El rey de los belgas
Sinopsis de la película
El rey de los belgas está de visita oficial en Estambul cuando Bélgica colapsa. El rey debe volver de inmediato para salvar su reino. Pero una tormenta hace cerrar el espacio aéreo y las comunicaciones. No hay aviones ni teléfonos. Con la ayuda de un cineasta inglés y un grupo de músicos búlgaros, el rey y su séquito logran cruzar la frontera de incógnito. Ahora comenzará para él una odisea a través de los Balcanes en la que descubrirá el mundo de verdad, y a él mismo.
Detalles de la película
- Titulo Original: King of the Belgians
- Año: 2016
- Duración: 93
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Opinión de la crítica
Película
5.3
30 valoraciones en total
El punto final de la tercera jornada de la Seminci de Valladolid 2016 lo puso El Rey de los Belgas, dirigida por el matrimonio Meter Brossen y Jessica Woodwirth. Se trata de una divertida comedia donde se narra la historia del rey de Bélgica durante una visita oficial a Turquía en la que se ve obligado a volver a su país tras la declaración de independencia por parte de Valonia bajo el slogan Estamos hartos. Estreno el 26 de Mayo.
La progresiva degradación de la naturaleza y el mal uso de esta por el ser humano, dio origen a la anterior filmografía de Meter Brossen y Jessica Woodwirth, con la trilogía formada por Khadak (2006), Altiplano (2009) y La Quinta Estación (2012). Esta última obtuvo el Premio Especial del Jurado, Premio Fipresci, en la Seminci de ese año. Ahora con el El Rey de los Belgas han decidido hacer un cambio, abandonar ciertas ambiciones intelectuales y un cierto trabajo existencialista para pasar de la tragedia absurda al humor surrealista.
El Taciturno Rey Nicolás III y su equipo, formado por su ayudante Carlos ( Titus De Voogdt), el responsable de protocolo Ludovic (Bruno Georis) y la jefa de prensa Louise (Lucie Debay), están en misión diplomática realizando un recorrido a lo largo del Bósforo ante la inminente entrada en la Unión Europea de Turquía. Al grupo se une el director británico Duncan Lloyd (Pieter van der Houwen), un exfotógrafo de guerra, exalcohólico, contratado por la reina para hacer un documental y ofrecer el lado más humano del monarca. Un suceso imprevisto altera el viaje, Valonia declara la independencia por lo que Nicolás siente el deber de regresar a su país, pero una tormenta solar ocasionada por la erupción de un Volcán en Islandia dificulta la visibilidad aérea, y por consiguiente, todos los vuelos a Bélgica quedan suspendidos. La única posibilidad es volver por tierra, aunque el jefe de Seguridad de Turquía desaconseja e intentará impedir al monarca, por todos los medios posibles, su viaje de vuelta.
Así comenzará un hilarante viaje por carretera a través de algunas de las zonas más desfavorecidas de Europa: Bulgaria, Serbia, Montenegro y Albania, que darán lugar a situaciones de lo más rocambolescas y surrealistas. El Rey y su equipo se meterán en un autobús con un coro de cantantes búlgaros disfrazados con sus mismos trajes para pasar desapercibidos de la policía turca que los persigue, tendrán un surrealista encuentro con un francotirador serbio que se pregunta como puede Bélgica ser el centro de Europa si ni siquiera ellos pueden estar unidos siendo un país tan pequeño, y estarán presentes en un concurso para elegir el mejor yogurt de la zona.
A través de las múltiples peripecias del Rey, de las que somos testigos, como trasladarse en los más variopintos medios de transporte, obligado a disfrazarse y hacerse pasar por una mujer, comer kebaps y saborear la comida búlgara o improvisar como presentador de televisión, conseguirá estar en contacto con la gente común de la calle a través de su hospitalidad, generosidad y ayuda. La verdadera odisea en El Rey de los Belgas, no son los paisajes inhóspitos de los Balcanes sino el viaje espiritual del Rey hacia su interior para conocerse a si mismo, una travesía que cambiará al hombre que hay detrás de la corona y lo ayudará a resolver su profunda crisis de identidad.
El Rey de los Belgas desde un principio deja muy claro que está rodada en forma de falso documental bajo la atenta mirada detrás de la cámara de Duncan Loyd. Observamos la mayor parte de la película a través de la visión de Duncan, con imágenes filmadas cámara en mano que provocarán continuos movimientos bruscos y, a veces, la salida del encuadre o la pérdida de foco. También hay muchos otros momentos en los que vemos a los personajes dirigirse directamente a la cámara para hablar con ella. La decisión de rodar como si se tratara de un documental se debe en parte a que tanto Jessica como Meter provienen de ese mundo.
Aunque los directores comenzaron a escribir la historia allá sobre el año 2011 inspirados por la inestabilidad política y económica existente en Bélgica, la cual estuvo casi un año sin gobierno, y por la erupción del volcán Eyjafjallajökull en 2010, que obligó a cerrar el espacio aéreo durante varios días en la mayor parte del norte de Europa, su intención era mostrar algún tipo de fatalidad en el seno de Europa. Por ese motivo, el viaje del Rey de los Belgas se presta a una metáfora muy actual por todos los acontecimientos ocurridos en los últimos años en el viejo continente acentuados por el auge de los nacionalismos y populismos, el brexit británico y el descontento de algunos países miembros. La idea de disolución está muy presente en una Europa que ha perdido sentido para mucha gente y necesita reinventarse, se mueve a velocidades diferentes, trata de preservar las tradiciones culturales de cada país al mismo tiempo que intenta construir una nueva y más moderna Europa.
El Rey de los Belgas es una divertida y profunda comedia que reflexiona sobre la política de la Unión Europea, las señas de identidad, la integración, el problema de los refugiados y la ética periodística.
Cinemagavia http://cinemagavia.es/critica-pelicula-el-rey-de-los-belgas/
Los realizadores de la Quinta estación (Peter Brosens y Jessica Woodworth) premiada hace cuatro años en la Seminci, pero sin distribución en España, han vuelto a Valladolid con otra obra singular, un cuento de nuestros días con aroma de otros tiempos. Es lo que tienen instituciones tan atemporales y demodés como las monarquías.
Esta road movie fantástica de Nicolás III y su grupo de confianza, acompañados de un circunstancial documentalista inglés, cámara en ristre, en misión protocolaria por Turquía y con serios problemas para retornar a Bélgica donde está teniendo lugar un intento independentista flamenco….., decía, que esta aventura por tierra y mar hace viajar también al espectador y le aproxima a un intocable , a la par que el intocable conoce a seres que no habitan palacios o embajadas.
¡Y hete aquí! que quien era una marioneta en manos de expertos monárquicos, por contaminación con los que tienen sangre de otro color, está mutando en un individuo que tal vez haga las delicias de los republicanos, al menos de los de izquierda, y su manifiesta y reverenciada inutilidad es posible que esté tocando a su fin, para disgusto de unos pocos y satisfacción de muchos más.
Y a uno, que es antimonárquico irredento, le gustaría que la fábula no acabara y que el rey comiera perdices. Mérito, sin duda de los directores.
El rey de los belgas plantea una historia de política-ficción: Valonia, una de las dos federaciones que componen Bélgica -aparte de Bruselas- se declara independiente y al rey de los belgas este hechco le pilla en Estambul. A causa de una tormenta electromagnética no funcionan las telecomunicaciones ni se puede volar. El rey y su equipo quedan atrapados, pero es obvio que algo tienen que hacer…
El rey y sus tres ayudantes emprenderán un viaje en autobús, ambulancia y otros medios por los Balcanes para llegar a su país. Las condiciones del viaje, sin escolta, sin comodidades, expuestos a peligros irán descubriendo al ser humano que seguramente existe bajo el corsé de un monarca.
Estructurada como una road movie y a la vez como un falso documental rodado por un director británico, la película enfrenta a estos personajes fuera de su ambiente con la realidad de la vida.
Hay escenas de cierto humor conseguido a través de contraste de personalidades y situaciones, aunque otras abusan del pintoresquismo. Los personajes están contenidos y nunca desciende al ridículo. Ahora bien, quizá el formato de falso documental no fuera el más adecuado para esta sátira. Lastra demasiado el desarrollo de la historia, que debería haber ido, quizá, por el de una comedia pura de humor negro.
Nos quedamos por tanto con algunas situaciones de humor sobre un asunto de actualidad como es la situación en Bélgica.
Es curioso porque aunque el argumento es bastante original y lo de unir road movie + falso documental + metraje encontrado también, la forma en que se desarrolla la película, tal vez lo gags, los personajes (demasiado esteriotipados) o no sé qué, hicieron que tuviera todo el rato la sensación de estar viendo algo que ya había visto cien veces. No llega a emocionar ni a entretener, pero bueno, es correcta en todo lo demás.
De este film, con el accidentado viaje del ficticio Nicolás III de Bélgica, se puede decir mucho, pero no que no es entretenido. El paso por Bulgaria y Serbia tiene situaciones divertidas y casi entrañables.
Y sobre todo esa reflexión de fondo, la de que ser rey (y cualquier cargo público) debería ser antes que nada una experiencia directa con la gente común saltándose, aunque sea por un tiempo, al protocolo y a los políticos.
Peter Van den Begin clava el personaje, dándole una naturalidad profunda y meditada.
Y en medio… Valonia declara unilateralmente la independencia. ¿No nos suena? Esta Europa está loca. O mejor: hay mucho loco suelto por Europa.