El tiempo del lobo
Sinopsis de la película
En la mitología germánica, el momento anterior al Apocalipsis, en el que se trastocan los valores y caen las más altas torres, se conoce como El tiempo del lobo . Una familia de clase media (padre, madre y dos hijos) huye de la catástrofe ocurrida en la ciudad, y se refugia en su casa de campo. Piensan que así lograrán librarse del caos generalizado, pero pronto comprenderán que eso es de todo punto imposible.
Detalles de la película
- Titulo Original: Le Temps du loup (Wolfzeit)
- Año: 2003
- Duración: 110
Opciones de descarga disponibles
Si deseas puedes descargar una copia de esta película en formato HD y 4K. A continuación te mostramos un listado de posibilidades de descarga activas:
Opinión de la crítica
Película
6.1
86 valoraciones en total
Michael Haneke no cesa en su andadura crítica partiendo de situaciones y personajes extremos para azotar a la sociedad de bienestar occidental y sus valores establecidos. El cineasta alemán crea en su penúltima obra hasta la fecha (la última es Caché , 2005) una historia donde un hecho desconocido ha provocado en la sociedad una situación límite, creando un clima de extrema inestabilidad vital para los ciudadanos que pondrá en peligro su supervivencia. De todo ello es muy interesante resaltar que la intención de Haneke no es hacer referencia a la causa que provoca la crisis, sino poner en evidencia la fragilidad de los valores occidentales obviando dicha causa.
Esto puede desesperar a muchos espectadores acostumbrados a un cine más convencional, puesto que en esta, como en el resto de cintas del alemán, se pone al espectador ante experiencias que lo incomodan para así cuestionarse el porqué de aquello que se le muestra y tratar de madurar respuestas, si es que las hay.
El de Haneke es pues un cine difícil de digerir (que no de ver), y que ataca directamente a donde más duele, de todos modos esto no merma su valor creativo y didáctico, sino que lo enriquece más. Así, crea una alegoría universal que recuerda a El ángel exterminador del aragonés Luis Buñuel (si bien la que nos toca abarca un espectro más amplio de la sociedad), y es representativa de que en las situaciones extremas el hombre es un lobo para el hombre. De este modo aparecen el egoísmo, la desesperación, la superchería y la fe ciega, los prejuicios, la muerte y la inmoralidad más visceral y profunda que todo lo digiere para luego vomitarlo y regurgitarlo si es necesario para no dejar títere con cabeza. Es decir, instintos primarios de supervivencia que arrasan con casi todo. Por otro lado, la mirada de Haneke no es meramente negativa sino que sabe encontrar resquicios de esperanza en el propio hombre, mostrando así la contradicción que nos rodea constantemente en la vida. Para ello el director no juzga a sus personajes y los deja respirar con las circunstancias personales que los condicionan. Muestra de ello es el francés que primero se puede antojar racista por su ataque al inmigrante polaco, y que al final del film es muestra de sentido común cuando éste parece brillar por su ausencia.
El tiempo del lobo es una tremenda ostia que nos muestra lo que podemos llegar a ser cuando las reglas de conducta se obvian y rigen la ignorancia, la necesidad de supervivencia y la ley del más fuerte. Es necesario que siga habiendo cine comprometido (como fue el de Pier Paolo Pasolini) que se asome al lado oscuro del hombre para recordarnos quienes somos, nos planteemos preguntas y saquemos algo en limpio que nos haga crecer.
Es Arrebato un instante oscuro del pesimismo , dijo Ángel Fernández Santos de dicha película. Si bien la que en FilmAffinity se lee es fabulosa, más le habría valido guardarse esa sentenciosa frase para la película que ahora me ocupa: Es El Tiempo Del Lobo un instante oscuro del pesimismo .
Película hecha con la víscera más honesta de Michael Haneke. El apocalípsis sin ciencia – ficción , reza el subtítulo del film, y no podía ser más exacto. Se trata de un ensayo, de un estudio inteligente y mordaz sobre el comportamiento del individuo y del grupo en situaciones extremas, sobre el fracaso del ser humano, sobre la caída del imperio occidental. Película, como todas las de Haneke, seca, sobría y dura. Para mí, sin embargo, pecó de abarcar un excesivo realismo.
Esa severidad, esa terca ambición de mostrar en todo momento y de manera abiertamente explícita la realidad tal y como es, y como se nos podría mostrar, es lo que hace que esta cinta se haga muy incómoda de ver. Es tal su veracidad, que el cineasta hace un rechazo constante de los tópicos generales del cine, usados para conmover, y para sazonar la historia: no hay música incidental, y casi nada diegética, por ejemplo. Aquí, pues, no hay sal y todo es gris, como el destino. Cierto que es un planteamiento tenebroso al máximo, pero, ¿podría ser de otra forma?
Retrato, aunque áspero, conmovedor del horror que a veces puede suponer la tragedia de existir. La película empieza y acaba de una manera genial y brillante, abruptísima. Es lo mejor del film. En medio hay altibajos: en ningún momento dejan de suceder dramas que nos desgarran, éste, dije antes, es el sombrío ejercicio que hace que yo le ponga un ocho con cinco a la película. Es demasiado incómoda de ver, demasiado hosca, demasiado brutal, demasiado cruda, demasiado realista.
Como conjunto es estimulante y profundamente turbadora, con momentos que rozan el milagro. Hecha con las entrañas y con las uñas y no con otra cosa. Éste sí es cine en carne viva, cine que queda. Un escupitajo amargo y furioso a la cara de nuestra sociedad, con ese toque kafkiano que caracteriza la absurdez del género humano. No apta para mentes y espíritus frágiles.
P.D.: En la noche después de verla tuve un sueño intranquilo y no descansé bien. ¿O fue un sueño lúcido?
Aburridísima masturbación fílmica, a mayor gloria del inefable Haneke, realizada para solaz de sus numerosos e inteligentes acólitos, que son capaces de reconocer el arte que por lo visto este tipo tiene a toneladas, donde yo solo veo una cargante soplapollez sin pies ni cabeza, y lo que es peor aburridísima.
Se cuenta en el escandinavo Codex Regius, del siglo XIII, que llegado el Ragnarok, el ocaso de los dioses, se abrirá feroz batalla y el lobo Fenris engullirá a Odín. Seguirá un tiempo de caos y destrucción, el Tiempo del Lobo.
Con el título, Haneke da este marco a la película.
Para reforzar el aire apocalíptico, la cámara se detiene al menos dos veces ante una acuarela de Durero (Visión de un sueño, 1525) que representa un diluvio e incluye al pie una nota del pintor:
En 1525, durante la noche entre el miércoles y el jueves después de la semana de Pentecostés, tuve esta visión mientras dormía, y vi cómo unas muy grandes aguas caían desde los cielos. La primera golpeó el suelo a unas 4 millas de mí con una fuerza tan terrible y un ruido tan enorme, que inundó toda la campiña (…) Y el aguacero siguiente fue enorme. Algunas de las aguas cayeron a alguna distancia, y otras más cerca. Y venían desde una altura tal, que parecían caer muy lentamente. Pero la primera tromba de agua que golpeó el suelo lo hizo tan repentinamente, y había caído a tal velocidad, y estaba acompañada por viento y por un rugido tan aterrador, que cuando me desperté todo mi cuerpo temblaba, y no pude recuperarme durante un tiempo. Cuando me levanté por la mañana, pinté lo que se ve arriba tal y como lo había visto. Ojalá cambie el Señor todas las cosas para mejor.
Los personajes son actuales, viajan en coche y se ven involucrados desde el principio en una crisis global e indeterminada. Apocalíptica. Las radios gotean datos: caída del abastecimiento de agua, contaminación, epidemias, delitos y crímenes… Ley y justicia se han disipado, hay xenofobia, mercado negro, régimen selvático… Los aislados lugares donde se acumulan refugiados son el bosque, una estación de tren y un silo. Quimérico montar en un tren.
Lo mísero sale en exceso: llanto, hambre y degradación fuera de línea argumental. Por demás. La suma de crímenes, alaridos, muerte de animales y suicidios acaba redundando.
La estética, irreprochable. Haneke sabe ceñirse a los recursos que domina y disimular la cortedad del repertorio. Hay gran control del color, entonado. Y una partícula de emoción asociada a una sonata de Beethoven.
Quizá Haneke piensa que el público no conoce bastante la existencia del mal, el dolor, la crueldad y el vacío, y asume la misión de hacérselo conocer. Para mostrarlo carga sus cintas con material de esa índole.
La intención que subyace es moralizante y revulsiva. E intelectual.
¿A quién se dirige? El espectador común jamás verá sus películas. Y el que está en disposición de verlas ya ha reflexionado sobre las miserias del mundo, ya le han dolido, y no precisa que le pongan al día.
Que la vida puede resultar dura es algo sabido, a menudo por experiencia. No es noticia. Si se cuenta con arte, pues bien. Pero si la cosa se queda en simple recordarlo, y con tanto énfasis, el espectador puede murmurar al encenderse las luces de la sala: ¡Apaga y vámonos!.
Patinazo monumental de Haneke.
Su estilo perturador sigue ahí, con esos interminables planos fijos cargados de tensión, y siempre es de agradecer que alguien quiera retratar las atrocidades de la condición humana, pero el director favorito de Eloy, brillante en Funny Games y en Cache, en esta ocasión no ha estado a la altura de tan noble objetivo.
No le niego secuencias de cierto mérito, como la que ilumina el cartel, pero al guión le falta lucidez, sensibilidad y profundidad por los cuatro costados.
Un proyecto tan peculiar como éste requiere de personajes bien definidos, con fuerza, y no a una serie de anodinos individuos que desfilen sin pena ni gloria, con una buena actriz al frente como Isabelle Hupert sin dejar ni la más mínima huella.
En mi caso, desde luego es la película de este hombre a la que más distancia he sentido de principio a fin, y eso es grave teniendo en cuenta su afán por meter el bisturí al género humano, con lo que me gustan a mí los bisturís.
Mi dedo acusador en este caso, naturalmente, apunta al propio Haneke, aunque intuyo que él me lo devolverá en forma de middlefinger, alegando que al provocar desprecio ha cumplido su objetivo, como al parecer ha manifestado en ciertas ocasiones.
Tiene gracia que, con esta visión tan transgresora, ofrezca su ano a la maquinaria de Hollywood para hacer caja con su absurdo remake de Funny Games.
Misterios del arte, supongo.