Esplendor en la hierba
Sinopsis de la película
En una localidad rural de Kansas, dos jóvenes que pertenecen a ambientes sociales muy distintos se aman y deciden no separarse jamás, pero la desaprobación de sus familias y ciertos intereses ajenos a sus sentimientos acabarán decidiendo su suerte.
Detalles de la película
- Titulo Original: Splendor in the Grass
- Año: 1961
- Duración: 124
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Opinión de la crítica
Película
7.8
84 valoraciones en total
Esplendor en la Hierba es, sin lugar a dudas, la película que más ha influido en mi vida, y, por lo mismo, la que más admiro.
La película, de 1961, fue dirigida por Elia Kazan, autor de La Ley del Silencio, Un Tranvía Llamado Deseo o América, América. También es conocido por delatar a sus compañeros comunistas del séptimo arte en la caza de brujas norteamericana, lo que causó muchísima controversia cuando se le concedió el Oscar Honorífico.
Supuso el debut cinematográfico de Warren Beaty (actor del que su hermana, la actriz Shirley MacLaine, llegó a decir que debía de ser la única mujer en Hollywood que no se había acostado con él), y el resurgimiento de Natalie Wood, la protagonista de West Side Story o Rebelde sin Causa.
La película cuenta la historia de Bud Stamper y Dennie Loomis, dos enamorados que no consuman su amor porque las convenciones sociales estipulan que antes deben casarse. Pero el padre de Bud quiere que su hijo vaya a la universidad, que sea un hombre de provecho (cuando lo que el muchacho realmente ansía es tener un rancho y trabajar el campo).
Un drama de los que ya no se hacen, y con un final que quedará grabado en tu memoria.
¿Es el retrato de una histérica relación de amor adolescente entre dos atolondrados lo que nos emociona de Esplendor en la Hierba ? No.
¿Es la forzada separación de unos amantes a causa de la represión sexual y los prejuicios sociales? Desde luego que no.
¿Es la desesperación de Deanie, el distanciamiento de Bud, la supuesta crueldad de los padres de ambos? No y mil veces no.
¿Es la sensación de que hemos contemplado el advenimiento de un amor fuera de lo común? Rotundamente no.
Porque Elia Kazan no habla sobre el amor, aunque la historia que vertebra la película es una historia de amor. Los amores de Bud y Deanie son tan vulgares como otros amores cualesquiera y no superarían jamás la prueba del tiempo: son dos seres perfectamente mediocres perdidos en un mundo que se los va a comer vivos tal y como ha devorado antes a otros mejores que ellos.
No, no se trata de eso. Todo el secreto significado de la película se desvela cuando Deanie lee en voz alta los versos de Woodsworth: Aunque ya nada pueda devolvernos la hora del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores, no debemos afligirnos, porque la belleza subsiste en el recuerdo . Porque entonces es cuando nos damos cuenta de que todo cuanto en verdad lamentarán los personajes no es la pérdida de su amor, sino la de su juventud. Y eso es lo que de verdad emociona y duele en Esplendor en la hierba . La fugacidad del tiempo, el recuerdo de unos instantes que parecieron iluminados por el fulgor de lo recién descubierto por primera vez en la vida: las rosas.
Eso duele. Y por tanto, voy a decir que he visto esta película una sola vez: y no volveré a verla jamás a menos que algún día sea lo suficientemente mayor para haber olvidado lo que significaba ser joven.
Aunque mis ojos ya no puedan ver ese puro destello que en mi juventud me deslumbraba, aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores, no hay que afligirse, porque la belleza siempre subsiste en el recuerdo. (William Wordsworth)
No sé por qué este clásico romántico me ha agitado tanto.
No sé por qué he sentido tantas ganas de llorar casi a cada momento, y eso que no me considero especialmente cursi. Pero sí admito que no tengo reparos en llorar a moco tendido cuando una película consigue que se me salten las lágrimas. Será que soy hipersensible a esas emociones, y que estoy abierta a ellas, y que no hay muchas cosas más reparadoras que vaciarte de lágrimas a solas mientras ves un drama que te vapulea sin piedad y te preguntas si la mayoría no tendremos en el fondo más de masoquistas, de cursis o de sensibleros de lo que nos gusta admitir.
Puede que se deba a que mi empatía con la película ha sido máxima y me imagino en la piel de Deanie y de Bud, siento ese rugido que aporrea las cadenas y libra una batalla perdida contra los muros del anquilosamiento.
Puede que se deba a que conecta demasiado con mis sentimientos más profundos, con esa parte de mí misma que disfrazo y disimulo cuando hay gente delante. A que es como un puñado de sal arrojado sobre esa parte que siempre siento en carne viva, que a veces palpita dolorosamente ante los estímulos que me tocan el alma y que me causa unas irreprimibles ganas de llorar sin que yo entienda bien por qué. Y que después alivia el escozor transformándose en una esencia dulce que calma y tonifica, dejando al final un poso melancólico que nunca acaba de disiparse.
Ni yo misma comprendo bien las razones, pero eso suele suceder cuando algo nos roza una parte fundamental de nosotros mismos. Nos llega tan adentro, que no podemos ver hasta dónde llega. Sólo sentirlo.
Para muchos, éste no será más que un drama romántico en aquella época en la que el agonizante star system aún daba sus últimos coletazos, encumbrando hasta extremos inauditos a estrellas que, aún sin estar excepcionalmente dotadas para la interpretación (con algunas excepciones, por supuesto), eran resaltadas por una campaña de publicidad y de márketing y por ciertas cualidades como la belleza física. En unos años en los que el público acudía en masa a ver en la pantalla las proezas de su estrella favorita, encumbrada por los mass media, era muy habitual ver desfilar rostros que brillaban durante une época fugaz para apagarse prematuramente. El ejemplo clarísimo lo tenemos en Marilyn, por supuesto. Pero también Natalie Wood, otra de las bellas malogradas de Hollywood, se labró su hueco en ese tortuoso paseo de la fama que se terminó con su pronta muerte.
Éstos son algunos de los versos de la oda del poeta británico William Wordsworth titulada Intimations of mortality from recollections of early childhood de las que se valió el polémico cineasta de origen griego, Elia Kazan, a la hora de llevar a la gran pantalla esta obra, encargo del propio Kazan para el dramaturgo William Inge, quien posteriormente recibiría el oscar al mejor guión por esta misma cinta…
Sobre amores imposibles en tiempos difíciles…Inge situó la trama en su lugar de juventud, el sureste de Kansas…Ambientada en la transición legendaria de los años 1928 al 1929 y su catastrófico crack bursátil que pobló de suicidios colectivos las calles del país… llegando incluso a generalizarse en aquella época con cierto toque de humor macabro, aquello de que… …eran tantos los cadáveres en la calles que uno tenía que ir esquivándolos por doquier… .
Es curioso el planteamiento de la obra, máxime si uno está al tanto de lo ocurrido en la azarosa vida de este cineasta considerado durante tanto tiempo y hasta el año de su muerte en 1999 como un felón por los compañeros de profesión…
Pues bien, Kazan en esta obra se ríe de la corriente ortodoxa de la espartana y rígida moral del pueblo americano…aquella que diferenciaba a los hombres ambiciosos de los mediocres y que tan sólo compartían el sonrojo de lo no establecido moralmente…el desliz fuera del matrimonio…la mujer entregada al hombre durante el matrimonio y reprimida antes del mismo para diferenciarse de ese otro prototipo de mujer pecadora…
El hombre condenado a competir en la inmesidad de un mundo en donde guardar las apariencias contribuye a mantener incólume la rectitud moral de una nación indestructible…
Con una espléndida banda sonora a cargo de David Amram y una no menos sorprendente fotografía colorista de Boris Kaufman ( Doce hombres sin piedad y La ley del silencio ), kazan ensambló los engranajes de una nueva obra maestra, que entre otras cosas y además de dar continuidad a su famosa difusión de la escuela del método de Lee Strasberg, supuso la presentación en la gran pantalla del hermano menor de la actriz Shirley McLaine, Warren Beatty…el renacimiento de una ex-niña prodigio (21 años contaba cuando se filmó esta cinta) Natalie Wood ( Centauros del desierto , West side Story y Rebelde sin causa)…el propio Inge parece ser que se reservó un pequeño papel como cura (el reverendo Whitman y su discurso sobre la futilidad de almacenar riquezas corroídas por el orín y las polillas en la tierra , y no en el cielo…) con el propósito de permanecer lo más cerca posible de Beatty…
Cotilleos aparte y a pesar de sus errores, uno debe saber también los méritos del artista…y sin duda alguna éste como obra conceptual es uno de ellos…
O B R A M A E S T R A.
Esta película está hecha especialmente para gente enamorada, pero no para los que tienen un amor de hojaldre, de chapa o de cartón. Ésos no entenderán completamente a los protagonistas. Está hecha para los que sienten un amor de los puros:
De esos que no te dejan ver nada más que a la otra persona.
De esos que te transportan más allá del cielo.
De esos que te agitan el corazón.
De esos que te hacen entregarte por completo.
De esos que te hacen nombrarla 1000 veces al día.
De esos que no te dejan pensar en otra cosa.
De esos que eres feliz sólo al estar con ella.
De esos que te permiten soñar y hacer unos planes increíbles.
De esos que cuando van mal haces todo lo posible por arreglarlo.
De esos que darías lo que fuera porque funcionase.
De esos que si te dicen que la dejes no les haces ni caso.
De esos que si te dicen que hay millones de chicas sigues pensando en ella.
De esos que crees que van a ser irrepetibles.
De esos que no te los puedes sacar de la cabeza.
De esos que necesitas para seguir existiendo.
De esos que sacrificarías cualquier cosa por mantenerlo.
De esos que te hacen mantener siempre un halo de esperanza.
De esos que te hacen escribir una crítica en Filmaffinity.
De esos que siento yo.
De esos que ojalá sienta ella por mí.