Filantropía (Filantropica)
Sinopsis de la película
En el Bucarest del siglo XXI, salir por la noche acompañando a una mujer guapa es una inversión financiera arriesgada. Ovidiu, modesto profesor de instituto, no se lo puede permitir. Y sin embargo lo tiene que hacer, porque está más que enamorado de una pequeña sirena con aspiraciones de modelo. A la busca de una fuente de ganancias algo más consistente que una pobre paga de profesor, Ovidiu se sumerge en un mundo fabuloso: la mafia de los mendigos.
Detalles de la película
- Titulo Original: Filantropica (Philanthropique) (Philanthropy)
- Año: 2002
- Duración: 110
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Opinión de la crítica
Película
7
25 valoraciones en total
Ovidiu Gorea (Mircea Diaconu), escritor con algún libro de escasa acogida publicado (3 ejemplares vendidos), y maestro en un instituto en el Bucarest contemporáneo, un tipo con alguna relación sentimental fallida a sus espaldas que vive con sus padres y lleva una existencia, aunque gris, bandeándose como buenamente puede, conoce a Diana (Viorica Voda), una atractiva modelo que se presenta como familiar de un alumno problemático, cuando este esperaba a unos padres acorde con la idiosincrasia del angelito, vemos como se siente atraído y subyugado por la joven, y comienza la función.
Tras una primera cita con la bella muchacha y dado lo costoso a nivel monetario que esto le resulta, adquiere la certeza que si quiere seguir adelante con la bella modelo tiene que buscarse ingresos suplementarios con los que costear la empresa, por lo que sin más dilación intenta incrementar sus ingresos utilizando sus habilidades, cosa que tras una serie de contratiempos (solo por las escenas en ese café de escritores – podría perfectamente ser el Café Gijón de Madrid – en el que intenta colocar sus libros, hacen de esta película, de obligada visión), le llevan a una sociedad llamada Filantrópica donde le han dicho que un tal Pavel Puitz (Gheorghe Dinica) puede ser la solución a sus problemas.
Sigue en spoiler por falta de espacio:
Hace no mucho estuve por Budapest, fue mi primera vez más allá de los Alpes, tenía altas expectativas, algo similar al instante anterior en que uno va a perder la virginidad, al momento en que va a dar su primer beso. Lo cierto es que la experiencia estuvo a la altura, de hecho superó con creces lo que esperaba de ella, no como había ocurrido en otras ocasiones. Hay asuntos en los que sin tiempo y paciencia es imposible sacar el máximo partido, sin embargo viajar a Europa del Este te sume de golpe en un sin fin de sensaciones (por supuesto hay que tener inquietudes y, sobre todo, estar dispuesto a dejarse llevar y a asumir ciertos riegos). Pues bien, en este film hay mucho de lo que vi en Budapest o Debrecen, aun siendo Hungría, el antagonista por antonomasia de Rumanía a causa del viejo pleito por Transilvania. El dinero se ha convertido en un Dios al que no todo el mundo puede aspirar, el dinero se puede ver en todas partes pero no en todos los bolsillos, todo el mundo hace lo posible por encontrar dinero, hay una lucha aguda por el dinero y un capitalismo agresivo, invasivo, latente en mitad de un ambiente de una romántica, gris y hermosa decadencia que sólo puede encontrar bella el turista (fiel reflejo de ese materialismo a ultranza es la joven y hermosa Diana a la cual Ovidiu trata de cortejar, para ello tendrá que sumirse en una rocambolesca historia que lo convertirá en poco menos que un esclavo del crimen organizado. Aquí encontramos una crítica a la desprotección que sufren los ciudadanos de países como Rumanía frente a la corrupción [ La policía recibe su parte le dice el señor Puiut a Ovidiu] y las mafias). Con razón o sin ella las sociedades de Europa del Este son las que tienen un índice de suicidios más alto.
Puro sarcasmo para reflejar la situación actual de una sociedad como la rumana que ha pasado por lo que un marxista llamaría etapas históricas demasiado rápido. En cierto sentido son sociedades jóvenes, poco consolidadas que desde comienzos del siglo XX o finales del XIX nacieron como naciones viéndose obligadas a llevar a cabo procesos de homogeneización cultural (imitando el modelo occidental, sobre todo francés, la eterna lacra del Este puede que sea ésta) de consecuencias traumáticas: dictaduras, represión, violencia, golpes de estado, guerras, colectivizaciones, socialismo real y un largo y desafortunado etcétera. Y hoy en día son sociedades que caminan sin rumbo, completamente alienadas, desconocedoras de cuál es el camino correcto porque siempre han sido súbditos de Estados que sólo pedían sin entregar nada a cambio. Por eso ese vacío de legitimidad ha sido llenado por el dinero.
Había una vez una ciudad cuyos habitantes eran príncipes o mendigos. Entre ellos no había más que perros callejeros, eran la clase media
Alrededor de este principio ronda la película: el protagonista es un docente de un colegio al que un día se le presenta una joven de la cual queda obnubilado a primera vista que dice ser la hermana de un adolescente problemático de su escuela.
El protagonista se da cuenta que sólamente podrá atraerla mostrando dinero que no tiene y allí comienza la diversión de la película.
La película es una comedia ambientada en Rumania en los 2000, una sociedad marcada entre ricos y pobres con la opulencia, el interés y la desesperación a ciegas. Así viven los perros callejeros.
La dirección es correcta, el guión brillante. Los actores cumplen un muy buen rol. La música es agradable,
Comediucha simplona para pasar el rato un par de horas, sólo apta para los que se ríen con facilidad y amantes del género de la comedia, si eres fan de la screwball comedy mejor que mejor, quizá la encuentres inteligente.
Lo mejor del filme, siendo lo que hace pasable al conjunto, supone la crítica a la sociedad rumana escondida en una historia digno prototipo de filme que tanto gusta realizar en España o Argentina. Todo un conjunto de situaciones delirantes, donde se gesticula y se grita mucho, una mujer bellísima siendo cortejada por un hombre de mediana edad, feo y pobre, donde se apóloga el tener la cara muy dura para sobresalir en un mundo donde los bueno y honrados poco tienen que hacer.
Reconozco la sátira, pero me importa un bledo ya que voy al cine a disfrutar, en todas sus múltiples posibilidades, no a que me vacilen dos horas sobre como de jodida está la sociedad mientras me intentan hacer reír. Las sátiras están muy bien, pero a veces olvidan que deben hacer reír.