Hipótesis del cuadro robado
Sinopsis de la película
Dos narradores, uno al que vemos (el coleccionista) y otro al que no vemos (el documentalista), discuten sobre una serie de pinturas. El tema elegido es la obra de un supuesto artista francés, Tonnerre, quien en el siglo XIX habría retratado las diferentes imágenes de una ceremonia secreta que fue posteriormente interrumpida por las autoridades, propiciando un escándalo. Pero no, quizás lo que hizo el artista fue ocultar en esa representación las pistas de otro escándalo, aun mayor, que involucraba a una conocida familia de la época. De esta manera, el coleccionista recorre la geografía del cuadro, buscando los indicios de la verdad oculta.
Detalles de la película
- Titulo Original: L’hypothèse du tableau volé
- Año: 1979
- Duración: 66
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Opinión de la crítica
7
26 valoraciones en total
Poco más de una hora le basta a Raúl Ruiz para exponer su singular hipótesis sobre una falacia con envoltorio de verosimilitud acerca de una supuesta obra de un pintor inexistente en la Francia del siglo XIX.
La puesta en escena sustenta la originalidad del film, que se cimenta a través de las declaraciones de dos narradores que dialogan sin verse y anteponen sus teorías. El plúmbeo e inextricable discurso cinematográfico hace que incluso uno de ellos caiga en un ligero duermevela que reafirma, de manera autoconsciente, que las arenas a las que nos arrastra la película son ciertamente movedizas, sirviendo de aldabonazo al espectador para que salga, si puede, de ellas.
El único asidero al que aferrarse se encuentra entonces en una cierta reflexión sobre los límites de la interpretación de una obra dada, tema que se aborda con sutileza y eficacia, poniendo en cuestionamiento las verdades y secretos que se esconden detrás de cada autor, sus significados y significantes, sus fuentes de inspiración y referencias, que generalmente apuntan a otras obras o a otros autores. La dialéctica de las artes , si es que así pudiéramos llamarlo, subyace aquí como epicentro de un planteamiento cuya complejidad juega en menoscabo de su interés, que se diluye entre prolijas alocuciones y ucronías de escaso valor.
La propia configuración de la narración nos escamotea la posibilidad de disfrutar una obra pictórica en su hábitat natural para trasladarla a un espacio indefinido donde en ningún momento se siente cómoda, donde no se reconocen sus virtudes o intenciones. Profetizar de esta manera sobre materiales tan nobles como inermes minora los conceptos de belleza y plenitud. La experiencia de la contemplación parece ser excluyente e incompatible entre ambas manifestaciones de lo artístico.
Las extrañas teorías estéticas del francés Pierre Klossowski, son puestas en imagen y concepto, en sombra y palabra, por el siempre sutil Raúl Ruiz.
Dichas teorías son muy cinematográficas, y casi equivalen a un rompecabezas chino de un universo paralelo. La idea central, sugiere que la interpretación de un cuadro siempre está en otro cuadro, por otro lado, si iluminamos las partes oscuras y oscurecemos las partes iluminadas de una obra pictórica, tendríamos el misterio de otra obra pictórica del mismo autor o de otro.
Curiosamente, el cine es ideal para esta clase de experimentos. Y Ruiz cuenta con el mejor cómplice para esta aventura: el legendario Sacha Vierny, director de fotografía de El año pasado en Marienbad, de Resnais, Bella de Día, de Buñuel, así como de las magnas obras de Greenaway.
Una película conceptual y breve, umorística a lo Jacques Vaché (sin H), patafísica y deliciosamente antisinfónica.
La decadencia de la novela burguesa y las epifanías de la mentalidad decimonónica en cada uno de sus círculos zodiacales, son presentados en relieve por Ruiz en esta cinta difícil de clasificar, donde el arte cinematográfico toca, con varita mágica, algunos de sus descoyuntados confines.
No soy especial fan del cine de Jean Luc Godard más allá de un par de películas y algunos detalles sueltos del resto de su larga carrera, pero en su aspecto como crítico y teórico cinematográfico no puedo profesar otra cosa que el más absoluto respeto, y considero sus opiniones por encima de la media . Una de las frases que más curiosidad han despertad oen mí desde que tengo uso de conciencia cinematográfica (por llamarla de algún modo) es ésa de la fotografía es verdad, y el cine son 24 verdades por segundo , porque irónicamente el cine se ha creado para mostrar mundos imposibles, historias ficticias. Pero entrando en su juego, y aceptando que dicha frase es un axioma innegable, puesto que quieras que no, lo que ves es lo que ves, y en definitiva en éso consiste el cine, me pregunto: ¿Qué pasaría si lo que se nos cuenta es mentira? La hipótesis del cuadro robado, cinta del cineasta franco-chileno Raoul Ruiz, parece querer discutirle a Jean Luc Godard esa afirmación y dinamitarla por completo estableciendo un complejísimo juego de espejos casi calidoscópicos basándose en una premisa absolutamente irreal. De hecho, iré más allá, directamente una premisa inexistente.
¿Por qué inexistente? Puestos a teorizar sobre una teoría, la película no deja de ser una simple hipótesis, algo sujeto al mero pensamiento, a la categoría de posibilidad, a la idea de subjetividad. ¿Tendrá razón el coleccionista de arte? ¿Realmente puede ser posible dicha idea de la división de una obra de arte en otras tantas? ¿O directamente Ruiz pretende ponerse filosófico de forma banal, jugar con el espectador partiendo de la nada y soltarnos un rollazo que, al menos es justo reconocérselo, únicamente nos quita una hora de nuestra vida? A mí, como expectador virgen, desconocedor de la obra del cineasta, y sin saber realmente a qué me exponía, me ha costado incluso discernir el momento en el que arrancaba la cinta. No el momento justo en el que comienza el metraje, el comienzo físico de la película, si no donde todo arranca, en qué momento justo todo echa a andar. Al comienzo se nos muestra a un narrador intradiegético y a otro extradiegético que parecen entablar de vez en cuando un diálogo, como si el primero le explicase al segundo sus pesquisas (de forma curiosa, cuando él primero da una cabezadita, el segundo habla más bajo). Pero no logro averiguar qué les hace ponerse a debatir, quién es quién y qué es qué dentro del complejo relato que propone Ruiz. Es compleja antes incluso de comenzar a ser, puesto que podemos afirmar que la cinta no empieza, si no que hemos pillado infraganti al coleccionista divagando.