Extraño intervalo
Sinopsis de la película
Gordon Shaw era un piloto que fue derribado durante la Primera Guerra Mundial. Nina se hubiera casado con él, pero su padre prohibió el casamiento. Ahora se encuentra tristemente casada con Sam, quien no le puede dar los hijos que ella quiere.
Detalles de la película
- Titulo Original: Strange Interlude
- Año: 1932
- Duración: 109
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Opinión de la crítica
Película
5.4
44 valoraciones en total
Muy interesante y valiente film, sobre todo por la época en que se realizó, el cual supo arriesgarse a poner de manifiesto los pensamientos en voz off como parte esencial de la trama que, de por sí, abarca la relación de un triángulo amoroso enmarcada por el paso de los años y las circunstancias. Es cierto, que en ciertos momentos parezcan muy interpuestos esos pensamientos haciendo que ciertas escenas forzadas a mostrar la relevancia del diálogo interior y personal, cosas que como muy bien lo dice al principio de la misma, lo hacemos todos y en todo momento. Pero ésto, no deja que merme la gracia de la cinta, con una muy solvente Norma Shearer, en su rol de mujer centro de las pasiones, consiente del sacrificio de sus emociones en pos de la vida de su hijo concebido en la relación con el hombre que amaría toda la vida interpretado por el gran Clark Gable. Los diálogos, los pensamientos, las circunstancias y el tiempo mismo, gira en torno al sacrificio que hace la pareja de amantes para que el fruto de ese amor que es su hijo, se desarrolle en la vida familiar que la protagonista tenía con un marido al que nunca quiso. Es innegable la química de la Shearer con Gable, expuesta en cada escena compartida. No sé, cuál fue el impacto de la película en el contexto de aquellos tempranos años treinta del siglo pasado, pero imagino que no pasaría inadvertida. De pronto el paso de las años, han causado un poco de mella sobre todo, manifestada en ciertos detalles ya mencionados, pero le sobra méritos para poder visionar tanto a la pareja protagonista, como a unos muy jóvenes Robert Young y Maureen O`Sullivan, así como el ejercicio de mostrar que nuestros diálogos con el yo que llevamos dentro, con aciertos y errores, con emociones y deseos, son parte de nuestra humanidad. Recomendada, a pesar del aparente olvido por parte de los cinéfilos.
Sorprende la efectividad con la que los guionistas del viejo Hollywood lograron resumir y trasladar a la pantalla la larga, compleja y aparatosa obra teatral del nobel Eugene O’Neill en esta adaptación firmada por Robert Z. Leonard. Y aunque se quitaron de encima toda referencia al aborto que sucede en la trama original, trasladaron fielmente la historia de adulterio e hijo fuera del matrimonio en que se basa todo, lo cual hubiera sido totalmente imposible sólo dos años después (gracias a la plena aplicación del Codigo Hays, esa bonita colección de normas puritanas con que nos obsequiaron las almas generosas que siempre se preocupan tantísimo por la salud de nuestra alma, ¡qué haríamos sin ellos!).
Sorprende también la efectividad que toma en el medio cinematográfico el novedoso recurso teatral que utilizaba O’Neill en su obra (en otras emplea otros aún más complejos): alternar los diálogos de cada personaje con su propia voz en off para ofrecer también los pensamientos del que habla, a menudo contradictorios con lo que está diciendo. Es una técnica y una obra teatral que refleja como ninguna la cotidiana hipocresía de cada vida.
Más discutible es el aparatoso dramón que se monta, basado en una poco creíble demencia transmitida genéticamente que obligaría a la protagonista (Norma Shearer) a evitar tener un hijo de su marido, por ese alto riesgo de locura, y hacer creer a todos que es suyo el que alumbra fruto de sus relaciones adúlteras con su médico, interpretado por Clark Gable.
Tanto en la obra teatral como en esta adaptación, esa historia de personajes que malviven y sufren para procurar la felicidad de otros que viven en la más plácida inopia está basada en una trama tan forzada que sólo a ratos puede calar en alguna medida en el espectador. Entre los rostros conocidos, vemos también a una jovencita Maureen O’Sullivan, antes de ser la chica de Tarzán, interpretando a la novia de Robert Young, el hijo al que ni siquiera de adulto se atreven a decir que es fruto de un pecado de buenas intenciones.
Esta película está basada en una obra de teatro de Eugene ONeill, cuya representación teatral duraba unas 4 horas y se representó años antes de la película. Se palpa el esfuerzo que tuvieron que realizar los cineastas de la película para explicar en una hora y 45 minutos toda la complejidad de la trama y del triángulo o mejor dicho cuadrilátero amoroso que se expone en la obra, pues son 3 los hombres que aman a la protagonista, más uno que no aparece nunca porque representa que ha muerto en el frente y era el hombre al que la protagonista amaba al principio de la cinta. Además se tuvo que suprimir algún episodio argumental respecto al texto original para no alargar demasiado la película.
Aún así la película se hace larga y en momentos tediosa. Los soliloquios que pronuncian los actores para expresar sus pensamientos ayudan a comprender la complejidad de la trama y de las relaciones de los personajes, pero, a mi entender, son un auténtico lastre en la película e innecesarios, pues cortan continuamente el desarrollo de la acción y los diálogos, y hace que muchos de los actores parezcan amanerados en sus gestos, más propios del cine mudo que acababa de terminar pocos años antes. Algunos, incluso la misma Shearer, están sobreactuados en algunas escenas y al pobre Clark Gable se le ve muy perdido en la mayoría.
No dudo de la calidad literaria del texto pero creo que un texto de esa complejidad es difícil trasladarlo a la pantalla sin que pierda frescura y calidad. Forzosamente sale perdiendo la adaptación cinematográfica. Quizás con otro guión que no hubiera sido tan fiel al texto original y suprimiendo los soliloquios, podría haberse hecho una gran película, pues los temas que tratan son muy interesantes, como el adulterio, la soledad de los protagonistas, el sacrificio personal, etc. Y las actuaciones de los actores tampoco es que sean brillantes. Sólo salvo a la Shearer, que estaba en la cumbre de su carrera, pero para mi tiene interpretaciones mucho más buenas, como por ejemplo la que realiza en Mujeres de Cukor (si no recuerdo mal) donde borda su papel de esposa engañada. Aquí está más que correcta, pero era una actriz que tenía tendencia al amaneramiento y a la sobreactuación, y esta película es una prueba de ello. Horroroso el maquillaje y los pelucones que lucen la Shearer y el Clark Gable de viejecitos. ¡La madre es igual de joven que su hijo interpretado por Robert Young! ¿Por qué en las películas antiguas no se cuidaba más este aspecto? Supongo que la mayoría de las actrices y actores no querían aparecer caracterizados como unos abueletes y perder parte de su belleza. Cosas del star system, supongo.l
Recomendable para ver sólo para los amantes de las películas con orígenes teatrales y de la pareja protagonista, pero que una vez vista se olvida igual que se ha visto.