas franceses, entre los cuales se encuentra la directora Claire Denis, amiga de Carax que incluye en la lista de agradecimientos de Holy Motors, considerados los herederos directos de la Nouvelle Vague. Carax, como Claire Denis, no han recibido dicho calificativo por el mero hecho de utilizar en ciertos momentos los mismos recursos técnicos característicos de ese tipo de cine (jump-cuts, actores mirando a la cámara, localizaciones exteriores, miles de referencias y citas…), sino porque entienden el cine como ellos lo entendían, el cine como expresión artística completamente libre de convenciones y ataduras, el cine como única forma de vida, el cine como Arte. Como la relación entre un pintor y el lienzo, la película es el medio en el que plasmar sus sentimientos, sus inquietudes, sus emociones, en definitiva, su Vida.
Holy Motors es precisamente eso, una reivindicación del cine en su forma más pura y, a la vez, un desconocido prisma por el que contemplarlo. Carax rompe con cualquier barrera a la creatividad y, desligado de cualquier pauta preexistente, plantea a los espectadores abstraídos del inicio del filme, una nueva forma de mirar a la gran pantalla. Para ello, el cineasta francés apela a lo primigenio del séptimo arte, a su impostura idiosincrásica, al devenir entre bastidores, a la exaltación del intérprete como único artificio y protagonista absoluto del encuadre de la cámara, a la desnudez de su acto, a su belleza.
La belleza está en la mirada del que observa dice un personaje en un momento del filme, ¿y si dejan de mirar? le replica otro. Léos nos recuerda que el cine también es Arte y, como tal, es variable, mudable, alterable, incomprensible, espontáneo, intuitivo, natural y, por ello, todo depende de los ojos con los que se mire. Para aquellos espectadores ávidos de racionalismo y coherencia, con la necesidad de tener una explicación para todo, la película se podría resumir en dos frases: un hombre llamado Oscar, se dedica a recorrer todo París dentro de una limusina interpretando varios personajes (una mendiga, un bróker, un padre de familia, un extraño ser, un asesino…) como si fueran distintas ficciones dentro de la propia ficción de la película. Visto desde una perspectiva tradicional, nada tiene sentido, pero visto desde la irracionalidad y la pulsión pasional del artista, el filme nos ofrece una experiencia sensorial sin precedentes, al mismo tiempo que nos muestra un porvenir cinematográfico lleno de rincones nuevos que explorar.
Holy Motors es mucho más que un me gusta, es buena, es mala, un 9/10. Holy Motors da vida al cine. ¿Una triste metáfora sobre el individuo contemporáneo, sin una identidad definida y perdido en un mundo asentado en la pantomima?, ¿Una reflexión sobre una sociedad que no sabe de dónde viene ni hacia dónde va? o ¿Una simple sucesión de imágenes concatenadas sin ningún tipo de sentido? Carax lo tiene claro: Lo que expresa esta película es que ya no tengo otra vida que el propio cine.
ADRIÁN PEÑA (@thebigkahuna3)
http://bigkahuna3.blogspot.com.es/
Holy Motors es una película tan extraña, tan fascinante, tan hipnótica y tan singular que resulta difícil hablar de ella. Y la hemos esperado tanto que no sabemos si hacia ella sentimos rechazo o pasión desatada. Viéndola como un collage de imágenes abstractas, el film transita unos mundos, unas texturas, unos colores y unas atmósferas nunca vistas que dejan a la audiencia pegada a la butaca. Y si se quiere acceder al corazón del misterio, la película se presenta árida, inexpugnable, poliédrica, esquiva, nocturna. Holy Motors se disfruta en dos planos diferentes. El primero, el más primitivo: la atracción por las imágenes, y aquí Carax nos brinda estampas para la historia. Y el segundo, el más sesudo: el interpretativo. ¿Que qué es, o qué puede ser, o qué quiere ser, o qué intenta ser Holy Motors? Da igual. O tal vez no. O todo lo contrario. Quién sabe.
Hay la descripción de un París familiar pero a la vez extraño, deshumanizado, carnívoro, oculto. Es un homenaje a la figura del actor militante que vive por y para sus personajes, creando a cada función una tranche de vie que es una ficción, o una ficción dentro de una ficción, o un símbolo de la sociedad tan extraña en la que vivimos. Puestos a ir más allá, cabe la posibilidad de que ese actor que muta sea una metáfora del humano moderno, en constante cambio, paranoico e inestable, alguien que como Oscar parte de un no hogar para dirigirse a ningún sitio y que al ser muchas personas termina por no ser nadie, por carecer de raíz, estabilidad e identidad. De no haber crítica podemos regocijarnos en su humor marciano. Y si uno no está para tantas historias, siempre se puede pensar que todo lo visto forma parte de un retablo de locuras, la película dentro de la película que miran los espectadores cadavéricos de la primera escena.
Ver Holy Motors es como intentar contener agua en la palma de la mano: se escapa, cambia a cada segundo, se cuestiona y reformula con una rapidez increíble, desestabiliza al no saber qué será lo próximo y deja la sensación de una película tan viva como muerta que de alguna manera es un género cinematográfico en sí misma y es una mezcla de cosas, es unidad y es mosaico, es puro cine y al mismo tiempo pura figuración. Desde la duda, pero con la certeza de que Holy Motors cala hondo, Carax ha logrado una obra maestra a la que tendremos que volver queramos o no para redescubrirla, diseccionarla, saborearla. Un juego de espejos, de caras y de reflejos, que tiene su punto culminante en la escena musical protagonizada por Kylie Minogue. Sea fruto de la genialidad o de la trampa Holy Motors ya es la horma del zapato y la recurrente obsesión de este cinéfilo que cree que Los amantes del Pont Neuf es un peliculón incomprendido. Carax sigue siendo el raro de la clase, el cineasta marginado y el artista maldito. ¿Será Holy Motors autobiográfica? Véanla, ámenla u ódienla, pero opinen. No les dejará indiferentes.
@Xavicinoscar, Cinoscar & Rarities
http://cachecine.blogspot.com
La escena inicial de Holy Motors muestra una sala de cine llena hasta el tope en la que los espectadores parecen estar muertos, absortos, en un letargo, con los párpados caídos y ausentes por lo que la película que está siendo proyectada frente a ellos, una película antiquísima a blanco y negro en la que un hombre desnudo de cuerpo atlético hace distintas demostraciones de su musculatura, la están dando porque sí ya que nadie la ve. Un hombre deja su cama y en una pared empapelada encuentra una puerta secreta que abre y da a ese cine de los espectadores duermientes: por uno de los pasillos se ve a un bebé desnudo que al parecer está dando sus primeros pasos, a este le sigue un perro negro. No es tan difícil encontrarle un significado a esto: Leos Carax, arrogantemente, se ve a sí mismo como el artista revolucionario y transformador del séptimo arte que con este largometraje nos sacudirá y hará despertar de esa hibernación en la que nos tiene sumidos el cine comercial y sus creadores. ¡Tarán! Yo esto lo veo primero como un atrevimiento, pero luego me doy cuenta de que este fulano lo que hace es insultar la inteligencia del público y dar por hecho que es poco menos que un cretino, el insulto se extiende también a sus colegas directores y a sus obras. Esta es la declaración de principios que desfachatadamente hace este bufón al inicio de su película: el público que va al cine es un idiota. Luego viene el desarrollo de esta obra que promete revitalizar nuestros sentidos: un tipo feo como gárgola se sube a una limosina y emprende un viaje –esto se parece mucho a Cosmopolis de Don DeLillo que Cronenberg llevara al cine de manera pésima– frente a su asiento tiene un espejo rodeado de focos como los que hay en los camerinos de los teatros (la vida como un teatro, mira, qué novedoso, somos actores en nuestra propia obra), esta es la segunda metáfora, el viaje en limosina es la vida misma que nos conduce por distintos rumbos, a veces perdemos nuestra identidad a falta de un director de escena, de una guía que es Dios, y no queda de otra que voltear al pasado o hacernos recordar quiénes somos en realidad, monitorearnos constantemente para no perdernos en el viaje, en la representación, en la vida. Pero qué nos dijo Leos Carax al principio, ¿recuerdan? Que él es el director, el que nos guiará en el camino oscuro hasta hacernos recuperar la visión, ahora caigo. ¡Este tipo es un megalómano que se cree Dios! Muy triste por todos aquellos que le llaman a esta eyaculación de Carax el reposicionamiento del cine como arte cuando no es más que una colección de cortos inconexos en los que utiliza el recurso de la metáfora visual hasta la saciedad y provocar el, irónicamente, letargo. Una película rara o que implica el uso de interpretación de símbolos y metáforas no la hace necesariamente mejor o peor que una cinta comercial como digamos Some like it hot o El Padrino o cualquiera de Chaplin o, bueno, más actuales como Toy Story 3 que alguien se lo haga saber a Carax, sil vous plaît. Ahora bien ni es tan original la idea surrealista del tal Carax puesto que ya existen obras que tratan de explicarnos al ser humano, la vida y la muerte manejando un lenguaje difícil, por llamarlo de alguna manera, plagado de abstracciones, como El Sanatorio de la Clepsidra de Wojciech Has, ni tampoco es suya esa forma de narrar tan desparpajada y azarosa, de hecho es una copia de la usada por Buñuel en El Fantasma de la Libertad. Bueno hasta el final seguro lo sacó de los Transformers.