El sacrificio de un ciervo sagrado
Sinopsis de la película
Steven es un eminente cirujano casado con Anna, una respetada oftalmóloga. Viven felices junto a sus dos hijos, Kim y Bob. Cuando Steven entabla amistad con Martin, un chico de dieciséis años huérfano de padre, a quien decide proteger, los acontecimientos dan un giro siniestro. Steven tendrá que escoger entre cometer un impactante sacrificio o arriesgarse a perderlo todo.
Detalles de la película
- Titulo Original: The Killing of a Sacred Deer
- Año: 2017
- Duración: 121
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Opinión de la crítica
Película
6.6
76 valoraciones en total
Con un título tan sugerente como The Killing of a Sacred Deer y el nombre de Nicole Kidman y Colin Farrell en el cartel, puede llevar a la confusión siempre y cuando no conozcas a Yorgos Lanthimos.
No estamos ante una película comercial. No es apta para todos los públicos y es incompatible con las palomitas. Corres el riesgo de atragantarte.
The Killing of a Sacred Deer es cine independiente, una tragedia griega prima-hermana de Haneke y con influencias de Buñuel y Kubrick.
Con esta frase la mitad ya han dejado de leer. Dicho esto, la película es excelente.
Quien sea conocedor del director de joyas como Canino o Langosta, no saldrá defraudado. Lanthimos continúa sin ofrecernos respuestas. Un cine sobrio, frio, poético, simbólico, duro y contundente como pocos.
Es imposible no salir impactado del cine. (De no hacerlo, yo me preocuparía). Además la película cuando te atrapa, no te suelta hasta el final. La crueldad a la que asistimos tiene una belleza hipnótica donde la mitología griega tiene un papel fundamental. El destino impuesto por lo divino es una respuesta complicada para el espectador. Quien lo acepte como válido, que se prepare que vienen curvas. Quien no lo haga se pasará el resto de la película buscando respuestas lógicas inútilmente, pues solo cobra sentido a través del mundo de la mitología griega.
Yorgos Lanthimos es siempre recomendable. Porque nos irrita, nos molesta, nos atraviesa y nos mete una bofetada lo suficientemente fuerte para volver a abrir los ojos y ensanchar nuestra mente. Y eso siempre es bueno.
El rey Agamenón mató a un ciervo en uno de los bosques sagrados de Atenea. La diosa, furibunda, paró el viento impidiendo que la flota del rey partiera a Troya. Para que el viento volviera a soplar, Ifigenia, la hija del rey, tenía que ser sacrificada a la diosa. El mito tiene distinto final según las fuentes. Unas dicen que, efectivamente, la joven murió como ofrenda a Atenea. Otras, dicen que Artemisa la sustituyó por una cierva o una corza en el último momento y que salvó a la mujer escondiéndola en una isla. El caso es que al final, los barcos pudieron zarpar.
El sacrificio de un ciervo sagrado es el título español, incomprensiblemente errado. El original, The killing of a sacred deer hace referencia al asesinato del ciervo que caza Agamenón en la tragedia, causa del castigo que infringen los dioses, similar al que sufre la familia protagonista de la película. Este ciervo no fue sacrificado como ofrenda al Olimpo, sino cazado por pura soberbia. Si el título español hiciera referencia al segundo ciervo que Artemisa cambia por Ifigenia, en ningún caso se corresponde con la adaptación del mito que Lanthimos nos presenta. Quizás, La caza del ciervo sagrado hubiera sido más acertado, pero basta de divagaciones.
La película es un prodigio técnico de travellings y zooms que demuestran el refinamiento del cineasta griego desde que nos sorprendiera con Canino o Alpes. En sus primeras películas abundaban los planos fijos y la violencia explícita analizada con frialdad y realismo, en la línea de Michael Haneke, en quien Lanthimos siempre se ha inspirado. Da fe de ello la escena del desenlace de El sacrificio… que es un guiño a una de las escenas más tensas de Funny games.
Pero viendo su nueva película Langosta parece haber sido una transición a esta madurez técnica que recuerda más a Kubrick. No sólo por esos pasillos de hospitales que traen a la memoria el hotel de El resplandor o la nave de 2001, no sólo a los reflejos del cuerpo de Nicole Kidman a media luz, que parecen sacados de Eyes wide shut, sino también a esos planos abiertos en interiores, tan fríos como perfectamente encuadrados pese al movimiento, técnica que Kubrick desplegaba en sus últimos trabajos. Incluso en los planos más estáticos, Lanthimos nos muestra ventiladores girando para evitar un solo momento de pausa en esta trama que agita las entrañas de espectadores y personajes.
Un cirujano entabla una amistad con el hijo de un paciente muerto en la mesa de operaciones. El joven se va entrometiendo en la vida familiar hasta que un día revela una profecía al cirujano que lo obligará a tomar una decisión tan drástica como dolorosa.
Lanthimos traslada la tragedia griega al mundo médico de hoy. La creencia del destino contra la tecnología. La imposibilidad del hombre de nuestros días de salvarse de aquello ya escrito mediante los avances sanitarios, una situación ilógica para nosotros. El director plasma sus orígenes helenos en una superproducción británica, pone a una familia occidental ejemplar en un dilema de la antigüedad. La cultura clásica contra la actual. El rencor de un niño como la fuerza del destino, implacable. La negligencia del ciervo herido como mala praxis médica.
Todo esto con la frialdad que caracteriza a los personajes de Lanthimos, que desde Canino más que actuar, recitan cuales plañideras en un anfiteatro. Ni Angeliki Papoulia ni Ariane Labed, musas del director, hacen aparición en esta película, pero Colin Farrell aborda el texto con maestría, al igual que los adolescentes, fríos y apáticos. Especial mención a Alicia Silverstone, olvidada desde hace años tras el sambenito de actriz para adolescentes, quien, con apenas cuatro frases, capta la esencia del papel brindánonos una construcción de su personaje con el que pone toda la carne en el asador.
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Es desolador comprobar cómo, cuando una película cumple una serie de normas no escritas, hace babear a los críticos especializados, esos cuñados con gafas de pasta y actitud condescendiente, que, en su afán por no parecer el último de la clase ni los menos sensibles y pretendidamente entendidos, alaban sin cuartel (y sin motivo alguno realista ni objetivo) la enésima parida mental del cineasta indie y alternativo del momento. Ahora, toca el pagadísimo de sí mismo, soporífero y banal Lanthimos. Estas normas son:
– Largos travellings, fotografía milimétrica y medida. Cuanto más nos copiemos de Kubrick, mejor. Mira qué bien está ese pasillo tan largo y blanco. Mira ese plano a contraluz enfocando una cortina …¿chulo, eh?
– Silencios eternos. Cuanto más silencio, mejor. Algo de música desacompasada, por aquello del efecto edgy-indie.
– Miradas pensativas al horizonte.
– Una premisa AB-SO-LU-TA-MEN-TE absurda y tremendamente simple, disfrazada del tema gafapasta que te apetezca: ¿tragedia griega?¿metáfora existencial?…da igual, van a tragarse la mierda que sea. Nunca se atreverán a decir que es absurdo desde la misma base. Eso sería quedar como el tonto de la clase, y aquí todos somos eruditos, ¿verdad?
– Seriedad impostada, actuaciones forzadas y diálogos totalmente alejados de la realidad. Nadie habla así, jamás.
– Acaba como te dé la real gana. Si alguien muere, mejor.
Y así, siguiendo estas sencillas pautas, tendrás a todos los gafapastas comiendo de tu mano. Que la película se sustente sobre la nada, el sinsentido y el absurdo no es malo, no. Es un recurso supremo del engaño, la mentira definitiva, el arte moderno de cuadros ridículos de mierda hecho cine: ¿cómo criticar algo que es absurdo y decirlo, a riesgo de quedar como un inculto que no entiende el significado oculto y magníficamente elaborado de un genio?
Hijos, críticos, os voy a dar un consejo:
Sacaos el palo prepotente del culo, dejad de lamer la suela del zapato de directores mediocres sobrevalorados en su absurdez absoluta, tirad esas gafas de pasta que no os dejan ver nada, bien lejos, y pensad, por una vez.
Pensad, y dejad el postureo ridículo de una maldita vez.
Esto es una obrilla teatral de instituto sin pies ni cabeza, recitada tal cual por personajes irreales sin alma, y que únicamente refleja la ida de olla de el enésimo director endiosado que se ríe en vuestras caras.
Pero pon algún silencio de 2 minutos seguidos más, y un par de notas aleatorias musicales mientras haces otro travelling, que así quizá ni se dan cuenta.
Y por cierto:
Me parece una película correcta desde el punto de vista técnico. Esta bien rodada. No voy a juzgar su forma sino su contenido. Aviso de antemano que es una critica visceral.
Al grano. Me sobra ese rollo de que si basada en la tragedia griega y demás. Los referentes de una película no la hacen buena. Es pretenciosa y me parece una puñetera basura. Merecedora de un Razzie al peor guión. Me la he tragado enterita esperando ver si llegaba un milagro que enderazara ese despropósito. Las actuaciones son absurdas, con unos padres que parecen idiotas, un hijo que parece retrasado (y extrañamente imperturbable), una hija psicópata y Martín que parece retrasado también.
Las motivaciones que guían a los personajes no esta bien definidas. Es imposible averiguar en que demonios están pensando los personajes para actuar como lo hacen. La lógica no es algo que guie el desarrollo de la cinta, principalmente en su segunda mitad, la cual es delirante. No exagero. Habia momentos en que no sabia si reir o llorar de lo estúpidos que son todos los personajes de la película. No se que película han visto la critica o otros usuarios. Es una pelicula cuya mayor virtud es su premisa (el sacrificio), pero que en el fondo esta vacía en su contenido.
¿Tiene alguna virtud? Alguna si. Las interpretaciones de Nicole Kidman y Colin Farrell son correctas (Las de los hijos no. En ningún momento me los llego a creer.). El director sabe usar el suspense, y mantiene una tensión en el espectador durante toda la cinta. Pero la incomodidad que al menos yo he sentido viendola se debe a la constante incredulidad sobre lo que pasaba. Y las virtudes ni de lejos compensan un argumento que no hay por donde cogerlo. ¡Devuélvanme mis dos horas de vida!
No se si he visto un drama o una comedia.
No estoy de acuerdo con eso de que el cine de antes era mejor, o al menos no he defendido esa actitud porque no creía en ello. Y digo creía, porque llevamos una larga temporada, además de extrema sequía en la que no llueve, de películas que no son realmente buenas, empezando a sentir añoranza del cine de autor que se hacía en el pasado milenio. Había una enorme cosecha tanto de autores como de films que engrandecían el circuito independiente (incluso el cine comercial estaba más trabajado y era más respetable), pero la racha mencionada se me hace eterna y cuesta arriba, con resultados fallidos y con directores que pecan de ostentosos, sin una personalidad creativa como distintivo y más ocupados en su destreza técnica que en lo que nos están contando. Hay, desde películas irritantes y pésimas, a insulsos productos que nos venden, a través de premios en festivales, que en teoría que mantenían cierto rigor, pero que cada vez se están vendiendo, o prostituyendo más, cediendo a las presiones de las grandes productoras y de los tejemanejes de la industria, cada vez más sometidas a productores sin motivaciones artísticas, y con una prensa que cada vez más dan la impresión de estar comprados o de estar elegidos por su mala formación o mal gusto, de carecer de criterio y tener que vendernos obligadamente a los espectadores mediocridades, que años atrás, no hubieran conseguido comentarios tan positivos.
Y este discurso no es más que un reflejo de mi frustración, de mi necesidad de encontrar en la actualidad lo que es una película destacable, con peso y que me sacie, que alimente mi alma, y de no conformarme con un plato de cuarta, que para colmo, han tenido la desfachatez de premiar en Cannes al mejor guión, que es precisamente lo peor que tiene el presente caso, El sacrificio de un ciervo sagrado, que hasta su título al principio puede sonar bien, pero que tras visionarla, nos revela tardíamente que es pretenciosa hasta en eso. Pretenciosa y fullera a más no poder, y aunque no sea de esas que haya llegado a irritarme sí me ha aburrido como una ostra, porque lo que le sobra son ínfulas. Dan ganas de ponerse como hace caprichosamente Carlos Boyero, no argumentar nada y afirmar: torpe, no me ha llegado, no me creo nada y me puse a pensar en mis cosas. No vale la pena.
Pero no. No vamos a caer en lo que criticamos, aunque mis razones se podrían resumir sin marear al posible lector o lectora. De entrada pienso que Yorgos Lanthimos es un timo, y no hago un chiste fácil con el apellido del susodicho. Desconozco sus primeros pasos, pero su encumbrada y para muchos turbadora Canino es casi un plagio, porque se inspira demasiado en El castillo de la pureza de Ripstein, rodada varias décadas antes. Langosta era algo inferior, y en definitiva era un acierto parcial, con más defectos que virtudes, pero El sacrificio de un ciervo sagrado me parece insalvable, la más floja de las mencionadas, un monumento snob que no llega a tener categoría para ser un film gafapasta , del que podría ser acusado por sus posibles detractores, porque carece de la profundidad necesaria para ello.
Filmada con inspiración (lejana) de Kubrick pero evidentemente sin su sabiduría, con un halo a Von Trier pero que queda en esbozo, con, además, intención truncada de remozar, a través de su minimalismo y violencia soterrada, la visión de Haneke, nos cuentan una historia inverosímil y caprichosa que carece de cualquier dramaturgia. Sus personajes van y vienen, padecen y suspiran gracias a la buena labor de los actores, que están absolutamente vendidos a las indicaciones de su director. Quizás del reparto el que pone más empeño, o al menos lo parece, es Colin Farell. Nicole Kidman, aunque se deja llevar en manos del director, sus reformas faciales la han dejado más inexpresiva. Para el ambiente del film va bien, pero si se pretendía que ella encarnara un personaje tan cartesiano y milimetrado, no le beneficia el apoyar los codos en la mesa o hablar, como en el evento del principio del film, de pie con las piernas casi abiertas como una niñata en la puerta de un pub. Se le han exigido resultados pero no la han dirigido con intenciones. Los demás están correctos y Barry Keoghan, también afectado de cierta frialdad, hace lo que puede, lo cual ya es mucho, con un personaje tan mal desarrollado como el suyo.
La película tiene muchos flecos sueltos, cosa que ocurre con demasiada frecuencia en la actualidad con este tipo de films introspectivos. Y no es que me queje de que no nos lo den todo mascado, a mí no me hace falta ese tipo de cine, pero una cosa es eso y otra bien distinta es que se nos escamoteen datos fundamentales para tapar un mal trabajo de mesa, en un guión donde la cosas ocurren porque sí y, cuando viene bien, hacemos elipsis o tapamos agujeros centrándonos en otros personajes.
No veo que se trate de ningún thriller psicológico, ya me hubiera gustado que hubiera sido así. Su tour de force es inexistente porque todo es impostado. Y aunque haya cosas en ella que han estado bien, como su fotografía, sus efectos de sonido o maquillaje, hay otras que nos han repateado, como su selección musical, que intenta potenciar un clima inexistente en la película y que nos acaba hastiando como espectadores.
Así que me temo, que ante tanta campana al vuelo y tanto aplaudirle, flaco favor de enmendar la plana le hacen a Lanthimos, el cual corre el riesgo de no aprender y perderse en su propio laberinto, un espacio absurdo y naif más parecido a una moda, como puede por ejemplo ser la corriente hipster, que una característica de un autor, como pudiera ser un Buñuel o un Bergman y de los cuales se encuentra a cien mil años luz.