Ema
Sinopsis de la película
Ema, una joven bailarina, decide separarse de Gastón luego de entregar a Polo en adopción, el hijo que ambos habían adoptado y que fueron incapaces de criar. Desesperada por las calles del puerto de Valparaíso, Ema busca nuevos amores para aplacar la culpa. Sin embargo, ese no es su único objetivo, también tiene un plan secreto para recuperarlo todo.
Detalles de la película
- Titulo Original: Ema
- Año: 2019
- Duración: 102
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Opinión de la crítica
Película
6.6
81 valoraciones en total
…es cosa de súcubos, siempre lo creí y quedo aún más convencido tras ver esta película en la que hay muchas cosas muy buenas: la fotografía (que hace de Valparaíso un personaje más, y de los más interesantes), la banda sonora (no, no solo en las escenas de baile), la secuencia que se recoge en el cartel, la expresividad de la sra Di Girolamo…
Durante el primer tramo de la película pensaba estar viendo una obra maestra. Por desgracia, la cosa empeora luego y va adquiriendo matices de folletín y de porno-soft (incluido el comodín de la orgía lésbica).
La última escena me reconcilia con el film, pero, en fin, yo espero más del inteligentísimo sr. Larraín.
Aviso al espectador español: algunas escenas son improvisaciones y el habla chilena es bastante especial. Así que no te sorprenda quedarte sin entender la mitad de los diálogos.
Primera escena, el director nos muestra a la protagonista portando un lanzallamas. Enfocada enigmáticamente, contrastando su silueta a una noche improbable. ¿Será una extremista? ¿Una justiciera? Pablo Larraín nos impone su personaje ficticio, acaso utilizando el lanzallamas como metáfora de la personalidad de Ema. La película nos irá envolviendo en un viaje sensorial y al avanzar el metraje nos vamos dando cuenta de que más que una metáfora, el sentido del lanzallamas es más literal. Ema tiene fuego en las venas y la magnífica interpretación de Mariana Di Girolamo nos acompañará durante cien minutos de recorrido.
Larraín logra darle un relato coherente a la pulsión del día a día enfrentado con desenfreno. No explica a los personajes (más bien oscuros) pero intuye que sus intenciones son válidas.
En 2018, Gaspar Noé nos invitó a un baile distinto, de anécdota absurda. Perseguía que la sensualidad de unos movimientos nos llevara a vulnerar los límites. Seductoras imágenes, pero ahí donde Noé hacía convulsionar entre verdaderos zombis, Larraín nos encierra en un viaje perturbador, donde rescata el alma de los personajes que orbitan en la periferia de la sociedad.
Si no observamos la película con apertura, las decisiones de Ema nos parecerán grotescas y el personaje del hijo adoptado (casi no emite palabra) nos mirará con ojos de reproche por permitir que Ema lo haya involucrado en esta familia demencial.
*La madre tras la mujer
Ema muestra una deconstrucción del modelo de familia tradicional donde tras una serie de sucesos, una pareja decide devolver al hijo que habían adoptado. Sin embargo, no se hace tardar el arrepentimiento. El proceso de duelo al saber que probablemente nunca recuperen al niño con el que llegaron a formar la familia que tanto deseaban resulta tóxico y degradante tanto para Ema (Mariana Di Girolano) como para Gastón (Gael García Bernal).
Ninguno de los integrantes del matrimonio es capaz de asumir sus errores y aceptar la pérdida conjuntamente, apoyándose el uno en el otro. De esta manera, tras algún toque de humor, se esconde la toxicidad de la relación de una joven con un hombre doce años mayor que ella, con unas ideas y una forma de vida completamente distinta.
Resulta indudablemente necesario apartar la moralidad propia del relato audiovisual para poder entrar de lleno en esta vorágine de danza, sexo y fuego que Larraín presenta, mas una vez la historia te atrape de lleno, ya no hay vuelta atrás. Puede parecer complicado entender o justificar las acciones de Ema a lo largo del largometraje, pues se sucede excentricidad tras excentricidad. Pese a ello, la película permanece completamente coherente consigo misma, con un espíritu de éxtasis visual tan estético como elogiable.
Una mujer que quería ser madre. Una mujer que devolvió a su hijo. Y una mujer que hizo lo impensable para recuperarlo.
*La mujer tras la madre
A pesar de que el personaje de Ema resulta demasiado extraño para relacionarlo con la visión tradicional que se tiene de la madre de familia, este se desenvuelve de una manera en la que garantiza que hace todo lo posible para estar junto a su hijo.
Dejando de lado esta narrativa, destaca además el hecho de que la joven mujer anhele una libertad que casi roza con sus dedos. Practicando el baile contemporáneo de la mano de su marido, que a menudo más que una pareja se asemeja a un jefe, siente la necesidad de dejar atrás ese tipo de baile para salir a la calle a bailar reguetón. Esta música resulta controvertida tanto dentro como fuera del filme, sin embargo, es explicada como el salto a la libertad de Ema. A partir del momento en que decide disfrutar y bailar lo que más le gusta, se desata toda la trama.
Llamas, fuego, deseo y agua. Todos estos elementos ayudan a crear un escenario cada vez más enrevesado y estrecho donde al final todo tiene un fin, que en manos del espectador está si justifica los medios, pese a que para los protagonistas lo parece.
*Conclusión
Si bien cierto es que el final de Ema resulta un tanto descafeinado en contraste con el nivel de locura en el que se suceden la trama, sirve como broche final a este drama familiar envuelto en libertad y sexualidad y totalmente desprovisto de moralidad.
Por otra parte, cabe destacar la impecable fotografía y estética aunada a una banda sonora parcialmente actualizada que resulta gratificante en multitud de escenas, así como las exquisitas interpretaciones que se suceden durante el filme. Estas brillan por la fuerza con la que los personajes se abren paso en el relato y la manera en que están logrados, que casi que parecen necesarios para que Ema se desenvuelva de una manera u otra.
Una arriesgada y provocadora narrativa audiovisual de toda una generación sobre la liberación que presenta un toque feminista, donde habrá que expandir los propios horizontes para adentrarse de lleno en ella.
Escrito por Ana Aliaga Díaz
Vi la casi unanimidad de crítica profesional y de público en torno a esta película, lo que me llevó a la sala.
Pronto mis temores sobre el error cometido comenzaron a hacerse patentes. La película rebosa artificialidad por todas partes, estamos en uno de esos casos en los que uno siente cierta vergüenza de que alguien le vea en la butaca viendo aquello que se está perpetrando en la pantalla.
No entiendo a que vienen tantos elogios, pues la película tiene la poco elogiable virtud de que los minutos parezcan tener 120 segundos.
No sé si el director y guionistas pretendían dar un espaldarazo al empoderamiento femenino y al carácter contradictorio que muchas veces muestran los seres humanos, empoderamiento que lleva la voz cantante en esta película y que desafía cualquier concepción tradicional de las relaciones familiares y de pareja, lo que en sí no es ni loable ni criticable. Pero -cómo me suele ocurrir tanto con el cine latinamericano como con el español- veo actores intentando interpretar un papel delante de una cámara -Quizá se deba a lo absurdo de las situaciones-, y no a personajes creíbles en una historia. Nada es plausible y uno tiene la sensación de estar contemplando algo envuelto en una atmósfera onírica ajena en gran medida al mundo real. Puede que eso sea también una licencia
creativa intencionada de los autores, pero a mí todo lo resultante me deja frío y no me suscita ningún interés. Los ritmos reguetoneros no hacen más que contribuir al desaguisado de este engendro.
En la sala donde se proyectó, la película tenía subtÍtulos -recuerdo aquella absurda polémica que se produjo el año pasado o hace dos sobre aquella afamada película mejicana en blanco y negro- y en mi opinión no está en absoluto de más, no sólo porque estemos en un entorno social donde se usa una jerga determinada y propia de una ciudad o región -la parte menos glamurosa de Santiago- ya que el mismo problema pueden tener también espectadores hispano parlantes de fuera de Chile, sino porque, como suele ocurrir en muchas películas latinoamericanas, la banda de sonido adolece de cierta falta de nitidez, lo que puede hacer que uno se pierda parte de los diálogos, aunque lo que se diga en ese momento sea en español internacional estándar.
Resumiendo, la originalidad y la transgresión no son en sí mismos sinónimos de calidad.
El afán de sorprender al espectador no debería estar por encima de la necesidad de contar una historia congruente. Esta frase no se cumple en esta peli, porque cierto que nos sorprende el personaje da la protagonista: bailarina, profesora de baile, casada, madre frustrada, madre adoptiva, incapacidad de educar, bisexual o más bien lesbiana, aficionada al fuego y a quemar cosas, planificadora de reencuentros… En fin, que incluso para los cinéfilos más avezados, tantas facetas en un solo personaje y en una sola peli, como que nos sobrepasan. No entiendo la necesidad del guionista para complicar tanto las cosas, sin profundizar demasiado en ninguna de ellas. Al final, casi sin aliento, asistimos a un desenlace que ni acabamos de entender, ni nos parece creíble. Y para colmo, la ciudad-puerto de Valparaíso, en Chile, tiene cosas mucho más bonitas que las que nos muestra la cámara (a pesar de sus sucesivos incendios)