El Rayo
Sinopsis de la película
La odisea de Hassan, un inmigrante marroquí que, después de trece años en España, ya no encuentra trabajo y decide volver a casa. Invierte todos sus ahorros en un tractor de segunda mano para ganarse la vida en Marruecos y decide llevárselo conduciendo hasta allí. Cuando llegó a España no tenía nada, ahora regresa con su única posesión: el Rayo.
Detalles de la película
- Titulo Original: El Rayo
- Año: 2013
- Duración: 86
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Opinión de la crítica
Película
6.4
49 valoraciones en total
Tuve la ocasión de asistir a un pase en Oviedo de El rayo con presencia de sus directores que, tras la proyección, explicaron diversos aspectos de la gestación y el rodaje de esta pequeña joya. Fue un placer.
La historia nos sitúa en una localidad andaluza en el que un trabajador marroquí compra un tractor con intención de conducirlo hasta su pueblo al otro lado del estrecho, donde pretende trabajar unas tierras que acaba de heredar. La película nos cuenta el viaje, lo que le va ocurriendo al protagonista mientras recorre pueblos y carreteras secundarias, sus problemas en la aduana, las averías mecánicas del vehículo, la ayuda de unos, el desinterés de otros, cuando van surgiendo dificultades. La curiosa manera que tiene el protagonista de abordar esas dificultades, su capacidad para relacionarse con los demás desde su -sólo aparente- limitación de recursos y habilidades, su visión de la realidad, del futuro, su convicción de que la vida es igual en todas partes (si eres trabajador y hay trabajo saldrás adelante, si falla una de las dos premisas habrá problemas), nos acercan a un Hassan Benoudra al que le tomamos cariño desde las primeras secuencias y con el que viajamos la mar de cómodos en el viejo Massey Ferguson. Benoudra, agricultor que se interpreta a sí mismo, que vive su propia historia y conduce su propio tractor hacia Marruecos mientras unos chicos le graban con una cámara (una sola cámara) y le sugieren diálogos que él interpreta como le parece, es, por supuesto, un tipo alejado de cualquier referencia cinematográfica, pero resulta tan convincente como sólo resultan serlo los más grandes intérpretes o los no actores con talento natural para comunicar sensaciones al espectador, cuando se interpretan a sí mismos. Por cierto, todos los demás personajes también se autointerpretan.
Si pueden, no dejen de ver esta curiosa película en la que la ficción, basada en la realidad, tiene aires de documental y sabor a vida.
Descubrí este film escondido en la sección de películas andaluzas del festival de cine europeo de Sevilla, escondida y humilde, pequeñita y amontonada entre otros títulos de mayor repercusión. Y efectivamente, eso se transmite a la trama y argumento de este El Rayo , una película que cuenta historias pequeñas de gente pequeña, de gente del campo, de relatos individuales auténticos, genuinos como los paisajes y la atmósfera que es muestran en una fotografía que demuestra que no son necesarios muchos artificios para hacernos sentir lo que vemos.
Y es que a veces no hace falta viajar a países exóticos a contar historias de reyes o de guerras o de amores imposibles que cruzan océanos, a veces sólo es necesario doblar la esquina escuchar una conversación entre un señor de campo y un marroquí al que le sobra personalidad, a veces no hace falta remover cielo y tierra para dar en el clavo de la situación que vive mucha gente o de como nos tratamos unos a otros, para entrar de lleno en muchas conciencias sin necesidad de dramatizar, sólo mostrando un pedacito de vida.
Todo en El Rayo es natural y fluye con naturalidad, el humor, el viaje, la fotografía, los planos, el ritmo… de verdad tenía la sensación de ir en ese tractor por el corazón del sur de la península con esa mirada simpática pero muy honesta.
Sinceramente, se me hizo corta.
El Rayo es un tractor con alma, porque cuando los animales, objetos y herramientas son parte imprescindible de la existencia del ser humano, abandonan su condición irracional o inerte para convertirse en ojos, piernas o alas para trascender y luchar contra la tozuda realidad.
Hassan es un marroquí que ha recorrido durante muchos años la geografía española ofreciendose como bracero en los distintos trabajos del campo. Un día, trece años después, decide regresar a su tierra acompañado y amparado en toda su fortuna: un Massey-Ferguson Ebro, Modelo: 165 de segunda mano, con el arado incluido para atemperar el excesivo celo de la guardia civil y los agentes de tráfico.
Sencilla y sustanciosa ópera prima de dos nuevos realizadores españoles, que proceden del mundo de la televisión, la publicidad y el documental. La odisea de un hombre que guarda valiosas esencias, semi-extintas en el mundo occidental, que le permiten afrontar con garantías de éxito las circunstancias adversas, con una filosofía de vida, por momentos envidiable, ha situado a estos dos jóvenes (35 años), en el mapa de los creadores sensibles, capaces de contar fácil y con pocos medios toda una manera de vivir, que enseña a los débiles triunfadores civilizados que la supervivencia no es un drama, si no un arte.
Quizá uno de los subgéneros más entrañables del cine sea el de la road movie. O dicho de otra forma, una película en la que el protagonista principal se embarca en un viaje, ya sea en solitario o acompañado, y durante el metraje se nos van ofreciendo diversos momentos de la travesía. Lo cierto es que la road movie permite desarrollar multitud de pequeñas historias secundarias sin que el relato central pierda fuerza, por lo que el producto final puede ser muy satisfactorio si la película está bien rodada.
El Rayo es una de las últimas road movies que se han producido en nuestro país. Dirigida y escrita a partes iguales por Fran Araújo y Ernesto de Nova, la película presenta a Hassan, un inmigrante marroquí que después de 13 años trabajando en España decide volver a su país natal ante la imposibilidad de encontrar trabajo por estas tierras. Para sorpresa de todos, Hassan revela que hará el viaje hasta Algeciras en su tractor, un Massey Ferguson ya algo desgastado pero al que su dueño tiene un cariño especial.
Aquí comienza una aventura que no es sino un retrato bastante fiel de la España profunda. Cualquiera que haya pasado alguna vez por un pueblo por debajo de la Meseta lo sabrá bien: los caminos de tierra, los parajes áridos, la peculiar fonética de sus habitantes, el bar como eje social de la villa… Todo rezuma realismo, pero también en su lado negativo: un país arruinado, sin presente ni futuro a corto plazo, en el cual desde los químicos con tres másteres hasta los que trabajan en el campo tienen casi imposible encontrar un trabajo medianamente normal. El propio Hassan es buen reflejo de ello, ya que es un hombre bastante bien preparado para desempeñar el trabajo agrícola, pero es rechazado por cada persona a la que acude en busca de una oportunidad laboral.
Ése es el gran logro de El Rayo: camufla el sólido retrato de un país devastado bajo una lámina emotiva. La historia de Hassan divierte y sorprende sin perder un ápice de credibilidad. Es una obra sencilla en cuanto a medios y forma, pero muy profunda en el fondo. Bastante culpa de ello también tiene el propio protagonista. Se le nota a leguas que no es actor profesional, y bien que lo agradece la cinta. Esta película no pedía un famoso (tampoco habría medios para conseguirlo), sino a un hombre con defectos que resultase más creíble. Y la verdad es que resulta complicado ponerle un pero a Hassan Benoudra en ese aspecto. Por si alguien lo dudaba, los otros personajes que aparecen a lo largo de los 86 minutos de película se interpretan a sí mismos. Sólo así se puede lograr que el rudo labriego parezca un bonachón, que un tipo cabreado suelte tacos con una facilidad pasmosa y que la funcionaria crea en la burocracia antes que en el resto de las cosas. En resumen, la marca España en todo su esplendor.
Hay quien dice que unos hacen películas por el dinero, otros por el arte, pero muy pocos hacen cine por los espectadores. El Rayo posiblemente sea una de las películas que rompa con esa afirmación. No es una película perfecta, ni mucho menos, ahí es donde justamente reside su encanto. Muchas veces no hay que buscar la obra maestra, sino contar pequeñas historias que merezcan ser contadas, que encuentren un punto medio entre el arte formal y el burdo esparcimiento.
Álvaro Casanova
Crítica para http://www.cinemaldito.com
@CineMaldito
Una historia sencilla de un personaje pequeño e insignificante en el conjunto de la sociedad. Sin embargo es la historia de muchos. Diálogos sencillos pero muy profundos: ¿y qué diferencia hay a día de hoy entre España y Marruecos?
Sencillez sublime. Empatía. Realidad social. Guiños al documental. El que quiere puede.