El tren de la vida
Sinopsis de la película
Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), con el objetivo de huir de los nazis y evitar el exterminio, un grupo de judíos de un pueblo de Europa del Este organiza un convoy simulando que se trata de un tren de prisioneros. Algunos de ellos no tendrán más remedio que hacerse pasar por soldados nazis.
Detalles de la película
- Titulo Original: Train de vie
- Año: 1998
- Duración: 103
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Opinión de la crítica
Película
7.2
84 valoraciones en total
Dicen las malas lenguas que antes de que Benigni supiera que iba a hacer La vida es bella, recibió un guión firmado por Radu Mihaileanu. A partir de aquí, la historia de Benigni y su correteo por las butacas rojas del Dorothy Chandler Pavilion ya nos lo sabemos de memoria.
El tren de la vida es una de esas películas para ver los días grises. Para días de frío como estos y pocas ganas de conocer mundo. Radu Mihaileanu sólo ha realizado de momento dos películas. Pero pocos son los directores del mundo que no desearan tener tan escueto y al mismo tiempo admirable currículum.
Mihaileanu consigue en esta película todo un mundo mágico con el que gozar y reír. Esta película está hecha con sencillez, con muchas ganas, con un guión muy solvente, repleto de momentos muy cómicos, de jubilosa música, del cuerpazo de Agathe de la Fontaine y de una forma modélica de mirar los problemas.
No pretende Mihaileanu, crear de cada plano una escuela, ni buscar el travelling perfecto. No busca la fotografía que nos deje anonadados, lo que quiere, es plasmar algo muy sencillo: la sencilla vida de un pequeño pueblo judío en horas bajas. La forma en la que su director consigue enlazar escena tras escena, pasando de una estrambótica situación a otra todavía más excéntrica sin que nos preocupe la credibilidad es sinónimo de buen hacer.
El tren de la vida a mí, al menos, me dio un empujón, me dejó esa sonrisa bobalicona de que todo puede ser posible. Incluso en los peores momentos.
Vitalidad, humor, música y penurias. Como Kusturica , podría decir alguno. Similar, diría yo, pero por lo menos la mayoría de los chistes aquí son graciosos, y las situaciones, imprevisibles e ingeniosas.
Además, la carga crítica y su acidez son importantes. A lo tonto, a lo tonto, se cuestiona el judaísmo, la violencia, la condición humana… Siempre en clave de humor, eso sí.
No dejaré de recordar las carcajadas que solté con las inspecciones alemanas, con la aparición de los gitanos, con los nazis de confesión israelita , con la caótica división interna en los vagones entre judíos, comunistas y alemanes , y con todas las vicisitudes del tren de la vida en general.
No se debe desvelar el final.
Me han comentado que este guión, anterior a La vida es bella de Roberto Benigni, lo tuvo el triunfador director italiano en sus manos, y que el propio Radu Mihaileanu se lo prestó por si le interesaba. Gracias a esa generosidad, Benigni ideó una de las mejores comedias dramáticas que yo he tenido el placer de ver. Si fue el rumano el que ayudó a poner tales cimientos, entonces lo felicito, tanto por la calidad de su propio guión, como por ser la fuente que dio origen a otro asombrosamente bello.
Imagino que le sugirió la original idea de crear un cuento agridulce, tan esperanzador como trágico, sobre el ingenio que, desarrollado en las circunstancias más adversas, puede salvar a personas inocentes. Acompañado de la suerte y de abundantes dosis de humor, así como de la sugerencia de que muchas veces, en nuestro mundo imprevisible y absurdo, lo menos lógico y lo más disparatado es lo que finalmente sale bien. Si el horror está al llegar, si los nazis van a venir pisoteando la dignidad de un pueblo entero y lo van a mandar a la denigración y a la muerte… Las medidas desesperadas son las que tienen más sentido. Cuando media Europa está cayendo, y se extiende el rumor de que los judíos son arrestados y ya no regresan, y seremos los siguientes, y nos atraparán como si fuésemos conejos… ¿Por qué no intentar una solución que no se le ocurriría a cualquiera?
Y desde luego que no se le ocurre a cualquiera. Nada menos que Schlomo, el tonto del pueblo por elección propia (en el fondo es mucho más cuerdo de lo que aparenta), aconseja hacerse con un tren y fingirse deportados, como los trenes de verdad que transportan deportados de verdad a campos de concentración de verdad. Con la salvedad de que este falso convoy, con mucho de planificación, habilidad y buena fortuna (van a necesitar muchísimo de esta última), se encaminará hacia Tierra Santa.
Los preparativos son descacharrantes. Una comunidad judía al completo se pone en movimiento. Se selecciona a los que saben hablar alemán para que simulen ser los oficiales nazis que vigilarán a los prisioneros durante el recorrido, se confeccionan los uniformes, puntada a puntada y con todo lujo de detalles, se preparan las provisiones, se compra, parte a parte, el tren, con su locomotora, los vagones de los oficiales y los de ganado, se consigue un maquinista judío novato, se pinta, se arregla por aquí y por allá, se colocan las esvásticas, se encargan documentos falsificados, y todo ello procurando guardar el mayor secreto, para que la voz de su maniobra de fuga no se extienda y dé al traste con el plan. Después de innumerables y muy divertidos titubeos, discusiones, anécdotas y debates, el tren se pone en marcha hacia el peligro y, con gran cantidad de buena ventura, y de socorro divino, hacia la soñada salvación… O hacia el desastre. Ojalá su Dios eche una mano a estos pobres locos que han decidido no quedarse quietos a esperar a que los cojan los bárbaros.
Nunca imaginé que de un drama como el ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial se pudiese hacer una comedia de este calibre, llena de ingenio, y con ese toque de tristeza siempre presente por lo duro de la época y del hecho de que estés obligado a abandonar tu casa.
Recuerda por su intención a la coetánea película, pero ya todo un clásico, de Benigni, La Vida es Bella . Un título éste que le habría venido también como anillo al dedo a El Tren de la Vida . Y es un hecho que las situaciones más difíciles de la vida se pueden afrontar con la mejor de las sonrisas, sobre todo si se aliñan con un toque de esta entrañable locura y el maravilloso ingenio de unos valientes que no tienen nada que perder.
Un guión sin desperdicio con personajes para todos los gustos.
El tren de la vida es una de esas producciones sencillas que tienen algo especial como ocurriera con otras películas como La vida es bella. En este caso se crea un visionado humorístico sobre el drama judío de la segunda guerra mundial frivolizando con él pero respetando siempre tan nefasto episodio de la historia del mundo.
Aunque el principio es un tanto extraño, la película realmente echa andar cuando el tren lo hace y desde ese momento hasta el final es impagable, con una comunidad judía muy caracterizada que incluye a un comunista marxista, a un general que se mete tanto en el papel endosado que acaba creyéndoselo, a un nazi-comunista o a un loco, el cual acabará pareciéndole al espectador el más cuerdo de toda la historia.
Las situaciones que se producen son geniales y el humor muy original y poco previsible teniendo más de un punto destacable a su favor, con una dirección sencilla e impecable como transmite la idea de la película y un trabajo muy bien hecho en su totalidad, incluyendo hasta números musicales.