Fyre
Sinopsis de la película
Fyre fue promocionado como un lujoso festival de música en una isla privada de las Bahamas con actuaciones musicales de primer nivel, supermodelos en bikini y servicios pijos. Los organizadores ofrecían un evento exclusivo y en poco tiempo vendieron todas las carísimas entradas. Pero los invitados llegaron a la isla para descubrir que la realidad estaba muy lejos de esas promesas.
Detalles de la película
- Titulo Original: Fyre
- Año: 2019
- Duración: 97
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Opinión de la crítica
Película
6.5
23 valoraciones en total
Tras Jordan Belfort y Tommy Wiseau llega, Billy McFarland. En lo que es una nueva entrega de: ´El hijoputismo no solo reside en la política´.
En Fyre , primer documental de producción propia que lanza Netflix en 2019, presenciamos el antes, el durante y el después de toda la estafa entorno al Fyre Festival, celebrado (o no, según se mire) a finales de abril de 2017. Convirtiéndose por todo ello el producto en una experiencia verdaderamente inmersiva. Y todo con una clara figura central, la de Billy McFarland, su perpetrador.
El fraude entorno al Fyre Festival le sirve a Chris Smith como estupendo prisma para analizar e incluso alertar sobre ese peligroso doble fondo de las redes sociales. Aunque el documental también sirve para abordar esa siempre candente batalla entre el yo real y el yo digital, algo que Netflix ya abordó en la reciente Cam (Daniel Goldhaber, 2018). Esa contienda la vemos representada en la figura de Billy McFarland, una suerte (o desgracia) de inepto caradura con serio complejo de flautista de Hamelín para millennials, amplificado por las redes sociales. Evidentemente todo lo concerniente al festival de marras es el señuelo usado por Smith. Un buen anzuelo, por cierto. Ahí Fyre se aprovecha muy bien de las redes sociales (porque si, también tienen lado positivo) para recuperar todo el material audiovisual de los engañados festivaleros y, de esa forma, darle mucho realismo al producto. Llegas a sentir lo que sintieron los pobres timados, desde la vergüenza inicial cuando se destapa el pastel hasta la ira final. Es por eso que, al final, Fyre resulta muy efectivo e inmersivo.
Durante este principio de año el servicio de streaming HULU sacó otro documental sobre esta historia, Fyre fraud (Jenner Furst & Julia W. Nason, 2019). No lo he visto, pero me gustaría pensar que se complementan.
No siendo yo muy dado al documental he de admitir que Fyre me ha gustado bastante. Ha juntado interés, curiosidad y reflexión, tres virtudes, para mi necesarias. Y me ha dejado una pregunta. Siendo yo bastante activo en redes sociales, medio por el que se propago este virus del Fyre Festival, ¿cómo es posible que hasta el día de hoy no me haya enterado de todo esto?…
Este documental nos muestra como Billy McFarland, joven rico de Nueva York, intenta llevar a cabo la descabellada idea de montar un festival de música para gente rica en una isla en mitad del caribe y el inevitable desastre en que termina la idea. McFarland promociona su festival a base de mentiras y miente a los inversores, como un malvado embaucador particularmente inútil, que trata de retrasar, que no evitar, la catástrofe que se avecina. Como espectador, uno siente un cierto placer culpable al ver a todos esos niños pijos siendo engañados y encontrándose en un descampado con tiendas de campaña y colchones mojados, de tal manera que en un primer momento uno no se da cuenta de que hay algo que no cuadra en este relato.
¿Es posible que todos los organizadores fuesen engañados por McFarland? ¿Cómo puede entenderse? Todos los entrevistados hacen vagas referencias a que creían que McFarland era un genio, un visionario, que creían en él, aunque era evidente que todo era mentira. Este relato no es verosímil, y parece un intento de los participantes de desviar toda la responsabilidad hacia un conveniente chivo expiatorio.
Todo esto cobra mayor sentido al ver que Jerry Media, la empresa encargada de promocionar el festival, es la productora del documental. Al enmarcar el desastre como fruto de una sola persona y diluir la responsabilidad del resto de los participantes pretenden que el público no les reclame su parte de responsabilidad por promocionar el festival. Incluso se permiten dar un paso más y aprovechan la oportunidad para hacerse autobombo en cierta parte, al decir que McFarland contrató a los mejores para promocionar el festival. Simplemente patético.
Este documental es un caso muy claro de hipocresía y conflicto de intereses, y no debe tomarse en serio.
Fyre.
Documental que muestra como un niño rico estafador -con nula percepción de lo que es organizar algo tan grande como un festival- engaña sin ningún tipo de compasión a otros niños ricos estadounidenses.
Les prometió la mayor experiencia musical de sus vidas, acceso a hospedajes de lujo, comida exótica, contacto con influencers estupendos, etc.
Los niños ricos sólo llegaron a experimentar lo que era secar un colchón empapado en una carpa mojada y comer una pieza de pan con algo de queso para frenar el hambre. ¡Listo, allí tienen sus festival de lujo!
Interesante documental.
Chris Smith nos demuestra una vez mas que la realidad supera a la ficción.
El director se posiciona como un ojo que todo lo ve, sin omitir opinión, mostrando el desarrollo de unos hechos que invitan a plantearse muchas cosas: Desde como funciona la industria de la publicidad hasta cuan superficial puede llegar a ser el ser humano.
Como espectador uno se puede quedar a observar (como si se tratase del Titanic ) el estrepitoso fracaso hacia el que se dirigen los responsables del Festival (y sus consecuencias) y en el camino sacar algunas conclusiones acerca de los tiempos que corren, rodeados de influencers, likes y direccionamiento mediático. Todo se compra, todo se paga, todo se vende, sea real o no, desde un like hasta un ticket de 4.000 dolares, simplemente por estar, por ser y por pertenecer.
Un niño de papá se cree omnipotente desde la atalaya que ha construido al hacerse millonario vendiendo humo. Un humo que gustosamente le compran otros niños de papá, influencers y demás pijos aburguesados que son básicamente carteles de publicidad andantes. Personalmente siento una profunda satisfacción al ver caer al primero y al ver llevarse una hostia de realidad a los segundos. Claro que luego pienso que seguramente nadie ha aprendido nada sobre todo esto y se me pasa.
Este documental puede tomarse como una anécdota aislada absolutamente delirante y poco más, pero no quiero pasar tan por encima de al menos dos de sus temas. Por un lado: lo que conlleva que la economía se pueda dejar en manos de millonarios que sólo están ahí por el hecho de serlo, sin cuestionar jamás la procedencia de la fortuna que les otorga esa posición, y a los que lo único que les motiva es hacer caja a cualquier precio. Por otro lado: la normalización del marketing (esa infame herramienta empresarial para estimular deseos por encima de las necesidades), que manipula al consumidor cada día y a cada momento, instrumentalizando a los llamados influencers a golpe de transferencia mientras nos pretenden hacer creer lo contrario.
Lo que quiero decir es que, si piensas que lo que rodea al Fyre Festival es una cosa de las élites que no te toca de cerca, pregúntate por qué este verano tenemos que pagar 200 euros para ver a Muse compartir escenario con C Tangana y otros veinte grupos random que tocan de tres en tres. Y por qué tenemos que pagar otros 50 euros por una zona de acampada con parcelas que recuerdan a un campo de concentración. Y por qué en esa zona de acampada nos venden agua a 4 pavos y el bocata de chorizo cuesta tres veces más que el del bar que está a cincuenta metros saliendo a la derecha. Y por qué, a pesar de saber que todo esto va a peor, nos seguimos dejando la pulserita en la muñeca las semanas siguientes.