Habitación en Roma
Sinopsis de la película
Verano de 2008. Se inspira en el film En la cama, del chileno Matías Bize. En un hotel del centro de Roma se conocen una rusa y una española. Al día siguiente, Alba volverá a España y Natasha a Rusia. En la habitación del hotel se respira una atmósfera cargada de erotismo y sensualidad. Entre ellas nace un sentimiento nuevo que ambas aceptan. Durante doce horas, las dos mujeres se confían sus vidas, hablan de sus compromisos y del amor sincero por sus respectivas parejas.
Detalles de la película
- Titulo Original: Habitación en Roma (Room in Rome)
- Año: 2010
- Duración: 109
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Opinión de la crítica
Película
5.3
74 valoraciones en total
Con diez orgasmos por noche,
deseo en cama, a todo gozo,
no logra fin sino esbozo
un director decadente.
Cineasta capaz que llaman,
por su libido, El trompeta,
olvídose la receta
de su talento viviente.
La magia en Vacas riela,
en el monte gime el cuento,
y alza en admirable intento
virutas de ópera prima,
y expone La ardilla roja,
aplicando simbolismo,
chispa a un lado, al otro abismo,
y a su frente verso y rima:
Dirige, Julito mío,
sin temor,
que ni el airado gentío
ni improperio ni fogata
tu Pelota vasca mata,
ni a vilipendiar tu honor.
Ocho pelis
ha rodado
de alto grado
genital
y ha ofrecido
su montaje
al metraje
feminal.
‘Que es mi Tierra mi obra maestra,
que es mi Círculo Polar,
mi mundo, el ritmo y la imagen,
mi plano, el intemporal’.
Allá empezó el altibajo,
Lucía y el sexo,
por una grieta y un hierbajo,
carbonízose la lírica
al huir la caricia onírica
que funcionaba como nexo.
Y no hay genio
si es fingido,
ni sonido
sin pasión,
que realice
Ana Caótica
muerte erótica
de ilusión.
‘Que es mi Tierra mi obra maestra,
que es mi Círculo Polar,
mi mundo, el ritmo y la imagen,
mi plano, el intemporal’.
A la voz de ‘¡arte en coma!’
cursilada
en Habitación en Roma
alza inanes virtudes,
que Medem pierde aptitudes
y su historia es afectada.
En vestuario
dinero ahorra
e iza chorra
varonil,
sobresale
y se estira
la mentira
infantil.
‘Que es mi Tierra mi obra maestra,
que es mi Círculo Polar,
mi mundo, el ritmo y la imagen,
mi plano, el intemporal’.
¡El Google Earth de las narices!
Amontona
información sobre actrices
y atesora en atalayas
las Yarovenkos y Anayas,
notables en la encerrona.
Y la cinta,
¿qué persigue?
No consigue
seducción,
sólo encuentra
infiel flirteo
y folleteo
sin función.
‘Que es mi Tierra mi obra maestra,
que es mi Círculo Polar,
mi mundo, el ritmo y la imagen,
mi plano, el intemporal’.
En el instituto el niño
el trabajo
imagina con cariño,
en una de Julio actuar,
codicia pechos mirar
y que palpen su badajo.
Recupera
el sigilo,
el estilo
del inicio,
ve a Finlandia,
invoca a Otto,
tu piloto,
vuelve al juicio.
‘Que es mi Tierra mi obra maestra,
que es mi Círculo Polar,
mi mundo, el ritmo y la imagen,
mi plano, el intemporal’.
Las lesbianas sufren una doble marginación. La sociedad que conforman peras y manzanas tan felices como perdices las mira con rechazo, por mucho que Mecano convirtiera la relación entre dos mujeres en un hit del pop español. Pero además de esta reacción más o menos esperable en ciudadanos de estricta moral, dentro del llamado colectivo homosexual, las lesbianas padecen una segunda marginalidad por parte de sus compañeros masculinos. Si la supremacía de hombres sobre mujeres todavía es palpable en heterosexuales, la cosa se agudiza todavía más entre mariquitas y bolleras.
Mucho más invisibles que los gays, las lesbianas parecieron resurgir de su armario de doble fondo en el estreno de la última película de Julio Medem, una Habitación en Roma convenientemente publicitada con el reclamo del sexo explícito entre dos mujeres. A juzgar por el aforo de la sala, la estrategia sólo ha surtido efecto entre homosexuales femeninas. Ni hombres heteros atraídos por suntuosas mujeres en bolas ni gays sensibilizados con la causa rosa. Esto no es Brokeback mountain ni A single man, por citar dos ejemplos de cintas homosexuales con amplio altavoz mediático. Aquí estamos ante algo con menor repercusión, casi casi marginal, como la realidad sumergida que Medem ha querido plasmar.
¿Era necesario un remake de la ópera prima de Matías Bize? Exceptuando el matiz lésbico, la premisa partía de la misma idea. Dos desconocidos se descubren en una noche de pasión que pasará a formar parte de su pasado en cuanto amanezca. La intimidad de dos cuerpos desnudos en torno a una cama seguirá siendo el único eje central de la historia. Sin embargo, es en el tratamiento donde encontramos las principales diferencias. La cámara en manos de Medem se mueve con mayor elegancia, mientras la música se añade a la puesta en escena para ofrecer un relato menos abrupto y seco que el de Bize.
Pero lo que En la cama tenía de pretenciosa, Habitación en Roma lo tiene de exagerada. Aunque los trabajos de Elena Anaya y Natasha Yarovenko son sobresalientes, el guión las termina conduciendo hacia una escalada dramática insostenible. Los que acudan al cine buscando largas escenas de sexo casi pornográfico se encontrarán con orgasmos sorprendentemente precoces y, sobre todo, con toneladas de diálogos en busca de la trascendencia. Por mucho empeño de las actrices, el espectador abandona la función con escepticismo e incluso, tras la escena con la flecha de Cupido, con cierto bochorno. Si el amor fuera tan profundo, impulsivo e instantáneo como el que sufren estas dos desconocidas en una sola noche, no habría en el mundo plazas psiquiátricas suficientes para cubrir los inabarcables efectos del desamor.
Está Julio Medem hablando por teléfono con su mejor amigo y consejero espiritual.
– Tío, no paro de pensar en tías en bolas otra vez. Pero ahora en plan rollo bollo.
– Pues nada, como de costumbre, haz una peli que vaya de bollos, y que estén bien buenas. Y de paso que te pajilleas tú se pajillea media humanidad, que el rollo bollo tiene mucho público.
– Ya, pero si hago lo que estoy pensando va a parecer que hago porno. Y yo tengo un nivel, tío.
– No hay problema. Haz que hablen de vez en cuando y que digan cosas poéticas. Tú eres Medem, no haces porno, haces poesía.
. Ya, pero sólo con eso no va a colar. Pienso tenerlas todo el rato en bolas, necesito algo más.
– Bueno, pues pasea la cámara de vez en cuando por las paredes y por los muebles. Para disimular y eso. En toda paja hay momentos de relax. Y de vez en cuando te metes en el Google earth.
– Y eso para qué?
– Para nada, eres Medem, un poeta, un artista de la imagen, un creador. No tienes que dar explicaciones. La gente se preguntará por qué y harán sesudos análisis y se olvidarán de lo de las tías en bolas.
– Jo, tío, eres un crack. Me has salvao la vida de nuevo. Mira que estaba como el pico una plancha con el tema éste.
– Pos nada, haz la peli. También la puedes hacer en Roma, y así lo de mirar las paredes mucho tendrá su punto. A fin de cuentas en Roma la gente se pasa la vida mirando paredes.
– Hostia, tío, eres el puto amo. Y ahora que lo pienso, una de las bollos va a ser rusa.
– Ah, pues de puta madre. Un guiñito a los comunistas. Así fijo que nadie podrá decir que has hecho porno.
Y así fue como Julio volvió a metérnosla doblada con el fin único y exclusivo de echarse unas pajillas. Oye, y siempre caemos.
Silogismo (barato) del carnicero.
El cine es cine y el teatro es teatro.
Si haces una obra con un solo escenario, haces teatro.
Si haces teatro lo mas importante son los actores/actrices.
Si no tienes actores/actrices pones modelos.
Si pones modelos haces fotografías.
Si haces fotografías la luz es la protagonista.
Si la protagonista es Russian Red algo va muy mal.
Si algo va muy mal, no tienes una película, tienes una Habitación en Roma.
La historia cuenta un enamoramiento extremo entre dos mujeres desconocidas, tras pasar una noche de encuentros físicos, emociones y revelaciones de secretos.
No me creo el resultado, simplemente.
Las propias enamoradas explican que esta noche han sentido el amor más profundo, pasional y arrebatador que han experimentado nunca por nadie… que serían capaces de dejarlo todo (sus actuales vidas, parejas, trabajos…) por quedarse en Roma juntas… que van a gozar del mejor orgasmo de su vida… Pero ninguna de esas intenciones se llegan a concretar.
El anuncio del mejor orgasmo de sus vidas acaba siendo dos corriditas con las manos y un 69. Ninguna de las escenas de sexo muestra esa pasión extrema que tanto prometen. Sensibilidad y caricias, sí pero… qué lástima si esa ha sido, como dicen ellas, su mejor experiencia sexual…
El profundo enamoramiento proviene de la complicidad que se crea entre ellas al desvelarse secretos de sus vidas, al explicar sus sufrimientos, miedos, complejos, invenciones y fantasías… una vez más, lo que se refleja en la pantalla no llega al nivel de pasión y enamoramiento que es capaz de volverte la vida del revés, que te arrebata los sentidos y que te hace desmayar en el dolor-placer. La idea que intenta transmitir Medem existe, pero no tiene un resultado intenso, creíble, real. Se percibe que las chicas se llevan bien, pero no más.
Lo mejor son las interpretaciones de las chicas. Debe ser muy difícil rodar durante semanas encerradas en una habitación de hotel, todo el día en pelotas con primeros planos de cada centímetro de piel. Las actrices se merecen la enhorabuena por su expresividad, porque se meten en su papel, por su talento, en general.
Enhorabuena también por sus cuerpos, preciosos, cuidados, ajustados al modelo de belleza de pasarela de moda, aunque prefiero al modelo de belleza cinematográfica, con más curvas, como Laeticia Casta, Monica Belluci o nuestra Pe con relleno en el culete, como en Volver. En este caso han seleccionado unos cuerpos ideales para exponerlos desnudos durante una hora del metraje: belleza corporal inmaculada, sin impacto visual de celulitis, carnes que se mueven como un flan, pieles caídas… Qué hermosas son Elena y Natasha!!!
Algo que me ha gustado no está en la película en sí, sino en el entorno: el ambiente que se respira en la sala está lleno de cariño, sensibilidad, amor, buen rollo, apertura de mente, orgullo de colectivo… es natural: si se echa un vistazo justo antes y después del apagadoy encendido de luces, se ven múltiples parejas (lésbicas) cogidas de la mano, con los ojos brillantes, ilusión en la cara, sonrisas cómplices… ese factor extrínseco da gusto vivirlo y hace subir la valoración de la propia película.