El sureño (El hombre del sur)
Sinopsis de la película
Sam Tucker, un esforzado jornalero del algodón que sueña con un futuro mejor para su familia, consigue tener su propia plantación, pero habrá de enfrentarse a un clima implacable, a una inesperada enfermedad y a la hostilidad de sus vecinos.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Southerner aka
- Año: 1945
- Duración: 92
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Opinión de la crítica
Película
6.9
31 valoraciones en total
Tercer largometraje de los cinco que Jean Renoir realiza en EEUU. El guión, del propio Renoir, desarrolla la adaptación escrita por Hugo Butler de la novela Hold Autumn in Your Hand (1941), de George Sessions Perry. El guión contiene algunas intervenciones de dos reconocidos escritores del sur de EEUU, William Faulkner y Nunnally Johnson, no acreditados. Se rueda con un bajo presupuesto en escenarios naturales y en pleno campo, salvo breves tomas filmadas en los platós de General Service Studios (Hollywood). Es nominado a 3 Oscar (director, música y sonido). Producido por David Loew y Robert Hakim para United Artists, se estrena el 30-IV-1945 (EEUU).
La acción dramática tiene lugar en la localidad algodonera de San Pedro (Texas), próxima al río San Joaquín, a lo largo de un año (1938 o 1939) de la Gran Depresión. El jornalero Sam Tucker (Scott), su esposa Nana (Field) y sus hijos Daisy y Jotty (Gilpin), conviven con la abuela paterna de Sam (Bondi) y el hermano del padre, el tío Pete (Burns). Tras el fallecimiento de éste, deciden alquilar una finca de 27 Ha. para trabajar por cuenta propia y cultivar sus propias cosechas. Sam es inteligente, consciente, resuelto y bondadoso. Nana es sufrida, laboriosa y cariñosa. La abuela es gruñona.
El film desarrolla un drama rural y familiar, que suma realismo y humor, de acuerdo con las constantes de Renoir. El realismo sirve para construir un emotivo retrato de la pobreza y precariedad de recursos de los arrendatarios, aparceros y pequeños propietarios de tierras de cultivo en los años de la Gran Depresión. Se ven sometidos a las inclemencias del tiempo, la escasez de alimentos y abrigo, pérdidas de cosechas a causa de tempestades e inundaciones, la insolidaridad de los vecinos, precios bajos de venta a los mayoristas y elevados costes de las materias primas y bienes intermedios (productos fitosanitarios, extinción de plagas…), jornadas prolongadas de trabajo desde el alba hasta el anochecer, tareas que requieren esfuerzo físico, enfermedades específicas, como la pelagra, enfermedad de primavera o escorbuto, que afecta a Jotty, y otras calamidades. Compone un retrato veraz y entrañable, de trazos cálidos, cargados de sentido humanista y de interés por el ser humano.
El humor, abundante y festivo, se apoya en lances de la acción y, sobre todo, en personajes caricaturescos, como los de Beulah Bondi (la abuela) y Norman Lloyd, o ariscos y malhumorados, como los del vecino Devers (Naish) y su sobrino Finlay (Lloyd). Explica cómo se reflejan en las tareas agrícolas las estaciones del año, con una etapa invernal sin rendimientos, que se ha de dedicar a la pesca y a la caza, en espera de los primeros frutos de la primavera. Las penurias del invierno se ejemplifican con la pesca del barbo (pez comestible de río poco estimado) y la caza de la zarigüeya (pequeño marsupial propio del Continente americano).
Sam Tucker (Zachary Scott) es un obrero del algodón en EE.UU. que trabaja para una gran compañía algodonera, está casado con Nora (la bellísima Betty Field), con dos hijos pequeños, una niña y un niño, además de estar a cargo de su anciana abuela. Con prospectiva de mejorar en la vida compra un pequeño terrero junto a un río, que incluye una casa de madera vieja y casi en ruina, deseando empezar como agricultor por cuenta propia y jefe de sí mismo. A este nuevo lugar y hogar se traslada con toda su familia y desde su llegada ha de luchar con enormes dificultades, empezando por un vecino agricultor de terrenos colindantes quien le recibe de manera muy desagradable y poco amistosa, además del hambre que todos ellos tienen que pasan sin apenas tener qué llevarse a la boca mientras Sam y su esposa Nora preparan la tierra para sembrarla y que ésta dé su primera cosecha y ganancias.
En definitiva una película que describe lo durísima que es la vida y el oficio de agricultor, donde se nos muestra como además esta gente depende en gran parte de la suerte o como se presenten anualmente los elementos atmosféricos, pues unas lluvias fuertes puede acabar en una sola noche con una temporada de siembra cuando ésta quizás promete mayor rentabilidad.
El filme tiene su encanto y también su sabiduría: por ejemplo, mientras esta familia de agricultores espera su primera cosecha el cabeza de la misma sólo puede conseguir carne de pequeños animales que caza, en consecuencia los niños pronto enferman de fiebres que en la zona llaman de fiebre de primavera , pero cuando la madre lleva al médico del pueblo más cercano a su hijito menor gravemente enfermo, el galeno le dice que él poco puede hacer recetándole medicinas de farmacia, que lo que tienen que darle a comer al pequeño son verduras y leche, que con esos alimentos sanará rápido. Efectivamente, hoy en día sabemos que es así, máxime cuando se trata de niños, sobre todo comer habitualmente verduras es el mejor basamento para mantener el organismo con fuertes defensas internas y en un rítmico equilibrio de salud a lo largo y ancho de los años que nos toquen vivir.
Para finalizar decir, que de todos los actores participantes en esta película la más sobresaliente y destacada es la veterana actriz Beulah Bondi, que borda aquí su papel de abuela protestona, quejica y capaz de generar momentos de sonrisa en medio de una constante historia de dureza y obstáculos existenciales. Ella ya era una actriz secundaria famosa, la primera nominada a un Oscar de Hollywood, que había participado en películas tan importantes como Qué bello es vivir (Frank Capra, USA 1946), donde hizo el papel de Mrs. Bailey .
Fej Delvahe
Vaya por delante el decir que El hombre del sur es una excelente película, para mi gusto junto a El río (1950) quizás la mejor de Jean Renoir (soy de esa minoritaría raza de cinéfilos que La gran ilusión no les parece una gran película). Entonces ¿por qué despotricar contra esta joya que para muchos es toda una Obra Maestra? pues no es fácil de explicar, y de hecho no creo que consiga explicarlo, pero por intentarlo…
Con este film me pasó lo mismo que al ver [Rec] (Jaume Balagueró, 2007), que tras verla pensé que maravilla de película, que peliculón, que film tan estupendo, como he disfrutado y que bien me lo ha hecho pasar, pero, ay, que pena tan grande que sea del año 2007 .
Y ¿por qué da pena que sea de eso año? pues porque ya existían El proyecto de las brujas de Blair (Daniel Myrick, 1999), 28 días después (Danny Boyle, 2002) y La comunidad (Alex de la Iglesia, 2000), y la existencia previa de estas tres películas (sin ser ninguna de ellas ninguna maravilla, sea dicho de paso) convierten a [Rec] en un film de originalidad cero, previsible al 100% y con unos golpes de efectos y argumentales tan manidos que anulan totalmente la capacidad de sorprender, eso sí, vuelvo a insistir que es una película impecable y magistralmente dirigida, que consigue de manera asombrosa su objetivo: asustar al espectador.
Y muchos se preguntarán, ¿y este hereje cinéfilo se atreve a comparar [Rec] con El hombre del sur? , no, no, en absoluto, por Dios, pero si se la compara con Las uvas de la ira (John Ford, 1940) entonces ¿dónde queda la originalidad tanto cinematográfica como argumentalmente de El hombre del sur ? cualquier gran escena de la película ya estaba contada magistralmente en la Obra Maestra de Ford, eso no quita por supuesto que la obra de Renoir contenga magníficos momentos de un lirismo intenso, belleza, aciertos argumentales, actores estupendos y una dirección soberbia, pero al cesar lo que es del cesar, y ya sea subconsciente o intencionadamente el film es deudor (y mucho) de las grandiosas uvas de la ira fordiana.
Pero en fin, si ser deudor de otras películas ocasiona otros films también espléndidos, pues entonces bienvenidos sean.
El Despotricador Cinéfilo
Como bien apunta otro compañero (y amigo) de fatigas cinéfilas, la sombra de Las uvas de la ira es demasiado alargada como para pasar desapercibida. Sin embargo en este tipo de películas hiperrealistas las sorpresas son pocas y los milagros en Milán menos aún. Ni Ford ni Renoir juegan a ser Hans Christian Andersen ni siquiera por un día, por lo que, si las familias campesinas son felices y comen perdices o zarigüeyas no se debe a que el país sea multicolor lleno de abejas Mayas sino a que le echan arrestos de verdad, vergüenza torera y eso que ustedes y yo sabemos.
Por ello Ford no desvela el desenlace de la película de Jean Renoir. Se desvela solo. O mejor dicho lo desvela el sentido común de los espectadores que saben que la naturaleza es tan generosa como inclemente. Y que la opción está en recoger velas o cuadrarte diciendo conmigo no vas a poder. Luego están las personas, cada una de su padre y de su madre, con sus intereses lícitos e ilícitos, con su violencia larvada o no. Y la supervivencia. Y el egoísmo. Y la crisis que, antes, lo mismo que ahora, cuanto menos culpa tienes más la pagas.
Y es que las películas acerca de aquella gran depresión del 29 son como la crónica de una muerte anunciada y nuestra única duda es saber si habrá moralinas optimistas como las de Capra en La locura del dólar o si se añadirá algún toque cómico o pseudocómico que ayude a la sociedad del tiempo a arrinconar por un rato sus preocupaciones. Del cielo caen tormentas, rayos y truenos pero lo de pennies from heaven ni en el 29 ni ahora. El algodón no engaña, y si está en la plantación y dispuesto para ser recolectado la cosa anda bien. En caso contrario, a atarse los machos…
Dos grandes cineastas, Ford y Renoir. Cine de compromiso. Nada de palomitas. Uvas y algodón en estado puro. La supervivencia en primer plano. Madres coraje al poder. Las abuelas refunfuñonas diezmadas por la dura realidad del frío, del hambre y del escorbuto. Probablemente habrá quien piense que ante este panorama tan desolador, la familia que sufre unida no permanece unida. En la viña del Señor hay uvas de la ira y algodón que no engaña. Es decir, hay de todo, y es seguro que otros cineastas nos mostrarán la otra cara de la moneda. La de la renuncia, la del abandono, la de la muerte, la del odio, la de la venganza, la de Caín mata a Abel por un pozo de agua o por un barbo. Pero aquí no. Entre ángeles y demonios se opta por los primeros. Ángeles sin privilegios y que deben currárselo duro.
Jean Renoir, en su etapa americana, filma esta deliciosa película acerca de las vicisitudes de una trabajadora familia y su humilde plantación de algodón. Renoir crea unos personajes entrañables que se manejan en un entorno hostil con una increíble delicadeza y una fe inquebrantable. Conmovedoras escenas( la niña feliz con su abrigo nuevo, Nona llorando desesperada aferrada a la tierra ) deberían hacernos sonrojar por no valorar las cosas que tenemos.
Renoir nos ofrece un canto a la vida, y como no, a la naturaleza, la tierra, el sol, los animales y, por supuesto, al río. Su río, un actor más en la mayoría de sus películas. Todo ello fotografíado en un maravilloso blanco y negro. Correcta dirección de actores con excelentes interpretaciones de Betty Field (Nona) y Beulah Bondi (abuela).
En definitiva, una película noble y serena.