El Reino
Sinopsis de la película
Manuel (Antonio de la Torre), un influyente vicesecretario autonómico que lo tiene todo a favor para dar el salto a la política nacional, observa cómo su perfecta vida se desmorona a partir de unas filtraciones que le implican en una trama de corrupción junto a Paco, uno de sus mejores amigos. Mientras los medios de comunicación empiezan a hacerse eco de las dimensiones del escándalo, el partido cierra filas y únicamente Paco sale indemne. Manuel es expulsado, señalado por la opinión pública y traicionado por los que hasta hace unas horas eran sus amigos. Aunque el partido pretende que cargue con toda la responsabilidad, Manuel no se resigna a caer solo. Con el único apoyo de su mujer y de su hija, y atrapado en una espiral de supervivencia, Manuel se verá obligado a luchar contra una maquinaria de corrupción que lleva años engrasada, y contra un sistema de partidos en el que los reyes caen, pero los reinos continúan.
Detalles de la película
- Titulo Original: El Reino aka
- Año: 2018
- Duración: 131
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Opinión de la crítica
7.3
82 valoraciones en total
La guerra interna entre Susana Díaz y Pedro Sánchez por hacerse con el poder en el PSOE, los papeles de Bárcenas, el M. Rajoy, aquella sórdida imagen en los pasillos de un hotel en Andorra de la por entonces alcaldesa de Alicante, Sonia Castedo, y el empresario Enrique Ortiz. Son tantas las referencias reales a las que alude o puede aludir El reino que resulta imposible desligarla de esa actualidad que ha convertido la corrupción en parte de nuestra rutina. El entretenimiento circense al que ha derivado la política de nuestro país convertía en hazaña el simple hecho de intentar adaptarla a la ficción.
Sorogoyen no solo lo consigue con pasmosa verosimilitud sino que además lo hace con personalidad propia. El garrulismo, los bajos fondos de las corruptelas que retrata, los reviste de una cuidada puesta en escena, de una estética moderna y arriesgada que logra sofisticar personajes y situaciones más propias de Torrente que del cine sobre ladrones de guante blanco al que nos tiene acostumbrados Hollywood. Imposible resistirse a ese costumbrismo español a ritmo de música electrónica que nos propone el director. El reino es una hipnótica radiografía, no solo de nuestra clase política, sino de toda una cultura, la española, con genética picaresca.
La primera escena de la cinta, con toda la plana mayor de un partido político, léase PSOE, léase PP, alrededor de una mesa en la que abunda el marisco supone la mejor representación de ese desfase económico y moral que todos condenamos desde la distancia, aún a sabiendas de que lo más probable es que cualquiera de nosotros terminaríamos sucumbiendo a sus hechizos. El poder protege al poder, advierte el personaje de Bárbara Lennie en un momento de la película, y sobre el poder que sigue dirigiendo nuestro país trata sin miramientos el filme. Un mundo de hombres, en el que las pocas mujeres que consiguen adentrarse lo hacen adoptando sus peores vicios, sin esperanza para el cambio, con la única meta de salvaguardar el coto a toda costa.
Salvar el culo es precisamente el leit motiv del protagonista. Manuel evoluciona de la arrogancia que comporta saberse el heredero del poder a la desesperación de convertirse de repente en el cabeza de turco de todo un entramado de corrupción. El registro de Antonio de la Torre, bastante similar en todas sus interpretaciones, por fin encaja como un guante en un personaje que parece expresamente diseñado para el actor. Protagonista sin escrúpulos que se mueve como pez en el agua entre cómplices pero que termina siendo víctima de ese reino que lo encumbró.
Desde el momento que comienza la psicosis se inicia el despegue de la cinta hacia el terreno del thriller más adrenalínico. Es cuando Sorogoyen decide marcar terreno con una sucesión de secuencias inolvidables, como la histérica incursión de Manuel en el hogar de uno de sus compañeros o la que quizá sea la persecución nocturna más trepidante que ha rodado jamás un director español. Como colofón, una tensa entrevista televisiva, al más puro estilo Ana Pastor, que sitúa a Bárbara Lennie como la más solvente de nuestras actrices y que culmina con una valiente reflexión final. Broche de oro para el thriller político que mejor define a quiénes manejan los hilos en este indescriptible, a menudo vergonzoso, país.
Brutal retrato de un político al que expulsan del reino político, de la maquinaría, por filtrarse unas grabaciones comprometidas. He asistido al estreno en San Sebastian y ha superado con creces mis expectativas. Bastante inspirado por la trama gurtel y los papeles de Barcenas, Sorogoyen está acertado porque lo aplica a toda la política, por eso se evitan nombres de partidos y personas, esto va de el sistema en general y su podredumbre.
En mi opinión esta película es muy oportuna y será recordada mientras dure este sistema político, porque define los últimos 20 años de nuestra clase política en general, y a parte es una llamamiento, un sopapo de realidad para que no se nos olvide lo que son los políticos en su esfera más alta y lo que los ciudadanos no debemos hacer, comportarnos como ellos, la avaricia, la corrupción.
Sorogoyen recuerda al Scorsese más vibrante, con ese ritmo ágil y planos secuencia desde atrás del protagonista, no te suelta ni un segundo. La cámara se mueve con mucho sentido, es una cámara fría, repleta de primerísimos planos que funcionan muy bien en las conversaciones, que son el hilo conductor de la trama. Cuando la peli se va desarrollando, poco a poco va tomando más forma de thriller, con esa atmósfera e iluminación de tonos lúgubres.
La música en un tono agobiante y acelerado como el propio protagonista. Los actores están muy bien elegidos, Josep Maria Pou como poderoso presidente de la comunidad, perfecto, inquietante, De la Torre desatado, otra nominación a los Goya que va y ojo que se lo puede llevar. Sorogoyen con esta y la gran Que Dios nos Perdone se alza como uno de los directores con más presente de España y como uno de los más brillantes directores de actores..
Grandísima película.
En mi opinión, el tráiler de esta película no le hace justicia y con probabilidad aleje a muchos espectadores que no sienten la menor necesidad de ver reflejado en la pantalla grande lo que llevamos años (incluso décadas) contemplando y padeciendo en la pantalla chica, a saber, la enésima demonización y censura de toda la clase política a causa de sus bochornosas e infames corruptelas, sus triquiñuelas bastardas, sus enriquecimientos ilícitos y abusos fraudulentos de su posición de poder y dominio sobre todas las facetas de la vida que tienen que ver con el cobro de comisiones ilícitas y escarceos ilegales de similar calaña. Produce un cansancio indecible y una desgana tremenda tener que asistir de nuevo al bochorno nacional que todos dicen censurar, pero nadie remedia.
Y sería una pena perderse esta frenética intriga política que refleja con maestría todo lo antedicho, pero que sobre todo nos ofrece una turbadora radiografía de la podredumbre institucionalizada que nos envilece tanto como nos corroe, pero envuelta en un apasionante relato de cine negro donde no hay buenos ni malos, sino sólo detestables ladrones de guante blanco y alma renegrida, donde las palabras se pervierten para maquillar los hechos y encalar los latrocinios, reduciendo todo a penosas excepciones en vez de echar a todos los mangantes a la basura y empezar de nuevo, dejando en el vertedero de la infamia a quienes, abusando de su posición y aprovechándose de unas leyes que permiten resquicios y amaños que, de nuevo, todos denuncian pero nadie enmienda.
Porque ante todo estamos ante un potente thriller – uno de los mejores que he visto realizado en España – donde lo de menos es la mucha verdad que refleja sobre la abyecta clase política (siendo esto muy bueno y de unánime validez) y lo de verdad logrado y elogiable es el loco relato policiaco que sirve de motor a toda la vertiginosa acción que sostiene el atroz retablo del deshonor y la vergüenza que se nos presenta. No deja títere con cabeza ni cenagal sin revolver, pero lo hace con tanto tino, con tanta mala leche, con tanta rabia que produce admiración, náusea y espanto, aunque nada de lo que se nos ofrezca nos pueda ya pasmar ni se nos revuelvan las tripas de puro hastío.
Excelente tanto la dirección como el guion (en colaboración con Isabel Peña) de Rodrigo Sorogoyen, pero ante todo cabe alabar – y ojalá sean premiados – a todo el soberbio reparto coral repleto de grandes intérpretes que brillan a un altísimo nivel y de una brillantez escalofriante: Antonio de la Torre, José María Pou, Nacho Fresneda, Luis Zahera, Ana Wagener, Bárbara Lennie o Mónica López. No nombrarles sería una injusticia, y una estafa perdérsela.
TIEMPO DE CAZA
El Reino ya es una de las favoritas en el Festival de Cine de San Sebastián. Y lo cierto es que tiene todos los ases para ganar. No solo porque sea original y distintiva, con el sello cercano y veloz de la cotidianidad que caracteriza al reconocido Sorogoyen, si no por cómo se aproxima a una historia realista, con muchos matices, sin perder el foco más importante: el retrato de la vida misma y de sus consecuencias.
La película comienza de manera armoniosa, con escenas frívolas que desentierran la calidad de vida de los personajes y sus respectivas motivaciones, para después continuar con un ritmo frenético y colmado de ansiedad. Manuel es la figura protagonista, el hombre que vende su ética para comprar su destino. Y ese el primer secreto que conocemos al embarcarnos en una caza oscura y dramática donde la atención no decae en ningún minuto, y donde aprendemos que las injusticias siempre se descubren, ya salgan estas o no a la luz pública.
LA GUINDA DEL PASTEL
En El Reino, todos se mueven por algún motivo. Como seres humanos, cada uno busca algo, y, de un modo u otro, sobrevive por (¿o para?) ello. Es en esa parte donde el nivel actoral pone su máximo esplendor en pantalla y los actores reciben un sobresaliente.
Sí, Antonio de la Torre merece una mención especial, su trabajo es espectacular. Encarna a un tipo impulsivo, irascible, feroz, mezquino y lleno de soberbia hasta los huesos. Alguien sin escrúpulos, orgulloso y agresivo, que, pese a sus actos contra la ley, es capaz de transmitirnos la vena sensible con la que cubre (y que Manuel también se autoimpone como razón última) su comportamiento: el amor hacia su familia, la posibilidad de estrechar entre sus brazos a su mujer y a su hija, al precio que sea. Y todo esto el actor lo logra con naturalidad.
Sin embargo, el resto del elenco también está a la misma altura. Ana Wagener, Nacho Fresneda, José María Pou, Luis Zahera, Mónica López… independientemente de cuántos minutos hayan pasado en pantalla, todos han sabido aportar un gramo especial de humanidad a sus papeles, tanto con carga cómica, como visceral o emocional. Resalto a Bárbara Lennie, que en esta cinta (al igual que en las demás) saca lo mejor que lleva dentro y nos ofrece un análisis sublime, una caracterización correcta, grisácea y tremenda que encaja a la perfección con el tono de la supervivencia y los intereses personales, llevando la carga dramática más allá de su personaje con elegancia, rabia y fuerza.
FIRMA DE CALIDAD
¿Y qué hay de los aspectos técnicos? El Reino apuesta por un guión (escrito a mano por Isabel Peña) cuidado, preciso, con diálogos sustanciosos y acertados, y aunque la historia se sitúa hace casi diez años, la veracidad contemporánea se traspasa hasta nuestros días con total claridad. La música tiene una carga hipnótica, un aura fría y ávida de agitación que atrapa al espectador y le impide pensar, obligándole a centrarse en el presente, a sobrevivir ante los hechos impremeditados.
Y todo ello, junto a los planos de cámara, a veces rápidos y obtusos a modo de reportaje televisivo, a veces pulcros y detallistas para captar la esencia del actor, se acopla al 100% a la trama.
SABOR A REALIDAD
Pero, quizá lo mejor del largometraje sea su propuesta. Un film que reivindica justicia sin mencionar apellidos ni siglas políticas, un material que habla del poder y de la codicia sin señalar ideales, una creación que dibuja la realidad con el pincel de la dureza y la sutileza a partes iguales. Mil elementos que pretenden que nos cuestionemos los claro-oscuros del mundo actual y las múltiples caras de la verdad, los bordes de la supremacía y el ansia de dominio de aquellos (y/o aquellos) que nos rodean.
En palabras del propio Antonio, Mantener la capacidad de indignación es algo obligado como ser vivo. Posicionarse es un compromiso con la vida.
Y qué cierto es. Porque los jugadores de la cúspide caen, sí. Pero a veces, el reino de naipes se mantiene en pie, en la sombra, alimentado por la deshonra humana.
Escrito por María Iglesias
https://cinemagavia.es/el-reino-pelicula-critica/
Sorogoyen me sigue sin fallar. Un joven y talentoso cineasta que había dirigido ya la tan interesante como a contracorriente en el cine español Stockholm, una pequeña película muy especial y con dos personajes realmente atractivos, o el magnífico thriller que nos regaló hace dos años, Que Dios nos perdone, y hasta la que codirigió al principio de su carrera, 8 citas, en un tono completamente diferente pero que también era muy efectiva y más inteligente de lo habitual en su (sub)género, el de pelis de historias cruzadas con tramas sentimentales.
Por todo ello, la que ahora nos presenta, que había generado tantas expectación desde que se supo que iba a meterse en los tejemanejes de la clase política nacional y sus entramados de corrupción sistemática, esta El reino -de título tan significativo- me ha gustado aunque sin superar mis altas expectativas. Y esto es debido principalmente a la falta de sutileza con la que Sorogoyen y su coguionista habitual, Isabel Peña, abordan tan espinoso y candente asunto.
Y es obvio que esto es deliberado, que ha sido su apuesta entrar a degüello y con contundencia, pero a pesar de ser un planteamiento respetable (que a muchos convencerá plenamente), a mí sin embargo me hubiera gustado ver mayor sutileza y matices en este análisis, ya que en absoluto es incompatible esta sutileza que echo de menos con la crítica y actitud condenatoria de la sinvergonzonería que está reflejando. Hay momentos muy potentes… pero igualmente excesivos (yate, balcón-Zahera, etc). Me ha gustado mucho, eso sí, la secuencia de la irrupción en la casa andorrana, pese a que igualmente incurre en esa comentada ausencia de sutileza, pero la tensión que consigue en esta secuencia Sorogoyen es digna de admiración, además de estar magistralmente filmada. Al igual que la que le sucede, la que comienza en la gasolinera y acaba en la carretera…
Y De la Torre… en su salsa, en un papel que se ajusta a la perfección a su más que solvente estilo interpretativo. Y bien arropado por un reparto desigual pero que cumple muy bien la labor de acompañamiento. Tiene su coña, por cierto, ver a Ana Wagener imitando descaradamente a todos-sabemos-quién…
Rodrigo Sorogoyen llegó al cine para quedarse, como demostró en sus primeras obras, a base de talento tanto narrativo como en su puesta en escena, y capacidad para generar atmósfera, ritmo y tensión. Es ya con derecho propio uno de los altos cargos en el reino del cine español.