Embajadores en el infierno
Sinopsis de la película
Homenaje de José María Forqué a los soldados de la División Azul, que lucharon en el frente ruso, junto a los alemanes, durante la II Guerra Mundial (1939-1945). Muchos de esos soldados fueron capturados por los soviéticos y vivieron un auténtico infierno en diversos campos de concentración.
Detalles de la película
- Titulo Original: Embajadores en el infierno
- Año: 1956
- Duración: 103
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Opinión de la crítica
Película
5.8
84 valoraciones en total
Durante la segunda guerra mundial, y ante las presiones alemanas para que España se involucrara en esta, se formo una división de voluntarios (entre los que se encontraba, el luego mítico director de cine Luis García Berlanga), compuesta por unos 40000 hombres, que en nombre de la lucha contra el comunismo (aunque no fueron esas las únicas motivaciones que empujaron a esos hombres a alistarse, también les movían afán de congraciarse con el régimen por parte de derrotados en la guerra civil, afán de aventura, etc..) fueron enviados al frente ruso a luchar contra estos, codo a codo con los nazis.
La película nos cuenta la historia de un puñado de esos hombres liderados por el capitán Adrados, que fueron hechos prisioneros por los bolcheviques en un campo de trabajos forzados y las penas y privaciones que pasaron debido a su férrea resistencia a comulgar con el ideario de sus captores.
Se nos presenta al Capitán como un hombre de una pieza, inmune al desaliento y que pese a ser trasladado a otros campos de trabajo, siempre la lía, por lo que acaba en Siberia condenado a 25 años, siempre como feroz anticomunista.
La película está basada en una serie de entrevistas, luego publicadas en un libro (Embajador en el infierno 1955), hechas por Torcuato Luca de Tena al capitán Palacios (el capitán Adrados de la película).
Las actuaciones son convincentes y el ambiente gélido de esos crueles campos está bastante conseguido, pecando (presumo), como es natural dado la época y el régimen imperante de muy patriótica y anticomunista (en las memorias de Berlanga, no vi por ningún lado tanto anticomunismo latente entre los expedicionarios).
Entretenida y absolutamente recomendable como documento histórico.
Gran película que trata del calvario que pasaron los soldados de la división azúl en un campo de concentración ruso al no querer ceder ante sus imposiciones.
En esta película en la que se toca de forma excepcional temas como el patriotismo, la dignidad y la integridad, no falta un surtido de magnificos dialógos y buenas escenas.
Totalmente recomendable este hecho historico, independientemente de cual sean tus ideas política.
No creo que nadie, a estas alturas, se atreva a poner en duda que Stalin hizo méritos sobrados para ser considerado uno de los mayores monstruos del siglo XX. Que ya es mérito. Siguiendo sus órdenes expresas, se deportó, asesinó o torturó a millones de personas. Gobernó de modo despótico y brutal durante décadas. Su régimen mantuvo en la pobreza y la ignorancia a la inmensa mayoría de habitantes de uno de los países más poderosos del planeta. No es extraño que quienes padecían su tiranía y los habitantes bien informados de las democracias occidentales desearan el fin de sus días, maldijeran los horrores del régimen soviético e hicieran cuanto estuviera en sus manos por denunciarlo y combatirlo.
Lo que no me queda tan claro, después de ver esta película, es qué narices se les había perdido en Rusia a los miembros de la División Azul. Cuando uno ve y oye al capitán Adrados mostrando orgulloso su camisa falangista y soltándole a uno de sus captores que él está allí para luchar contra el comunismo, cree entender el porqué. Hasta que se cae en la cuenta de que la División Azul participó en el asedio de Leningrado, donde murió más de un millón de civiles, empujados por alemanes y españoles a la congelación y el canibalismo. Y se pregunta uno si lo que querían Adrados y los suyos era liberar a los rusos definitivamente y sin vuelta atrás, esto es, matándoles lentamente de hambre y frío. Qué curioso modo tenemos los españoles de solidarizarnos con los oprimidos, la verdad. Y los rusos, mientras, encarcelando a sus libertadores y comiéndose su turrón de Jijona. Hay que ser desagradecido.
Es una obviedad que esta película es un vehículo de exaltación falangista. Difícilmente podría ser otra cosa, filmada dos años después del regreso a España de los divisionarios supervivientes. Pero está rodada, sin embargo, con pericia y soltura, la ambientación es buena, posee algunas escenas de cierta intensidad dramática, la narración es ágil y demuestra un notable sentido del ritmo, no en vano Forqué firmaría pocos años después Atraco a las tres.
Lo que lastra la película, en todo caso, no es su tufo propagandístico o su maniqueísmo. Que a los rusos se les pinte como cretinos integrales o bestias mentirosas y crueles entra dentro de lo normal, pero es que el tal Adrados no es mucho mejor. Es un bravucón y un fanático, un doctrinario al que no cuesta mucho imaginar descerrajando tiros en cunetas y tapias de cementerio, que impide a sus hombres cualquier tentación desviacionista, usando si conviene la amenaza. Para él no existen los hombres, sólo existen las ideas, y cualquier sacrificio de vidas humanas es poco con tal de volver a España por la puerta grande. No hay piedad ni humanidad ni para rusos ni para españoles en esta película, que pasa por alto la pluralidad de motivos de los divisionarios, sus dilemas, dudas y miedos profundos, juzgados únicamente en función de su grado de fidelidad a una abstracción que desprecia el sufrimiento de sus víctimas.
Embajadores en el Infierno (Embajadores en el Infierno, 1956) es cuanto menos una película curiosa. La dirigió el cineasta José María Forqué (uno de los directores españoles más exitosos de los años cincuenta y sesenta), casi un aprendiz por aquel entonces, y además la película le llegó al cineasta casi de rebote (primero se ofreció la posibilidad de dirigir el filme a otros cineastas como Sáenz de Heredia, que la rechazó por la minusvaloración que hacía el filme de la Falange, pues el director era pariente de José Antonio Primo de Rivera)[1]. Fue su ímpetu y sus ganas de participar lo que hizo que finalmente fuera el encargado de dirigir el filme.
La película adapta la novela de Torcuato Luca de Tena que junto al capitán Palacios (el verdadero protagonista de la obra) contaba el hecho real de los últimos soldados de la división azul que volvieron en el 1954 a España, después de años de cautiverio en la Unión Soviética.
Nos encontramos pues ante un claro filme de propaganda, aunque por aquél entonces al régimen ya le empezaban a chirriar ciertos aspectos relacionados con el Falangismo que serían mayoritariamente obviados en el filme. Por ejemplo, la colaboración con los Nazis es apenas mencionada de tal manera que los soldados españoles aparecen casi como por arte de magia en las prisiones rusas (no hay imágenes del conflicto bélico). Además, Torcuato Luca de Tena era abiertamente monárquico, y sentía poca simpatía por la Falange (uno de los motores más activos de la División Azul). Por este motivo casi todas las referencias a la Falange Española desaparecen en el filme, que se convierte no en una oda hacía dicho partido, sino hacía el ejército español. Todo esto queda en evidencia en la escena en que nuestro protagonista, el capitán Andrados, es interrogado por un jefe militar soviético que le interroga sobre su militancia. Este, impetuoso, contesta que anticomunista (obviando la palabra falangista que aparecía explícitamente en el libro). A muchos de los divisionarios esto les parecía una traición y se quejaron abiertamente.
A pesar de que Embajadores en el Infierno contiene un claro mensaje propagandístico, el régimen se lo pensó bastante antes de finalmente autorizar el filme. Esto se debe en parte a la tibieza de la película, que ataca el Régimen soviético a medias tintas (algo que disgustó a las altas autoridades, que esperaban más crudeza). De hecho, la película no se molesta en señalar a muchos de los Españoles como los Malos. como es el caso del oficial que renuncia a la Patria con tal de conseguir sobrevivir a la prisión, convirtiéndose en un oficial del ejército soviético.
Buenos y Malos, el filme no deja de ser un objeto maniqueísta que aprovecha una historia épica y que está más o menos aceptablemente bien contada. En boca de los divisionarios reclusos se realiza una exaltación a los valores patrióticos, que a vista de hoy parecen totalmente absurdos, pero que en su época resultó un enorme éxito (Embajadores en el Infierno tuvo un gran éxito en taquilla, además de contar con premios otorgados por parte del gobierno). La defensa de España ante el enemigo incivilizado (que no cumple los protocolos internacionales, como hace constar el protagonista Andrados), la camaradería y la descripción de los Soviéticos como enemigos diabólicos son los ejes principales del filme.
Todo queda bastante bien representado en la figura del personaje principal, que correctamente interpreta Antonio Vilar. El Capitán Andrados es el ejemplo perfecto de lo que la España de los cincuenta quería vender como el Oficial perfecto, que no sólo defiende a los miembros de su compañía, convirtiéndose en un auténtico padre para ellos (incluso guiándolos espiritualmente) sino que además está dispuesto a todo por su patria. Múltiples son los discursos en los que defiende estos valores. De hecho el filme abusa bastante de este recurso, llegando a cansar al espectador, harto agotado ante la retórica Fascista. Ni que decir tiene que los discursos que realiza el protagonista resultan absolutamente increíbles (si llega a decir la mitad de lo que dice en el filme, los soviéticos le habrían fusilado en menos de lo que canta un gallo).
Así pues, Embajadores en el Infierno no deja de ser una película comparable con otras de ficción bélica norteamericana (o Basada en hechos reales) que exaltan ciertos valores patrióticos. Cierto que la producción no llegó al mismo nivel de los grandes filmes norteamericanos, pero el filme de Forqué consigue elaborar una atmósfera competente. Para ello se contó con una reproducción fidedigna de los centros de reclusión, así como la ambientación de las estepas heladas. Desde luego, desde este punto de vista el filme consigue convencer.
[1] Florentino Soria, José María Forqué, Ed. Festival de Cine de Huesca, Huesca 1992, pp. 41
http://neokunst.wordpress.com/2014/12/30/embajadores-en-el-infierno-1956/
Película en blanco y negro sobre los combatientes españoles en la División Azul que fueron hechos prisioneros y se pasaron un montón de años en campos de concentración rusos, sobre sus honores y dignidades, también sobre los que abdicaron de su nacionalidad y se pasaron al bando soviético.
Una película hermosa en el sentido patriótico (amor a la patria de la que uno procede, por la que uno siente nostalgia, donde uno ha dejado sus raíces y su familia, donde están los sabores y comidas que más aprecia en la vida, en definitiva sobre el amor al país donde uno nació, se forjó y del que es representante y embajador en medida individual).
Todo esto que suena a trasnochado cuando se habla de España, resulta que lo siguen y promueven a pies juntillas otros nacionalistas, ya los catalanes o vascos respecto a la nación que para sí se están inventando, ya el resto del orbe: franceses con su Francia, estadounidenses con su USA, japoneses con su Japón, mongoles con su Mongolia, sudcoreanos con su Corea del Sur, venezolanos con su Venezuela, tunecinos con su Túnez o australianos con su Australia. En todos lados y por todas las direcciones y lugares de este mundo existen las patrias, los patriotas y los patriotismos, como existe que nos identifiquemos más con unas bebidas que con otras o con una vestimentas más que con otras o con unos paisajes o unos sonidos o unas costumbres más que con otros.
A todos los seres humanos del mundo se les comprende en sus muestras de amor por su patria, excepto ¡ojo! si son españoles que aman a España, a éstos no, no se les tolera tal sentimiento sino que le llueven críticas y descalificaciones precisamente de parte de esos otros españoles renegados que se avergüenzan de España y se la dan de ser más progres que nadie por despreciar a los que se manifiestan amantes de la patria España. ¡¡¡Serán gilipollas!!!