Heremakono
Sinopsis de la película
Abdallah está sin estar en Nouhadhibou, ya no es capaz de hablar la lengua que habla allí la gente. Nouhadhibou es una estación de salida, los grandes buques atracados en el puerto señalan el peligroso camino hacia la Europa fortaleza. Abdallah está buscando como ir desde Mauritania a España, es decir como ir a otro mundo. Como ser otro.
Detalles de la película
- Titulo Original: Heremakono aka
- Año: 2002
- Duración: 95
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Opinión de la crítica
Película
6.1
87 valoraciones en total
El hermoso canto a la vida de Abderrahamane Sissako en un pueblo en medio del desierto de Mali que era La vida en la tierra (1998) tiene su continuación en este largometraje semiautobiográfico dedicado a la madre mauritana y localizado en la ciudad portuaria de Nouadhibou durante los meses de espera de un joven estudiante a punto de emigrar a Europa.
Con el montaje de Nadia Ben Rachid y la música de Oumou Sangare, su título es un guiño a la novela homónima de Guadalupe Maryse Condé.
Sus ecos transoceánicos, la incomprensión por parte del joven del dialecto árabe vernáculo, el hassaniya, y las historias entrecruzadas de los habitantes locales: un niño aprendiz de electricista que podría ser un pequeño príncipe africano, un vendedor ambulante chino con nostalgia de su país que canta al karaoke y una prostituta que viajó a Francia por amor, nos ofrecen un tapiz de experiencias vitales contemporáneas en un mundo que, como decía el escritor de Martinica Édouard Glissant, se ha convertido en un archipiélago .
La fotografía es impresionante así cómo la música que acompaña toda la película.
Me voy a atrever a hacer una crítica a ésta peli, sobretodo porque da pesar que no tenga ni una. Dentro de un ciclo de cine de Africa, me entré a ver de qué iba eso, más por curiosidad que esperando grandezas.
Aclaro que de 3 espectadores a mitad de película quedé yo.
El guión no es una historia lineal, como para uno llegar y contarle a un amigo que ví una película que iba así…
Escaso guión, escasos diálogos, para mí la historia se centra más o se entiende más en la relación entre el electricista y su aprendiz, por ahí va lo de la guía, el aprendizaje, un diálogo precioso en que el anciano nos cuenta por qué no le gusta viajar y cómo perdió a su mejor amigo.
La parte del chico es sabrosa, como descubriendo el mundo a través de sus ojos.
La parte que nos cuenta el resumen inicial realmente no se entiende mucho: ¿Por qué está éste muchacho tan desligado de su comunidad? ¿Qué espera al viajar?
Para disfrutarla hay que echar por la borda el tratar de hacer un argumento, que la historia es lo de menos. Mucho por ver, conocer y dejar de entender, en un cine muy visual.
Waiting For Happiness , como se titula la película en inglés, es más que nada una espera por el final del filme. Dándole todos los beneficios posible de la duda lo más que llegué fue a los 40 minutos. y dije: Basta . Y no suelo dejar películas a la mitad.
Es una lástima que una sucesión de fotogramas y una historia promisoria, en un puerto esperando la felicidad, queden en la nada. La única chispa de interés es la del niño y su padre electricista… y hasta donde alcancé a ver el bombillo nunca llega a encenderse.
Es una historia, si acaso, fría y estática… y ni eso: no hay historia. No siempre es necesario que la haya. Basta con imágenes, a veces, pero da la impresión de que en este caso se trata de fotografía inconexas. Muertas. Una lástima: insisto. Pudo haber sido una película interesante… a no ser porque languidece y perece en el intento.
Algo menos de cien mil personas pueblan la segunda ciudad más importante de Mauritania, Nouhadhibou (20°55′,N 17°3.0′,O), capital comercial de país, por sus buques y por los yacimientos mineros de Zouîrât y Fdérik. Un lugar remoto y olvidado por nosotros, la vecina Europa, pero reclamo para personas de media África por sus privilegiadas comunicaciones con el exterior: por tierra, por mar y por aire.
Abdallah es una de esas personas que huyen en círculo en búsqueda de un paraíso que no existe. El precio del billete a ninguna parte es el desarraigo, por eso al viejo electricista, que una vez fuera pescador, le desagrada viajar tanto como le entristeció despedir en el pasado a los seres que quiso. Nos lo cuenta Sissako en esta historia de pérdidas. Su cámara merodea con sigilo por las calles de arena de Nouhadhibou, recogiendo bellas instantáneas saturadas de luz y vivos colores, enriquecidas por hermosas melodías tradicionales y por las danzas que las acompañan, y sensibles a la resignación digna que invade cada rincón de aquel pueblo que es el suyo.
Heremakono, con sus virtudes y sus defectos, es un Cine necesario, imprescindible incluso, y sin embargo dejado de lado por los hijos de aquellos que sembraron las semillas de estas miserias, con arreglo a éste o aquel compromiso, político o económico, y que somos nosotros.