El proceso de Juana de Arco
Sinopsis de la película
Edad Media, guerra de los Cien Años (1339-1453). Después de ser capturada en una batalla contra las tropas inglesas que habían invadido Francia, Juana de Arco, la Doncella de Orleáns, que contaba sólo 19 años, fue encarcelada y procesada por un tribunal eclesiástico que la acusó de brujería y la condenó a morir en la hoguera (1431). Durante los interrogatorios, la joven afirmaba haber tenido visiones y oído voces que le encomendaron la misión de salvar a Francia de los invasores ingleses.
Detalles de la película
- Titulo Original: Procès de Jeanne dArc (Trial of Joan of Arc)
- Año: 1962
- Duración: 65
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Opinión de la crítica
Película
7.3
50 valoraciones en total
Bresson recrea la historia como debería ser contada. Sin artificios ni fuegos rimbombantes consigue ponernos los pelos de punta solo con el simple don de la palabra.
RAZONES PARA VERLA:
-Florence Delay. Una Juana de Arco que con su sencillez recrea a la Juana de Arco que todos recreamos en nuestra mente.
-Bresson y sus frontales austeros e interminables. Nos hace ser partícipes del proceso como si en la propia tribuna nos encontrásemos.
-La secuencia final.
LO MEJOR: El cuarto de hora final. Magistral.
LO PEOR: Demasiado redundante en algunos momentos del filme.
El otro día, hablando de unidad formal, salió a la palestra ese cineasta danés que fue capaz de pasar de un montaje analítico (La pasión de Juana de Arco, 1928) a un montaje sintético (Ordet, 1955) pasando por la que considero la bisagra a este cambio: Dies irae (1943). Es tanto el cambio, que no es complicado creer que ambas obras son de diferentes autores.
En la propia filmografía realizada sobre la vida de Juana de Arco, también encontramos la antítesis a esa Pasión de Dreyer en la obra de Bresson. Partiendo del mismo punto en ambos trabajos, con un mismo prólogo y ajustándose a los mismos pasajes en la vida de Juana de Arco, ambas películas son excelentes ejemplos de como contar lo mismo de diferente manera con el uso de los recursos cinematográficos.
La película de Bresson, culebrea en el montaje, ya que en los primeros minutos de interrogatorio, el director decide inhibir el plano-contra-plano, limitando la imagen a una metódica Juana. Acto seguido, tras regresar de su aposento, en un segundo interrogatorio, Bresson realiza hasta nueve cambios de plano, siguiendo con la cámara la pregunta (del Obispo Cauchon) y la respuesta (de Juana de Arco). Este insólito uso del lenguaje cinematográfico en la filmografía de Bresson, rompe la unidad formal de la película. Durante el resto del metraje, Bresson seguirá con planos más estáticos, austeros y llenos de simbología, más acordes a la técnica bressoniana que lo caracteriza.
Aunque Bresson es de los directores que explica bien poco y juega a sobrentendidos y sutilezas, en este caso, al no poner en antecedentes al espectador, crea una experiencia única, ya que transforma a los espectadores cinematográficos en espectadores procesales. Quizá fuera este el motivo por el que el director nunca muestra a los que son verdaderos espectadores (la gente de Rouen) en el proceso y ejecución de Juana de Arco.
Es en la parte final, cargados de simbologías (las palomas o la zancadilla que recuerda mucho a la Pasión de Jesús), planos sutiles (la cruz que le da el soldado inglés que nunca vemos y la quema de la ropa de Juana para evitar reliquias), cuando encontramos los mejores momentos de la película. Bresson no quiere dejar pasar la oportunidad para crear una Juana carnal, alejada de otras versiones místicas. El ceñido vestido, no sólo le impide caminar correctamente cuando va camino de la pira (impresionante travelling de los pies descalzos de Juana y la sombra proyectada de la cruz), sino que al ser atada por sus verdugos con las cadenas y la cuerda, la silueta femenina se remarca con mucha facilidad.
Un plano largo, el humo desaparece y finalmente queda la milagrosa nada.
Basada en las actas originales del proceso seguido en Rouen contra Juana de Arco, descubiertas y publicadas en 1841 por el historiador Jules E. Quicherat. Es una de las obras más celebradas del autor. Obtuvo el Premio Especial del Jurado de Cannes.
La acción tiene lugar en Rouen (Francia) entre marzo y mayo de 1431, durante el juicio, condena y ejecución de Juana de Arco. El relato constituye una transcripción, somera y austera, de las actas del proceso al que fue sometida la heroína. La película no explica, pero conviene recordar que Juana había impulsado la coronación en Reims de Carlos VII como rey de Francia, cuando parte del país se hallaba bajo dominación inglesa con la ayuda de colaboracionistas. Secuentrada el 24-III-1930 en Compiegne por tropas del anglófilo duque de Borgoña, fue procesada por la Inquisición, bajo la acusación de brujería y herejía. Fue rehabilitada el 7-VII-1456, 26 años después de su muerte. La película abre varias líneas de reflexión. Denuncia que se denegó a Juana el derecho de defensa. El proceso eclesiástico fue un largo y denigrante interrogatorio público tendente a obtener respuestas que incriminaran a la acusada. La presión que sufre la muchacha, sola e indefensa, ante un Tribunal hostil, acosada e insultada a gritos por algunos asistentes, se hace insoportable. La muchacha queda postrada en cama, rota física y psicológicamente, tras ser apaleada y violada en la celda por dos ingleses. Juana resiste durante semanas y sus respuestas ante el Tribunal demuestran inteligencia, habilidad y fortaleza. La película expone, además, la lucha interior de Juana entre su amor a la verdad y su temor a la muerte. Al drama de un proceso incriminatorio injusto, se añade el drama interior de una joven que teme a la muerte y siente enormes deseos de vivir. Llaman la atención el silencio y la inacción de Carlos VII y su Corte. La ingratitud de la que Juana es objeto constituye un hecho lacerante e ignominioso, que la película explica con silencios. Se describe la lucha del poder organizado (ciego, interesado y despiadado) contra la innocencia de una mujer indefensa, cuyo delito no ha consistido ni en herejía ni en brujería, sino en levantar a los compatriotas contra la opresión de quienes la juzgan. Son estremecedoras varias escenas: dos dominicos comunican a la muchacha su condena a muerte en la hoguera, la chica postrada en cama tras su violación, las dos escenas finales y el fundido de ciere en blanco.
La fotografía, realizada con una magnífica iluminación, es de extraordinaria belleza. El guión narra los hechos con aparente frialdad, pero con una fuerza que levanta los sentimientos más profundos. La interpretación de los actores y actrices no profesionales ofrece un resultado de extraorinaria naturalidad y credibilidad. La dirección construye, con elementos sencillos y sobrios, un relato de un dramatismo arrollador.
Cine esencialmente puro y de gran nivel, imprescindible para todo cinéfilo que se precie.
Ante un sañudo tribunal predispuesto contra ella, y sin derecho a defensa, comparece encadenada una joven de 19 años, descalza, vestida con raídas ropas de hombre. Porque afirma oír voces de algunos santos es acusada del delito de error, que engloba herejía, rebelión, brujería…
Con la amenaza de la condena a muerte flotando en la atmósfera, es atosigada por un asfixiante interrogatorio fiscalizador e insultada por una turba que exige su abrasamiento.
Entre sesión y sesión, yace en una celda insalubre. Con el fin de quebrar su firme resistencia, es torturada y violada…
El simple esbozo de situación tan sangrante hiere la sensibilidad y violenta la conciencia.
¡Qué difícil narrar tales hechos sin saturar de emoción y estremecimiento el relato, volviéndolo insoportable!
La actitud de Bresson al respecto es radical: todos los elementos formales quedan sometidos a la máxima depuración, despojados de énfasis, dramatismo o acentos trágicos, para así alcanzar la presentación directa de lo real, sin señalización ni revestimiento.
Los personajes, actores no profesionales, se manifiestan en todo momento contenidamente, aun en los trances más extremos. Juana, en particular, responde de forma juiciosa durante los interrogatorios.
Jamás un movimiento brusco ni una voz alzada, excepto la vociferación de la muchedumbre. La banda sonora incluye, además, secos redobles, clarines de hielo, campanadas, arrastrar y entrechocar de cadenas, pisadas, abrir y cerrar de puertas, aleteo de pájaros, el crepitar del fuego… Y silencios.
La acción se limita a la sala del tribunal, la celda y algún pasillo que las comunica. De esos espacios se muestran siempre fragmentos y no planos generales.
Lo con este lenguaje desnudo se ofrece al espectador es la descripción, en una obra de arte elevada y sobrecogedora, de un episodio de injusticia contra el espíritu, con ensañamiento.
(8,5)
Hasta ahora, de Bresson solo habia visto Pickpocket . Al igual que en esa película memorable, las caracteristicas del cine de su autor (sumo despojamieneto, rigor, así como estilización formal y emocional) brillan aquí en toda su intensidad. Sin embargo en esta ocasión quizá he disfrutado un poco menos. Lo cierto es que la extrema sintesis de elementos expresivos que encontramos en esta película, así como la monótona preponderancia de su discurso hablado (todo son preguntas y respuestas) exige un esfuerzo suplementario por parte del espectador. Pero una vez que entras en la película te da la sensación de estar ante algo autentico y grande ( gran arte , podríamos decir). Otro de sus méritos, y quizá no el menor, es el de eregirse en balsámico contrapunto a toda la vacua y mastodóntica parafernalia que constituye la mayor parte del cine actual.