El tiempo de los monstruos
Sinopsis de la película
Víctor, que dice haber rodado algunas películas que no ha conseguido estrenar, reúne alrededor de su lecho de muerte, con el fin de representar su obra póstuma, a sus más fieles colaboradores: su esposa Clara, una mujer rica en busca de su identidad, Andrea, una actriz que llega acompañada de su dentista, Raúl, su fiel guionista y amigo, que acude con su pareja, una dibujante frustrada e insegura. Además, están Fabián y Marta, dos miembros del servicio que actúan como enfermeros. Todos participan de una insólita convivencia que será como el rodaje de una película, en la que tiene lugar un confuso debate sobre sus relaciones y el origen de su inquietud frente a la actividad creativa.
Detalles de la película
- Titulo Original: El tiempo de los monstruos
- Año: 2015
- Duración: 97
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Opinión de la crítica
4.5
58 valoraciones en total
Como en esos momentos de claroscuro al que alude el director, en esas luces difuminadas y brumosas donde lo real y lo irreal se desdibujan y se perfilan los monstruos, así pasó con más pena que gloria este séptimo trabajo de la dupla de directores guionistas formado por el matrimonio Dunia Ayaso y Félix Sabroso aunque solo la firme el segundo como reconocido homenaje al reciente fallecimiento de su esposa. Probablemente el culmen a la evolución ascendente de una filmografía prodiga también en claroscuros.
Película, difícil y arriesgada de productores valientes que descolocará a la mayoría del respetable atraído por el nombre de los actores de un elenco que nos tienen acostumbrados a otras historias, bajo otras miradas y que aquí se entregan sin fisuras a unos personajes arquetipos que ellos humanizan, dejándose arrastrar por el sentimiento y la intuición más que por la racionalidad de un guión preñado de metáforas, símbolos, metalenguajes fílmicos y guiños personales en un brebaje agridulce sobre la creación artística y la identidad cuyos posos invitan a un augurio y una lectura individual de cada espectador. El trabajo de Candela Peña, habitual de Sabroso y Pilar Castro es de quitarse el sombrero.
Me he dejado llevar con agrado en el desconcierto, me he reido, he sido cómplice de estos personajes pirandellianos en busca de un autor que les ofrezca un lugar y un por qué en un mundo más falso e irreal que ese casoplón de La Moraleja madrileña donde se encuentran aprisionados y al que Sabroso sabe sacarle rendimiento en la puesta en escena.
Apenas 30 copias en distribución en su momento, ahora Filmin la incorpora a su catálogo para que como declara su autor te la puedas llevar a casa y forme parte de ese cine que perdura, que recuerdas.
Ante una película de claves, Sabroso desvela: Todo está en los personajes, y todos, en colectivo, representan el desconcierto actual y el miedo a lo nuevo, el miedo a cambiar y romper los moldes de algo que se está desmoronando pero que lo apuntalamos por miedo a no saber qué viene después . Amén.
cineziete.wordpress.com
Me siento un tanto injusto a la hora de calificar esta película, y mucho más a la hora de establecer una review. Me he perdido mucho, y no he entendido ni lo que ocurría en pantalla ni lo que se quería proponer al espectador. Sí que tengo claro que considero que la sorpresa salta muy pronto, que casi desde el principio se te concede todo lo que necesitas para entender el extraño comportamiento de todos y cada uno de los personajes que hay en pantalla. También admiro la valentía de un Félix Sabroso que, me haya gustado más o menos, hace una película sin igual. Desgraciadamente, nada de esto me compensa la más de hora y media de confusión sin conclusión.
Los actores se muestran un poco aburridos, pero acaba jugando a favor de la propia película. Buenas interpretaciones, pero mal planteamiento. Buen despliegue de producción con imágenes bastante decentes. Poco más puedo piropear de una película que, desgraciadamente, no fue para mí, y un segundo visionado no haría más que alentar estas malas sensaciones.
La historia de un director enfermo de un guionista que no escribe de una pintora que no pinta. Dos empleados que parecen mas enfermeros que otra cosa….. En fin un sinfin de personajes adorables se centran en esta buena pero sin pasarse película de Sabroso despues del fallecimiento de su socia habitual Dunia Ayaso. Al que el director dedica esta película. Con elementos del cine de Buñuel es un film bien construido y mejor interpretado donde cada paso que das descubres algo nuevo y sorprendente. Con giros aunque no originales no te deja indiferente.
Se pueden desaprovechar a unos buenos actores de muchas maneras diferentes, pero experimentar con un guión, peligroso, para pasar de lo interesante a lo grotesco es, en este caso, una pena. Hay escenas sin sentido (ese hombre corriendo alrededor de un árbol -¿para qué?-) y diálogos sin gracia, trasnochados y pretenciosos. Y todo por querer ofrecer algo diferente y ahogarse en el más ridículo de los despropósitos.
En su aluvión y falta de centro, se dispersa en varias direcciones, zigzaguea hacia todos lados, hace broma y muerte, juega a metáforas, símbolos y alusiones, está su mayor poder de atracción y, cómo no, de repulsión.
Corre el riesgo (se abraza a él sus buenos ratos) de ser una especie de roman a clef (valga la pedantería, solo trato de estar a la altura) autosuficiente y ensimismada, un juego de guiños autorreferenciales y satisfechos que fuera de su círculo se vuelvan abstrusos, intraducibles, resultado críptico y hermético como peligro que espantará a las masas y matará de sopor y cabreo (qué duda cabe) a algún incauto o despistado espectador que se acerque a la sala atraído por monstruos más fantásticos o garrulos, no tan ficticios y reales (perdón por el oximorón).
Así, si me alejo y echo un vistazo largo, a unos metros de distancia y sin cegarme, creo ver reflexión sobre la creación de una película, o quizás más bien sobre el acto de crear, ese vacío vertiginoso e imantado, sustentado, representado aquí a través de las cuitas endogámicas (aunque traten de ser universales) de cómicos, escritores y dibujantes, de creadores y receptores, tal vez un tanto tópica, eso en primera instancia, un poco más allá, más lejos si cabe, es metáfora, el arte igual a la vida, reflejo de lo que somos, todos personajes en busca de un autor que nunca aparece, que se esconde y evade, diluido en cada uno, inexistente realmente, perdidos, ridículos, sin salida ni sentido, angustiados, buscando, peleando por nuestro trozo del pastel o línea de diálogo como si importara algo después de todo, fingiendo que sí, siguiendo e insistiendo, por lo que sea , ya se verá, o no, seguramente no, y relacionado con todo lo anterior, pero todavía más allá, nos perdemos en el horizonte, casi ni se ve, un poco por los pelos, la coyuntura actual (¿eterna?) tan monstruosa, político-económica, posiblemente, puestos a especular y pasar el rato, que nos asola, esa pesadilla de la que este grupo salvaje huye, se recluye en ese teatralizado sanatorio mental, se aturde, droga y lía, escapando de esa (la) realidad insoportable, fea, atroz.
Bueno, pues todo lo dicho, eso que he separado y ordenado con mi bella, racionalista y cartesiana prosa, no es verdad*, en el caso que nos ocupa está todo junto y a borbotones, a ratos fluye y en otros se atasca o gime, grita y se alegra o respira.
La cosa es que merece aplauso generoso el invento-engendro, el juguete metaficcional, el valor de sacar un proyecto así adelante. Tienen la simpatía de este crítico abismal e implacable, con ellos a muerte, a pura pastilla.
Y, se me olvidaba, en último término, quizás lo más importante, el motivo central de la película, parece, obvio, apuntarse a un homenaje cerrado a Dunia, esa simpática directora que murió hace poco y a todos dejó con el alma en vilo. Se atisba e intuye, no sé, ella como clave, un canto a aquellos maravillosos años en los que, mucho más jóvenes, toda su troupe, se metieron a esto de contar historias con toda la fuerza, el cachondeo y la libertad de la que eran capaces, y lo eran mucho. El humor como santo y seña, y el juego, y la creación como diversión y expresión. Esta película sería el canto del cisne, la resaca triste y feliz de unos personajes (en todos los sentidos) que hicieron el idiota para romper las reglas y, por el camino, acabaron inventando la ley de la levedad, claro que sí.