Encontré al diablo
Sinopsis de la película
Kyung-chul es un psicópata peligroso que mata por placer y que ha cometido varios asesinatos con unos métodos diabólicos difíciles de imaginar. Sus víctimas son chicas jóvenes. La policía lleva tiempo intentando capturarlo. Un día, aparece asesinada la hija de un jefe de policía retirado. El novio de la chica, un agente secreto, jura vengarse.
Detalles de la película
- Titulo Original: Angmareul boatda (I Saw The Devil)
- Año: 2010
- Duración: 144
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Opinión de la crítica
Película
7.2
62 valoraciones en total
Ayer tuve ocasión de ver I saw the devil en el Kursaal con ocasión del festival de cine de San Sebastián, a apenas cincuenta metros del director Kim Ji-woon: por lo que me dio bastante rabia que no me disgustase su película, para una vez que tengo la ocasión de indignarme con el autor de primera mano. En todo caso, es ilusionante y extraño ver una peli coreana al lado de su coreano autor. Bueno, supongo que eso es algo que mucha gente de la página ya ha hecho miles de veces, pero a mí nunca me había pasado, así que me emocioné cual Paco Martínez Soria saliendo por primera vez del pueblo.
De la peli, no hay mucho que decir. Aunque por la sinopsis pueda suponerse que es un thriller de asesinos a lo Seven , I saw the devil tiene más genes de películas como Oldboy (con la que comparte desquiciado protagonista), en su medida espiral de violencia, venganza y degradación moral. Un asesino en serie se convierte en presa cuando el novio de una de sus víctimas decide tomarse la justicia por su mano e iniciar un peculiar juego del gato y del ratón, cazándole para luego soltarle, cada vez más malherido y más debilitado, hasta hacernos dudar si en realidad lo que quiere es matar al diablo o exorcizarle a hostias.
La premisa y su desarrollo presentan un cerco cada vez más enfermizo, con buena profusión de escenas no aptas para todos los estómagos y un intenso duelo interpretativo entre Choi Min-sik y el guapísimo Lee Byung-hun. Fuera del hilo principal, hay que decir que el aparato dramático está de lo más trillado, que los diálogos parecen escritos por el guionista de guardia y que la banda sonora, aunque sugerente, se emplea de manera tan descaradamente efectista que pierde, por consiguiente, todo su efecto.
Sin duda, lo mejor son las escenas violentas, en las que el director pone (nunca mejor dicho) toda la carne en el asador apostando por una visceral puesta en escena ante la que incluso los ojos más curtidos no podrán evitar abrirse de golpe: no tanto por el tolerable nivel de gore, sino por la forma, moralmente muy desagradable, en que éste se expone.
Por desgracia, al resto de la película le sobra tranquilamente como una hora de cine inerte y rutinario, pero en cambio compensa con lo virulento de su propuesta, que entretiene sin alcanzar el entusiasmo.
Salvajadas orientales se han rodado muchas, cierto, pero ésta es -sin lugar a dudas- una de las más bestiales que recuerdo haber visto nunca. Para que os hagáis una idea, muy en la línea de Sympathy for Mr. Vengeance, por ejemplo.
Dicho esto, habrá quién -como yo mismo- la encuentre enérgica, espeluznante y brutal y habrá quién, por el contrario, la juzgue trillada, excesiva y hasta trivial. Lo que está claro, en cualquier caso, es que su factura formal es impoluta y que su larga duración -más que constituir un lastre- contribuye a tensar y enfatizar un retorcido y sanguinario juego de irreversibles consecuencias.
Siete merecidas estrellitas, pues, para un violento thriller que te mantiene soldado al asiento durante más de dos horas y que, por si fuera poco, contiene una descarnada y atroz moraleja que -no por elemental e incuestionable- deja de tener, a mi juicio, un efecto verdaderamente demoledor.
Si por algo destacan los coreanos es por su poco comedimiento a la hora de abordar historias de este corte sádico y sangriento. Perfecto, digo yo. Si vas a filmar una historia de dichas características qué menos que ser fiel en la forma a lo que uno aspira a captar de fondo. Que luego te vienen los de siempre a hablarte de la importancia de la insinuación en lugar del regocijo visual pretendidamente desagradable, pues oye, cosas que pasan, mire usted para otro lado. I Saw the Devil, decía, no se anda por las ramas. Muestra claras sus cartas, que son un poderío de imagen que no recordaba desde Oldboy y otras muestras de cine también orientales (si es que en eso son los putos amos), un duelo interpretativo memorable, otra vez, y, por último, una trama más vista, no sé si convencional, que de costumbre (venganza de nuevo), pero, claro está, tratada también a la manera oriental. ¿En qué deriva esto? Pues en un carrusel de impredecibles sensaciones del que el espectador en ningún momento se desengancha hasta un final que descoloca. Y es que uno ha esperado expectante tanto tiempo -que pasa en un suspiro-, ávido de resoluciones y apuntes finales, que para cuando la conclusión se le presenta no puede sino replantearse cuanto ha visto y sacar para sí mismo sus propias conclusiones. Y, la verdad, hoy día es escaso el cine que consigue eso. Salud, pues, y a disfrutar de una experiencia única tan ambigua como bestial.
No sé lo que es el dolor. Tampoco el miedo .
Hoy vi al diablo y me llamaba -concluyo yo.
Estamos ante la historia de una venganza atípica e implacable, narrada de manera impactante, sin concesiones a la galería.
El ritmo de la película, no siempre acelerado, resiste firmemente los ciento cuarenta minutos y consigue atrapar al espectador en una espiral de sangre, perversión y ajustes de cuentas que asimismo deja sitio para la reflexión. La reflexión acerca de cómo la ira va poco a poco destruyendo a quien la ejerce, a su persona, a su entorno, a su vida.
I saw the devil presenta los rasgos del mejor cine coreano actual, como son un gran poderío visual y una sobresaliente banda sonora que encaja perfectamente en la narración. Tal y como su propio director reconoció en el Zinemaldia, la película bebe de clásicos contemporaneos como Zodiac (influenciada a su vez por Memories of murder), Seven y Saw.
El memorable duelo interpretativo de la pareja protagonista nos ofrece una película salvaje, cruda, macabra, con un punto visceral, por momentos repulsiva, que recrea unos personajes autodestructivos que, por motivos y cauces distintos, acaban ofreciendonos un recital de cine digno de recordarse como uno de los mejores thrillers del año.
CARLOS BOYERO escribió el 19/09/2010 en su CRÍTICA al 58º Festival de San Sebastián:
«Me suena el nombre del director coreano Kim Jee-Woon, pero no logro hacer memoria de sus fechorías. Es penosa mi capacidad para el olvido con una muy notable parte del cine oriental. Algo que no le debe ocurrir al numeroso y extasiado público que ha despedido con una ovación su película I saw the devil, algo comprensible si esta se exhibiera entre adictos incurables a la Semana de Cine de Terror, pero muy raro si las aficiones se rigen por la normalidad. El argumento de este engendro es deudor en parte de las admirables películas de David Fincher Seven y Zodiac, pero su expresividad está emparentada con la que caracteriza a Shaw(*) y sus infames secuelas. ¿Dónde radicará el encanto del gore? La respuesta solo puede ofrecerla la psiquiatría. Seamos tolerantes y democráticos en la convicción de que hay legítimos gustos para todos.»
(*):Boyero sacó su escopeta para cazar pero se olvidó de cargarla convenientemente. ¿¡‘Shaw’!? Conocíamos la marca Dog Chow, al clarinetista Artie Shaw, al escritor George Bernard Shaw y al director de terribles y ‘gores’ tv-movies llamado Larry Shaw. ¿Se refería a ese Shaw el Sr. Boyero? Ah, no… que era la saga ‘Saw’… o sea I ‘shaw’ the devil, para que nos entendamos.
Posiblemente podríamos emparejar a un killer de la crítica nacional con Kyung-chul y lo que le ocurre en la película que dirige el director de A Bittersweet Life. De ésta última toma a Lee Byung-hun y cierta actitud estética. Y todo cazador y diablo debe someterse incluso a un paso por el mismo infierno. La guarida del terrible psicópata y diablo que retrata Kim Ji-woon es la puerta directa hacía ese terrible destino del alma torturada.
La fórmula coreana del director parece unificar las posiciones y rasgos de los personajes del psicópata y el justiciero vengador, un agente secreto que ejerce de Dexter Morgan, al mismo nivel. Monstruo por Monstruo. Sus concesiones y sus tics en los excesos de la banda sonoras y giros pueden formular un componente cinematográfico como guiño para mostrarnos que lo que estamos viendo es sólo una película. Una cinta gore con elementos estremecedores, con pinceladas de humor, parece ser la vía de escape ante el horror que vive el espectador, en tiempos en los que cualquier exceso resulta ridículo es doblemente peligroso.
La tragedia vista como resorte de venganza es un tema tan interesante como desgastado. Pero cuando uno no tiene nada que perder deja de ser humano y encuentra al mismísimo diablo, a su diablo interior para que expulse demonios, lágrimas y dolor contenido. ¿Quién gana o pierde en juego de piezas de dominó que caen alrededor? Aquí el rencor y la venganza es una pesada losa en el pecho que evita que se respire, que se pueda ser humano… y en esa inhumanidad habita el infierno de cada uno, el dolor de cada gota de sangre, la inquietud de cada corte hacía un abismo llamado oscuridad.