En el estanque dorado
Sinopsis de la película
Ethel y Norman Thayer son un anciano matrimonio que pasa sus vacaciones en un paradisíaco lugar, el Estanque Dorado , entre los bosques y al lado de un lago. Norman, un hombre muy activo, soporta muy mal las limitaciones de la vejez y la cercanía de la muerte. Inesperadamente, llega de visita Chelsea, la hija de los Thayer, que siempre ha mantenido unas relaciones muy tensas con su padre.
Detalles de la película
- Titulo Original: On Golden Pond
- Año: 1981
- Duración: 109
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Opinión de la crítica
Película
7.3
56 valoraciones en total
Es encantadora, tranquila, sencilla, humana, realista..y podría seguir líneas y líneas laureando una película que jamás pasará de moda, pues mantiene los valores fundamentales que siempre permaneceran. Ver a Henry Fonda en su última película interpretando el más difícil todavía como queriendonos decir señores esta es la última pero el espectáculo no ha hecho más que empezar es digno de una estrella del cine. Claro, esto no acaba aquí, pues ahora unimos a Katherine Hepburn deslumbrando a cualquier cámara como queriendo decir: Yo brillo con luz propia, la edad me hace un gran favor, no me importa donde esté la cámara, sé donde tengo que estar . Esa mezcla de actores y una fotografíad, un entorno antológico, producen una reacción química que ocasiona una especie de cosquilleo interno propio de una obra maestra. Esta crítica empieza a ser cursi, lo se. Pero cuando uno quiere decir que un film es poesía y ciertos actores son dioses a los que se les recuerda como tales, no se puede hacer de otra manera menos engalanada.
Gracias a esta película mucha gente descubrirá como la vida es genial a cualquier edad y que los achaques, las manías y las arrugas no son más que las muescas que la veteranía hace en cada uno de nuestros equipajes de vuelta . Es un gran ejemplo de lucidez cinematográfica en una época gloriosa para la industria. Jane Fonda está genial en un corto pero fructífero papel. Por favor, antes de verla, prepárense para volver a verla en los mejores momentos de sus vidas.
No creo que haya nadie que viese esta película sin desear una ancianidad como la de Henry Fonda y Katharine Hepburn. Entregados a un amor crepuscular tan sólido como la tierra, esta pareja de hermosos ancianos sólo se deja perturbar por la visita de una hija que tiene muchas cuentas pendientes que ajustar con su padre. La irrupción de la vitalidad, la juventud y sobre todo, la rabia de esta mujer provoca el efecto de una piedra lanzada sobre el remanso quieto de un estanque. Pero todo ha de seguir su curso, el agua y la vida…y ante la inminencia de la muerte, toda cuestión es baladí, porque hay perdones que no pueden esperar tanto tiempo a ser otorgados. Las aguas vuelven a cerrarse sobre la piedra y las ondas concéntricas que ésta ha provocado desaparecen. Nada que nos sorprenda: lo contrario sería inadecuado.
No voy a halagar las labores interpretativas de Fonda y Hepburn: me limitaré a decir que en El estanque dorado no son los actores, son los personajes. Desprenden buen humor, sabiduría, cariño, también una suave nostalgia por aquello que se fue y nunca podrá retornar. Lo desprenden ellos, como seres humanos y no como actores. Pocas veces en pantalla se da el privilegio de observar un regalo tan auténtico, tan íntimo ofrecido sin tapujos a un público desconocido e invisible.
Y a pesar de la perturbación que supone el tira y afloja entre generaciones, lo cierto es que todo en esta película es tan idílico, bello, agradable y luminoso que no se puede evitar del todo un puntito cínico que pugna por salir y cuestionar tanta perfección.
Aún así, es una grandísima película. Sobre un tipo de amor que a lo mejor estamos olvidando que existe. Porque cuando somos muy jóvenes pensamos que esto será más o menos como un paseo por las nubes, más tarde nos conformamos con los vaivenes del deseo, peligro pero cuando el sol de la vida va declinando sólo queremos contemplar la cara de la eternidad de la mano de alguien al que amemos, en un lugar que se parezca siquiera un poquito al estanque dorado.
Decir que esta película es maravillosa sería quedarse corto. Lo confieso: Me he emocionado con ella, las lágrimas han aflorado a mi rostro tras contemplar una visión tan lúcida y bella de la vejez. Y sin duda alguna el mérito principal es de sus intérpretes. Dos merecidísimos Oscars a dos de los más grandes que ha habido en este oficio. Un precioso homenaje a sus carreras haciendo lo que mejor saben hacer: actuar magistralmente. Henry Fonda me ha recordado a mi abuelo, un hombre que ha sido un cascarrabias toda la vida pero que a pesar de ello ha querido a sus hijos y siempre ha tenido un corazón bondadoso. Katharine Hepburn fue y será la actriz con la mirada más bella que el cine ha dado (Ver Adivina quién viene esta noche y esta película para comprobarlo). Una mujer con una belleza interior desbordante, paciente, comprensiva… Y profundamente enamorada de ese hombre. Una frase preciosa que resume lo que el amor es dice: Sabes, Norman, eres el hombre más encantador de la tierra. Pero yo soy la única que lo sabe . Pero también hay que destacar la labor de Doug McKeon (el pequeño Billy), que desmiente la teoría del amigo Santi, en la que toda película con niño intérprete junto a un adulto es repulsiva. Una lástima que la mayoría tengamos que crecer
para comprender lo que los ancianos muchas veces tratan de decirnos, a veces con la mirada, a veces con las palabras. Y para complementar a unas estupendas interpretaciones, Mark Rydell entremezcla con criterio imágenes preciosistas del bello estanque dorado . Sin duda alguna, me encantaría morir tranquilamente rodeado de tanta belleza. Además, el director consigue no caer en la sensiblería y deja que el guión fluya tranquilamente como las notas que el bello piano (un steiner, quizá) hacer sonar a lo largo de toda la película. Y si por si esto fuera poco, para los recolectores de beldades, sale una Jane Fonda estupenda antes de enfundarse en mallas elásticas y grabar videos de fitness. Una de esas películas que te hace amar el cine. Obra maestra.
Nunca se me olvidará la primera vez que vi esta película: yo era una niña y la dieron por la televisión. Conmovió mi alma hasta las raíces y disfruté muchísimo.
He vuelto a verla a los 30 años y continúa conservando la frescura.
Henry Fonda y Katharine Hepburn están soberbios. Él es un anciano adorable, bromista y cascarrabias que siente angustia ante la pérdida de su vigor y de sus facultades, y ella es una anciana llena de energía y optimismo, en contraste con su gruñón y generalmente pesimista esposo. La relación entre ellos se muestra con gran ternura, ambos destilan esa complicidad y esa dependencia mutua de dos personas que se aman y han convivido durante muchos años. Ella comprende los temores de su esposo y lo sobrelleva con humor, y él todavía mira a su esposa con la misma adoración con la que probablemente la miró desde el primer momento. Como todos los años, van a pasar sus vacaciones a El Estanque Dorado , un lugar paradisíaco en medio de la naturaleza agreste.
Se plantean dilemas como:
-El miedo a las debilidades y a la vulnerabilidad de la vejez.
-Los problemas intergeneracionales. El protagonista y su única hija, la cual vive lejos, mantienen una relación tensa, marcada por las disensiones. Cuando ésta acude a visitar a sus padres, acompañada de su novio y del hijo adolescente de éste, comienzan a salir a la luz los conflictos que llevan rumiando desde hace mucho tiempo. Por otro lado, el anciano matrimonio no empieza con buen pie con el chico que ha llegado para quedarse un mes en su casa, al cual la perspectiva de estar tanto tiempo en compañía de dos ancianos en un lugar perdido no lo seduce demasiado. Todo esto dará lugar a un montón de situaciones divertidas, tensas, amargas y tiernas. Las vidas de todos van a cambiar y van a aprender muchas cosas unos de otros.
-La fotografía y la banda sonora son muy hermosas. Inolvidables las imágenes del estanque y los paisajes. Todo se muestra con un ritmo reposado, reflejando el estilo de vida tranquilo que prima en El Estanque Dorado .
A mí me evoca esas tardes de mi infancia en el campo, el intenso olor a vegetación del agua de la laguna que solíamos visitar, con las orillas semiocultas por murallas de juncos y espadañas, los patos nadando, el croar de las ranas, el estimulante olor de los eucaliptos… En fin, me he puesto un poco bucólica, pero es que para mí esta película conserva el olor, los sonidos y las sensaciones de los lugares paradisíacos de mi niñez.
Cómo Tantra dice, tan emotivamente (y es que hablamos de la película emotiva por definición), yo también adoro a los viejos.
Pero además, odio a los adolescentes, aunque aquí y ahora, pasados los años, el nieto imberbe de Fonda y Hepburn, comparta más valores con Espinete que con cualquier quinceañero fuera de madre de los que pululan por ahí persiguiendo tangas.
Adoro a los viejos porque ojalá todos lleguemos a vivir, una de dos: o la sensación que sufre Fonda ante el espejo, no derrotado sino reflexivo y dando válvula de escape a su negra ironía o, el optimismo desbordado de la Hepburn, que por Dios juro que es la que se lanza en plancha al estanque con sus setentaytantos y con cuya convicción y alegría, vive de hecho, unos 20 años más que el inolvidable Henry.
Con la que no me quedo es con la actitud de Jane Fonda. No me refiero a su interpretación, emotiva otra vez, de las que humedecen el lacrimal como siempre consiguen los de esta estirpe (con los Fonda, lloras), sino a lo perdida y acomplejada que se siente, incapaz de mostrar afecto y paralizada en lugar de exclamar, de una buena vez y a los cuatro vientos algo que no podrá escuchar su padre cuando ya esté bajo tierra.
Algo, además, que sí ocurrió en la vida real. No se llevaron bien nunca. Ni Peter, ni Jane profesaban cariño a Henry. Pero esa es otra historia.
MoraLeja: qué arrogancia entre los 30 y los 60…
MoraVieja: hacedlo a tiempo. Decidlo a tiempo. La T con la E, la Q con la U…
MoraDJay: la adolescencia es una enfermedad que se pavonea transitoriamente.
No hace falta que os déis fraternalmente la paz.
Pero sí, que os emocionéis con esta película.
De lo contrario seréis monstruos.