El violinista en el tejado
Sinopsis de la película
Teyve, el lechero de un pueblo ucraniano, vive feliz con su esposa y sus cinco hijas, todas ellas solteras. Una tarde, mientras hace el reparto, conoce a Perchick, un pobre estudiante de Kiev con ideales revolucionarios. Los dos simpatizan, y Teyve le ofrece casa y comida a cambio de que le dé clases a una de sus hijas. Al mismo tiempo, Lazar Wolf, un rudo carnicero que se ha quedado viudo, pide a Teyve la mano de su hija mayor.
Detalles de la película
- Titulo Original: Fiddler on the Roof
- Año: 1971
- Duración: 181
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Opinión de la crítica
Película
7.5
32 valoraciones en total
De las que ya no hacen. Musical al estilo más clásico y teatral, con excelentes interpretaciones y voces que hacen que cada personaje tenga su razón de ser. Todos importantes, todos brillantes. Un banda sonora que hizo historia y una historia que contar irrepetible.
A pesar de las numerosas películas sobre éxodos judíos a las que nos tiene acostumbrado Hollywood (¿por qué será?), El Violinista en el Tejado plantea mucho más que los conocidos problemas que sufrió un pueblo, más allá de eso, lo que da fuerza y argumento a la película, es el reflejo maravilloso de las relaciones familiares, los conflictos generacionales y la lucha eterna de los principios y tradiciones contra los cambios que se producen en el mundo… y cómo el amor es capaz de vencer las dificultades. 🙂
EL VIOLINISTA EN EL TEJADO es de ese tipo de películas en las que, de tanto en tanto, alguno de los personajes interpela al espectador. Así, Chaim Topol, que no se parece en nada a Ringo Starr y que ejecutó a la perfección su papel de sufrido lechero en la cinta de Norman Jewison, en alguna ocasión durante el metraje nos hace un guiño simpático o nos pide un guiño simpático.
Con el trasfondo de otro éxodo y de otra persecución EL VIOLINISTA EN EL TEJADO nos habla de las penurias y de las alegrías cotidianas de los habitantes de Anatevka, una pequeña aldea judía inmersa en la Rusia de los zares.
Adaptación para la gran pantalla de un éxito teatral de Broadway, ha de anotarse en el haber de EL VIOLINISTA las extraordinarias interpretaciones de los protagonistas, una magnífica banda sonora en la que se percibe la mano mágica de John Williams, un luminoso sentido del humor que consigue que el público se olvide de la tragedia subyacente y una dirección inmaculada que casi cuarenta años después nos sigue haciendo bailar, cantar, sonreir y padecer.
Y es que…, como dice el Libro Sagrado, el paso del tiempo sólo puede magnificar el estruendo de las más poderosas obras de arte.
Un violinista en el tejado. Parece cosa de locos, ¿eh? Pero en nuestro pueblecito de Anatevka puede muy bien decirse que cada uno de nosotros es un violinista en el tejado que intenta ejecutar una tonada grata y sencilla sin romperse la cabeza. No es fácil, no. Tal vez me dirán ustedes que por qué nos subimos ahí si eso es tan peligroso. Pues si subimos es porque… Anatevka es nuestro hogar. ¿Y cómo guardamos el equilibrio? Puedo decirlo en una palabra: ¡¡TRADICIÓN!!
Así comienza este musical, obra maestra, con las palabras de Tevye dirigiéndose al espectador al cual hace cómplice de sus reflexiones a lo largo de la peli. Las tradiciones van cambiando poco a poco con cada nuevo casamiento. ¿Pero hasta qué punto? Aaahhh!!! Tenéis que ver la peli para descubrirlo.
Lo mejor de la peli (a parte de los números musicales) son las conversaciones que Tevye tiene con Dios y las cavilaciones que hace antes de cada matrimonio sopesando los pros y los contras. Este musical ganó tres Oscars (sonido, fotografía y banda sonora) y su argumento se reduce a temas tan conocidos como el amor, la familia y la fe. También se habla de los valores humanos, la opresión, la tradición, el orgullo, la dignidad, etc.
Respecto a los actores, el mejor sin duda es Topol, el que interpreta a Tevye. Tan simpático y campechano y con esa forma de dirigirse al público se mete a los espectadores en el bolsillo. Crea una complicidad con el espectador que hace que uno enganche a la película desde el principio.
La música es espléndida. A veces, con ritmo judío. Otras, al son del violín. Y es destacable la mezcla de música judía y rusa durante los festejos de la boda. Ah, y por supuesto esa maravillosa canción que a todos no suena… If I were a rich man…
Creo que este es el tipo de musical que gusta tanto a los amantes de los musicales como los que son reacios a este género. Por cierto, si la veis ha de ser con subtítulos para que os enteréis de la letra de las canciones ya que todas ellas forman parte del argumento y sirven para conocer las motivaciones de los personajes. Quizá el metraje es desmesurado, pero a mi no me importó. Vi la película con muchísimo interés y no me aburrió en ningún momento.
Totalmente recomendable!
Saludos!!
Detrás de cada expresión de la vida existen tantas apreciaciones y valoraciones como seres humanos existimos.
La visión de cada una de las personas depende de su cultura, experiencia, de su sensibilidad, de sus predisposiciones y tendencias, de su sabiduría y de tantas cosas más. O simplemente de un momento particular, de un instante en el que directamente, vemos las cosas con los ojos del alma.
No sé si es esto último lo que me ocurrió a mí al ver esta película por primera vez, pero fui capaz de apreciar en ella tantas cosas………………….
Las escenas musicales son soberbias, con una banda sonora excepcional, de la que algunos temas, son ya parte del elenco de clásicos musicales del cine.
En cuanto a su contenido humano, es infinito, y de esa gama de emociones, vivencias y sabiduría existencial que despliega, lo que a mis ojos es revelado, es simplemente magnífico.
Sus personajes, adorables algunos de ellos (como el protagonista por ejemplo), son como arquetipos perfectos, sus planteamientos existenciales, la conciencia, el destino, Dios, los golpes favorables y desfavorables y frente a ellos el ser humano como un violinista sobre el tejado. Cada uno de nosotros es un violinista en el tejado que intenta ejecutar una tonada grata y sencilla, sin romperse la cabeza.
¿Qué es lo que nos permite mantener el equilibrio?
Magistral metáfora, ¿qué más puedo decir?…
Oso Blanco.
Dejando a un lado que quienes patrocinan este coloso del musical son los todopoderosos hijos de Sion, por si no había suficiente en la historia del cine volcada a la hagiografía lacrimógena del martirologio judío y del pertinaz lapidarium sionista, siendo totalmente consciente y haciendo la vista gorda a este demérito de la película, sólo digo que es una obra magistral.
Puede ser que si Topol fuera rico fuese un malvado prestamista. Si Topol fuera rico no sería un personaje tan entrañable y gruñón. Hay mucho tópico aquí dentro. Y es que… poniéndonos en el lugar de su hija, la oveja negra del medio, reconvertida en devota ortodoxa por amor, repudiada por su estirpe, flaco favor se le hace al gran patriarcado, puede ser, estereotipado, de una religión cuyo signo de identidad es la cerrazón absoluta. Al menos eso dejan ver bien clarito en la película aunque sea entre alegre canción y canción.
Es cierto que… con escuchar a Topol mascullar entre dientes (o cantar) te perdono, sé feliz , nos hacemos cargo del dolor del hombre arrastrando a su familia al sempiterno éxodo, a la huída de los progromos zaristas.
Aún así. No me gusta nada el panfleto magistralmente musicalizado que no disimula esta película para hacernos, otra vez, apologetas del sufrimiento humano publicitado (el judío antes del holocausto). Lo han industrializado, es cierto, sacándole rédito. Pero al menos en esta grandiosa obra, lo dicho, haremos la vista gorda por lo que impresiona.
Nada que ver con si nos gusta o no el musical. Está muy por encima de esos fanatismos tan cutres.
No obstante, dejo en el spoiler el motivo de la trama que más me repatea y que no entenderé aunque me lo explique Dios, Alá o el mismísimo Jehová*. Y todo eso pese a considerarla una auténtica joya, puesto que: si nos comemos grandes épicas sobre la historia americana, la de romanos o la de ingleses pirateando, seamos justos al admitir que esta película, la composición de la obra y de su música es una preciosidad que no merece menos del 10, obviando, repito, a la poderosa industria publicitaria del martirologio.
Que se divida en dos actos es más genial aún, algo que Spielberg quiso hacer con su Schindler pero que no, que a mí al menos, no me convenció. Maldito Spielberg y maldita sea su máquina de lavar cerebros. Ni por asomo podrían compararse.
Geniales números musicales, sobre todo los bailados por los rusos (que bueno… no son tan malos) y por los judíos, mayormente.
Fuera de todo este ruido, le doy sin pensármelo dos veces un diez como una catedral y la recomiendo apasionadamente a quien disponga de cuatro horas libres para cantar, llorar, reir, maldecir y hasta perjurar en arameo. O en hebreo. Me da igual…