El sacerdote
Sinopsis de la película
El padre Miguel, un atractivo y tímido sacerdote de treinta y seis años, atraviesa una crisis de conciencia. Además, la continua presencia en su confesionario de Irene, una joven y bella mujer casada, a la vez piadosa y apasionada, va mermando su fe y sus convicciones religiosas.
Detalles de la película
- Titulo Original: El sacerdote
- Año: 1978
- Duración: 109
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Opinión de la crítica
Película
5.6
67 valoraciones en total
Es increíble lo moderno que puede llegar a ser el cine de Eloy de la Iglesia. Y lo atrevido política, socialmente. El sacerdorte es una de sus obras teóricamente menores pero, sin embargo, contiene algunas de las escenas más perturbadoras de su filmografía y uno de los ataques más furibundos a la rancia sociedad de finales de los 70 de nuestro país. A aquella que todavía no acaba de creer que existe algo más allá de una moribunda tiranía.
El filme desarrolla las dudas de fe de un cura asaltado o, más bien, inundado por delirios en los que el sexo es el protagonista. Pero éso es tan solo la excusa que de la Iglesia utiliza hábilmente para la crítica social, política y religiosa, además de para desarrollar una trama coherente y un retrato cargado de detalles del joven sacerdote, incluyendo pasajes de su infancia.
También cabe destacar algunos planos preciosos y llenos de contenido en los que la profundidad de campo, el desenfoque y el fuerte contraste entre primer plano y fondo cuentan mucho más de lo que parece a primera vista.
Es curioso pero, si se intentara rodar esta película ahora, seguramente no se podría. Incluso dudo que se pudiera echar por televisión con tranquilidad. Rodarían cabezas.
Se ha dicho hasta la saciedad que Eloy de la Iglesia (no confundir con Alex, aunque ambos sean de Bilbao) era un director oportunista, que sus películas buscaban la comercialidad explotando temas de actualidad (como Mariano Ozores) y del modo más morboso posible, y es verdad, pero también lo es que fue uno de los mejores cineastas de su época y que pocos se hubieran atrevido entonces a contar esas historias (hoy vulgares, entonces terribles) sin tapujos, sin miedo, ahondando en la llaga, denunciando tantas realidades incómodas doliera a quién doliera.
La Iglesia es uno de los mejores ejemplos de los cambios radicales (sociales, económicos y mentales) ocurridos en España desde los locos y nefastos años 30, en que ya hubo una clara secularización y se decía en España todos van tras el cura… unos con una vela y otros con un puñal , algo que se reflejó muy bien en las 2 Españas de la Guerra Civil (en una quemaban iglesias y en otra se cuadraban ante la reliquia de Santa Cucufata mártir, qué triste que no se impusiera la 3ª), tras la cual se impuso una teocracia y se convirtió casi en un ministerio. Aparte de la vocación religiosa, hubo diversas razones (les gustaba a los padres, daba prestigio, tenías estudios, comida y casa, para evadir la mili, como penitencia por ser homosexual o haber tenido parientes en el bando perdedor,…) por las que en los 40-50 los seminarios, monasterios y conventos estaban repletos (España tenía la mayor proporción de religiosos-as por habitante y más jóvenes de toda la cristiandad), pero ya en los 60 y despacio pero sin parar los seminarios y las iglesias se vaciaron y muchos (casi 40.000 en 30 años) dejaron la Iglesia, casi siempre (según decían) porqué ya no tenían el viejo prestigio, o se habían enamorado o habían perdido la fe, algo tuvo que ver también el Concilio Vaticano II, donde se avisó que era en España, más que en ningún sitio, donde iban a hallar resistencias. Y ya en la Transición muchos religiosos o ex-religiosos se posicionaron claramente en posturas políticas muy de izquierdas…
En la película vemos una muestra de todo lo que había por entonces en la Iglesia: el fascista que cree a rajatabla en la eterna conjura mundial contra España , el cura viejo y lógicamente anticuado pero más bueno que el pan, el progre de izquierdas, el ingenuo que se enamora,… y el protagonista, nacido (como casi todos) en un pueblecillo y que lucha contra el deseo que le causa una feligresa (rara es la película protagonizada por curas sin ese argumento) y que le lleva a replantearse todo lo que ha sido su vida.
Una película magnífica y de enorme interés histórico y sociológico.
El tema de las perversiones sexuales y las pulsiones irrefrenables es una constante en el cine de Eloy de la Iglesia, y una buena prueba es esta película, supongo que bastante polémica en su momento, sobre un cura atormentado por sus impulsos sexuales. Como crítica de lo antinatural del voto de castidad no está mal, la historia avanza de forma lenta pero más o menos firme, las interpretaciones son correctas, y el controvertido director vasco consigue crear una atmósfera sórdida y agobiante que transmite la zozobra del personaje principal. En todo caso, las pulsiones que atormentan a este sacerdote en particular son bastante inocentes teniendo en cuenta las prácticas sexuales aberrantes (y sí, me refiero a pedofilia, abusos a niños, esas cosas) a las que no pocos curas se han entregado, un asunto que hubiera estado bien sacar a relucir a modo de denuncia en esta historia pero que De la Iglesia no pudo o no quiso reflejar. Entre eso, y que algunos de los giros argumentales están algo cogidos por los pelos, El sacerdote se queda, al menos en mi modesta opinión, a medias.
No es que sea una mala película tampoco, pero podría haber sido mejor. Y los años no la han tratado bien. Se salva de la quema por los pelos.
En tanto que es una de las escasas películas protagonizadas por el gran actor Simón Andreu, El sacerdote ya se singulariza bastante, en tanto que es un ataque lúcido, valiente y frontal contra determinadas realidades sociales e institucionales, especialmente la Iglesia afectada por el Concilio Vaticano II de los últimos años del franquismo -la acción se desarrolla de 1966 a 1967, o tal vez hasta un poco más tarde- se singulariza más aún, en tanto que es una visión realista, y a ratos tremendista, de la trayectoria de un sacerdote en crisis, es un film muy hermoso, y muy moderno.
El sacerdote es un revulsivo que dispara en varias direcciones, pero que mantiene una unidad de sentido muy clara, al centrarse en la angustiosa crisis personal del Padre Miguel (Simón Andreu, aquí en un impresionante tour de force interpretativo), para el que todos los feligreses de su parroquia, absolutamente todos, se convierten en una tentación, tal es su grado de represión sexual. En ese sentido, el guión va jugando con la capacidad de sorpresa del espectador: que la mujer interpretada por Esperanza Roy despierte el apetito sexual, se entiende en cierto modo, cabe dentro de una cierta tradición morbosa del cine sobre curas, pero…Luego serán los muslos desnudos de un niño, los que exciten al protagonista, y luego…tendrá alucinaciones y verá a una chica con un cuerpo perfecto y ligera de ropa retozando encima del altar, en uno de los momentos más locos y divertidos de la película. Hasta el erotismo de las vallas publicitarias será un motivo de angustiosa tentación.
Es curioso: cuanto más represión hay, cuantos más tabúes se (re)presentan, más presencia tienen la transgresión, el erotismo y el sexo. Es así como vienen también el castigo, la automutilación, y las escenas más sangrientas del film. El guión no se queda ahí, en el presente, e indaga en el pasado, haciéndonos ver que el protagonista se hizo cura muy joven, impulsado por su madre (Queta Claver), la cual veía en el sacerdocio una salida para su hijo, para escapar del hambre, de la pobreza de la posguerra, y del ambiente del pueblo. La película, sin duda, tiene una gran carga de veracidad en esos motivos por los que el protagonista se hizo sacerdote, como tantos otros.
El sacerdote es un film que demuestra que Eloy de la Iglesia, desde su ateísmo, y desde su peculiar sentido de la provocación, podía ser, y de hecho era, un gran cineasta.
Piedra de escándalo en su momento, esta película sembró la polémica allá en 1978 cuando fue estrenada. Habla sobre la represión que aún existía en aquel tiempo de transición de la dictadura a la democracia.
El director Eloy de la Iglesia, con un excelente guión de Enrique Barreiro, dan a luz una película muy provocativa para su época (aunque hoy puede hacer saltar chispas igualmente). Como el mismo director manifiesta, lo que había pretendido hacer es una especie de esperpento irónico. Y tal cual funciona, con las escenas oníricas que interrumpen la narración y que son delirantes en toda su extensión, escenas esquinadas que rompen el relato y que se mueven en un raro equilibrio entre la comedia y algo más tortuoso. Eloy de la Iglesia estaba dibujando un retrato, no de lo que la sociedad pretendía o creía ser, sino lo de lo que era realmente. Este es el motivo de que le cueste tanto asir bien las riendas de este metraje, pues la España del 1978 era un país que ya quería verse en Europa, en la senda de la modernización, y este film echa el freno a tanto optimismo, anhelo y aspiraciones, pues la realidad no era esta con mucho.
Si se echa la mirada atrás, la sociedad y también la Iglesia de esa época continuaban siendo atrasadas y convencionales, por eso en el film nadie sale bien parado: ni el cura progresista que deja de creer en Dios para creer en los hombres (magníficamente ridiculizado en una buena interpretación de Emilio Gutiérrez Caba), ni el cura defensor a ultranza de la cruzada. Ambos son estereotipos que son manejados cruelmente por Eloy de la Iglesia.
El personaje central del film, el cura Miguel, fue interpretado magistralmente por Simón Andreu, que hace un trabajo muy complejo que debe manejar todos los registros que el director le impone y con la crudeza que igualmente le indica: cómico, trágico, reprimido, un trabajo actoral físico e interior a la vez, que lleva a buen término con una pericia increíble el cerebral Andreu.
Está bien la música de Carmelo Bernaola y es meritoria la fotografía de Magi Torruella, con planos preciosos y llenos de contenido en los que la profundidad de campo, el desenfoque y el fuerte contraste entre primer plano y fondo cuentan mucho más de lo que parece a primera vista.
Película, en fin, atrevida política, socialmente y como elemento de crítica. Una obra que contiene algunas de las escenas muy perturbadoras, y uno de los ataques más furibundos a la vetusta sociedad de finales de los años setenta en nuestro país.