Ella, él y sus millones
Sinopsis de la película
Arturo Salazar es un poderoso hombre de negocios que decide emparentarse con la nobleza. Le pide entonces a un amigo aristócrata que le busque una novia de sangre azul. Como resulta que los suegros de su amigo, los duques de Hinojares, están arruinados, cree que la joven Diana podría ser la candidata perfecta.
Detalles de la película
- Titulo Original: Ella, él y sus millones
- Año: 1944
- Duración: 120
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Opinión de la crítica
Película
6
52 valoraciones en total
A pesar de que Juan De Orduña, es más conocido por sus dramas históricos de cartón piedra, con Aurora Bautista (Locura de amor, Agustina de Aragón y Alba de América), que realizó para la productora CIFESA y para el disfrute de la autarquía franquista, no es menos cierto que, el cineasta siempre manifestó su gran admiración por Ernst Lubitsch y la comedia norteamericana. Con Ella, él y sus millones el cineasta filma una divertida comedia loca, sofisticada, elegante y sentimental, que establece muchos puntos en común con la comedia clásica americana.
Adaptando una obra de teatro de Honorio Maura. Criticando solapadamente ese tipo de clase social trasnochada y estrafalaria que era la aristocracia. Hace gala de una gran dirección de actores. Rafael Durán, el galán de moda junto a Josita Hernán que forman una pareja con química en la representación y dicción de sus roles. Con unos secundarios de lujo encabezados por el grandioso e inefable Pepe Isbert con su entrañable humor. Con unos diálogos brillantes, es el reflejo de un modelo de cine con lujosos decorados, en que los personajes visten ropajes suntuosos, actúan como seres estereotipados y viven una serie de enredos fácilmente digeribles.
De Orduña narra con gran oficio, tejiendo una serie de juegos que entronca con el mejor teatro de Miguel Mihura y propone una serie de premisas no excesivamente alejadas de una parábola sobre el camino progresivo de emancipación de la mujer, aunque aquí el cineasta no se atreve a plantearlo claramente dada la época de represión moral. La relación entre una aristócrata arruinada y un nuevo rico emergente, que busca un matrimonio de conveniencia como un negocio más, para introducirse en el mundo aristocrático, sin obligaciones sentimentales ni sexuales. Aunque en el fondo, si prestamos atención, la cosa será muy diferente. Una de las comedias más hábiles del cine de postguerra.
Divertida comedia que, junto con la también excelente La culpa la tuvo Adán , servía en la triste España de la posguerra para reírse un buen rato, aunque esta película tiene una cierta crítica social. El argumento de un hombre hecho a sí mismo que busca rizar el rizo adquiriendo un título nobiliario, el de Duque, a través del matrimonio con una de las tres hijas de un duque venido a menos viene a recordar el clásico hidalgo español y el arribismo social tan marcado a lo largo de nuestra historia.
Y se casa con la única del peculiar casting que no piensa que es odioso. Naturalmente el amor triunfa por la vía de los celos, que es una de sus herramientas más eficaces.
El punto de partida resulta curioso. El hombre hecho a sí mismo al que ya no le basta con la fortuna amasada, y quiere entrar en la nobleza. La noble cuya familia se precipita hacia la ruina. Vamos, que se junta el hambre con las ganas de comer.
Lo malo es que se trata de una comedia y me hace poca gracia, y que el final me parece ñoño perdido.
Lo mejor: La extraordinaria dicción de Rafael Durán y Roberto Rey (qué gusto escucharles, de verdad), y ver en acción a Guadalupe Muñoz Sampedro y a José Isbert (impagables).
La película es deliciosa desde cualquier punto de vista. Cierto que se nota ostensiblemente el paso del tiempo, pero ¿qué importa?.
El argumento es interesante, el ritmo no decae y te atrapa desde un principio, el gran Pepe Isbert está, como siempre, extraordinario, las chicas, notables en su papel, la simpatía de Raúl Cancio y del amigo Joaquín es contagiosa, y los secundarios son sencillamente memorables: los mayordomos Dimas y Lucas, y el secretario de Rafael Durán están brillantes y a ratos, hilarantes.
La resolución del embrollo también estupenda y es, en definitiva, una película que te hace pasar un rato feliz, que ya es…
Si esta película se hubiera hecho en Estados Unidos, con Cary Grant…, o le metemos unos bailes y la protagoniza Fred Astaire…, o más adelante, unas canciones y metemos a Frank Sinatra o Bing Crosby, estaríamos, sin duda, ante un clásico incontestable.
Una película con la que Juan de Orduña se relajó un poquito después del tono histérico que tenia una realización suya anterior que era Porque te vi llorar . Se demuestra en este ejemplo de alta comedia española que el cine norteamericano sólo supera al cine español en una cosa y que esa cosa es el hecho de poseer más medios técnicos pero por lo demás hay que reconocer sin complejos que la comedia española de los 40 es tan buena o mejor que la comedia estadounidense del momento. Esta película no es exactamente una imitación sino que es más bien una asimilación personal por parte de Orduña de las influencias extranjeras. Aunque es una película donde la base de todo son los diálogos no llega a cansar al espectador porque en ellos se palpa una picardia muy especial y una sorna sorprendente en la época en la que se realizó. También influye positivamente el agradable y personalísimo tono de voz de Josita Hernán que tiene a su cargo uno de los personajes mejor trazados. También se puede hablar muy bien de Luchy Soto, actriz que murió en 1970 y que también destacó por ejemplo en uno de los episodios del delicioso film de episodios Las viudas . Durán, Peña, Isbert, Rey y Cancio también se mueven con brillantez. Con la finísima intuición de Orduña se consigue un film que cae muy simpático.