El viaje de Felicia
Sinopsis de la película
Felicia es una adolescente que ha vivido siempre en una aldea irlandesa. Cuando su novio Johnny emigra a Inglaterra para buscar trabajo, Felicia lo sigue, sobre todo porque está embarazada. Cuando llega a Birmingham conoce a Joseph Ambrose Hilditch, el meticuloso gerente de una empresa de comidas.
Detalles de la película
- Titulo Original: Felicias Journey aka
- Año: 1999
- Duración: 116
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Opinión de la crítica
Película
6.8
50 valoraciones en total
Del genio de la sutilidad que es atom egoyan nace esta pelicula equilibrada con dos caractéres antitéticos perfectamente perfilados mediante una construccion meticulosa y una bellisima factura en cuanto a fotografía y trabajo de cámara se refiere. Este es el tipo de películas (muy escasas) que funden a la perfección un argumento complejo,presentado de manera no casual, con una representación profunda de los personajes, es decir, no hay situación sin personajes y viceversa, la situación se desarrolla de manera simultánea al conocimiento de los caractéres. En todas los sentidos (tanto técnicos como de contenido) es una pelicula mecánicamente enlazada a pesar de su aparente modestia. Muy recomendable para mentes atentas y para todos aquellos que odian la superficialidad.
Egoyan, canadiense de origen armenio nacido en El Cairo, es un director raro. Tiene mundo propio, de genuina originalidad, mundo que en sus películas se narra a ritmo pausado e inquietante, y con estilo visual exquisito.
Maneja ideas recurrentes, entre ellas mantener siempre abierta una amplia incógnita acerca del perfil de los personajes y acerca de los acontecimientos que los involucran.
Felicia (Elaine Cassidy), la adolescente irlandesa que llega al Reino Unido, carece de documentos para acreditar su identidad en el control policial del aeropuerto. Buscando en Birmingham a su novio, que ha emigrado sin dejarle las señas, coincide con Mr. Hilditch (Bob Hoskins, extraordinario), director de una empresa de catering, personaje que circula en un encantador Morris Minor 1000, impecablemente conservado, y hace una demostración ética al rechazar una maquinaria que sirve automáticamente los platos a los comensales, prescindiendo de los empleados.
Pero ese rasgo de entrañable calidad humanista no es sino una de sus numerosas facetas.
En la relación que se establece entre Hilditch y Felicia, el espectador sólo tiene las propias conjeturas, formuladas para atenuar la sutil, creciente inquietud.
Egoyan apunta siempre al abismo tras las apariencias. Personajes y hechos son en todo momento impredecibles.
La cadencia fluye hipnótica, los diálogos, casi susurrados. Para el paisaje se escogen arquitecturas geométricas, estructuras abstractas. La banda sonora alterna evocadoras baladas del tiempo de los Platters con suaves redobles de tambores que subrayan el desasosiego.
La ágil dosificación de flashbacks, correspondientes tanto al pasado del uno como al del otro, va ampliando la información sobre el complejo disparadero en que se hallan los personajes. A esa agilidad contribuye lo variado de las fuentes de las imágenes combinadas: cámara oculta, antiguos programas de TV en blanco y negro, filmaciones de épocas anteriores, etc.
Gracias en buena parte a la contribución de los bien dirigidos actores (impresionante en el caso de Hoskins), el clima estético característico de Egoyan vuelve absorbente la película, si bien el discutible tratamiento del desenlace (véase spoiler) rebaja bastante la fascinación conseguida en la precedente hora y media.
(7,5)
La revisé la semana pasada y gocé mucho.
El cine de Egoyan es tan especial que no entiendo cómo no se menciona más a menudo en los medios especializados. Estos días que lo he vuelto a intentar con Kusturica, un tipo tan laureado y alabado, y no digo que no lo merezca, me molesta más pensar en Egoyan y en el poco impacto de su magnífico legado. Volviendo a Kusturica, es curioso pensar que mi película favorita del tipo, Arizonas Dream, podría pasar sin problemas por una peli de Egoyan. Allí están todas las constantes del cine de Egoyan, personajes torturados, esa cualidad hipnótica en los planos y el tono retorcido y enfermizo de sus guiones. Claro que Arizonas adolece de la profundidad dramática de las mejores obras de Egoyan, entre las que sin duda se incluye esta maravilla de película, donde el tipo da una nueva lección de perversidad contenida, insinuación y sutileza tras la cámara. Y Bob Hoskins está absolutamente enorme en el que debe ser, probablemente, el papel de su vida, sin olvidar el recital que el tipo dio en Mona Lisa, donde sin duda su interpretación era lo mejor de la función.
Más que recomendable.
Peculiar, inquietante y angustiosa historia del controvertido Atom Egoyan que nos mantiene en vilo desde el principio hasta casi el final. Y digo hasta casi el final porque el desenlace resulta de lo más trillado con la aparición de las fanáticas y extravagantes religiosas que a punto están de cargarse la función de manera lamentable…..y es que lo pausado, sutil y elaborado del guión hasta ese momento dejan su sitio a una especie de locura narrativa impropia de este buen director.
El magnífico uso de los flashback nos permite conocer mejor el por qué de la actual situación de los dos personajes principales, Joseph totalmente perturbado por una infeliz infancia y Felicia desesperada por encontrar al chico que la dejó embarazada, aunque en realidad ambos son víctimas de unas duras relaciones familiares llenas de soledad, incomprensión y dolor.
Y de todo ese dolor, incomprensión y soledad nacerá una relación entre ellos que nos dejará con la boca abierta.
Lo mejor: ese pequeño gran actor llamado Bob Hoskins que borda su papel de hombre con dos caras, una buena y amable y la otra……..mejor descubrirlo.
Lo peor: los absurdos personajes religiosos y la banda sonora.
La verde Irlanda, humilde, católica, conservadora, mayoritariamente antibritánica. De allí parte Felicia hacia Inglaterra y allí encuentra a…..Bob Hoskins. Los monstruos no nacen.
No es una película genial. Le faltan escalones para ello. Pero el armenio-canadiense Atom Ergoyan consigue hacer un cine artesanal esforzado y eficaz.
El es un maduro jefe de catering solitario y anclado en el tiempo, en su tiempo. Ella es poco más de una niña, cuyo mundo oscila entre su pueblo irlandés y su reciente e intenso amor. De alguna manera se necesitan el uno al otro. Ella necesita buscar al chico de sus sueños. El necesita que le necesiten.
La información se va administrando al espectador en pequeñas dosis, adecuadamente, con correctos flahs-backs. Esto permite ir adivinando lo que viene a continuación. Se mantiene la tensión.
Son interesantes las escenas en que prepara para sí mismo unos cotidianos festines gastronómicos siguiendo los videos de su madre, presentadora en su tiempo de programas de cocina en televisión.
La película ante todo, entretiene, engancha. No hacen falta finales sorprendentes y rompedores. Todo se va cociendo poco a poco. A fuego lento.