El último emperador
Sinopsis de la película
Pekín, 1908. China se encuentra en plena decadencia. Pu Yi, un niño de tres años, es arrancado de los brazos de su madre, en medio de la noche, y conducido hasta la Ciudad Prohibida, donde es coronado emperador, pero tendrá que vivir recluido dentro de este recinto inaccesible.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Last Emperor
- Año: 1987
- Duración: 156
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Opinión de la crítica
Película
7.2
76 valoraciones en total
Pais
Directores
Actores
- Alvin Riley III
- Basil Pao
- Cary-Hiroyuki Tagawa
- Chen Kaige
- Constantine Gregory
- Daxing Zhang
- Dennis Dun
- Dong Liang
- Fumihiko Ikeda
- Guang Fan
- Hai-Tao Wu
- Hajime Tachibana
- Henry Kyi
- Henry O
- Hideo Takamatsu
- Jade Go
- Joan Chen
- John Lone
- Liangbin Zhang
- Lisa Lu
- Lucia Hwong
- Maggie Han
- Peter OToole
- Ric Young
- Richard Vuu
- Ruocheng Ying
- Ryuichi Sakamoto
- Shi Liang
- Shu Chen
- Tsou Tijger
- Victor Wong
- Vivian Wu
- Wenjie Huang
- Wu Jun
- Yu Li
El último emperador es una grandiosa obra y es aún más que una obra cinematográfica. La cinta narra la historia del ultimo emperador de China, su forma de vida, sus costumbres, su servidumbre y todo el estilo de que llevaba hasta antes de que su imperialismo llegara a su fin. Cuando China se convierte en república nada será igual.
Bertolucci describe la historia de forma magistral, con un guión impecable y una fotografía que cualquier película quisiera. Si embargo la historia no es solo eso. El punto central del film es el testimonio histórico sobre el imperialismo japonés y su invasión a China antes de la segunda guerra mundial. La ocupación de Manchuria, un territorio que anhelaba el protagonista por haber nacido allí y que le provocaba un fuerte sentimiento nacionalista, se vio ocupado por los nipones con el fin único de llegar a conquistar todo Asia.
Una visión occidental de las ambiciones japonesas en aquellos tiempos, relatada de forma increíble por el director que nos argumenta con hechos, fotografías, videos las atrocidades que se cometían en esos lugares del mundo.
Creo que no es casualidad que haya ganado especialmente aquel año 1987 el Oscar a la mejor película entre muchos otros. El mundo estaba convulsionado porque la guerra fría llegaba a su fin, la URSS caía y mostrarle al mundo una película de estas características en el contexto social y político de la época era lo mas acorde. Este es un ejemplo más de que la academia tiene sus favoritos aunque no siempre sean los mejores. En ningún caso he dicho que no lo tenga merecido, pero reconozcamos que las películas están marcadas por hechos, tendencias, dentro de determinado contexto social y también marcan y subrayan la historia mundial.
Magnifica cinta, grandiosa, bella, reveladora y un verdadero aporte a la historia, a la cultura y al séptimo arte. Recomendada.
Desafiante y admirable película de Bertolucci, biografía del último emperador de China, Pu-Yi – muy buena interpretación de John Lone -, que resulta un espectáculo inolvidable en todo lo relevante a la composición de encuadres y artística, decorados, música (Ryuichi Sakamoto), estética, fotografía (excepcional Vittorio Storaro, probablemente el mejor director de fotografía del cine en los últimos 30 años).
Resulta del todo fascinante, una obra maestra durante el tiempo que se desarrolla desde que el niño-emperador es llevado a la Ciudad Prohibida hasta que le echan de allí, hecho ya un joven maduro. Debido a su carácter de superproducción tiene inevitables altibajos en su ritmo, en la capacidad de capturación de la historia hacia el espectador, pero con todo revela la indudable maestría de Bertolucci, aquí apostante supremo de una quiniela fílmica con todas las de perder a finales de los 80, pues su carácter de película lenta, de argumento ajeno a la cultura occidental, su calado de cine clásico en medio del atropello diario que como todo en la vida es el cine, la hacían susceptible de un batacazo. Sin embargo, Bertolucci – aquí mero notario de unos acontecimientos históricos, sin tomar partido, como debe ser creo yo en historias un tanto lejanas – triunfa y con él el cine que añade otra gran película a su vasta lista.
La película que ocupa estas líneas es sin duda una de las grandes de la década de los 80.
Una arriesgada apuesta de Bernardo Bertolucci, en la cual se propone al espectador sumergirse en la vida del último emperador de China, Pu Yi, o lo que es lo mismo, el ocaso de una de las sagas dinásticas imperiales más importantes y antiguas de la historia de la Humanidad.
Una vida que sirve como hilo conductor para un propósito más vasto, que no es otro que ilustrar los dramáticos cambios que se gestaron durante el siglo XX y que cambiaron por completo el orden mundial y los usos sociales preexistentes.
La caída de una tradición milenaria como metáfora del nuevo signo de los tiempos.
Entrando en materia, lo que más resalta de esta película es su factura técnica, que es impecable, especialmente en su primera mitad.
Los majestuosos planos de la coronación de Pu Yi en la Ciudad Prohibida ya están grabados para siempre en mi retina.
Pero hay mucho más que una maravillosa fotografía de la Ciudad Prohibida, retratada como nunca antes lo había sido en celuloide.
Las interpretaciones de Joan Chen (emperatriz consorte) y John Lone (emperador) están a la altura de tan soberbia producción. Muy reseñable también la aportación de Peter O’ Toole, en un papel hecho a su medida.
No quiero finalizar esta crítica sin mencionar la excepcional música compuesta para esta película, la cual considero digna de estar en la colección privada de cualquier amante de las buenas bandas sonoras que se precie. En mi opinión, uno de los trabajos más inspirados para el cine que ha realizado Ryuichi Sakamoto, que para quien aún no lo conozca, es uno de los mejores compositores de la actualidad.
En resumen, una película majestuosa y profunda, sobre un hombre que nació emperador y murió como un anónimo jardinero. La biografía de alguien que sólo conoció la soledad y vivió para ser el títere de otros.
Aún me emociona profundamente ver como aquel que nació emperador retorna de nuevo a la jaula de oro de su niñez convertido en un sencillo jardinero confundido con la multitud.
Qué gran imagen de la sabiduría.
Guión basado en la autobiografía de Puyi, el último emperador de China, que subió al trono a los tres años en noviembre de 1908 y que Gobernó en la Ciudad Prohibida hasta abdicar en 1912 debido al acoso de las fuerzas republicanas. Posteriormente fue designado como gobernante títere de Manchuria por las fuerzas de ocupación japonesas, y permaneció en ese puesto hasta que estalló la revolución comunista, que lo encarceló en la prisión de Fushun acusado de traidor y con la intención de reeducar su mente. Fue liberado más adelante y llevó una vida como ciudadano normal en Pekín hasta su muerte.
Desde que arranca –con unos títulos de crédito acompañados por la inmejorable música compuesta por Byrne– hasta que pasa a gobernar el Manchukuo, me pareció genial. Un principio intrigante en una estación, un intento de suicidio, sirve de inquietante entrada a esa jaula que es la Ciudad Prohibida. El joven Puyi siendo arrancado del lecho materno, despreciando a su hermano pequeño al pasarle literalmente por encima mientras éste se arrodilla en un gesto reverencial ante él, ordenando a un eunuco que se beba la tinta para escritura por puro capricho, estrellando a su ratoncito contra la puerta, pero también demostrando la curiosidad propia de cualquier chaval, son muchos detalles como para considerarlo un exiguo documento histórico o una sosa cinta.
Sin embargo, a partir de la boda, comienza a perder fuelle. Sólo la alternancia con las escenas en la prisión mantiene un mínimo interés hasta un final que parece cercano pero que no llega a tiempo. Es una pena porque, si el nivel estuviera a la altura de los minutos anteriores, le habría dado un 10.
Ejemplo de cinta histórica ambiciosa y multipremiada gracias a su sobrecarga de academicismo. Empacho de formalismo con un esmerado tratamiento de la fotografia, el maquillaje, el vestuario y todas esas cosas que se necesitan para camuflar una historia exigua durante tres horas. El resultado es un gigante con pies de barro sumiso al paladar hollywoodiense hasta el punto de llevarse nueve oscar.
Todo el entramado dramático es concebido a la antigua usanza, con personajes y situaciones llenos de poses aborrecibles y esclavos de la liturgia de la épica, a los que se une la incapacidad del director de reprimir sus tics eróticos para que por lo menos parezca que ha hecho un buen ejercicio de estilo. Como documento histórico resulta insuficiente y como documento social totalmente acomplejado por la perspectiva occidental. Tan extensa que se hace fastidiosa.