Encerrada
Sinopsis de la película
En 1966, la joven Kristen (Amber Heard) es ingresada en una institución psiquiátrica, donde conoce a otras chicas perturbadas con sus respectivos problemas… y a otra que se le aparece por los pasillos al caer la noche.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Ward
- Año: 2010
- Duración: 88
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Opinión de la crítica
Película
4.8
42 valoraciones en total
Tras nueve años de silencio, el maestro Carpenter vuelve a la palestra con The ward .
Y lo hace con una más que evidente falta de ideas, apuntándose a un cliché harto manido en el cine de terror de los últimos tiempos.
Aunque en líneas generales denota un claro manejo de los elementos fílmicos, en esencia cae rendido al convencionalismo genérico con una historia plagada de sustos fáciles y de resolución supuestamente sorpresa.
Así pues, que nadie espere encontrarse con otra Asalto a la comisaría del distrito 13 , La noche de Halloween o La cosa , pues el título que nos ocupa parece por momentos obra de un avispado principiante. Una pena.
Ah, por cierto, Amber Heard muy guapa, sí señor.
¡No lo entiendo! ¡No lo entiendo! ¡No lo entiendo! ¡No lo entiendo! ¡No lo entiendo!
No entiendo como un director reputado como John Carpenter, tras unos cuantos años sin dirigir ninguna película, se pone tras las cámaras mostrando un producto rutinario, típico, irrisorio, convencional sin que haya nada sobresaliente.
No entiendo que haya escogido para el desarrollo de la acción un psiquiátrico (o hospital mental para venderlo mejor a sus inquilinos). ¡Un psiquiátrico, qué miedo!
No entiendo que en ese psiquiátrico solo parezca que haya cinco pacientes. Pase lo que pase, solo hay cinco pacientes. ¿Sensación de soledad? ¡Qué miedo!
No entiendo que el argumento sea totalmente increíble, exagerado e irracional, salvo que eso provoque que pueda hacer lo que le da gana para asustar al espectador. ¡Qué miedo!
No entiendo que la enfermera tenga que ser una señora de mediana edad con cara de bulldog y en un permanente estado de mala hostia, sacando la jeringuilla al mínimo vuelo de mosca. ¡Qué miedo!
No entiendo que el enfermero tenga que ser un tipo con un peinado de patán y con una cara de psicótico que se huele a distancia. ¡Qué miedo!
No entiendo que los enfermeros con cara agradable no aparezcan más que un par de minutos en toda la película, no vaya a ser que se relaje el ritmo tenso y acojonador. ¡Todo por el miedo!
No entiendo que de día siempre haya un cielo despejado y soleado, y que de noche siempre haya tormenta, rayos, truenos y la de dios, provocando que las luces siempre vayan fallando. ¡Qué miedo!
No entiendo que el recurso buscado por este cineasta veterano para acelerar el corazón de los espectadores sea subir el volumen a la mínima que se abre una puerta o cuando aparece una persona. Este método me tiene hasta los mismísimos. ¡Qué miedo!
No entiendo que en las películas en los psiquiátricos siempre les den a los locos (ups, pacientes, perdón) un vaso de plástico con pastillas. Da igual lo que les pase, ¡las pastillas son la solución!
No entiendo que haya un orco vestido de mujer que tenga el don de la ubicuidad, el don del teletransporte y de esquivar puertas cerradas, el nivel maestro en el juego del escondite, más vidas que un gato, un admirable uso del bisturí y una permanente mala hostia. La verdad es que su cara sí que da miedo.
No entiendo por qué hago esta crítica.
¡No lo entiendo! ¡No lo entiendo! ¡No lo entiendo! ¡No lo entiendo! ¡No lo entiendo!
¿Cual es la diferencia entre una película mil veces vista y ésta The Ward ? Carpenter. Porque puede que no haya gran diferencia entre la trama de su último trabajo y otras tantas, incluso su final ya lo conocíamos, pero la cuestión es como aborda el maestro del terror esas escenas que otros directores marran con un montaje desafortunado o con un mal empleo de los espacios, y él lo hace con el temple que se le supone, con ese temple que hacía tiempo no veíamos debido a que sus últimos proyectos tenían otro tono distinto, y que aquí vuelve a saltar a la palestra, dejando alguna que otra secuencia de lo más interesante.
De todos modos, sería engañarse decir que con The Ward Carpenter ha vuelto. Apenas podemos divisar señas de identidad en ella, y el creador de múltiples joyas de género en la década de los 80 realiza un trabajo rutinario la mayoría del tiempo, pero con esos chispazos que se le suponen a alguien que lleva tanto cine a cuestas.
Su inicio, con esa presentación de personajes no demasiado lograda, ofrece serias dudas sobre que podrá sacar el autor de Halloween (entre tantas otras) de un terreno donde no ha acostumbrado a manejarse, como es el de esta cinta, y es que pocos precedentes podemos recordar. A lo sumo La niebla donde esa lograda atmósfera lograba llevarse el gato al agua. Aquí, sin embargo y afortunadamente, demuestra que conoce a la perfección como debe moverse, y convierte lo que podría haber sido un infructuoso thriller psicológico en un toma-y-daca fantasmagórico de lo más resultón.
Amber Heard, como heroina (a ratos) impostada, también da el callo y ofrece la mejor réplica que se podría requerir para terminar haciendo de The Ward un curioso y logrado entretenimiento que, aunque no esté entre sus mejores películas, como mínimo da fe de una cosa: Carpenter está vivo.
Después de ver The Ward, está claro que John Carpenter ha vuelto a la actualidad. La cinta protagonizada por Amber Heard recupera al maestro del suspense tras varios años de inactividad y dignifica a un género al que nunca le sobra gente que lo oxigene, aunque para ello se recurra al pasado y se sazone con elementos modernos, creando una mixtura interesante, casi siempre digna pero algo irregular.
Son los años 60 y la bella Kristen es cazada quemando una casa. Deberían haberla enviado a la cárcel pero acaba en el pabellón del hospital psiquiátrico, donde se encuentran otras jóvenes con problemas mentales. La cosa es que ese sitio no es normal… ¡cómo iba a serlo!. Carpenter consigue crear una atmósfera opresiva y regala secuencias que recuerdan a sus mejores filmes, marcando el ritmo, dejando que la cámara acaricie los espacios cerrados para ir haciéndolos más y más pequeños, creando sensación de inquietud, haciéndonos sospechar de cada gesto, cada mirada. Lamentablemente la ambientación que consigue se vaya un poco al traste cuando entra en juego el componente sobrenatural, que en mi opinión es tan de Pesadillas de R.L. Stine que acaba por echar un poco por tierra lo que se consigue cuando el director se limita a rodar el mundo terrenal, sin abusar de los efectismos. Y por supuesto estamos en el siglo XXI, así que no puede faltar un giro final que funciona a medias, porque sorprende pero si uno lo piensa termina por no tener demasiado sentido, a pesar del intento de explicación racional a través de flashbacks al estilo Saw.
Carpenter bebe de los iconos del nuevo siglo y le sale bien, pero no tanto como antaño. Así The Ward es una cinta que consigue inquietar a través de la atmósfera, que cuenta con una correctísima Amber Heard (con un look muy a lo Tippi Hedren, totalmente sesentero) y que sirve para reconciliarse con el director después de la mediocre, aunque en algún modo estimable, Fantasmas de Marte. Aquí hay fuerza en la dirección y un guión que pese a su efectismo funciona casi siempre, aunque después de ver Sucker Punch sea imposible no tomarse ésta como una versión retro (aunque mejor) de la polémica película de Snyder, estrenada, sí, un año más tarde. En resumen: Sin ser una gran película, The Ward merece la pena, se diga lo que se diga.
Cuando un debutante director norteamericano nos aborda con una absurda ópera prima de género dónde abundan los clichés, los sustos a golpe de sonido o un largo etcétera de burdos recursos y fáciles soluciones no nos sorprendemos. Olvidamos la película, de la cual ya por sí esperábamos poco, y a otra cosa. Ahora bien. Cuando el director no es un desconocido e inexperto cineasta, si no que es John Carpenter, uno empieza a preocuparse.
No es solamente que los golpes de efecto se puedan calcular con un cronómetro, si no que Carpenter actúa como un aprendiz del género, jugando al gato y al ratón con golpes de efecto baratos y movimientos de cámara tramposos y previsibles. La historia es espantosa. Totalmente esquematizada, va dando bandazos de tópico a tópico con un desarrollo pésimo e inverosímil que repite el mismo engaño hasta cinco veces. La narrativa es endeble y las soluciones de todos los problemas que intenta presentar son tan fáciles que por momentos parece que estés presenciando una parodia a cargo del tándem Zucker & Abrahams… pero luego te das cuenta de que no, que la cosa va en serio. Y mientras te debates en qué momento Carpenter ha decidido parir tal engendro, sigues esperando el punto de inflexión que, no es que no llegue, es que a partir de cierto punto del metraje ya ni se le espera.
El resto se compone de un largo etcétera de tiros de cámara innecesarios y unos manidos trucos propios del túnel de la bruja para intentar llegar a los 90 minutos de rigor. El final, de tan manido y previsible, resulta grotescamente divertido y, al intentar encajar las piezas para asegurarte de que todo atendía a una lógica interna (por barata que fuera) te percatas de que en este puzzle faltan piezas. Si alguien se las ha comido u olvidado ya no lo sé, pero lo que sí estoy seguro es que pasará a engrosar la larga lista de rompecabezas interminados que criarán polvo en el fondo de un armario.
No me esperaba una gran película. Lo que sí me esperaba es que un veterano como John Carpenter desarrollara un ejercicio de estilo transparente de la vieja escuela apartado de los manidos recursos del género de terror actual, demostrando que una película inteligente y con oficio, aunque con pocos medios, puede ser más interesante que cualquiera de las burdas imitaciones que asolan nuestras pantallas. Nada mas alejado de la realidad.