Golgota
Sinopsis de la película
Película basada en textos de la Biblia sobre los últimos días en la vida de Cristo. Naturalmente, eso da lugar a episodios como el de la traición de Judas (encarnado por Lucas Gridoux), el juicio de Pilatos (Jean Gabin) y la crucifixión. (Robert le Vigan) es el encargado de interpretar a Jesús. Duvivier tomó todos los diálogos del largometraje del Nuevo Testamento, filmando de forma mucho más estética de lo que en él era habitual, y con un tono lírico sin precedentes en las películas bíblicas hasta el momento.
Detalles de la película
- Titulo Original: Golgotha
- Año: 1935
- Duración: 95
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Opinión de la crítica
Película
6.2
39 valoraciones en total
Producción de carácter pío que recoge los hechos ocurridos en el transcurso de cuatro días durante los cuales se desarrolló una historia cuya trascendencia -al margen de creencias- devino universal.
La cámara de Duvivier sabe afrontar el desafío sin reservas y es capaz de dotar a la película de la adecuada tensión argumental apoyado siempre en una perfecta utilización de recursos.
La imagen se sustenta en un brillante juego de transiciones escénicas y en el uso de una iluminación que ofrece algunos claroscuros magistrales. La banda sonora acentúa el dramatismo de la narración sin caer en estridencias y el papel de los actores, protagonistas y figurantes, se conjuga en niveles de admirable profesionalidad.
La felonía de los treinta denaríos está servida.
121/18(14/04/22) Atractivo y a reivindicar panegírico francés dirigido por Julien Duvivier, abordando la muy llevada al cine Pasión de Cristo, una superproducción gala rodada en el desierto de Argelia donde ya de arranque sobresale el diseño de producción con los fastuosos decorados cartón piedra (rivalizan con los de Griffith para Intolerancia) para recrear el Jerusalén del tiempo, con sus grandiosos muros, sus calles, amén de captar el bullicio de la Pascua en la capital palestina. Gracias al diseño de producción de Jean Perrier, que hizo construir los decorados en Fort-de-lEau, a unos quince kilómetros de Argel. Enormes edificios, las murallas de la ciudad y, sobresaliendo por encima del conjunto, la torre Antonia que alcanza los treinta y siete metros de altura. Se utilizan maquetas en muchas ocasiones, así como lienzos pintados, pero podemos ver detrás de la fabricación de este duro decorado el deseo de Duvivier de buscar un cierto realismo, así como su deseo de demostrar la grandeza del cine francés capaz de estar a la altura de las producciones de Hollywood. La película se abre así con una amplia panorámica que ofrece una vista de Jerusalén. Es cierto que este es un fondo pintado.
Duvivier elige enfocarse en la semana final del paso de Jesús en la Tierra, desde el Domingo de Ramos hasta justo después de la Resurrección, al restringirse a los eventos de Semana de la Pasión, el guión elimina los actos milagrosos, las Buena venturanzas, sus enseñanzas, y más, a pesar de ello me llama la atención que se elimine un tramo prominente acaecido en estos días como fue Jesús impidiendo la lapidación de una adultera. Eliminado lo místico hasta su rush final, curiosamente el director toma la figura divina y la distancia de la pantalla en muchos momentos, cual si nos quisiera hacer partícipes de verlo entre los demás (ejemplo notorio es el inicio con la entrada de Jesús en Jerusalén o la Ultima Cena vista a través de los ojos alejados de Judas), también hace que sean los demás los que hablen de Él (Caifás, Judas Iscariote, Poncio Pilatos, Claudia Prócula, Herodes Antipas, los discípulos, etc), de hecho Jesús nunca comenta en esta cinta el porqué de lo que hace, son el resto los que da el contorno de su alma, siendo estos elementos muy adelantados y modernos, para involucrarnos en el relato. También tiene gran importancia como el Sanedrín conspira contra Jesús, sus maquinaciones soterradas para empujar al Procurador Poncio Pilatos a eliminar a su ‘enemigo’, esto que se puede ver por la vertiente antisemita de culpar a los judíos de la muerte de Jesús, algo en consonancia (se dice) conque los Evangelios se escribieron queriendo congraciarse los evangelistas con los romanos. Todo esto culminado cuando Pilato declara ‘Ecce Homo’ (‘He aquí el hombre’).
Gran labor dramática de la cinematografía de Jules Kruger (Pépé le Moko), con magnas tomas generales, subjetivos (como el Vía Crucis donde vemos en varias tomas el punto de vista de Jesús entre el gentío), ángulos bajos, primeros plano expresivos, mucho claroscuro, excelente labor. Tiene el mérito de saber incrustarnos en la acción, en hacernos sentir uno más entre la multitud, fluyendo el objetivo entre el bullicio, llegando a ser llevados de un lado (adorando a Jesús) al otro (pidiendo su muerte). Todo esto adornado por la hermosa música de Jacques Ibert (Macbeth de Welles) que maximiza las emociones, utilizando la elegía Dies Irae.
Robert Le Vigan compone al icono de Jesucristo al modo sereno y de imagen que se le espera por la imaginería popular, aporta pose y elegancia, aunque su inexpresividad queda patente, nunca parece sentir ni padecer, seguramente no sea culpa suya, si no por hacer a un ser de Luz al que no le afecta nada al saber lo que le va a ocurrir y aceptarlo, Jean Gabin da vida con gran vigor al procurador Poncio Pilatos, aporta dimensión humana a sus dilemas morales, no ve motivo para crucificar a Jesús, no entiende la inquina que le tienen intenta evitarlo, también por indicación de su esposa, Lucas Gridoux como Judas da una esmerada actuación como el mítico traidor, en un desarrollo bien llevado hasta su conocido final, Harry Baur encarna a Herodes Antipas, hedonista arrogante que se burla de Jesús, caricaturesco, Charles Granval como Caifás, encarna al villano de la función, en una visión que se puede tildar de antisemita.
Excelso el inicio con la entrada apoteósica en loor de ramas de palmeras de Jesús a Jerusalén, grandiosa la visión de esta representación vivida de la urbe, filmada en la distancia, de modo original, cual si fuéramos el espectador un ser curioso que se acerca a la marea humana sin entender que ocurre, y no llegamos a atisbar la situación, con gente discutiendo por en medio, y ello singularmente alternado con una toma en subjetivo de Jesús, creando en el visionador un efecto extraño y turbador. Tardamos 10 minutos en ver a Jesús, la cámara lo recoge en un ángulo bajo, ensombrecido por sus discípulos, como si estuviéramos haciéndonos hueco para verlo. Cuando lo vemos en toda su dimensión es para que su personalidad explote cuando irrumpe en el templo para destrozar los puestos de vendedores, esto filmado al final en un plano alargado desde el llamado ‘Ojo de Dios’, ósea, desde punto de vista en alto, hasta ese colofón de la cortina rasgada.
Panegírico francés que destaca por ser una de las primeras incursiones sonoras sobre la vida de Jesús de Nazareth. Con una buena presentación de lo que serían los últimos días de su vida tras su llegada a Jerusalem, el director Julien Duvivier (Pépe le Moko, Don Camilo) recrea con fidelidad el realismo propio de esos años que a veces la Biblia no describe con tanto detalle. Y es que la actuación prevalece por encima de los hechos, desde los miles de extras que participan y las interpretaciones más importantes de los principales protagonistas, especialmente de Robert Le Vigan en su papel de Jesús y Jean Gabin en el rol de gobernador romano Poncio Pilato.
Con una impresionante e inicial puesta en escena, con las técnicas limitadas de la época, de ese Jerusalén de postal en que el cartón piedra casi queda desvanecido por el obligado uso de la fotografía en blanco y negro, la película ya empieza a mostrar un enfoque general sobre la visión de los sacerdotes del templo y parte de las multitudes que tienen sobre la llegada del mesías a la ciudad, preparándole su inevitable destino en la cruz.
El film fue rodado en exteriores en el norte de África y en interiores en Francia. Su estreno coincidió en unos años difíciles en Europa con la llegada del nazismo al poder y con España a punto de estallar en una guerra. Una película que sigue estrictamente las líneas del Evangelio gracias a un guión del propio Duvivier y el sacerdote Joseph Raymond.