El reflejo de Sibyl
Sinopsis de la película
Sibyl es una terapeuta que decide volver a dedicarse a la que es su verdadera pasión: la escritura. Para poder hacerlo deja de ver a todos sus pacientes, lo que le permite poder centrarse en las historias que quiere escribir. Sin embargo, su tranquilidad se ve trastocada con la llamada de Margot, una joven actriz de vida tumultuosa que suplica verla. La escritora acepta, sin sospechar que las revelaciones de su nueva paciente están a punto de cambiar su vida para siempre.
Detalles de la película
- Titulo Original: Sibyl
- Año: 2019
- Duración: 100
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Opinión de la crítica
Película
5
60 valoraciones en total
Pais
Directores
Actores
- Adèle Exarchopoulos
- Adrien Bellemare
- Agnès Tassel
- Arthur Harari
- Aurélien Bellanger
- Duccio Bellugi-Vannuccini
- Etienne Beurier
- Fabrizio Mosca
- Frank Williams
- Gaspard Ulliel
- Henriette Desjonquères
- Jeane Arra-Bellanger
- Judith Zins
- Laure Calamy
- Liv Harari
- Lorenzo Lefèbvre
- Natascha Wiese
- Niels Schneider
- Paul Hamy
- Philip Vormwald
- Sandra Hüller
- Virginie Efira
Justine Triet es montadora, guionista y directora de cine. Empezó su carrera haciendo varios documentales, su primer largometraje fue La batalla de Solférino una comedia dramática sobre el mundo de la política. Unos años más tarde nos presento su segundo largometraje Los casos de Victoria también ligada con la comedia. Ahora nos presenta su último trabajo El reflejo de Sibyl. La película formo parte de la sección oficial de la última edición del Festival de cine de Cannes. Aquí en nuestro país antes de su estreno en salas formo parte de la sección oficial del Festival de cine de Sevilla.
Nos cuenta la historia de Sibyl, una terapeuta que decide volver a dedicarse a la que es su verdadera pasión, la escritura. Para poder hacerlo deja de ver a todos sus pacientes, lo que le permite poder centrarse en la historias que quiere escribir. Sin embargo, su vida da un giro con la llamada de Margot, una joven actriz de vida alborotada que suplica verla. La escritora acepta, sin sospechar que las revelaciones de sus nueva paciente están a punto de cambiar su vida para siempre.
La cinta es ante todo un thriller psicológico donde una mujer busca el equilibrio entre su vida personal y profesional y que lucha contra sus sentimientos y sus preocupaciones. La directora escarba en el interior de Sibyl, para mostrarnos a una mujer que vive atrapada en el desorden y en el caos y que se refugia en la ficción para escapar de todos los fantasmas de su vida. Me gusta como la película explora temas como la maternidad, la vida en pareja, la pasión, la creatividad, la crisis de la mediana edad y la dualidad. Pero sobre todo la sensación que me da es que la película quiere abordar la identidad y las raíces de sus protagonistas.
Uno de los aspectos que hacen que la película funcione es la actuación de sus dos protagonistas, por un lado tenemos a Virginie Efira, una mujer que durante toda la película intenta luchar contra sus orígenes, mientras intenta poner en orden su vida y por otro lado tenemos a Adèle Exarchopoulos una chica joven que tiene un mar de dudas sobre su trabajo y sobre su vida en general. La película está bastante bien dirigida, tiene una puesta en escena interesante y un trabajo de construcción muy bien diseñado. Su punto débil lo tiene en un guión algo enrevesado y en intentar contar demasiadas cosas. En mi caso la película me produjo un estado de excitación continuo.
Lo mejor: La lucha interpretavia entre las dos actrices y su puesta en escena
Lo peor: Algunas partes del guión.
Pueden leer esta crítica con imágenes y contenidos adicionales en: http://www.filmdreams.net
Sibyl es una psicóloga que desea dejar su profesión para dedicarse a escribir una novela. Piensa dejar de tratar a sus pacientes paulatinamente para concentrarse en su nuevo objetivo. Una noche, frente a una hoja en blanco, una mujer llorando llama por teléfono pidiéndole una cita en su consulta. Aunque de primeras la rechaza, Sibyl finalmente accede a recibirla. Se trata de una actriz que se ha quedado embarazada de su compañero de rodaje, que es, ni más ni menos, que el novio de la directora de la película que interpretan juntos. La psicóloga, fascinada por la mujer, comienza a escribir su relato basándose en las confidencias de la nueva paciente.
Todo empieza en un París lluvioso, cerrado, en el que las paredes de las habitaciones parecen los huesos del cráneo que oprimen a la protagonista. Escenas cortas, sin continuidad temporal. Pues el montaje frenético mezcla el pasado con el presente de manera que la vida anterior de la psicóloga se difumina con sus problemas de hoy. Mientras responde al teléfono, en la pantalla de su televisor retransmiten la película de terror It follows, referencia que anticipa ese fantasma creado a base de traumas, temores y remordimientos que nos persigue lentamente y durante toda la eternidad para consumirnos.
Justine Triet cambia totalmente de registro para su tercera película. De la comedia pasamos al drama psicológico. De un cine que toma las calles, inspirado del neorrealismo y la Nouvelle Vague, pasamos a una técnica más propia de los grandes estudios. De un presupuesto modesto pasamos a una gran producción con un despliegue de medios grandioso. La dirección de la realizadora no hace más que desplegarse en esta sorprendente entrega de su arte en expansión.
Hagamos un paréntesis para recordar su debut en el largometraje, La bataille de Solférino. Una disputa sobre el permiso de visita de un padre divorciado, que sigue a su exmujer, periodista. La particularidad de aquella fresquísima ópera prima no era sólo el retrato de una generación contemporánea y realista, encabezada por los talentuosos Vincent Macaigne y Laetitia Dosch. Sino el hecho de estar rodada en Solférino, plena sede socialista, durante la victoria de Hollande en 2012. Triet se convertía en reportera de guerra, al pie de la actualidad de la Francia que retrata, al situar a sus dos actores discutiendo enmedio de la muchedumbre que salió a la calle aquella noche a celebrar una esperanza que al final cayó en balde. Fin del paréntesis.
Sibyl se inspira en gran parte de Otra mujer de Woody Allen. Otra mujer se inspiraba de Cara a cara, de Bergman. La psicóloga que se ve atrapada por el relato de la paciente. La mujer que da las claves a aquellas que se pierden y finalmente se ve arrastrada al abismo de la locura, en el caso de Liv Ullmann, de la inconsciencia respecto a sí misma, en el caso de Gena Rowlands. Salvo que Sibyl no se adentra en la vida de su paciente por obligación profesional, al fin y al cabo ella quiere dejar de tratar pacientes para poder escribir. El título ya nos da una pista de cómo, de manera sibilina, y por egoísmo o por cuestionamiento de sí misma, Sibyl se adentra en la vida de su paciente poniendo un folio en blanco como barrera y como excusa.
Tal vez todo lo que me ha llegado de ella, es su artificialidad. Con frecuencia el cine de una parte de directores franceses, se regodea en si mismo, haciendo que sus personajes den vueltas intentando que comprendamos, lo que ya se ha explicado reiterada y ampliamente.
La historia se ofrece ridícula, por increíble… Está claro que a diario vemos distintos géneros cinematográficos que poco tienen que ver con la realidad, pero cuando intentas crear una historia basada en personajes cercanos y asumibles, han de jugarse las claves desde otro enfoque.
No existe sorpresa, el conflicto te aleja por la distancia que marca con el espectador, dados sus condicionantes. ¿El resultado? Sientes grandes deseos de abandonarla.
Psicóloga que deja de ejercer para dedicarse a la escritura, no sin antes hacerse cargo de una última paciente con la que se involucrará demasiado, complicándose la vida. No cuesta mucho imaginar el thriller que, en los años noventa del siglo pasado, cualquier audaz director hubiera sacado de esta premisa argumental. Pero el tiempo ha pasado y la directora, Justine Triet parece ir por otros cauces. Que no son otros que los del drama personal con traumas pasados por resolver. La película gira en torno al personaje de Sibyl, Triet toma su punto de vista, se adentra en su mente y nos transmite sus miedos y obsesiones, en un notable trabajo de la actriz Virginie Efira apoyada por una Adèle Exarchopoulos, que aunque un pelín sobreactuada, sigue siendo, como demostró en La vida de Adèle, una de las actrices actuales que mejor llora en pantalla. El problema es que, con esto, la narrativa de Triet tiende a ser caótica, con constantes idas y venidas, sacudida por las emociones que experimenta su protagonista, lo que no facilita la comprensión del espectador en ningún momento. Ello, y la poca fuerza de los personajes secundarios, unido al número de subtramas que derivan del núcleo principal y que quedan en meros apuntes, hacen que El reflejo de Sybil acabe resultando una propuesta irregular, de cierto aire atemporal y acabado insatisfactorio.
Lo mejor: las lágrimas de Adèle.
Lo peor: la sensación de poca cohesión de todo el conjunto.
*El drama como vehículo
Las relaciones que se forman a lo largo del film comienzan con un dinamismo que las hace muy atractivas, pero según va creándose la tela de araña, se van volviendo cada vez más confusas. El problema es no haber marcado bien los tiempos y realizar varios flashback sin buscar una concordancia y una justificación artística. Sin embargo, se puede ver en esta tumultuosa red de relaciones la intención de exponer esas heridas emocionales que son tan difíciles de articular, pero se pueden sentir en su máximo esplendor. Es por ello que se puede ver el potencial de la historia, pero Triet junto a Arthur Harari, no han sabido gestionarlo y dan un resultado irregular. Aun así, hay momentos vertiginosos y son destacables aquellos más cómicos y ácidos, que le dan cierto atractivo a dichas secuencias. Es entretenida, pero no va más allá.
*Magia y magnetismo
Es innegable que lo mejor de El reflejo de Sibyl es el reparto protagonista femenino. Virginie Efira vuelve a trabajar bajo las órdenes de Justine Triet, las cuáles ya coincidieron en Los casos de Victoria. Efira es la encargada de meterse en la piel de Sibyl y lo realiza con una fuerza y una garra, que, sin duda, demuestra porque es una de las mejores actrices del país galo. Tiene una sensibilidad expresiva que engancha al espectador, da esa magia a sus escenas, lo que hace que su interpretación sea brillante. Pese a las flaquezas del guion, Efira muestra esa sensibilidad y la dificultad del vivir en su mirada, en sus movimientos, en la forma de hablar… Es magnífica. Al igual que hay que destacar a Sandra Hüller, que no realiza un trabajo actoral sobresaliente, pero tiene gusto y espontaneidad.
Luego, está el trabajo de Adèle Exarchopoulos, la cual se convierte en Margot. Exarchopoulos tiene un magnetismo en escena que ha ido demostrando a lo largo de su carrera, tras el gran éxito que supuso su debut con La vida de Adèle. La actriz se entrega en cuerpo y alma, da esos giros dramáticos en su expresión, que permiten que el espectador sea incapaz de apartar la mirada de la pantalla. Una seducción interpretativa que se conjuga a la perfección con la fragilidad de Efira. Ambas forman un combo muy cautivador, que deja al espectador con ganas de volver a ver en otro proyecto. Por último, mencionar a Gaspard Ulliel, dentro del reparto masculino, el cual realiza una labor que cumple con su función, pero se echa en falta ese toque personal que sí ha realizado en otros títulos como Solo el fin del mundo.
*El salto temporal
A nivel técnico, El reflejo de Sibyl tiene ciertos efectos curiosos, como la connotación sexual como herramienta expresiva y la tensión del juego psicológico que se plantea. El problema surge en la disposición del montaje final, en el que se puede percibir cierta inexactitud de lo que se quiere transmitir en pantalla. En varias ocasiones, hay una fina línea que discrimina las distintas etapas temporales que se plantean, pero el espectador debe hacer un sobreesfuerzo para poder discernir y colocar en su mente cada una de las piezas. Por lo tanto, no ofrece un esquema comprensible, pero tampoco su trama es tan compleja como para ofrecer esta complicación en su entendimiento. Por ello, el resultado no es claro y no sienta unas bases firmes que vayan construyendo el relato, además de ralentizar el ritmo.
Visualmente está cuidada, en especial en las escenas de exteriores. Tal vez, hubiera sido interesante explotar un poco más la vena intimista en alguna secuencia. Además, hay ciertas escenas de sexo que alargan su duración sin una justificación creativa real. Aun así, hay que destacar la dirección fotográfica y artística en el mar, dado que sí dan un efecto sensitivo y es el telón de fondo que le hace falta a la rocambolesca situación que se crea en ella. La banda sonora es notable, aunque hay algún momento en el que se abusa de la musicalidad clásica como hilo conductor de la narración. Por último, destacar que el diseño de vestuario tiene unos puntos vibrantes y mantiene perfectamente la esencia de cada personaje. Por lo cual, se ha realizado una labor más que notable, pero no es excelente. Cumple los parámetros estándar.
*Conclusión
El reflejo de Sibyl es una película que parte de una premisa interesante, en el que se mezclan temáticas muy profundas como las adicciones, la obsesión, hasta más universales como el amor. Al mezclar tantos focos dramáticos, termina perdiéndose en su resultado y no conjuga bien cada elemento expresivo que emana de los distintos personajes que salen a escena. Un recorrido irregular que termina afectando al espectador. Se nota demasiado la intencionalidad que tiene.
Las interpretaciones de Virginie Efira y Adèle Exarchopoulos son lo mejor de la película. Pura magia y magnetismo. El montaje sucumbe a los saltos temporales inexactos y da bandazos hasta el final. Visualmente hay momentos muy atractivos, pero en otros se limita a cumplir el estándar cinematográfico sin ningún sello de identidad.
Una búsqueda de la profundidad de la mente, que acaba por jugar en su contra y no resuelve el enigma de la obsesión, finalizando de una manera abrupta y simple. La bajada a los infiernos no goza de la complejidad que se intenta desde el primer momento y el público acaba percibiendo esas debilidades que sentencian el resultado.
Escrito por Diego Da Costa