El señor Ibrahim y las flores del Corán
Sinopsis de la película
En un barrio marginal y multirracial de París, un adolescente judío y un viejo musulmán se hacen amigos. Momo (Pierre Boulanger) vive con su padre, un hombre sumido en la depresión. Sus únicas amigas son las prostitutas callejeras, que lo tratan con mucho cariño. Momo hace la compra en la pequeña y oscura tienda del señor Ibrahim (Omar Sharif), un silencioso musulmán que lo observa todo y sabe más de lo que parece. Cuando a Momo lo abandona su padre, Ibrahim se convierte en su protector. Juntos emprenden un viaje que cambiará su vida para siempre.
Detalles de la película
- Titulo Original: Monsieur Ibrahim et les fleurs du Coran
- Año: 2003
- Duración: 94
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Opinión de la crítica
7.1
32 valoraciones en total
Pais
Directores
Actores
- Anne Suarez
- Celine Samie
- Claude Merline
- Daniel Znyk
- Eric Caravaca
- Francoise Armelle
- Gilbert Melki
- Guillane Rannou
- Guillaume Gallienne
- Isabelle Adjani
- Isabelle Renauld
- Jeremy Sitbon
- Lola Naymark
- Manuel Lelievre
- Marie-Sophie Ahmadi
- Mata Gabin
- Omar Sharif
- Pascal Vincent
- Pierre Boulanger
- Sylvie Debrun
- Sylvie Herbert
- Tessa Volkine
Sencilla, humana, sin grandes pretensiones, estas flores del señor Ibrahim -entrañable Omar Shariff- llegan al alma, vengan del Corán o de su corazón. No puedo decir mucho más sobre el precioso viaje iniciático de este chaval que habiendo visto lo más luminoso y lo más oscuro del alma humana, decide volver a sus raíces sabiendo bien, como su padre adoptivo, lo que hay en su corazón. Vale más esto que ser dueño de un reino.
Para que negarlo, me gustan esta clase de películas. Son de esa clase de films que facilmente son despachados con epítetos como intelectualoides o gafapastiles. Y todo porque su país de procedencia es Francia, o porque están fuera del circuito comercial habitual.
Sín embargo, nada más lejos de la realidad. Esta es una película que se aleja totalmente de pretenciosidades filosóficas o de cháchara trascendente. Es una película pequeña, sí, pero que contiene una enorme cantidad de sabiduría y belleza. Precisamente por su sencillez, por los valores que nos quiere aportar, y por hablarnos del amor, de la amistad y por mostrarnos aquello de realmente otro mundo es posible, un mundo donde lo principal no sea lo material sino el disfrutar de nuestra humanidad en compañía de nuestros semejantes, sean de donde sean, profesen la religión que profesen.
pero no sólo de una bella historia y de bellas imágenes vive el film, sino que se pone el acento en una prodigiosa interpretación de sus dos protagonistas, el joven Pierre Boulanger y un crepuscular Omar Sharif que más que actuar se limitan a vivir con naturalidad sus personajes. Junto a ello una ambientación perfecta, aunque quizás un poco idealista y naïf, de los primeros tiempos de la inmigración en Francia y que queda enmarcada por una banda sonora sencillamente impresionante.
Que sí, que me encantan estas películas, porque no me siento engañado, porque no me siento insultado,y sobre todo porque me dejan un muy buen sabor de boca, que ya es mucho en estos tiempos de cinismo e individualismo.
Lo mejor: Sus valores
Lo peor: Una imagen un tanto idealizada de la pobreza.
Un relato de iniciación a la vida adulta es siempre atractivo. La existencia se presenta con la forma de lo desconocido, seductor y temible a un tiempo: es lo Otro, toda una categoría.
Desde un piso de la rue Bleue, en la zona multicultural del Montmatre de los sesenta, el adolescente Momo (Moisés), judío de 13 años, estudia el trasiego de las prostitutas en la acera.
De la familia sólo permanece en el lóbrego piso su padre, retratado cruelmente: le agobian los problemas de la vida, en general, y los intestinales en particular. Carece de tiempo y disposición para dedicar al hijo otra cosa que bufidos.
En el barrio están las putas (la que más le gusta a Momo es negra, rompe una hucha para estrenarse con ella), los compañeros de clase, una vecina pelirroja y un viejo tendero turco.
El muchacho tiene ante sí todo lo Otro: otro sexo, otra raza, otra generación, otra cultura, otra religión, y ese otro absoluto y abstracto que es el hermano ausente, espejo inalcanzable situado en alto por el padre para zaherirle.
El viejo tendero (un inspirado y generoso Omar Sharif) establece una sorprendente conexión con el chaval, que hace en el colmado la compra diaria. Por encima de diferencias múltiples, hay comunicación.
Que el viejo Ibrahim juega un papel importante es algo que se puede decir, aunque ya cabe suponerlo al ver que su nombre aparece en el título de la película y su figura en los carteles y carátulas. Y como el Corán se menciona asimismo en el título, tal vez se pueda decir también que Ibrahim es un hombre religioso. A su manera personal, eso sí, y este matiz crea la riqueza de buena parte de la cinta, que se llena de reflejos de una serena y vivaz sabiduría.
Con estos ingredientes, la película parece bastante bien centrada.
Acontecimientos en la familia de Momo dejan como línea argumental dominante la mencionada conexión entre el viejo tendero y el chaval. El tono con que se desarrolla entonces el film lo hace languidecer, a ratos extraviado, sin el misterio requerido, en progresiva pérdida de pulso y tensión cinematográficos, malbaratando muchas de las posibilidades apuntadas en la primera mitad.
Porque, además de las efusiones espirituales, desde el principio seguía importando mucho todo lo otro.
(6,5)
Esta es una de esas películas que te dejan un agradable sabor de boca después de haberla visto. Entraría dentro de esa especie de subgénero que es el de amistad entre persona mayor y niño-adolescente. En este caso, el adulto es un turco (al que da vida un excelente, y recuperado para el cine, Omar Sharif), propietario de una pequeña tienda de alimentación en un barrio de París. El adolescente, es un joven judío que vive en ese mismo barrio.
Dos soledades que se unen, y que encuentran, el uno en el otro, lo que faltaba en sus vidas. Para el viejo Ibrahim, el joven se convierte en el hijo que nunca tuvo, mientras que éste ve en el anciano la figura paterna que no tiene (que sí existe, pero que no ejerce como tal). Asistimos, pues, a un fructífero intercambio entres dos generaciones y dos culturas totalmente distintas. Un bonito encuentro, en el que la sabiduría y tranquilidad del uno se complementan con las ganas de vivir y de aprender del otro, y que se acaba convirtiendo en una profunda relación de cariño y respeto.
Pero hay más. Que el protagonista sea un adolescente, da pie para que el director también se centre en el descubrimiento de la vida, ese viaje iniciático que tantas veces hemos visto en la gran pantalla. El sexo, el amor, la amistad o las dificultades de convertirse en adulto van apareciendo ante el joven protagonista de manera casi simultánea.
Con todos estos ingredientes, muy bien llevados por director y actores, resulta muy sencillo que los minutos transcurran mientras el espectador disfruta de momentos muy emotivos y entrañables, en una película que, además, nos muestra la relación paterno-filial entre un musulmán y un judío.
Lo que ocurre es que tanta amabilidad y azúcar puede llegar a resultar empalagoso. Aunque también es cierto que es a lo que juega la película (y lo hace muy bien, por cierto). Si a esto le unimos lo poco novedoso de la propuesta y una última media hora un tanto desconcertante y, que no funciona tan bien como el resto, hacen que el film se quede en una buena película, sin más.
Eso sí, a pesar de sus defectos, la primera hora es tan deliciosa, está tan bien contada y tan bien interpretada, que merece la pena verla.
Un drama no tiene por qué basarse siempre en cierta ampulosidad melodramática y en una carga emocional casi siempre puesta sobre los hombros de los actuantes.
Esta es una película de lo que un buen director puede conseguir con un modesto presupuesto pero con gran imaginación y una guinda en forma de un intérprete adecuado, como en este caso el actor egipcio Omar Shariff.
El argumento es de lo más dramático y podría haber resultado una película enormemente pesimista y desesperanzada, como tantas otras. En lugar de ello rebosa optimismo y vitalidad por todas partes.
Veamos… el núcleo argumental consiste en un adolescente judío que frecuenta la tienda de un musulmán casi anciano. El joven fue abandonado por la madre cuando era casi un bebé, y el padre está amargado por esa circunstancia y por otras, en las que no se incide más en profundidad, tampoco es necesario. El padre se suicida y el adolescente queda casi abandonado a su suerte. Sin embargo, el anciano musulmán decide adoptarlo y eso cambia todo el esquema dramático subsiguiente y, sobre todo, cambia la visión del mundo del joven.
Es un argumento de lo más simple, pero es llevado a la pantalla con suma delicadeza y con una sensibilidad digna de encomio. El anciano no tiene mucha vida por delante, pero la suficiente para enseñarle al casi adolescente algunas lecciones que le serán muy útiles para su recorrido vital.
Con estos escasos mimbres, pero de gran calado emocional, Dupeyron nos muestra aspectos vitales de una manera sencilla y clara, y la cinta se articula sobre la base (tantas veces mostrada en el cine de siempre) de un viaje iniciático del joven y del correspondiente descubrimiento interior de unos pocos, pero grandes y vitales significados sobre la vida y la experiencia vital en general.
Y ello lo hace sobre la base de un libro, el Corán, pero no interpretado a la manera fanática de un legalista (así se dice en la película, aunque todo el mundo hoy llama a eso fundamentalismo ), pero ojo… lo mismo podría haber sido la Biblia, el Tao o el Quijote, eso es anecdótico y es algo que también se pone de manifiesto a lo largo de toda la cinta (eso sí, sabiendo leer entre líneas).
El personaje (Omar o Ibrahim) es ante todo persona, más allá de creencias, religiones o cosmogonías de cualquier tipo. Y todo ello contado de una manera no forzada. El adolescente lo irá descubriendo a través de pequeñas aventuras diarias basadas en la vida cotidiana. El punto de vista del director no tiene nada que ver con las habituales discursivas del intelectualismo francés de siempre, al contrario… me recuerda a Los cuatrocientos golpes de Truffaut, una forma sencilla de contar la apertura a la vida de un adolescente.
Incluso la segunda parte, la del viaje del anciano y del joven, me recuerda a las grandes películas del neorrealismo italiano, con poquísimos elementos, con un discurso narrativo sencillísimo, haciendo del paisaje un personaje más, con una desnudez expositiva elevada a la máxima potencia… y con unos resultados óptimos para tan poco equipaje.
La ambientación de un barrio parisino obrero de los sesenta es sencillamente magnífica, y la utilización de la banda sonora con canciones de la época es magistral. Evoca rápidamente aquellos años con unos simples toques (reforzados con la sintonización que hacen los actores de los transistores que aparecen en el filme).
Por otro lado, qué decir del actor principal, el inmenso Omar Shariff, logrando quizás la mejor interpretación de su carrera, elevando el tono general de la película a su máximo clímax, sólo con su presencia, su mirada y su saber estar ante una cámara.
(Sigue en spoiler sin revelar partes de la trama)